Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David(a), hijo de Abraham. Abraham engendró a Isaac. Y Isaac engendró a Jacob. Y Jacob engendró a Judas, y a sus hermanos. Y Judas engendró, de Tamar(b), a Fares y a Zara. Y Fares engendró a Esrom. Y Esrom engendró a Aram. Y Aram engendró a Aminadab. Y Aminadab engendró a Naassón. Y Naassón engendró a Salmón. Y Salmón engendró, de Rajab, a Booz. Y Booz engendró, de Rut, a Obed. Y Obed engendró a Jesé. Y Jesé engendró a David, el rey. Y David, el rey, engendró a Salomón de aquella que fue(c) de Urías. Y Salomón engendró a Roboam. Y Roboam engendró a Abías. Y Abías engendró a Asá. Y Asá engendró a Josafat. Y Josafat engendró a Joram(d). Y Joram engendró a Ozías. Y Ozías engendró a Joatam. Y Joatam engendró a Acaz. Y Acaz engendró a Ezequías. Y Ezequías engendró a Manasés. Y Manasés engendró a Amón. Y Amón engendró a Josías. Y Josías(e) engendró a Jeconías, y a sus hermanos en el destierro de Babilonia(f). Y después de la transmigración de Babilonia(g), Jeconías engendró a Salatiel. Y Salatiel engendró a Zorobabel. Y Zorobabel engendró a Abiud. Y Abiud engendró a Eliakim. Y Eliakim engendró a Azor. Y Azor engendró a Sadoc. Y Sadoc engendró a Aquim. Y Aquim engendró a Eliud. Y Eliud engendró a Eleazar. Y Eleazar engendró a Matán. Y Matán engendró a Jacob. Y Jacob engendró a José esposo de María(h), de la cual nació Jesús que es llamado el Cristo(i). De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David, catorce generaciones; y desde David hasta la transmigración de Babilonia, catorce generaciones; y desde la transmigración de Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones. Y la generación de Jesucristo fue de esta manera: Que siendo(j) María, su madre, desposada con José, antes que viviesen juntos(k), se halló haber concebido en el vientre, de Espíritu Santo(l). Y José, su esposo(m), como era justo(n), y no quisiese infamarla(o), quiso dejarla secretamente. Y estando él pensando en esto, he aquí que el ángel del Señor le apareció en sueños, diciendo: "José hijo de David, no temas de recibir a María tu mujer(p), porque lo que en ella ha nacido(q), de Espíritu Santo es. Y parirá un hijo, y llamarás su nombre Jesús(r), porque él salvará a su pueblo de los pecados de ellos". Mas todo esto fue hecho para que se cumpliese lo que habló el Señor por el profeta(s), que dice: He aquí la Virgen concebirá(t), y parirá hijo; y llamarán su nombre Emmanuel, que quiere decir: "Con nosotros Dios". Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. Y no la conoció hasta que parió(u) a su hijo primogénito(v); y llamó su nombre Jesús. Pues cuando hubo nacido Jesús en Belén de Judá(a) en tiempo de Herodes el rey, he aquí unos Magos vinieron del Oriente(b) a Jerusalén, Diciendo: "¿Dónde está el rey de los Judíos, que ha nacido(c)? Porque vimos su estrella en el Oriente, y venimos a adorarle(d)". Y el rey Herodes, cuando lo oyó, se turbó(e), y toda Jerusalén con él. Y convocando todos los príncipes de los sacerdotes(f), y los escribas del pueblo(g), les preguntaba, dónde había de nacer el Cristo. Y ellos le dijeron: "En Belén de Judá; porque así está escrito por el profeta(h): Y tú, Belén, tierra de Judá,no eres la menor entre las principales de Judá;porque de ti saldrá el caudilloque gobernará a mi pueblo de Israel". Entonces Herodes, llamando en secreto a los Magos, se informó de ellos cuidadosamente del tiempo en que les apareció la estrella(i). Y encaminándolos a Belén, les dijo: "Id, e informaos bien del niño; y cuando le hubiéreis hallado, hacédmelo saber(j), para que yo también vaya a adorarle". Ellos, luego que esto oyeron del rey, se fueron. Y he aquí la estrella que habían visto en el Oriente, iba delante de ellos(k), hasta que llegando se paró sobre donde estaba el niño. Y cuando vieron la estrella, se regocijaron en gran manera. Y entrando en la casa(l), hallaron al niño con María su madre, y postrándose le adoraron; y abiertos sus tesoros(m), le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y habida respuesta en sueños(n), que no volviesen a Herodes, se volvieron a su tierra por otro camino. Después que ellos se fueron, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José, y le dijo: "Levántate(o), y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto; y estáte allí hasta que yo te lo diga. Porque ha de acontecer que Herodes busque al niño para matarle(p)". Levantándose José, tomó al niño y a su madre de noche, y se retiró a Egipto. Y permaneció allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliese lo que había hablado el Señor por el profeta, que dice: De Egipto llamé a mi hijo(q). Entonces Herodes, cuando vio(r) que había sido burlado por los Magos, se irritó mucho. Y enviando hizo matar todos los niños que había en Belén y en toda su comarca, de dos años y abajo(s), conforme al tiempo que había averiguado de los Magos. Entonces fue cumplido lo que se había dicho por Jeremías el profeta, que dice: Voz fue oída en Ramá(t),lloro y mucho lamento:Rachel llorando sus hijos,y no quiso ser consolada,porque no son(u). Y habiendo muerto Herodes, he aquí el ángel del Señor apareció en sueños a José en Egipto. Diciendo: "Levántate, y toma al niño y a su madre, y vete a tierra de Israel; porque muertos son los que querían matar al niño(v)". Levantándose José, tomó al niño y a su madre y se vino para tierra de Israel. Mas oyendo que Archelao reinaba en la Judea en lugar de Herodes, su padre, temió de ir allá; y avisado en sueños(w), se retiró a las tierras de Galilea. Y vino a morar en una ciudad, que se llama Nazaret; para que se cumpliese lo que habían dicho los profetas: Queserá llamado Nazareno(x). Y en aquellos días(a) vino Juan el Bautista(b) predicando en el desierto de la Judea, Y diciendo: "Haced penitencia, porque se ha acercado el reino de los cielos". Pues éste es(c), de quien habló el profeta Isaías, diciendo:Voz del que clama en el desierto:Aparejad el camino del Señor;haced derechas sus veredas. Y el mismo Juan tenía un vestido de pelos de camellos(d), y un ceñidor de cuero alrededor de sus lomos, y su comida eran langostas y miel silvestre(e). Entonces salía a él Jerusalén, y toda la Judea, y toda la tierra de la comarca del Jordán; Y eran bautizados por él(f) en el Jordán, confesando sus pecados. Mas viendo, que muchos de los fariseos(g) y de los saduceos venían a su bautismo, les dijo: "Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira venidera? Haced, pues, fruto digno de penitencia, Y no queráis decir dentro de vosotros(h): 'A Abraham tenemos por padre'; porque os digo, que poderoso es Dios para levantar hijos a Abraham de estas piedras(i). Porque ya está puesta la segur a la raíz de los árboles; pues todo árbol que no hace buen fruto, cortado será, y echado en el fuego(j). Yo, en verdad, os bautizo en agua para penitencia; mas el que ha de venir(k) en pos de mí, más fuerte es que yo, cuyo calzado no soy digno de llevar(l). Él os bautizará en el Espíritu Santo(m) y en fuego. Su bieldo(n) en su mano está; y limpiará bien su era, y recogerá su trigo en el granero, mas quemará las pajas en fuego que no se podrá apagar jamás". Entonces(o) vino Jesús de la Galilea al Jordán, a Juan, para ser bautizado por él. Mas Juan se lo estorbaba, diciendo: "Yo debo ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí(p)?" Y respondiendo Jesús, le dijo: "Deja ahora, porque así nos conviene cumplir toda justicia". Entonces le dejó(q). Y después que Jesús fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí se le abrieron los cielos; y vio al Espíritu de Dios(r) que descendía como paloma y que venía sobre él. Y he aquí una voz de los cielos que decía: "Éste es mi Hijo el amado, en quien me he complacido(s)". Entonces Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu(a) para ser tentado del diablo. Y habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, después tuvo hambre(b). Y llegándose a él el tentador, le dijo: "Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se hagan panes". Él cual le respondió y dijo: "Escrito está:No de solo pan vive el hombre,mas de toda palabra, que sale de la boca de Dios(c)". Entonces le tomó el diablo, y le llevó a la santa ciudad(d), y le puso sobre la almena(e) del templo, Y le dijo: "Si eres hijo de Dios, échate de aquí abajo, porque escrito está(f):Que mandó a sus ángeles acerca de ti,y te tomarán en palmas,porque no tropieces en piedra con tu pie". Jesús le dijo: "También está escrito:No tentarás al Señor tu Dios(g)". De nuevo le subió el diablo a un monte muy alto y le mostró todos los reinos del mundo, y la gloria de ellos, Y le dijo: "Todo esto te daré, si cayendo me adorares(h)". Entonces le dijo Jesús: "Vete(i), Satanás(j); porque escrito está:Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás". Entonces le dejó el diablo. Y he aquí los ángeles llegaron y le servían(k). Y cuando oyó Jesús que Juan estaba preso, se retiró a la Galilea(l). Y dejando la ciudad de Nazaret, fue a morar a Cafarnaúm, ciudad marítima, en los confines de Zabulón y de Neftalim; Para que se cumpliese lo que dijo Isaías el profeta: ¡Tierra de Zabulón, y tierra de Neftalim,camino de la mar, de la otra parte del Jordán,Galilea de los gentiles! Pueblo(m), que estaba sentado en tinieblas,vio una grande luz;y a los que moraban en tierra de sombra de muerte,luz les nació. Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: "Haced penitencia, porque se ha acercado el reino de los cielos". Y yendo Jesús por la ribera de la mar de Galilea, vio dos hermanos(n), Simón, que es llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en la mar, (pues eran pescadores). Y les dijo: "Venid en pos de mí, y haré que vosotros seáis pescadores de hombres(o)". Y ellos al instante, dejadas las redes, le siguieron. Y pasando de allí, vio otros dos hermanos, Santiago de Zebedeo(p), y Juan su hermano, en un barco con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó. Y ellos al punto, dejadas las redes y el padre, le siguieron. Y andaba Jesús rodeando toda la Galilea, enseñando(q) en las sinagogas de ellos(r), y predicando el Evangelio del reino(s), y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y corrió su fama por toda la Syria(t); y le trajeron todos los que lo pasaban mal, poseídos de varios achaques y dolores, y los endemoniados, y los lunáticos(u), y los paralíticos, y los sanó. Y le fueron siguiendo muchas tropas de la Galilea, y de Decápolis(v), y de Jerusalén, y de Judea, y de la otra ribera del Jordán.j. Satanás quiere decir enemigo, contrario. Y en este último sentido llamó Cristo a San Pedro Satanás.húpage opíso mou, sataná (retírate de mí, Satanás); porque el excesivo amor que tenía al Señor, le hacía que se opusiese a su pasión. Este nombre se da también en las Escrituras al ángel prevaricador. 12 l. Lo que no acaeció inmediatamente después de la tentación, sino pasado algún tiempo. Esa se llamaba la Galilea superior o alta, que fue habitada por gentiles desde el tiempo en que Salomón cedió veinte ciudades a Hiram rey de Tiro. La otra en que estaba Nazaret, y pertenecía al reino de Herodes, se llamaba inferior o baja. La Galilea, a donde se retiró Jesús, pertenecía a Filipo el Tetrarca que era pacífico, y no a Herodes, que era perseguidor, e hizo prender al Bautista. 18 n. El Señor antes de este llamamiento conocía a Pedro y a Andrés, como se puede ver en Jn 1,35; pero no los había llamado con aquella voz eficaz, que debía hacerles abandonar todas las cosas para seguirle y ser sus discípulos. 21 p. Hijo de Zebedeo. r. En las sinagogas se juntaban los judíos para orar y para otros ejercicios de religión. En Jerusalén había 480. 24 t. Que confinaba con aquellos lugares. 25 v. Era una provincia que comprendía diez ciudades, y la mayor de éstas se llamaba Scitópolis. Y viendo Jesús las gentes, subió a un monte(a), y después de haberse sentado, se llegaron a él sus discípulos. Y abriendo su boca, los enseñaba, diciendo(b): "Bienaventurados los pobres de espíritu(c),porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos(d),porque ellos poseerán la tierra(e). Bienaventurados los que lloran(f),porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que han hambre y sed de justicia(g),porque ellos serán hartos. Bienaventurados los misericordiosos(h),porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón(i),porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacíficos(j), porque hijos de Dios serán llamados. Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia(k),porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois, cuando os maldijeren, y os persiguieren, y dijeren todo mal(l) contra vosotros, mintiendo, por mi causa. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón muy grande es en los cielos; pues así también persiguieron a los profetas, que fueron antes de vosotros. Vosotros sois la sal de la tierra(m). Y si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No vale ya para nada, sino para ser echada fuera y pisada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad, que está puesta sobre un monte, no se puede esconder. Ni encienden una antorcha y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. A este modo ha de brillar(n) vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras(o) y den gloria a vuestro Padre, que está en los cielos. No penséis, que he venido a abrogar(p) la ley, o los profetas. No he venido a abrogarlos, sino a darles cumplimiento. Porque en verdad os digo, que hasta que pase(q) el cielo y la tierra, no pasará de la ley ni un punto, ni un tilde, sin que todo sea cumplido. Por lo cual, quien quebrantare uno de estos mandamientos muy pequeños(r) y enseñare así(s) a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos(t); mas quien hiciere y enseñare(u), éste será llamado grande en el reino de los cielos. Porque os digo, que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas(v) y de los fariseos(w), no entraréis en el reino de los cielos. Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y quien matare, obligado quedará a juicio. Mas yo os digo, que todo aquel que se enoja con su hermano(x), obligado será a juicio; y quien dijere a su hermano: 'Raca'(y), obligado será a concilio. Y quien dijere: 'Insensato'(z), quedará obligado a la gehenna del fuego(a). Por tanto si fueres a ofrecer tu ofrenda al altar y allí te acordares que tu hermano tiene alguna cosa(b) contra ti, Deja allí tu ofrenda delante del altar, y ve primeramente a reconciliarte(c) con tu hermano, y entonces ven a ofrecer tu ofrenda(d). Acomódate luego con tu contrario(e), mientras que estás con él en el camino; no sea que tu contrario te entregue al juez y el juez te entregue al ministro, y seas echado en la cárcel. En verdad te digo, que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante(f). Oísteis que fue dicho a los antiguos: No adulterarás. Pues yo os digo, que todo aquel, que pusiere los ojos en una mujer para codiciarla(g), ya cometió adulterio en su corazón con ella. Y si tu ojo derecho te sirve de escándalo(h), sácale, y échale de ti; porque te conviene perder uno de tus miembros, antes que todo tu cuerpo sea arrojado al fuego del infierno. Y si tu mano derecha te sirve de escándalo, córtala, y échala de ti; porque te conviene perder uno de tus miembros, antes que todo tu cuerpo vaya al fuego del infierno. También fue dicho: Cualquiera que repudiare a su mujer, déle carta de repudio(i). Mas yo os digo, que el que repudiare a su mujer, a no ser por causa de fornicación(j), la hace ser adúltera(k); y el que tomare la repudiada(l), comete adulterio. Además oísteis que fue dicho a los antiguos: No perjurarás; mas cumplirás al Señor tus juramentos(m). Pero yo os digo, que de ningún modo juréis(n): ni por el cielo, porque es el trono de Dios; Ni por la tierra, porque es la peana(o) de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del grande Rey; Ni jures por tu cabeza(p), porque no puedes hacer un cabello blanco o negro. Mas vuestro hablar sea: 'Sí, sí; no, no'; porque lo que excede de esto, de mal procede(q). Habéis oído que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente(r). Mas yo os digo, que no resistáis al mal(s); antes si alguno te hiriere en la mejilla derecha, párale también la otra(t). Y a aquel que quiere ponerte a pleito y tomarte la túnica, déjale también la capa. Y al que te precisare a ir cargado(u) mil pasos, ve con él otros dos mil más. Da al que te pidiere(v); y al que te quiera pedir prestado, no le vuelvas la espalda. Habéis oído que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo(w). Mas yo os digo: Amad a vuestros enemigos(x), haced bien a los que os aborrecen, y rogad por los que os persiguen y calumnian(y), Para que seais hijos de vuestro Padre, que está en los cielos, el cual hace nacer su sol sobre buenos y malos y llueve sobre justos y pecadores. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis(z)? ¿No hacen también lo mismo los publicanos(a)? Y si saludáreis(b) tan solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen esto mismo los gentiles(c)? Sed, pues, vosotros perfectos, así como vuestro Padre celestial(d) es perfecto.De lo dicho se puede ilustrar este lugar que al parecer es bastante oscuro; y para esto seguiremos a San Agustín, De Serm. Dom. in monte, lib., cap., numer. 22, et seq. Se deben observar, dice el Santo, tres grados de faltas y de castigos. El primero es, entrar en cólera por un movimiento interno del corazón; pero sin producirla fuera. El segundo, decir alguna palabra de desprecio, que manifieste la alteración y movimiento interior. El tercero, cuando ciegos ya de la ira, prorrumpimos en palabras injuriosas contra nuestros hermanos. A estos tres grados diferentes de pecados corresponden otros tres géneros de castigos. El primero en el juicio, en donde aun queda lugar al reo para defenderse. El segundo en el concilio, en el que se delibera solamente del género de castigo que se ha de dar al delincuente. El tercero tiene ya cierta la condenación, y determinado el castigo, y sin apelación, puesto que el culpado es condenado al fuego del infierno. De todo lo cual hemos de concluir, cuánto nos conviene refrenar los primeros movimientos de la ira. 24 c.. A emienda de to hermano. 25 e. Es confirmación de la doctrina que precede. El Señor hace aquí alusión a dos que pleitean, a quienes es más útil componerse amigablemente que esperar la sentencia del juez; porque este hará poner en prisión al deudor, hasta que pague el último maravedí. El Señor nos exhorta eficazmente a la unión y concordia. Este contrario es nuestro prójimo, a quien hemos ofendido, o de quien hemos sido ofendidos; y con este nos manda el Hijo de Dios acomodarnos prontamente, mientras estamos con él en el camino. Esto es, mientras estamos aun en esta vida; porque el tiempo presente es el de la reconciliación; y no podrá encontrar paz delante de Dios en la otra el que no puso todos los medios posibles para tenerla con su hermano, mientras vivió sobre la tierra. 28 g.. Ya fornegó. El que mirare a una mujer, consintiendo en su mal deseo, y no cuidando de reprimirle, es adúltero en su corazón. Este adulterio se debe entender de todo deseo carnal, que es contrario a la ley de Dios. S. August. Ibid. cap., num. 33. 31 i. Por esta ley no había aprobado Dios el repudio o separación, antes bien había ordenado que precediesen muchas formalidades para dar lugar y tiempo a la reflexión; y que así fuesen menos frecuentes estas separaciones, que sólo se permitían por la dureza de los judíos. k. La expondrá a caer en este pecado, abandonándola de esta suerte; esto es, cuando ella no lo haya merecido por su mala conducta. 33 m.. No te preiures: torna a Dios tus iuras. Esto es, lo que con juramento le hubieres prometido. 35 o.. Sostenimiento. 37 q. De mal procede. Esto es, de mal principio, que es o la desconfianza de los unos, o la mala fe de los otros. Se puede interpretar, del maligno procede: esto es, del espíritu maligno, que intenta haceros perjuros; y que de este modo ultrajéis el nombre de Dios, que también debe ser respetado en todas sus criaturas. 39 s. Que se os quiera hacer. 41 u. Hace alusión a los Persas, que acostumbraban hacer esto frecuentemente. Todos estos son ejemplos con que el Señor nos exhorta a sufrir con paciencia todo el mal que nos quieran hacer. 43 w. Esta era una de las máximas torcidas de los falsos intérpretes de la ley, los cuales entendían por prójimos, a solos los parientes, amigos y conocidos. y.. E fazet bien a vuestros malquerientes, e rogat por uuestros egudadores, e por uuestros acalonnadores. a. Eran los que cuidaban de los tributos y alcabalas. Pompeyo, habiendo subyugado a los judíos, como unos setenta años antes del nacimiento de Cristo, los hizo tributarios. Los caballeros romanos y otras personas considerables arrendaban estos impuestos en las provincias, y para cobrarlos nombraban comisionados de los mismos del país. Y estos comisionados nombraban otros, que eran sus subalternos, y les estaban subordinados. Del número de los primeros parece que fue Zaqueo (Lc 19,2), y San Mateo de los segundos (Mt 9,9). Estaban en mucho honor entre los romanos, como se ve en la oración pro lege Manilia de Cicerón; pero se tenían por infames entre los judíos. c.. ¿Los Ennicos? El Griego: kái telónai (y los publicanos), se repite en el texto Griego. Mirad, que no hagáis vuestra justicia(a) delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera, no tendréis(b) galardón de vuestro Padre, que está en los cielos. Y así cuando haces limosna, no hagas tocar la trompeta delante de ti, como los hipócritas hacen en las sinagogas y en las calles, para ser honrados de los hombres(c). En verdad os digo, recibieron su galardón(d). Mas tú, cuando haces limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha(e); Para que tu limosna sea en oculto, y tu Padre, que ve en lo oculto, te premiará(f). Y cuando oráis, no seréis como los hipócritas, que aman el orar en pie en las sinagogas y en los cantones de las plazas, para ser vistos de los hombres(g); en verdad os digo, recibieron su galardón. Mas tú cuando orares, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre en secreto(h); y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Y cuando oráreis, no habléis mucho(i), como los gentiles; pues piensan, que por mucho hablar serán oídos. Pues no queráis asemejaros a ellos; porque vuestro Padre sabe lo que habéis menester, antes que se lo pidáis. Vosotros pues así habéis de orar(j): Padre nuestro(k), que estás en los cielos(l), santificado sea el tu nombre(m); venga el tu reino(n); hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra(o). Danos hoy nuestro pan sobresustancial(p); Y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores(q); y no nos dejes caer en la tentación. Mas líbranos de mal(r). Amén(s). Porque si perdonareis a los hombres sus pecados(t), os perdonará también vuestro Padre celestial vuestros pecados Mas si no perdonareis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestros pecados. Y cuando ayunéis, no os pongáis tristes como los hipócritas; porque desfiguran(u) sus rostros, para hacer ver a los hombres que ayunan; en verdad os digo, que recibieron su galardón. Mas tú, cuando ayunas, unge tu cabeza, y lava tu cara(v), Para no parecer a los hombres que ayunas, sino solamente a tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido(w), te galardonará. No queráis atesorar para vosotros tesoros en la tierra, donde orín y polilla los consume, y en donde ladrones los desentierran, y roban. Mas atesorad para vosotros tesoros en el cielo, en donde no los consume orín ni polilla, y en donde ladrones no los desentierran, ni roban. Porque en donde está tu tesoro, allí está también tu corazón(x). La antorcha de tu cuerpo es tu ojo. Si tu ojo fuere sencillo, todo tu cuerpo será luminoso; Mas si tu ojo fuere malo, todo tu cuerpo será tenebroso. Pues si la lumbre, que hay en ti, son tinieblas, ¡cuán grandes serán las mismas tinieblas(y)! Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno, y amará al otro; o al uno sufrirá, y al otro despreciará(z). No podéis servir a Dios y a las riquezas(a). Por tanto os digo: no andéis afanados para vuestra alma, qué comeréis(b), ni para vuestro cuerpo, que vestiréis. ¿No es más el alma que la comida y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo(c), que no siembran, ni siegan, ni allegan en trojes; y vuestro Padre celestial las alimenta. Pues ¿no sois vosotros mucho más que ellas(d)? ¿Y quién de vosotros discurriendo puede(e) añadir un codo a su estatura? ¿Y por qué andáis acongojados por el vestido? Considerad cómo crecen los lirios del campo; no trabajan, ni hilan. Ya digo, que ni Salomón en toda su gloria fue cubierto como uno de estos(f). Pues si al heno del campo, que hoy es, y mañana es echado en el horno, Dios viste así; ¡cuánto más a vosotros, hombres de poca fe(g)! No os acongojéis pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o con qué nos cubriremos? Porque los gentiles se afanan por estas cosas; y vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de todas ellas. Buscad pues primeramente el reino de Dios, y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Y así no andéis cuidadosos por el día de mañana: porque el día de mañana a sí mismo se traerá su cuidado(h). Le basta al día su propio afan". "No queráis juzgar, para que no seáis juzgados. Pues con el juicio, con que juzgareis, seréis juzgados; y con la medida con que midiereis, os volverán a medir. ¿Por qué pues ves la pajita en el ojo de tu hermano, y no ves la viga en tu ojo(a)? O ¿cómo dices a tu hermano(b): Deja, sacaré la pajita de tu ojo, y se está viendo una viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás para sacar la mota del ojo de tu hermano. No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las huellen con sus pies, y revolviéndose contra vosotros os despedacen(c). Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá(d). Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama se le abrirá. O ¿quién de vosotros es el hombre(e), a quien si su hijo pidiere pan, le dará una piedra? O si le pidiere un pez, ¿por ventura le dará una serpiente(f)? Pues si vosotros, siendo malos(g), sabéis dar buenas dádivas(h) a vuestros hijos; ¿cuánto mas vuestro Padre, que está en los cielos, dará bienes a los que se los pidan? Y así todo lo que queréis que los hombres hagan con vosotros, hacedlo también vosotros con ellos; porque esta es la ley y los profetas(i). Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino, que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por él(j); ¡Qué angosta es la puerta, y qué estrecho el camino, que lleva a la vida; y pocos son, los que atinan con él(k)! Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, y dentro son lobos robadores(l). Por sus frutos los conoceréis. ¿Por ventura cogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así todo árbol bueno lleva buenos frutos; y el mal árbol(m) lleva malos frutos. No puede el árbol bueno llevar malos frutos, ni el árbol malo llevar buenos frutos. Todo árbol, que no lleva buen fruto, será cortado(n), y metido en el fuego. Así pues, por los frutos de ellos los conoceréis. No todo el que me dice: 'Señor, Señor', entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ese entrará en el reino de los cielos(o). Muchos me dirán en aquel día(p): 'Señor, Señor, ¿pues no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?' Y entonces yo les diré claramente: 'Nunca os conocí(q); apartaos de mí, los que obráis la iniquidad'. Pues todo aquel que oye estas mis palabras, y las cumple, comparado será a un varón(r) sabio, que edificó su casa sobre la peña: Que descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron impetuosamente en aquella casa, y no cayó; porque estaba cimentada sobre peña. Y todo el que oye estas mis palabras, y no las cumple, semejante será a un hombre loco que edificó su casa sobre arena: Que descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron impetuosamente sobre aquella casa, y cayó, y fue su ruina grande(s)". Y fue, que cuando Jesús hubo acabado estos discursos, se maravillaban las gentes de su doctrina(t); Porque los enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas(u) de ellos y los fariseos. Y como descendió del monte, le siguieron muchas gentes. Y vino un leproso(a), y le adoraba, diciendo: "Señor, si quieres, puedes limpiarme(b)". Y extendiendo Jesús la mano, le tocó(c), diciendo: "Quiero. Sé limpio". Y luego su lepra fue limpiada(d). Y le dijo Jesús: "Mira, que no lo digas a nadie(e); mas ve, muéstrale al sacerdote, y ofrece la ofrenda, que mandó Moisés(f), en testimonio a ellos(g)". Y habiendo entrado en Cafarnaúm, se llegó a él un Centurión, rogándole(h), Y diciendo: "Señor, mi siervo paralítico está postrado en casa, y es reciamente atormentado(i)". Y le dijo Jesús: "Yo iré, y lo sanaré". Y respondiendo el Centurión, dijo: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa; mas mándalo con tu palabra, y será sano mi siervo(j). Pues también yo soy hombre sujeto a otro, que tengo soldados a mis órdenes, y digo a este: 'Ve', y va; y al otro: 'Ven', y viene; y a mi siervo: 'Haz esto', y lo hace(k)". Cuando esto oyó Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: "Verdaderamente os digo, que no he hallado fe tan grande en Israel(l). Y os digo, que vendrán muchos de Oriente y de Occidente(m), y se asentarán con Abraham, e Isaac, y Jacob en el reino de los cielos; Mas los hijos del reino(n) serán echados en las tinieblas exteriores; allí será el llanto y el crujir de dientes(o)". Y dijo Jesús al Centurión: "Ve; y como creíste, así te sea hecho". Y fue sano el siervo en aquella hora. Y habiendo llegado Jesús a la casa de Pedro(p), vio a su suegra que yacía en cama, y con fiebre; Y le tocó la mano, y la dejó la fiebre, y se levantó, y los servía. Y siendo ya tarde(q), le presentaron muchos endemoniados; y lanzaba con su palabra los espíritus, y sanó todos los enfermos; Para que se cumpliera lo que fue dicho por el profeta Isaías, que dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y cargó con nuestras dolencias(r). Mas como viese Jesús muchas gentes alrededor de sí, mandó pasar a la otra parte del lago(s). Y llegándose a él un escriba, le dijo: "Maestro, te seguiré a donde quiera que fueres(t)". Y Jesús le dice: "Las raposas tienen cuevas, y las aves del cielo nidos(u); mas el Hijo del hombre no tiene en donde recueste la cabeza". Y otro de sus discípulos le dijo: "Señor, déjame ir primero, y enterrar a mi padre(v)". Mas Jesús le dijo: "Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos(w)". Y entrando él en un barco, le siguieron sus discípulos. Y sobrevino luego un grande alboroto en la mar, de modo que las ondas cubrían el barco; mas él dormía. Y se llegaron a él sus discípulos, y le despertaron diciendo: "Señor, sálvanos, que perecemos". Y Jesús les dice: "¿Qué teméis, hombres de poca fe(x)?" Y levantándose al punto, mandó a los vientos y a la mar, y se siguió una grande bonanza(y). Y los hombres se maravillaron, y decían: "¿Quién es este, que los vientos y la mar le obedecen?" Y cuando Jesús hubo pasado de la otra parte del lago a tierra de los Gerasenos, le vinieron al encuentro dos endemoniados, que salían de los sepulcros(z), fieros en tal manera, que ninguno podía pasar por aquel camino. Y empezaron luego a decir a gritos: "¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá a atormentarnos antes de tiempo(a)?" Y no lejos de ellos(b) andaba una piara de muchos puercos paciendo. Y los demonios le rogaban, diciendo: "Si nos echas de aquí, envíanos(c) a la piara de puercos". Y les dijo: "Id". Y ellos salieron, y se fueron a los puercos(d), y en el mismo punto toda la piara corrió impetuosamente, y por un despeñadero se precipitó en la mar, y murieron en las aguas(e). Y los pastores huyeron, y venidos a la ciudad, lo contaron todo, y el suceso de los endemoniados. Y salió toda la ciudad a encontrar a Jesús; y cuando le vieron, le rogaban, que saliese de sus términos(f). Y entrando en un barco, pasó a la otra ribera, y fue a su ciudad(a). Y he aquí le presentaron un paralítico postrado en un lecho. Y viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: "Hijo, ten confianza, que perdonados te son tus pecados(b)". Y luego algunos de los escribas dijeron dentro de sí: "Éste blasfema(c)". Y como viese Jesús los pensamientos de ellos, dijo: "¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué cosa es más fácil, decir: 'Perdonados te son tus pecados', o decir: 'Levántate, y anda'(d)? Pues para que sepáis, que el Hijo del hombre tiene potestad sobre la tierra de perdonar pecados —dijo entonces al paralítico—: 'Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa'". Y levantóse, y fuese a su casa. Y cuando esto vieron las gentes, temieron, y loaron a Dios, que dio tal potestad a los hombres(e). Y pasando Jesús de allí, vio a un hombre, que estaba sentado al banco, llamado Mateo(f), y le dijo: "Sígueme". Y levantándose, le siguió. Y acaeció, que estando Jesús sentado a la mesa en la casa(g), vinieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y con sus discípulos. Y viendo esto los fariseos, decían a sus discípulos: "¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?" Y oyéndolo Jesús, dijo: "Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos(h). Id pues, y aprended qué cosa es: Misericordia quiero, y no sacrificio(i). Porque no he venido a llamar justos, sino pecadores". A esta sazón se llegaron a él los discípulos de Juan, y le dijeron: "¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan?" Y Jesús les dijo: "¿Por ventura pueden estar tristes los hijos del esposo, mientras que está con ellos el esposo? Mas vendrán días, en que les será quitado el esposo; y entonces ayunarán. Y ninguno echa remiendo de paño recio en vestido viejo(j); porque se lleva cuanto alcanza del vestido, y se hace peor la rotura(k). Ni echan vino nuevo en odres viejos, de otra manera, se rompen los odres, y se vierte el vino, y se pierden los odres; mas echan vino nuevo en odres nuevos, y así se conserva lo uno y lo otro(l)". Diciéndoles él estas cosas, he aquí un príncipe se llegó a él, y le adoró, diciendo: "Señor, ahora acaba de morir mi hija(m); mas ven, pon tu mano sobre ella, y vivirá(n)". Y levantándose Jesús, le fue siguiendo con sus discípulos. Y he aquí una mujer, que padecía flujo de sangre doce años había, y llegándose por detrás, tocó la orla de su vestido. Porque decía dentro de sí: "Si tocare tan solamente su vestido, seré sana". Y volviéndose Jesús, y viéndola, dijo: "Ten confianza, hija, tu fe te ha sanado". Y quedó sana la mujer desde aquella hora(o). Y cuando vino Jesús a la casa de aquel príncipe, y vio los tañedores de flautas(p), y una tropa de gente, que hacía ruido, dijo: "Retiraos(q); pues la muchacha no es muerta, sino que duerme(r)". Y se mofaban de él. Y cuando fue echada fuera la gente, entró, y la tomó por la mano. Y se levantó la muchacha(s). Y corrió esta fama por toda aquella tierra. Y pasando Jesús de aquel lugar, le siguieron dos ciegos, gritando y diciendo(t): "Ten misericordia de nosotros, hijo de David". Y llegado a la casa(u), vinieron a él los ciegos. Y les dice Jesús: "¿Creéis que puedo hacer esto a vosotros?" Ellos dijeron: "Sí, Señor". Entonces tocó sus ojos, diciendo: "Según vuestra fe os sea hecho". Y fueron abiertos sus ojos, y Jesús les amenazó, diciendo: "Mirad, que nadie lo sepa". Mas ellos, saliendo de allí, lo publicaron por toda aquella tierra(v). Y luego que salieron, le presentaron un hombre mudo, poseído del demonio(w). Y cuando hubo lanzado al demonio, habló el mudo, y maravilladas las gentes, decían: "Nunca se vio tal cosa en Israel". Mas los fariseos decían: "En virtud del príncipe de los demonios, lanza los demonios". Y rodeaba Jesús por todas las ciudades y villas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el Evangelio del reino, y sanando toda dolencia y toda enfermedad(x). Y cuando vio aquellas gentes, se compadeció de ellas, porque estaban fatigadas y decaídas(y) como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: "La mies verdaderamente es mucha(z), mas los obreros pocos. Rogad pues al Señor de la mies, que envíe(a) trabajadores a su mies". Y habiendo convocado a sus doce discípulos, les dio potestad sobre los espíritus inmundos, para lanzarlos, y para sanar toda dolencia y toda enfermedad. Y los nombres de los doce Apóstoles(a) son estos: El primero, Simón, que es llamado Pedro(b), y Andrés su hermano, Santiago de Zebedeo(c), y Juan su hermano, Felipe, y Bartolomé, Tomás, y Mateo el publicano, Santiago de Alfeo, y Tadeo(d), Simón Cananeo(e), y Judas Iscariote(f), aquel que lo entregó. A estos doce envió Jesús, mandándoles, y diciendo: "No vayáis a camino de gentiles, ni entréis en las ciudades de los samaritanos(g); Mas id antes a las ovejas que perecieron de la casa de Israel. Id, y predicad, diciendo: Que se acercó el reino de los cielos(h). Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, lanzad demonios. Graciosamente recibisteis; dad graciosamente. No poseáis(i) oro, ni plata, ni dinero en vuestras fajas(j); No alforja para el camino, ni dos túnicas, ni calzado(k), ni bastón; porque digno es el trabajador de su alimento(l). Y en cualquier ciudad o aldea en que entrareis, preguntad quién hay en ella digno(m); y estaos allí hasta que salgáis. Y cuando entréis en la casa, saludadla, diciendo: Paz sea en esta casa(n). Y si aquella casa fuere digna(o), vendrá(p) sobre ella vuestra paz(q); mas si no fuere digna, vuestra paz se volverá(r) a vosotros. Y todo el que no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, al salir fuera de la casa, o de la ciudad(s), sacudid el polvo de vuestros pies. En verdad os digo: Que será mas tolerable(t) a la tierra de los de Sodoma y de Gomorra en el día del juicio, que a aquella ciudad. Ved que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed pues prudentes como serpientes, y sencillos como palomas(u). Y guardaos de los hombres(v). Porque os harán comparecer en sus audiencias, y os azotarán en sus sinagogas; Y seréis llevados ante los gobernadores y los reyes por causa de mí, en testimonio a ellos y a los gentiles(w). Y cuando os entregaren, no penséis cómo o qué habéis de hablar; porque en aquella hora os será dado lo que hayáis de hablar(x). Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre, que habla en vosotros. Y el hermano entregará a muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres, y los harán morir, Y seréis aborrecidos de todos por mi nombre; mas el que perseverare hasta la fin, éste será salvo. Y cuando os persiguieren en esa ciudad, huid a la otra(y). En verdad os digo, que no acabaréis(z) las ciudades de Israel, hasta que venga el Hijo del hombre(a). No es el discípulo más que su maestro(b), ni el siervo más que su señor. Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si llamaron Beelzebub(c) al padre de familias, ¿cuánto más a sus domésticos? Pues no los temáis. Porque nada hay encubierto, que no se haya de descubrir; ni oculto, que no se haya de saber. Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís a la oreja, predicadlo sobre los tejados(d). Y no temáis a los que matan el cuerpo, y no pueden matar al alma; temed antes al que puede echar el alma y el cuerpo en el infierno. ¿Por ventura no se venden dos pajarillos por un cuarto? y uno de ellos no caerá sobre la tierra sin vuestro Padre. Aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis pues; porque mejores sois vosotros que muchos pájaros(e). Todo aquel pues que me confesare delante de los hombres, lo confesaré yo también delante de mi Padre, que está en los cielos; Y el que me negare delante de los hombres, lo negaré yo también delante de mi Padre, que está en los cielos. No penséis, que vine a meter paz(f) sobre la tierra. No vine a meter paz, sino espada(g). Porque vine a separar al hombre contra su padre, y a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; Y los enemigos del hombre(h), los de su casa. El que ama a padre o a madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a hijo o a hija más que a mí, no es digno de mí. Y el que no toma su cruz(i), y me sigue, no es digno de mí. El que halla su alma(j), la perderá; y el que perdiere su alma por mí, la hallará. El que a vosotros recibe, a mí recibe; y el que a mí recibe, recibe a aquel que me envió(k). El que recibe a un profeta en nombre de profeta, galardón de profeta recibirá; y el que recibe a un justo en nombre de justo, galardón de justo recibirá(l). Y todo el que diere a beber a uno de aquellos pequeñitos(m) un vaso de agua fría tan solamente en nombre de discípulo(n), en verdad os digo, que no perderá su galardón". Y acaeció, que cuando Jesús acabó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, pasó de allí a enseñar y predicar en las ciudades de ellos(a). Y como Juan estando en la cárcel oyese las obras de Cristo, envió dos de sus discípulos, Y le dijo: "¿Eres tú el que ha de venir(b), o esperamos a otro(c)?" Y respondiendo Jesús, les dijo: "Id y contad a Juan lo que habéis oído, y visto(d): Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres les es anunciado el Evangelio(e); Y bienaventurado, el que no fuere escandalizado en mí(f)". Y luego que ellos se fueron, comenzó Jesús a hablar de Juan a las gentes: "¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿una caña movida del viento(g)? Mas ¿qué salisteis a ver? ¿un hombre vestido de ropas delicadas(h)? Cierto los que visten ropas delicadas, en casas de reyes están(i). Mas ¿qué salisteis a ver? ¿un profeta? Ciertamente os digo, y aun más que profeta(j). Porque éste es, de quien está escrito: He aquí yo envío mi ángel ante tu faz, que aparejará tu camino delante de ti(k). En verdad os digo, que entre los nacidos de mujeres no se levantó mayor que Juan el Bautista(l); mas el que menor es en el reino de los cielos, mayor es que él(m). Y desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos padece fuerza, y los que se la hacen(n), lo arrebatan. Porque todos los profetas y la ley hasta Juan profetizaron(o). Y si quereis recibir, él es aquel Elías, que ha de venir(p). El que tiene orejas para oír, oiga(q). Mas ¿a quién diré que es semejante esta generación? Semejante es a unos muchachos que están sentados en la plaza, y gritando a sus iguales. Dicen: 'Os cantamos, y no bailasteis: lloramos, y no plañisteis(r)'. Porque vino Juan, que ni comía, ni bebía, y dicen(s): 'Demonio tiene'. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: 'He aquí un hombre glotón(t), y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores(u)'. Mas la sabiduría ha sido justificada por sus hijos". Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades, en que fueron hechas muy muchas de sus maravillas, de que no habían hecho penitencia: "¡Ay de ti, Corozain(v)! ¡Ay de ti, Betsaida! que si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho las maravillas, que han sido hechas en vosotras, ya mucho ha(w) que hubieran hecho penitencia en cilicio y en ceniza(x). Por tanto os digo: Que habrá menos rigor para Tiro y Sidón(y), que para vosotras en el día del juicio(z). Y tú, Cafarnaúm, ¿por ventura te alzarás hasta el cielo? ¡Hasta el infierno descenderás! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los prodigios, que han sido hechos en ti, tal vez hubieran permanecido hasta este día(a). Por tanto os digo, que en el día del juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma, que para ti. En aquel tiempo respondiendo Jesús, dijo: "Doy gloria a ti, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas(b) a los sabios y entendidos(c), y las has descubierto a los párvulos(d). Así es, Padre, porque así fue de tu agrado. Mi Padre puso en mis manos todas las cosas(e). Y nadie conoce al Hijo, sino el Padre; ni conoce ninguno al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien lo quisiere revelar el Hijo(f). Venid a mí, todos los que estáis trabajados y cargados(g), y yo os aliviaré. Traed mi yugo sobre vosotros(h), y aprended de mí, que manso soy y humilde(i) de corazón; y hallaréis reposo para vuestras almas. Porque mi yugo suave es, y mi carga ligera(j)". En aquel tiempo andaba Jesús un día de sábado(a) por unos sembrados. Y sus discípulos, como tuviesen hambre, comenzaron a cortar espigas, y a comer. Y los fariseos, cuando lo vieron, le dijeron: "Mira que tus discípulos hacen(b) lo que no es lícito hacer en sábado". Pero él les dijo: "¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él tuvo hambre, y los que con él estaban? ¿Cómo entró en la casa de Dios, y comió los panes de la proposición, que no le era lícito comer, ni a aquellos que con él estaban, sino a solos los sacerdotes? O ¿no habéis leído en la ley, que los sacerdotes los sábados en el templo quebrantan el sábado(c), y son sin pecado? Pues dígoos, que aquí está, el que es mayor que el templo(d). Y si supiéseis qué es: Misericordia quiero, y no sacrificio, jamás condenaríais a los inocentes(e). Porque el Hijo del hombre es Señor aun del sábado". Y habiendo pasado de allí, vino a la sinagoga de ellos(f). Y he aquí un hombre, que tenía la mano seca. Y ellos por acusarle, le preguntaron, diciendo: ¿Si es lícito curar en los sábados(g)? Y él les dijo: "¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si ésta cayere el sábado en un hoyo, por ventura no echará mano, y la sacará? Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Así que lícito es hacer bien en sábados". Entonces dijo al hombre: "Extiende tu mano". Y él la extendió, y le fue restituida sana como la otra. Mas los fariseos saliendo de allí, consultaban contra él, cómo le harían morir(h). Y Jesús sabiéndolo, se retiró de aquel lugar. Y fueron muchos en pos de él, y los sanó a todos(i); Y les mandó, que no le descubriesen; Para que se cumpliese, lo que fue dicho por el profeta Isaías, que dice(j): He aquí(k) mi siervo(l), que escogí, mi amado, en quien se agradó mi alma. Pondré mi espíritu sobre él, y anunciará justicia(m) a las gentes. No contenderá, ni voceará(n), ni oirá ninguno su voz en las plazas. No quebrará la caña que está cascada(o), ni apagará la torcida que humea, hasta que saque a victoria el juicio(p). Y las gentes esperarán en su nombre. Entonces le trajeron un endemoniado, ciego y mudo. Y le sanó, de modo que habló y vio. Y quedaban pasmadas todas las gentes, y decían: "¿Por ventura es éste el Hijo de David(q)?" Mas los fariseos, oyéndolo, decían: "Éste no lanza los demonios sino en virtud de Beelzebub, príncipe de los demonios". Y Jesús sabiendo los pensamientos de ellos, les dijo: "Todo reino dividido contra sí mismo, desolado será(r); y toda ciudad, o casa dividida contra sí misma no subsistirá. Y si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido: pues ¿cómo subsistirá su reino(s)? Y si yo lanzo los demonios en virtud de Beelzebub, ¿en virtud de quién los lanzan vuestros hijos(t)? Por eso serán ellos vuestros jueces. Mas si yo lanzo los demonios por el espíritu de Dios, ciertamente a vosotros ha llegado el reino de Dios. O ¿cómo puede alguno entrar en la casa del fuerte(u), y saquear sus alhajas, si primero no hubiere atado al fuerte? y entonces saqueará su casa. El que no es conmigo, contra mí es; y el que no allega conmigo, esparce(v). Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia(w) serán perdonados a los hombres, mas(x) la blasfemia del Espíritu no será perdonada(y). Y todo el que dijere palabra contra el Hijo del hombre, perdonada le será(z); mas el que la dijere contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este siglo, ni en el otro(a). O haced el árbol bueno, y su fruto bueno; o haced el árbol malo(b), y su fruto malo(c); porque el árbol por el fruto es conocido. Raza de víboras, ¿cómo podéis hablar cosas buenas, siendo malos? Porque de la abundancia(d) del corazón habla la boca(e). El hombre bueno del buen tesoro saca buenas cosas(f); mas el hombre malo del mal tesoro saca malas cosas. Y dígoos, que de toda palabra ociosa(g), que hablaren los hombres, darán cuenta de ella en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado". Entonces le respondieron ciertos escribas y fariseos, diciendo: "Maestro, queremos ver señal de ti(h)". Él les respondió, diciendo: "La generación mala y adulterina(i) señal pide, mas no le será dada señal, sino la señal de Jonás el profeta. Porque así como Jonás(j) estuvo tres días y tres noches en el vientre de la ballena, así estará el Hijo del hombre tres días y tres noches en el corazón de la tierra(k). Los Ninivitas se levantarán en juicio con esta generación, y la condenarán, porque hicieron penitencia por la predicación de Jonás. Y he aquí en este lugar más que Jonás(l). La reina del Austro(m) se levantará en juicio con esta generación, y la condenará; porque vino de los fines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón(n). Cuando el espíritu inmundo(o) ha salido de un hombre(p), anda por lugares secos(q), buscando reposo, y no le halla. Entonces dice: 'Me volveré a mi casa, de donde salí'. Y cuando viene, hállala desocupada, barrida, y alhajada. Entonces va, y toma consigo otros siete(r) espíritus peores que él; y entran dentro y moran allí; y lo postrero de aquel hombre es peor que lo primero. Así también acontecerá a esta generación muy mala". Cuando estaba todavía hablando a las gentes, he aquí su madre y hermanos estaban fuera, que le querían hablar. Y le dijo uno: "Mira que tu madre, y tus hermanos(s) están fuera, y te buscan". Y él respondiendo al que le hablaba, le dijo: "¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos(t)?" Y extendiendo la mano hacia sus discípulos, dijo: "Ved aquí mi madre, y mis hermanos. Porque todo aquel que hiciere la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre(u)". En aquel día saliendo Jesús de la casa(a), se sentó a la orilla de la mar. Y se llegaron a él muchas gentes, por manera que entrando en un barco se sentó; y toda la gente estaba en pie a la ribera. Y les habló muchas cosas por parábolas(b). Diciendo: "He aquí que salió un sembrador a sembrar. Y cuando sembraba, algunas semillas cayeron junto al camino; y vinieron las aves del cielo, y las comieron, Otras(c) cayeron en lugares pedregosos, en donde no tenían mucha tierra; y nacieron luego, porque no tenían tierra profunda; Mas en saliendo el sol, se quemaron; y se secaron, porque no tenían raíz. Y otras cayeron sobre las espinas; y crecieron las espinas, y las ahogaron. Y otras cayeron en tierra buena; y rendían fruto, una a ciento, otra a sesenta, y otra a treinta(d). El que tiene orejas para oír, oiga(e)". Y llegándose los discípulos, le dijeron: "¿Por qué les hablas por parábolas(f)". Él les respondió, y dijo: "Porque a vosotros os es dado saber los misterios(g) del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado. Porque al que tiene, se le dará, y tendrá más; mas al que no tiene, aun lo que tiene(h), se le quitará. Por eso les hablo por parábolas; porque viendo(i) no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. Y se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no veréis(j). Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado(k), y de las orejas oyeron pesadamente, y cerraron sus ojos, para que no vean de los ojos, y oigan de las orejas, y del corazón entiendan, y se conviertan, y los sane(l). Mas bienaventurados vuestros ojos, porque ven, y vuestras orejas, porque oyen. Porque en verdad os digo, que muchos profetas(m) y justos codiciaron ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron. Vosotros pues oíd la parábola del que siembra. Cualquiera que oye la palabra del reino(n), y no la entiende, viene el malo, y arrebata(o) lo que se sembró en su corazón: éste es el que fue sembrado junto al camino. Mas el que fue sembrado sobre las piedras, éste es, el que oye la palabra, y por el pronto la recibe con gozo; Pero no tiene en sí raíz, antes es de poca duración(p), y cuando le sobreviene tribulación y persecución por la palabra, luego se escandaliza. Y el que fue sembrado entre las espinas, éste es, el que oye la palabra, pero los cuidados de este siglo, y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y queda infructuosa(q). Y el que fue sembrado en tierra buena, éste es, el que oye la palabra, y la entiende, y lleva fruto, y uno lleva a ciento, y otro a sesenta, y otro a treinta(r)". Otra parábola les propuso, diciendo: "Semejante es el reino de los cielos a un hombre, que sembró buena simiente en su campo. Y mientras dormían los hombres, vino su enemigo, y sembró zizaña(s) en medio del trigo, y se fue. Y después que creció la yerba, e hizo fruto, apareció también entonces la zizaña. Y llegando los siervos del padre de familias, le dijeron: 'Señor ¿por ventura no sembraste buena simiente en tu campo? pues ¿de dónde tiene zizaña?' Y les dijo: 'Hombre enemigo ha hecho esto'. Y le dijeron los siervos: '¿Quieres que vamos, y la cojamos?' 'No, les respondió: no sea que cogiendo la zizaña, arranquéis también con ella el trigo(t). Dejad crecer lo uno y lo otro hasta la siega, y en el tiempo de la siega diré a los segadores: Coged primeramente la zizaña, y atadla en manojos para quemarla: mas el trigo recogedlo en mi granero'". Otra parábola les propuso, diciendo: "Semejante es el reino de los cielos a un grano de mostaza(u), que tomó un hombre, y sembró en su campo. Éste en verdad es el menor de todas las simientes; pero después que crece, es mayor que todas las legumbres, y se hace árbol, de modo que las aves del cielo vienen a anidar en sus ramas(v)". Les dijo otra parábola: "Semejante es el reino de los cielos a la levadura que toma una mujer, y la esconde en tres medidas de harina, hasta que todo queda fermentado(w)". Todas estas cosas habló Jesús al pueblo por parábolas; y no le hablaba sin parábolas, Para que se cumpliese lo que había dicho el profeta(x), que dice: Abriré en parábolas mi boca, rebosaré cosas escondidas desde el establecimiento del mundo. Entonces despedidas las gentes, se vino a casa, y llegándose a él sus discípulos, le dijeron: "Explícanos la parábola de la zizaña del campo". Él les respondió, y dijo: "El que siembra la buena simiente, es el Hijo del hombre; Y el campo es el mundo; y la buena simiente son los hijos del reino; y la zizaña son los hijos de la iniquidad(y); Y el enemigo, que la sembró, es el diablo; y la siega, es la consumación del siglo; y los segadores, son los ángeles. Por manera que así como es cogida la zizaña, y quemada al fuego, así será en la consumación del siglo. Enviará el Hijo del hombre sus ángeles, y cogerán de su reino(z) todos los escándalos(a), y a los que obran iniquidad; Y echarlos han en el horno del fuego; allí será el llanto, y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene orejas para oír, oiga(b). Semejante es el reino de los cielos a un tesoro escondido en el campo, que cuando lo halla un hombre, lo esconde, y por el gozo de ello va, y vende cuanto tiene, y compra aquel campo(c). Asimismo es semejante el reino de los cielos a un hombre negociante(d), que busca buenas perlas(e). Y habiendo hallado una de gran precio(f), se fue, y vendió cuanto tenía y la compró. También el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en la mar, allega todo género de peces; Y cuando está llena, la sacan a la orilla, y sentados allí, escogen los buenos, y los meten en vasijas(g), y echan fuera a los malos(h). Así será en la consumación del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos. Y los meterán en el horno del fuego; allí será el llanto, y el crujir de dientes. ¿Habéis(i) entendido todas estas cosas?" Ellos dijeron: "Sí". Y les dijo: "Por eso todo escriba instruido en el reino de los cielos, es semejante a un padre de familias, que saca de su tesoro(j) cosas nuevas y viejas(k)". Y cuando Jesús hubo acabado estas parábolas, se fue de allí. Y vino a su patria(l) y los instruía en las sinagogas de ellos, de modo que se maravillaban, y decían: "¿De dónde a este este saber, y maravillas? ¿Por ventura no es este el hijo del artesano(m)? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos(n) Santiago, y José, y Simón, y Judas? ¿Y sus hermanas(o) no están todas entre nosotros? Pues ¿de dónde a este todas estas cosas?" Y se escandalizaban en él. Mas les dijo Jesús: "No hay profeta sin honra, sino en su patria y en su casa(p)". Y no hizo allí muchos milagros a causa de la incredulidad(q) de ellos. En aquel tiempo Herodes el Tetrarca(a) oyó la fama de Jesús, Y dijo a sus criados: "Éste es Juan el Bautista; que resucitó de entre los muertos; y por eso virtudes(b) obran en él". Porque Herodes había hecho prender a Juan, y atado, ponerle en la cárcel por causa de Herodías mujer de su hermano(c). Porque le decía Juan: "No te es lícito tenerla(d)". Y queriéndole matar, temió al pueblo, porque le miraban como a un profeta(e). Mas el día del nacimiento de Herodes la hija de Herodías(f) danzó(g) delante de todos, y agradó a Herodes. Por lo que prometió con juramento, que le daría todo lo que le pidiese(h). Y ella prevenida por su madre, dijo(i): "Dame aquí en un plato(j) la cabeza de Juan el Bautista". Y el rey se entristeció(k); mas por el juramento, y por los que estaban con él a la mesa(l), se la mandó dar. Y envió, e hizo degollar a Juan en la cárcel. Y fue traída su cabeza en un plato, y dada a la muchacha, y ella la llevó a su madre. Y vinieron sus discípulos, y tomaron su cuerpo, y lo enterraron; y fueron a dar la nueva a Jesús. Y cuando lo oyó Jesús, se retiró de allí en un barco a un lugar desierto apartado(m). Y habiéndolo oído las gentes, lo siguieron a pie(n) de las ciudades. Y cuando salió, vio una grande multitud de gente, y tuvo de ellos compasión, y sanó los enfermos de ellos. Y venida la tarde(o), se llegaron a él sus discípulos, y le dijeron: "Desierto es este lugar, y la hora ya es pasada. Despacha las gentes, para que pasando a las aldeas, se compren que comer". Y les dijo Jesús: "No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer". Le respondieron: "No tenemos aquí sino cinco panes, y dos peces". Jesús les dijo: "Traédmelos acá". Y habiendo mandado a la gente, que se recostase sobre el heno, tomó los cinco panes y los dos peces, y alzando los ojos al cielo bendijo(p), y partió los panes, y los dio a los discípulos, y los discípulos a las gentes. Y comieron todos y se saciaron. Y alzaron las sobras(q), doce cestos llenos de pedazos. Y el número de los que comieron fue cinco mil hombres, sin contar mujeres, y niños. Y Jesús hizo subir luego a sus discípulos en el barco, y que pasasen antes que él a la otra ribera del lago(r), mientras despedía la gente. Y luego que la despidió, subió a un monte solo(s) a orar. Y cuando vino la noche(t), estaba él allí solo. Y el barco en medio de la mar(u) era combatido de las ondas; porque el viento era contrario. Mas a la cuarta vigilia de la noche(v), vino Jesús hacia ellos andando sobre la mar. Y cuando le vieron andar sobre la mar, se turbaron, y decían: "Que es fantasma". Y de miedo comenzaron a dar voces. Mas Jesús les habló al mismo tiempo, y dijo: "Tened buen ánimo; yo soy; no temáis". Y respondió Pedro, y dijo: "Señor, si tú eres, mándame venir a ti sobre las aguas". Y él le dijo: "Ven". Y bajando Pedro del barco, andaba sobre el agua para llegar a Jesús. Mas viendo el viento recio, tuvo miedo, y como empezase a hundirse(w), dio voces diciendo: "Valedme, Señor". Y luego extendiendo Jesús la mano, trabó de él, y le dijo: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste(x)?" Y luego que entraron en el barco, cesó el viento. Y los que estaban en el barco, vinieron, y le adoraron, diciendo: "Verdaderamente Hijo de Dios eres". Y habiendo pasado a la otra parte del lago, fueron a la tierra de Genesar(y). Y después que le conocieron los hombres de aquel lugar, enviaron por toda aquella tierra, y le presentaron todos cuantos padecían algún mal, Y le rogaban que les permitiese tocar siquiera la orla de su vestido(z); y cuantos la tocaron, quedaron sanos. Entonces se llegaron a él unos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo: "¿Por qué tus discípulos traspasan la tradición de los ancianos?; pues no se lavan las manos, cuando comen pan(a)". Y él respondiendo les dijo: "Y vosotros ¿por qué traspasáis el mandamiento de Dios por vuestra(b) tradición? pues Dios dijo: Honra al padre y a la madre(c); y: Quien maldijere al padre o a la madre, muera de muerte. Mas vosotros decís: Cualquiera que dijere al padre o a la madre(d): 'Todo don que yo ofreciere, a ti aprovechará(e)', Y no honrará a su padre o a su madre(f), y habéis hecho vano el mandamiento de Dios por vuestra tradición. Hipócritas(g), bien profetizó de vosotros Isaías, diciendo: Este pueblo con los labios me honra(h); mas el corazón de ellos lejos está de mí(i). Y en vano me honran, enseñando doctrinas y mandamientos de hombres(j)". Y habiendo convocado a sí a las gentes, les dijo: "Oíd, y entended. No ensucia al hombre, lo que entra en la boca(k); mas lo que sale de la boca, eso ensucia al hombre". Entonces llegándose sus discípulos, le dijeron: "¿Sabes, que los fariseos se han escandalizado, cuando han oído esta palabra?" Mas él respondiendo dijo: "Toda planta(l), que no plantó mi Padre celestial, arrancada será de raíz(m). Dejadlos: ciegos son, y guías de ciegos(n). Y si un ciego guía a otro ciego, entrambos caen en el hoyo". Y respondiendo Pedro le dijo: "Explícanos esa parábola". Y dijo Jesús: "¿Aun también vosotros sois(o) sin entendimiento? ¿No comprendéis, que toda cosa que entra en la boca, va al vientre, y es echada en un lugar secreto? Mas lo que sale de la boca, del corazón sale, y esto ensucia al hombre. Porque del corazón salen los pensamientos malos, homicidios(p), adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias. Estas cosas son las que ensucian al hombre; mas el comer con las manos sin lavar, no ensucia al hombre(q)". Y saliendo Jesús de allí, se fue a las partes de Tiro y de Sidón. Y he aquí una mujer Chananea(r), que había salido de aquellos términos, y clamaba, diciéndole: "Señor, hijo de David, ten piedad de mí. Mi hija es malamente atormentada del demonio(s)". Y él no le respondió palabra. Y llegándose sus discípulos, le rogaban y decían: "Despáchala, porque viene gritando en pos de nosotros". Y él respondiendo dijo: "No soy enviado sino a las ovejas, que perecieron(t), de la casa de Israel" . Mas ella vino, y le adoró, diciendo: "Señor, valedme". Él respondió, y dijo: "No es bien tomar el pan de los hijos(u), y echarlo a los perros". Y ella dijo: "Así es, Señor(v); mas los perrillos(w) comen de las migajas, que caen de la mesa de sus señores". Entonces respondió Jesús, y le dijo: "Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres". Y desde aquella hora fue sana su hija. Y habiendo salido Jesús de allí, vino junto al mar de Galilea(x); y subiendo a un monte, se sentó allí. Y se llegaron a él muchas gentes, que traían consigo mudos, ciegos, cojos, mancos(y), y otros muchos; y los echaron a sus pies, y los sanó, De manera que se maravillaban las gentes, viendo hablar los mudos, andar los cojos, ver los ciegos; y loaban en gran manera al Dios de Israel. Mas Jesús, llamando a sus discípulos, dijo: "Tengo compasión de estas gentes, porque ha ya tres días que perseveran conmigo, y no tienen que comer, y no quiero despedirlas en ayunas, porque no desfallezcan en el camino". Y le dijeron los discípulos: "¿Cómo podremos hallar en este desierto tantos panes, que hartemos tan grande multitud de gente?" Y Jesús les dijo: "¿Cuántos panes tenéis?" Y ellos dijeron: "Siete, y unos pocos pececillos". Y mandó a la gente recostarse sobre la tierra. Y tomando los siete panes, y los peces, y dando gracias, los partió, y dio a sus discípulos, y los discípulos los dieron al pueblo. Y comieron todos, y se hartaron. Y de los pedazos que sobraron, alzaron siete espuertas llenas. Y los que comieron, fueron cuatro mil hombres, sin los niños y mujeres(z). Y despedida la gente(a), entró en un barco, y pasó a los términos de Magedan(b). Y se llegaron a él los fariseos y los saduceos para tentarle, y le rogaron, que les mostrase alguna señal del cielo. Y él respondió, y les dijo: "Cuando va llegando la noche, decís: 'Sereno hará, porque rojo está el cielo'. Y por la mañana: 'Tempestad habrá hoy porque el cielo triste tiene arreboles'. Pues(a) la faz del cielo sabéis distinguir; ¿y las señales de los tiempos no podéis saber(b)? La generación perversa y adúltera señal pide, y señal no le será dada, sino la señal de Jonás el profeta(c)". Y los dejó, y se fue. Y pasando sus discípulos a la otra ribera(d), se habían olvidado de tomar panes. Jesús les dijo: "Mirad, y guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos(e)". Mas ellos pensaban, y decían dentro de sí(f): "Porque no hemos tomado panes". Y Jesús conociéndolo, les dijo: "Hombres de poca fe, ¿por qué estáis pensando dentro de vosotros, que no tenéis panes? ¿No comprendéis aun, ni os acordáis de los cinco panes para cinco mil hombres, y cuántos cestos alzasteis? ¿Ni de los siete panes para cuatro mil hombres, y cuántas espuertas recogisteis? ¿Cómo no comprendéis, que no por el pan os dije: Guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos?" Entonces entendieron(g), que no había dicho que se guardasen de la levadura de los panes; sino de la doctrina(h) de los fariseos y de los saduceos. Y vino Jesús a las partes de Cesarea de Filipo(i); y preguntaba a sus discípulos, diciendo: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?" Y ellos respondieron: "Los unos, que Juan el Bautista, los otros, que Elías, y los otros, que Jeremías, o uno de los profetas". Y Jesús les dice: "Y vosotros ¿quién decís que soy yo?" Respondió Simón Pedro, y dijo: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios el vivo(j)". Y respondiendo Jesús, le dijo: "Bienaventurado eres, Simón hijo de Juan, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre, que está en los cielos(k). Y yo te digo, que tú eres Pedro(l), y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y a ti daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que ligares sobre la tierra, ligado será en los cielos(m); y todo lo que desatares sobre la tierra, será también desatado en los cielos". Entonces mandó a sus discípulos, que no dijesen a ninguno, que él era Jesús el Cristo. Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos, que convenía ir él a Jerusalén, y padecer muchas cosas de los ancianos, y de los escribas, y de los príncipes de los sacerdotes, y ser muerto, y resucitar al tercero día. Y tomándole Pedro aparte, comenzó a increparle(n) diciendo: "Lejos esto de ti(o), Señor. No será esto contigo". Y vuelto hacia Pedro, le dijo: "Quítateme de delante, Satanás(p), estorbo me eres, porque no entiendes las cosas que son de Dios, sino las de los hombres(q)". Entonces dijo Jesús a sus discípulos: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque el que su alma quisiere salvar, la perderá; mas el que perdiere su alma por mí, la hallará. Porque ¿qué aprovecha al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? O ¿qué cambio dará el hombre por su alma? Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre con sus ángeles; y entonces dará a cada uno según sus obras(r). En verdad os digo, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que vean al Hijo del hombre venir en su reino(s)". Y después de seis días(a) toma Jesús consigo a Pedro, y a Santiago, y a Juan su hermano, y los lleva aparte a un monte alto, Y se transfiguró delante de ellos(b). Y resplandeció su rostro como el sol; y sus vestiduras se pararon blancas como la nieve(c). Y he aquí les aparecieron(d) Moisés y Elías hablando con él(e). Y tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: "Señor, bueno es, que nos estemos aquí: si quieres, hagamos aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías(f)". Él estaba aún hablando, cuando vino una nube luminosa que los cubrió. Y he aquí una voz de la nube, diciendo: "Este es mi Hijo el amado, en quien yo mucho me he complacido; a él escuchad(g)". Y cuando lo oyeron los discípulos, cayeron sobre sus rostros, y tuvieron grande miedo. Mas Jesús se acercó, y los tocó; y les dijo: "Levantaos, y no temáis". Y alzando ellos sus ojos, a nadie vieron, sino sólo a Jesús. Y al bajar ellos del monte, les mandó Jesús, diciendo: "No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos(h)". Y sus discípulos le preguntaron, y dijeron: "Pues ¿por qué dicen los escribas, que Elías debe venir primero(i)?" Y él les respondió, y dijo: "Elías en verdad ha de venir, y restablecerá(j) todas las cosas. Mas os digo, que ya vino Elías, y no le conocieron, antes hicieron con él cuanto quisieron. Así también harán ellos padecer al Hijo del hombre". Entonces entendieron los discípulos, que de Juan el Bautista les había hablado. Y cuando llegó a donde estaba la gente, vino a él un hombre, e hincadas las rodillas delante de él, le dijo: "Señor, apiádate de mi hijo, que es lunático(k), y padece mucho; pues muchas veces cae en el fuego, y muchas en el agua. Y lo he presentado a tus discípulos, y no le han podido sanar". Y respondiendo Jesús, dijo: "¡O generación incrédula(l) y depravada! ¿hasta cuándo estaré con vosotros? ¿hasta cuándo os sufriré? Traédmelo acá(m)". Y Jesús lo increpó, y salió de él el demonio(n), y desde aquella hora fue sano el mozo. Entonces se llegaron a Jesús los discípulos aparte, y le dijeron: "¿Por qué nosotros no le pudimos lanzar(o)?" Jesús les dijo: "Por vuestra poca fe(p). Porque en verdad os digo, que si tuviéreis fe, cuanto un grano de mostaza(q), diréis a este monte: 'Pásate de aquí allá', y se pasará(r), y nada os será imposible. Mas esta casta(s) no se lanza sino por oración y ayuno". Y estando(t) ellos en la Galilea, les dijo Jesús: "El Hijo del hombre ha de ser entregado en manos de los hombres; Y lo matarán, y resucitará al tercero día". Y ellos se entristecieron en extremo(u). Y como llegaron a Cafarnaúm, vinieron a Pedro los que cobraban los didracmas(v), y le dijeron: "¿Vuestro Maestro no paga los didracmas?" Dijo: "Sí". Y entrando en la casa, Jesús le habló primero diciendo: "¿Qué te parece, Simón?; ¿los reyes de la tierra de quién cobran el tributo o el censo? ¿de sus hijos, o de los extraños(w)?" "De los extraños", respondió Pedro. Jesús le dijo: "Luego los hijos(x) son francos. Mas para que no los escandalicemos, ve a la mar, y echa el anzuelo(y); y el primer pez que viniere, tómalo; y abriéndole la boca, hallarás un estatero. Tómalo, y se lo darás por mí, y por ti". - - - En aquella hora se llegaron los discípulos a Jesús, diciendo: "¿Quién piensas que es mayor en el reino de los cielos(a)?" Y llamando Jesús(b) a un niño, lo puso en medio de ellos. Y dijo: "En verdad os digo, que si no os volviéreis, e hiciéreis como niños, no entraréis en el reino de los cielos(c). Cualquiera pues que se humillare como este niño, éste es el mayor(d) en el reino de los cielos. Y el que recibiere a un niño tal en mi nombre(e), a mí recibe. Y el que escandalizare(f) a uno de estos pequeñitos, que en mí creen, mejor le fuera que colgasen a su cuello una piedra de molino de asno(g), y le anegasen en el profundo(h) de la mar. ¡Ay del mundo por los escándalos! Porque necesario es(i) que vengan escándalos. Mas ¡ay de aquel hombre, por quien viene el escándalo! Por tanto si tu mano, o tu pie te escandaliza(j), córtale y échale de ti; porque más te vale entrar en la vida manco o cojo, que teniendo dos manos o dos pies, ser echado en el fuego eterno. Y si tu ojo te escandaliza, sácale y échale de ti; porque mejor te es entrar en la vida con un solo ojo(k), que tener dos ojos, y ser echado en la gehenna del fuego. Mirad que no tengáis en poco a uno de estos pequeñitos(l); porque os digo, que sus ángeles en los cielos siempre ven(m) la cara de mi Padre, que está en los cielos. Porque el Hijo del hombre vino a salvar lo que había perecido(n). ¿Qué os parece? Si tuviere alguno cien ovejas, y se descarriare una de ellas, ¿por ventura no deja las noventa y nueve en los montes, y va a buscar aquella, que se extravió? Y si aconteciere el hallarla, dígoos en verdad, que se goza mas con ella, que con las noventa y nueve, que no se extraviaron(o). Así no es la voluntad de vuestro Padre, que está en los cielos, que perezca uno de estos pequeñitos. Por tanto si tu hermano pecare contra ti(p), ve, y corrígele entre ti y él solo. Si te oyere, ganado habrás a tu hermano. Y si no te oyere, toma aun contigo uno o dos, para que por boca de dos o de tres testigos conste toda palabra. Y si no los oyere, dilo a la Iglesia(q). Y si no oyere a la Iglesia, tenlo como un gentil(r) y un publicano(s). En verdad os digo, que todo aquello que ligáreis sobre la tierra, ligado será también en el cielo, y todo lo que desatáreis sobre la tierra, desatado será también en el cielo. Dígoos otrosí, que si dos de vosotros se convinieren sobre la tierra, de toda cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre, que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre(t), allí estoy en medio de ellos". Entonces Pedro llegándose a él, dijo: "Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí, y le perdonaré? ¿hasta siete veces(u)?" Jesús le dice: "No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete veces(v). Por esto el reino de los cielos es comparado a un hombre rey, que quiso entrar en cuentas con sus siervos. Y habiendo comenzado a tomar las cuentas, le fue presentado uno, que le debía diez mil talentos(w). Y como no tuviese con qué pagarlos, mandó su señor que fuese vendido él, y su mujer, y sus hijos, y cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: 'Señor, espérame, que todo te lo pagaré'. Y compadecido el señor de aquel siervo, le dejó libre, y le perdonó la deuda. Mas luego que salió aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios(x); y trabando de él le quería ahogar, diciendo: 'Paga lo que me debes'. Y arrojándose a sus pies su compañero, le rogaba, diciendo: 'Ten un poco de paciencia, y todo te lo pagaré'. Mas él no quiso; sino que fue, y le hizo poner en la cárcel, hasta que pagase lo que le debía. Y viendo los otros siervos sus compañeros lo que pasaba, se entristecieron mucho; y fueron a contar a su señor todo lo que había pasado. Entonces le llamó su señor, y le dijo: 'Siervo malo, toda la deuda te perdoné, porque me lo rogaste. Pues ¿no debías tú también tener compasión de tu compañero, así como yo la tuve de ti?' Y enojado su señor le hizo entregar a los atormentadores, hasta que pagase todo lo que debía(y). Del mismo modo hará también con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáreis de vuestros corazones cada uno a su hermano(z)". Y aconteció, que cuando Jesús hubo acabado de decir estas palabras, se fue de la Galilea, y pasó a los confines de la Judea de la otra parte del Jordán. Y le siguieron muchas gentes, y los sanó allí(a). Y se llegaron a él los fariseos tentándole, y diciendo: "¿Es lícito a un hombre repudiar a su mujer, por cualquier causa(b)?" El respondió, y les dijo: "¿No habéis leído, que el que hizo al hombre desde el principio, macho y hembra los hizo(c), y dijo(d): Por esto dejará el hombre padre y madre, y se ayuntará a su mujer, y serán dos en una carne(e)? Así que ya no son dos, sino una carne. Por tanto lo que Dios juntó(f), el hombre no le separe". Dícenle: "Pues ¿por qué mandó Moisés dar carta de divorcio(g), y repudiarla?" Les dijo: "Porque Moisés por la dureza de vuestros corazones os permitió repudiar a vuestras mujeres(h); mas al principio no fue así(i). Y dígoos, que todo aquel que repudiare a su mujer, sino por la fornicación(j), y tomare otra, comete adulterio. Y el que se casare con la que otro repudió, comete adulterio". Sus discípulos le dijeron: "Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse(k)". Él les dijo: "No todos son capaces de esto(l), sino aquellos a quienes es dado. Porque hay castrados, que así nacieron del vientre de su madre; y hay castrados, que lo fueron por los hombres; y hay castrados, que a sí mismos se castraron por amor del reino de los cielos(m). El que puede comprender, comprenda(n)". Entonces le presentaron unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y orase. Mas los discípulos los reñían(o). Y Jesús les dijo: "Dejad a los niños, y no los estorbéis de venir a mí; porque de los tales es el reino de los cielos". Y cuando les hubo impuesto las manos, se fue de allí. Y vino uno, y le dijo: "Maestro bueno, ¿qué bien haré para conseguir la vida eterna?" Él le dijo: "¿Por qué me preguntas de bien(p)? Solo uno es bueno, que es Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos". Él le dijo: "¿Cuáles?" Y Jesús le dijo: "No matarás; no adulterarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; Honra a tu padre y a tu madre; y amarás a tu prójimo como a ti mismo". El mancebo le dice: "Yo he guardado todo eso desde mi juventud; ¿qué me falta aún?" Jesús le dijo: "Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes, y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; y ven, sígueme". Y cuando oyó el mancebo estas palabras, se fue triste(q); porque tenía muchas posesiones. Y dijo Jesús a sus discípulos: "En verdad os digo, que con dificultad entrará un rico en el reino de los cielos(r). Y además os digo: Que más fácil cosa es pasar un camello por el ojo de una aguja(s), que entrar un rico en el reino de los cielos". Los discípulos, cuando oyeron estas palabras, se maravillaron mucho, y dijeron: "Pues ¿quién podrá salvarse?" Y mirándolos Jesús, les dijo: "Esto es imposible para los hombres; mas para Dios todo es posible". Entonces tomando Pedro la palabra, le dijo: "He aquí, que nosotros todo lo hemos dejado, y te habemos seguido; ¿qué es pues, lo que tendremos(t)?" Y Jesús les dijo: "En verdad os digo, que vosotros, que me habéis seguido, cuando en la regeneración(u) se sentará el Hijo del hombre en el trono de su majestad, os sentaréis también vosotros sobre doce sillas, para juzgar a las doce tribus de Israel(v). Y cualquiera que dejare casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras por mi nombre, recibirá ciento por uno(w) y poseerá la vida eterna. Mas muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros(x)". "Semejante es el reino de los cielos(a) a un hombre padre de familias, que salió muy de mañana a ajustar(b) trabajadores para su viña. Y habiendo concertado(c) con los trabajadores darles un denario(d) por día, los envió a su viña. Y saliendo cerca de la hora de tercia(e) vio otros en la plaza, que estaban ociosos(f). Y les dijo: 'Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que fuere justo'. Y ellos fueron. Volvió a salir cerca de la hora de sexta y de nona, e hizo lo mismo. Y salió cerca de la hora de vísperas, y halló otros, que se estaban allí(g), y les dijo: '¿Qué haceis aquí todo el día ociosos?' Y ellos le respondieron: 'Porque ninguno nos ha llamado a jornal(h)'. Díceles: 'Id también vosotros a mi viña(i)'. Y al venir la noche(j), dijo el dueño de la viña a su mayordomo: 'Llama los trabajadores, y págales su jornal(k), comenzando desde los postreros hasta los primeros'. Cuando vinieron los que habían ido cerca de la hora de vísperas, recibió cada uno su denario. Y cuando llegaron los primeros, creyeron, que les darían más; pero no recibió sino un denario cada uno. Y tomándole murmuraban contra el padre de familias. Diciendo: 'Estos postreros sólo una hora han trabajado, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos llevado el peso del día, y del calor(l)'. Mas él respondió a uno de ellos, y le dijo: 'Amigo, no te hago agravio. ¿No te concertaste conmigo por un denario? Toma lo que es tuyo, y vete. Pues yo quiero dar a este postrero tanto como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero(m)? ¿Acaso tu ojo es malo(n), porque yo soy bueno?' Así serán los postreros primeros, y los primeros postreros(o); porque muchos son los llamados, mas pocos los escogidos(p)". Y subiendo Jesús a Jerusalén, tomó aparte(q) a los doce discípulos, y les dijo: "Ved que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes, y a los escribas; y le condenarán a muerte, Y le entregarán a los gentiles(r) para que le escarnezcan, y azoten, y crucifiquen; mas al tercero día resucitará". Entonces se acercó a él la madre de los hijos del Zebedeo(s) con sus hijos, adorándole, y pidiéndole alguna cosa. Él le dijo: "¿Qué quieres?" Ella le dijo: "Di que estos mis dos hijos se sienten en tu reino, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda". Y respondiendo Jesús, dijo: "No sabéis lo que pedís(t). ¿Podéis beber el cáliz, que yo he de beber(u)?" Dícenle: "Podemos(v)". Díjoles: "En verdad beberéis mi cáliz(w) mas el estar sentados a mi derecha o a mi izquierda, no me pertenece a mí darlo a vosotros(x), sino a los que está preparado por mi Padre". Y cuando los diez oyeron esto, se indignaron contra los dos hermanos(y). Mas Jesús los llamó a sí, y dijo: "Sabéis que los príncipes de las gentes avasallan a sus pueblos(z), y que los que son mayores(a), ejercen potestad sobre ellos(b). No será así entre vosotros; mas entre vosotros todo el que quiera ser mayor, sea vuestro criado(c); Y el que entre vosotros quiera ser primero, sea vuestro siervo; Así como el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en redención por muchos(d)". Y saliendo ellos de Jericó, les siguió mucha gente. Y he aquí dos ciegos sentados junto al camino, oyeron que Jesús pasaba, y comenzaron a gritar, diciendo: "Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros". Y la gente los reñía para que callasen. Pero ellos alzaban más el grito, diciendo: "Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros". Y Jesús se paró, y los llamó, y dijo: "¿Qué queréis que os haga?" "Señor —le respondieron— que sean abiertos nuestros ojos". Y Jesús compadecido de ellos, les tocó los ojos. Y vieron en el mismo instante; y le siguieron(e). Y cuando se acercaron a Jerusalén, y llegaron a Bethphage(a) al monte del Olivar, envió entonces Jesús a dos discípulos, Diciéndoles: "Id a esa aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella; desatadla y traédmelos. Y si alguno os dijere alguna cosa, respondedle que el Señor(b) los ha menester; y luego los dejará". Y esto todo fue hecho, para que se cumpliese lo que había dicho el profeta(c), que dice: Decid a la hija de Sión(d): He aquí tu Rey viene manso para ti(e), sentado sobre una asna, y un pollino hijo de la que está debajo de yugo. Y fueron los discípulos, e hicieron como les había mandado Jesús: Y trajeron la asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus vestidos, y le hicieron sentar(f) encima(g). Y una grande multitud de pueblo tendió también sus ropas por el camino; y otros cortaban ramos de los árboles, y los tendían por el camino(h). Y las gentes que iban delante, y las que iban detrás, gritaban, diciendo(i): "Hosanna al Hijo de David. Bendito, el que viene en el nombre del Señor. Hosanna en las alturas". Y cuando entró en Jerusalén, se conmovió toda la ciudad, diciendo: "¿Quién es éste?" Y los pueblos decían: "Éste es Jesús el profeta de Nazaret de Galilea". Y entró Jesús en el templo de Dios, y echaba fuera todos los que vendían y compraban en el templo; y trastornó las mesas de los banqueros, y las sillas de los que vendían palomas(j). Y les dice: "Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada. Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones(k)". Y vinieron a él ciegos y cojos en el templo, y los sanó. Y cuando los príncipes de los sacerdotes y los escribas vieron las maravillas que había hecho, y los muchachos en el templo gritando, y diciendo: "Hosanna al hijo de David", se indignaron, Y le dijeron: "¿Oyes lo que dicen éstos?" Y Jesús les dijo: "¿Nunca leísteis que de la boca de los niños y de los que maman(l) sacaste perfecta alabanza?" Y dejándolos, se fue fuera de la ciudad a Bethania; y se estuvo allí(m). Y por la mañana, cuando volvía a la ciudad, tuvo hambre; Y viendo un árbol de higuera junto al camino, se acercó a ella; y no hallando en ella sino hojas solamente, le dijo: "Nunca jamás nazca fruto de ti(n)". Y se secó al punto la higuera. Y viéndolo los discípulos, se maravillaron, y decían: "¿Cómo se secó al instante?" Y respondiendo Jesús, les dijo: "En verdad os digo, que si tuviéreis fe, y no dudáreis, no tan solamente haréis esto de la higuera(o), mas aun si dijéreis a este monte: 'Quítate, y échate en la mar', será hecho. Y todas las cosas que pidiéreis en la oración, creyendo, las tendréis". Y habiendo ido al templo, los príncipe de los sacerdotes y los ancianos del pueblo se llegaron a él a sazón que estaba enseñando, y le dijeron: "¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te dio esta potestad(p)?" Respondiendo Jesús les dijo: "Quiero yo también preguntaros una palabra; y si me la dijéreis, yo también os diré, con qué potestad hago estas cosas. ¿El bautismo de Juan de dónde era? ¿del cielo, o de los hombres(q)?" Y ellos pensaban entre sí(r), diciendo: "Si dijéremos: 'Del cielo', nos dirá: '¿Pues por qué no le creísteis(s)?' Y si dijéremos: 'De los hombres', tememos las gentes; porque todos miraban a Juan como un profeta". Y respondieron a Jesús, diciendo: "No sabemos". Y les dijo él mismo: "Pues ni yo os digo, con qué potestad hago estas cosas(t). Mas ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Y llegando al primero, le dijo: 'Hijo, ve hoy, y trabaja en mi viña'. Y respondiendo él, le dijo: 'No quiero'. Mas después se arrepintió, y fue. Y llegando al otro, le dijo del mismo modo. Y respondiendo él, dijo: 'Voy, señor', mas no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?" Dicen ellos: "El primero". Jesús les dice: "En verdad os digo, que los publicanos(u) y las rameras os irán delante al reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros en camino de justicia(v), y no le creísteis; y los publicanos y las rameras le creyeron. Y vosotros, viéndolo, ni aun hicisteis penitencia después, para creerle(w). Escuchad otra parábola: Había un padre de familias, que plantó una viña, y la cercó de vallado(x), y cavando hizo en ella un lagar, y edificó una torre; y la dio a renta a unos labradores, y se partió lejos. Y cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores, para que percibiesen los frutos de ella. Mas los labradores, echando mano de los siervos, hirieron al uno, mataron al otro, y al otro le apedrearon(y). De nuevo envió otros siervos en mayor número que los primeros; y los trataron del mismo modo. Por último les envió su hijo, diciendo: 'Tendrán respeto a mi hijo'. Mas los labradores, cuando vieron al hijo, dijeron entre sí: 'Éste es el heredero. Venid, matémosle, y tendremos su herencia'. Y trabando de él, le echaron fuera de la viña, y le mataron. Pues cuando viniere el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores?" Ellos dijeron: "A los malos destruirá malamente, y arrendará su viña a otros labradores, que le paguen el fruto a sus tiempos(z)". Jesús les dice: "¿Nunca leísteis en las Escrituras: La piedra que desecharon los que edificaban, ésta fue puesta por cabeza de esquina: por el Señor fue esto hecho, y es cosa maravillosa en nuestros ojos(a)? Por tanto os digo, que quitado os será el reino de Dios, y será dado a un pueblo que haga los frutos de él(b). Y el que cayere sobre esta piedra, será quebrantado; y sobre quien ella cayere, lo desmenuzará(c)". Y cuando los príncipes de los sacerdotes, y los fariseos oyeron sus parábolas, entendieron que de ellos hablaba. Y queriéndole echar mano, temieron al pueblo, porque le miraban como un profeta. Y respondiendo Jesús, les volvió a hablar otra vez en parábolas, diciendo: "Semejante es el reino de los cielos a cierto rey(a), que hizo bodas a su hijo(b). Y envió sus siervos a llamar a los convidados(c) a las bodas, mas no quisieron ir. Envió de nuevo otros siervos(d), diciendo: Decid a los convidados: 'He aquí he preparado mi banquete, mis toros y los animales cebados están ya muertos(e), todo está pronto; venid a las bodas'. Mas ellos lo despreciaron, y se fueron, el uno a su granja, y el otro a su tráfico; Y los otros echaron mano de los siervos, y después de haberlos ultrajado(f), los mataron. Y el rey, cuando lo oyó, se irritó; y enviando sus ejércitos, acabó con aquellos homicidas, y puso fuego a su ciudad. Entonces dijo a sus siervos: 'Las bodas ciertamente(g) están aparejadas; mas los que habían sido convidados, no fueron dignos(h). Pues id a las salidas de los caminos(i), y a cuantos halláreis, llamadlos a las bodas'. Y habiendo salido sus siervos a los caminos, congregaron cuantos hallaron(j), malos y buenos; y se llenaron las bodas(k) de convidados. Y entró el rey(l), para ver a los que estaban a la mesa, y vio allí un hombre, que no estaba vestido con vestidura de boda, Y le dijo: 'Amigo, ¿cómo has entrado aquí no teniendo vestido de boda?' Mas él enmudeció(m). Entonces el rey dijo a sus ministros(n): 'Atado de pies y de manos, arrojadle en las tinieblas exteriores(o); allí será el llorar y el crujir de dientes'. Porque muchos son los llamados, y pocos los escogidos". Entonces los fariseos se fueron, y consultaron entre sí, cómo le sorprenderían en lo que hablase(p). Y le envían sus discípulos juntamente con los Herodianos(q), diciendo: "Maestro(r), sabemos que eres veraz, y que enseñas el camino de Dios(s) en verdad, y que no te cuidas de cosa alguna; porque no miras a la persona(t) de los hombres. Dinos pues lo que te parece: ¿Es lícito dar tributo al César, o no(u)?" Mas Jesús, conociendo la malicia de ellos, dijo: "¿Por qué me tentáis, hipócritas? Mostradme la moneda del tributo(v)". Y ellos le presentaron un denario(w). Y Jesús les dijo: "¿Cuya es esta figura, e inscripción?" Dícenle: "Del César". Entonces les dijo: "Pues pagad a César, lo que es del César; y a Dios, lo que es de Dios(x)". Y cuando esto oyeron, se maravillaron y dejándole, se retiraron. En aquel día se llegaron a él los saduceos, que dicen no haber resurrección(y); y le preguntaron, Diciendo: "Maestro, Moisés dijo: Si muriere alguno que no tenga hijo, su hermano se case con su mujer, y levante linaje a su hermano. Pues había entre nosotros siete hermanos. Y habiéndose casado el primero, murió; y por no haber tenido sucesión, dejó su mujer a su hermano. Y lo mismo el segundo, y el tercero, hasta el séptimo. Y después de todos murió también la mujer. Pues ¿en la resurrección de cuál de los siete será mujer? Porque todos la tuvieron". Y respondiendo Jesús, les dijo: "Erráis, no sabiendo las Escrituras, ni el poder de Dios. Porque en la resurrección ni se casarán, ni serán dados en casamiento(z); sino que serán como ángeles de Dios en el cielo. Y de la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído las palabras, que Dios os dice: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? No es Dios de muertos, sino de vivos(a)". Y oyendo esto las gentes, se maravillaban de su doctrina. Mas los fariseos cuando oyeron que había hecho callar(b) a los saduceos(c), se juntaron a consejo; Y le preguntó uno de ellos, que era doctor de la ley, tentándole(d): "Maestro, ¿cuál es el grande mandamiento(e) en la ley?" Jesús le dijo: "Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todo tu entendimiento. Éste es el mayor, y el primer mandamiento. Y el segundo semejante(f) es a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley, y los profetas(g)". Y estando juntos los fariseos, les preguntó Jesús, Diciendo: "¿Qué os parece del Cristo(h)? ¿de quién es hijo?" Dícenle: "De David(i)". Díceles: "Pues ¿cómo David en espíritu lo llama Señor, diciendo(j): Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha(k) hasta que ponga tus enemigos por peana de tus pies(l)? Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo?" Y nadie le podía responder palabra; ni alguno desde aquel día fue osado más a preguntarle(m). Entonces(a) Jesús habló a la multitud, y a sus discípulos, Diciendo: "Sobre la cátedra de Moisés(b) se sentaron los escribas y los fariseos. Guardad pues, y haced todo lo que os dijeren(c); mas no hagáis según las obras de ellos; porque dicen, y no hacen. Pues atan cargas pesadas, e insoportables, y las ponen sobre los hombros de los hombres; mas ni aun con su dedo las quieren mover(d). Y hacen todas sus obras, por ser vistos de los hombres; y así ensanchan sus filacterias(e), y extienden sus franjas(f); Y aman los primeros lugares en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, Y ser saludados en la plaza, y que los hombres los llamen 'Rabbí'(g). Mas vosotros no queráis ser llamados Rabbí; porque uno solo es vuestro Maestro(h); y vosotros todos sois hermanos. Y a nadie llaméis 'padre' vuestro sobre la tierra; porque uno es vuestro Padre, que está en los cielos. Ni os llaméis 'maestros'; porque uno es vuestro Maestro: el Cristo. El que es mayor entre vosotros, será vuestro siervo. Porque el que se ensalzare, será humillado; y el que se humillare, será ensalzado(i). Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis el reino de los cielos(j) delante de los hombres! Pues ni vosotros entráis; ni a los que entrarían, dejáis entrar. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que devoráis las casas de las viudas, haciendo largas oraciones(k)!: por esto llevaréis un juicio más riguroso. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas; porque rodeáis la mar y la tierra, por hacer un prosélito(l); y después de haberle hecho, le hacéis dos veces más digno del infierno que vosotros(m)! ¡Ay de vosotros, guías ciegos que decís: 'Todo el que jurare por el templo(n), nada es(o); mas el que jurare por el oro del templo, deudor es'! ¡Necios y ciegos! ¿Qué es mayor, el oro, o el templo, que santifica al oro? Y: 'Todo el que jurare por el altar, nada es; mas cualquiera, que jurare por la ofrenda, que está sobre él, deudor es'. ¡Ciegos! ¿Cuál es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda? Aquel pues que jura por el altar, jura por él, y por todo cuanto sobre él está. Y todo el que jura por el templo, jura por él, y por el que mora en él. Y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por aquel que está sentado sobre él. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que diezmáis la yerba buena, y el eneldo, y el comino(p), y habéis dejado las cosas, que son más importantes de la ley: la justicia, y la misericordia, y la fe! Esto era menester hacer, y no dejar lo otro. Guías ciegos, que coláis el mosquito, y os tragáis el camello(q). ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis lo de fuera del vaso y del plato(r); y por dentro estáis llenos de rapiña(s), y de inmundicia! Fariseo ciego, limpia primero lo interior del vaso y del plato, para que sea limpio lo que está fuera. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que sois semejantes a los sepulcros blanqueados, que parecen de fuera hermosos a los hombres, y dentro están llenos(t) de huesos de muertos, y de toda suciedad! Así también vosotros, de fuera os mostráis en verdad justos a los hombres; mas de dentro estáis llenos de hipocresía, y de iniquidad. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis(u) los monumentos de los justos, Y decís: '¡Si hubiéramos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus compañeros en la sangre de los profetas(v)!' Y así(w) dais testimonio a vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos, que mataron a los profetas. Y llenad vosotros la medida de vuestros padres(x). Serpientes, raza de víboras(y). ¿Cómo huiréis del juicio de la gehenna(z)? Por esto he aquí yo envío a vosotros profetas, y sabios y doctores: y de ellos mataréis, y crucificaréis, y de ellos azotaréis en vuestras sinagogas, y los perseguiréis de ciudad en ciudad(a); Para que venga sobre vosotros toda la sangre inocente, que se ha vertido sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, al cual matásteis entre el templo y el altar(b). En verdad os digo, que todas estas cosas vendrán sobre esta generación. Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a aquellos que a ti son enviados(c). ¡Cuántas veces quise allegar tus hijos, como la gallina allega sus pollos debajo de las alas, y no quisiste(d)! He aquí, que os quedará desierta vuestra casa(e). Porque os digo, que desde ahora no me veréis, hasta que digáis(f): ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!" Y habiendo salido Jesús del templo, se retiraba. Y se llegaron a él sus discípulos(a), para mostrarle los edificios del templo. Mas él les respondió, diciendo: "¿Veis todo esto? En verdad os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada(b)". Y estando sentado él en el monte del Olivar, se llegaron a él sus discípulos en secreto, y le dijeron: "Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿y qué señal habrá de tu venida(c), y de la consumación del siglo?" Y respondiendo Jesús, les dijo: "Guardaos que no os engañe alguno. Porque vendrán muchos en mi nombre, y dirán: 'Yo soy el Cristo'; y a muchos engañarán(d). Y también oiréis guerras(e), y rumores de guerras. Mirad que no os turbéis. Porque conviene que esto suceda(f), mas aún no es el fin(g). Porque se levantará gente contra gente, y reino contra reino, y habrá pestilencias, y hambres, y terremotos por los lugares(h). Y todas estas cosas principios son de dolores(i). Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán; y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre(j). Y muchos entonces serán escandalizados(k), y se entregarán unos a otros, y se aborrecerán entre sí. Y se levantarán muchos falsos profetas, y engañarán a muchos(l). Y porque se multiplicará la iniquidad, se resfriará la caridad de muchos(m). Mas el que perseverare hasta el fin(n), éste será salvo. Y será predicado este Evangelio del reino(o) por todo el mundo, en testimonio a todas las gentes(p). Y entonces vendrá el fin. Por tanto, cuando viereis que la abominación de la desolación, que fue dicha por el profeta Daniel, está en el lugar santo, el que lee entienda(q). Entonces los que están en la Judea, huyan a los montes(r); Y el que en el tejado(s), no descienda a tomar alguna cosa de su casa; Y el que en el campo, no vuelva(t) a tomar su túnica. Mas ¡ay de las preñadas(u) y de las que críen en aquellos días! Rogad pues, que vuestra huida(v) no suceda en invierno(w), o en sábado(x). Porque habrá entonces grande tribulación, cual no fue desde el principio del mundo hasta ahora, ni será(y). Y si no fuesen abreviados aquellos días, ninguna carne sería salva; mas por los escogidos aquellos días serán abreviados. Entonces si alguno(z) os dijere: 'Mirad, el Cristo está aquí, o allí'; no lo creáis. Porque se levantarán falsos cristos, y falsos profetas, y darán grandes señales, y prodigios(a), de modo que (si puede ser) caigan en error aun los escogidos. Ved que os lo he dicho de antemano. Por lo cual si os dijeres: 'He aquí que está en el desierto', no salgáis; 'mirad que está en lo más retirado de la casa', no lo creáis. Porque como el relámpago sale del Oriente(b), y se deja ver hasta el Occidente, así será también la venida del Hijo del hombre. Donde quiera que estuviere el cuerpo, allí se juntarán también las águilas(c). Y luego después de la tribulación de aquellos días el sol se oscurecerá, y la luna no dará su lumbre, y las estrellas caerán del cielo, y las virtudes del cielo serán conmovidas(d); Y entonces aparecerá la señal(e) del Hijo del hombre en el cielo; y entonces plañirán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del hombre que vendrá en las nubes del cielo con grande poder y majestad. Y enviará sus ángeles(f) con trompetas, y con grande voz; y allegarán sus escogidos de los cuatro vientos, desde lo sumo de los cielos hasta los términos de ellos(g). Aprended de la higuera una comparación: cuando sus ramos están ya tiernos, y las hojas han brotado, sabéis que está cerca el estío. Pues del mismo modo, cuando vosotros viereis todo esto, sabed que está cerca a las puertas(h). En verdad os digo, que no pasará esta generación(i), que no sucedan todas estas cosas. El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán(j). Mas de aquel día, ni de aquella hora nadie sabe, ni los ángeles de los cielos, sino sólo el Padre(k). Y así como en los días de Noé, así será también la venida del Hijo del hombre. Porque así como en los días antes del diluvio se estaban comiendo y bebiendo, casándose y dándose en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, Y no lo entendieron hasta que vino el diluvio, y los llevó a todos; así será también la venida del Hijo del hombre. Entonces estarán dos en el campo: el uno será tomado, y el otro será dejado(l); Dos mujeres molerán en un molino(m): la una será tomada, y la otra será dejada. Velad(n) pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir(o) vuestro Señor. Mas sabed, que si el padre de familias supiese a qué hora(p) había de venir el ladrón, velaría sin duda, y no dejaría minar su casa. Por tanto estad apercibidos también vosotros, porque a la hora que menos pensáis, ha de venir el Hijo del hombre. ¿Quién, creéis, que es el siervo fiel y prudente, a quien su señor puso sobre su familia, para que les de de comer a tiempo(q)? Bienaventurado aquel siervo, a quien hallare su señor así haciendo, cuando viniere. En verdad os digo, que le pondrá sobre todos sus bienes(r), Mas si dijere aquel siervo malo en su corazón: 'Se tarda mi señor en venir(s)', Y comenzare a maltratar a sus compañeros y a comer, y beber con los que se embriagan; Vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera, y a la hora que no sabe, Y lo separará, y pondrá su parte con los hipócritas(t): allí será el llorar, y el crujir de dientes". "Entonces será semejante el reino de los cielos a diez vírgenes, que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo y a la esposa(a). Mas las cinco de ellas eran fatuas, y las cinco prudentes. Y las cinco fatuas, habiendo tomado sus lámparas, no llevaron consigo aceite; Mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas juntamente con las lámparas(b). Y tardándose el esposo(c), comenzaron a cabecear, y se durmieron todas. Cuando a la media noche se oyó gritar(d): 'Mirad que viene el esposo, salid a recibirle'. Entonces se levantaron todas aquellas vírgenes, y aderezaron sus lámparas(e). Y dijeron las fatuas a las prudentes: 'Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas(f) se apagan'. Respondieron las prudentes, diciendo: 'Porque tal vez no alcance para nosotras y para vosotras; id antes a los que lo venden, y comprad para vosotras(g)'. Y mientras que ellas fueron a comprarlo(h), vino el esposo; y las que estaban apercibidas, entraron con él a las bodas, y fue cerrada la puerta. Al fin vinieron también las otras vírgenes, diciendo: 'Señor, Señor, ábrenos'. Mas él respondió, y dijo: 'En verdad os digo, que no os conozco'. Velad, pues, porque no sabéis el día, ni la hora(i). Porque así es, como un hombre, que al partirse lejos, llamó a sus siervos, y les entregó sus bienes: Y dio al uno cinco talentos, y al otro dos, y al otro dio uno, a cada uno según su capacidad(j); y se partió luego(k). El que había recibido los cinco talentos(l), se fue a negociar con ellos, y ganó otros cinco. Asimismo el que había recibido dos, ganó otros dos. Mas el que había recibido uno, fue y cavó en la tierra, y escondió allí el dinero de su señor. Después de largo tiempo vino el señor de aquellos siervos, y los llamó a cuentas. Y llegando el que había recibido los cinco talentos, presentó otros cinco talentos, diciendo: 'Señor, cinco talentos me entregaste; he aquí otros cinco he ganado de más'. Su señor le dijo: 'Muy bien, siervo bueno y fiel; porque fuiste fiel en lo poco, te pondré sobre lo mucho; entra en el gozo de tu señor'. Y se llegó también el que había recibido los dos talentos, y dijo: 'Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes otros dos que he ganado'. Su señor le dijo: 'Bien está, siervo bueno y fiel; porque fuiste fiel sobre lo poco, te pondré sobre lo mucho; entra en el gozo de tu señor'. Y llegando también el que había recibido un talento, dijo: 'Señor, sé(m) que eres un hombre de recia condición; siegas en donde no sembraste, y allegas en donde(n) no esparciste. Y temiendo, me fui, y escondí tu talento en tierra. He aquí tienes lo que es tuyo'. Y respondiendo su señor, le dijo: 'Siervo malo y perezoso, sabías que siego en donde no siembro, y que allego en donde no he esparcido; Pues debiste haber dado mi dinero a los banqueros, y viniendo yo hubiera recibido ciertamente con usura lo que era mío. Quitadle pues el talento, y dádselo al que tiene diez talentos. Porque será dado a todo el que tuviere, y tendrá más(o); mas al que no tuviere, le será quitado aun lo que parece que tiene. Y al siervo inútil echadlo en las tinieblas exteriores. Allí será el llorar, y el crujir de dientes'. Y cuando viniere el Hijo del hombre en su majestad, y todos(p) los ángeles con él, se sentará entonces sobre el trono de su majestad(q). Y serán todas las gentes ayuntadas ante él, y apartará los unos de los otros, como el pastor aparta las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas(r) a su derecha, y los cabritos a la izquierda. Entonces dirá el rey a los que estarán a su derecha: 'Venid, benditos de mi Padre, poseed el reino que os está preparado desde el establecimiento del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era huésped, y me hospedasteis; Desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; estaba en la cárcel, y me vinisteis a ver(s)'. Entonces le responderán los justos, y dirán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? Y ¿cuándo te vimos huésped, y te hospedamos; o desnudo, y te vestimos? O ¿cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y te fuimos a ver?' Y respondiendo el rey, les dirá: 'En verdad os digo, que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis(t)'. Entonces dirá también a los que estarán a la izquierda: 'Apartaos de mí, malditos(u), al fuego eterno, que está aparejado para el diablo(v) y para sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; Era huésped, y no me hospedasteis; desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis'. Entonces ellos también le responderán, diciendo: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o huésped, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?' Entonces les responderá, diciendo: 'En verdad os digo: Que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos pequeñitos, ni a mí lo hicisteis(w)'. E irán estos al suplicio eterno, y los justos a la vida eterna". Y aconteció que, cuando hubo Jesús acabado todos estos razonamientos(a), dijo a sus discípulos: "Sabéis que de aquí a dos días será(b) la Pascua; y el Hijo del hombre será entregado(c) para ser crucificado". Entonces se juntaron los príncipes de los sacerdotes(d), y los magistrados del pueblo en el atrio del príncipe de los sacerdotes, que se llamaba Caifás; Y tuvieron consejo para prender a Jesús con engaño, y hacerle morir. Mas decían: "No en el día de la fiesta, porque acaso no sucediese alboroto en el pueblo". Y estando Jesús en Betania(e) en casa de Simón el leproso(f), Se llegó a él una mujer(g) que traía un vaso de alabastro de ungüento precioso, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando recostado a la mesa(h). Y cuando lo vieron sus discípulos(i), se indignaron diciendo: "¿A qué fin este desperdicio? Porque podía esto venderse en mucho precio, y darse a los pobres". Mas entendiéndolo Jesús, les dijo: "¿Por qué sois molestos a esta mujer? pues ha hecho conmigo una 'buena obra'. Porque siempre tenéis pobres con vosotros; mas a mí no siempre me tenéis(j). Porque derramando ésta este ungüento sobre mi cuerpo, para sepultarme lo hizo(k). En verdad os digo, que en todo lugar, donde fuere predicado este Evangelio en todo el mundo, se contará también lo que ésta ha hecho para memoria de ella". Entonces(l) se fue uno de los doce, llamado Judas Iscariote a los príncipes de los sacerdotes; Y les dijo: "¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré?" Y ellos le señalaron treinta monedas de plata(m). Y desde entonces buscaba oportunidad para entregarlo(n). Y el primer día de los ázimos(o) se llegaron los discípulos a Jesús, y le dijeron: "¿En dónde quieres, que dispongamos para que comas la Pascua?" Y dijo Jesús: "Id a la ciudad a casa de cierta persona(p), y decidle: 'El Maestro dice: Mi tiempo está cerca(q); en tu casa hago la Pascua con mis discípulos'". Y los discípulos hicieron, como Jesús les había mandado, y dispusieron la Pascua. Y cuando vino la tarde(r), se sentó a la mesa con sus doce discípulos. Y cuando ellos estaban comiendo, dijo: "En verdad os digo, que uno de vosotros me ha de entregar". Y ellos muy llenos de tristeza(s), cada uno comenzó a decir: "¿Por ventura soy yo, Señor?" Y él respondió, y dijo: "El que mete conmigo la mano en el plato(t), ése es el que me entregará. El Hijo del hombre va ciertamente(u), como está escrito de él; pero ¡ay de aquel hombre por quien será entregado el Hijo del hombre! Mas le valiera a aquel hombre no haber nacido". Y respondiendo Judas, que lo entregó, dijo: "¿Soy yo por ventura, Maestro?" Dícele: "Tú lo has dicho(v)". Y cenando ellos(w), tomó Jesús el pan, y lo bendijo, y lo partió, y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomad, y comed: éste es mi cuerpo". Y tomando el cáliz, dio gracias, y se lo dio, diciendo: "Bebed de éste todos(x). Porque ésta es mi sangre(y) del nuevo Testamento, que será derramada por muchos(z) para remisión de pecados. Y dígoos, que desde hoy mas no beberé de este fruto de vid, hasta aquel día, cuando le beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre(a)". Y dicho el himno(b), salieron al monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo: "Todos vosotros padeceréis escándalo en mí esta noche(c). Porque escrito está: Heriré al Pastor, y se descarriarán las ovejas del rebaño. Mas después que resucitare, iré delante de vosotros a la Galilea". Respondió Pedro, y le dijo: "Aunque todos se escandalizaren en ti, yo nunca me escandalizaré(d)". Jesús le dijo: "En verdad te digo, que esta noche, antes que cante(e) el gallo, me negarás tres veces". Pedro le dijo: "Aunque sea menester morir yo contigo, no te negaré". Y todos los otros discípulos dijeron lo mismo. Entonces(f) fue Jesús con ellos a una granja, llamada Getsemaní(g), y dijo a sus discípulos: "Sentaos aquí, mientras que yo voy allí, y hago oración". Y tomando consigo a Pedro, y a los dos hijos del Zebedeo, empezó a entristecerse y a angustiarse(h). Y entonces les dijo: "Triste está mi alma hasta la muerte: esperad aquí, y velad conmigo". Y habiendo dado algunos pasos, se postró sobre su rostro, e hizo oración, y dijo: "Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz(i); mas no como yo quiero, sino como tú". Y vino a sus discípulos, y los halló dormidos; y dijo a Pedro: "¿Así, no habéis podido velar una hora conmigo(j)? Velad, y orad para que no entréis en tentación(k); el espíritu en verdad pronto está, mas la carne enferma(l)". Se fue de nuevo segunda vez, y oró diciendo: "Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, hágase tu voluntad". Y vino otra vez, y los halló dormidos; porque estaban cargados(m) los ojos de ellos. Y los dejó, y de nuevo fue a orar tercera vez, diciendo las mismas palabras. Entonces vino a sus discípulos, y les dijo: "Dormid ya(n), y reposad. Ved aquí llegada la hora, y el Hijo del hombre será entregado en manos de pecadores. Levantaos(o), vamos: ved que ha llegado el que me entregará(p)". Y estando él aún hablando, he aquí llegó Judas, uno de los doce, y con el una grande tropa de gente con espadas y con palos, que habían enviado los príncipes de los sacerdotes, y los ancianos del pueblo(q). Y el que lo entregó, les dio señal, diciendo: "El que yo besare, él mismo es; prendedlo". Y se llegó luego a Jesús, y dijo: "Dios te guarde, Maestro". Y lo besó. Y Jesús le dijo: "Amigo, ¿a qué has venido(r)?" Al mismo tiempo llegaron, y echaron mano de Jesús, y le prendieron. Y uno(s) de los que estaban con Jesús, alargando la mano, sacó su espada, e hiriendo a un siervo del pontífice(t), le cortó la oreja. Entonces le dijo Jesús: "Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomaren espada, a espada morirán(u). ¿Por ventura piensas que no puedo rogar a mi Padre, y me dará ahora mismo más de doce legiones de ángeles(v)? Pues ¿cómo se cumplirán las Escrituras, de que así conviene que se haga(w)?" En aquella hora dijo Jesús a aquel tropel de gente: "Como a ladrón habéis salido con espadas y con palos a prenderme. Cada día estaba sentado en el templo con vosotros enseñando y no me prendisteis. Mas esto todo fue hecho para que se cumpliesen las Escrituras de los profetas". Entonces le desampararon todos los discípulos, y huyeron(x). Mas los que tenían preso a Jesús, le llevaron(y) a casa de Caifas, el príncipe de los sacerdotes, en donde se habían juntado los escribas y los ancianos. Y Pedro le seguía de lejos hasta el palacio(z) del príncipe de los sacerdotes; y habiendo entrado dentro, se estaba sentado con los sirvientes, para ver el fin. Mas los príncipes de los sacerdotes(a), y todo el concilio buscaban algún falso testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte; Y no le hallaron, aunque se habían presentado muchos falsos testigos(b). Mas por último(c) llegaron dos testigos falsos, Y dijeron: "Éste dijo: Puedo destruir el templo de Dios, y reedificarlo en tres días(d)". Y levantándose el príncipe de los sacerdotes, le dijo: "¿No respondes nada a lo que éstos deponen(e) contra ti?" Y Jesús callaba. Y el príncipe de los sacerdotes le dijo: "Te conjuro por el Dios vivo, que nos digas, si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios". Jesús le dice: "Tú lo has dicho(f). Y aun os digo, que veréis desde aquí a poco al Hijo del hombre sentado a la derecha de la virtud de Dios, y venir en las nubes del cielo". Entonces el príncipe de los sacerdotes rasgó sus vestiduras, y dijo: "Ha blasfemado ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? He aquí ahora acabáis de oír la blasfemia(g). ¿Qué os parece?" Y ellos respondiendo dijeron: "Reo es de muerte". Entonces le escupieron en la cara, y le maltrataron a puñadas, y otros le dieron bofetadas(h) en el rostro, Diciendo: "Adivínanos, Cristo, ¿quién es el que te ha herido?" Pedro entre tanto estaba sentado fuera en el atrio, y se llegó a él una criada, diciendo: "Tú también estabas con Jesús el Galileo". Mas él lo negó delante de todos, diciendo: "No sé lo que dices". Y saliendo él a la puerta, le vio otra criada, y dijo a los que estaban allí: "Éste estaba también con Jesús Nazareno(i)". Y negó otra vez con juramento, diciendo: "No conozco a tal hombre". Y de allí a un poco se acercaron los que estaban allí(j), y dijeron a Pedro: "Seguramente tú también eres de ellos; porque aun tu habla te da bien a conocer". Entonces comenzó a hacer imprecaciones y a jurar que no conocía a tal hombre. Y cantó luego el gallo. Y Pedro se acordó de la palabra, que le había dicho Jesús: "Antes que cante el gallo, me negarás tres veces". Y habiendo salido fuera, lloró amargamente(k). Y venida la mañana, todos los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo entraron en consejo contra Jesús, para entregarle a la muerte. Y lo llevaron atado, y lo entregaron al presidente Poncio Pilato(a). Entonces Judas(b), que le había entregado, cuando vio que había sido condenado, movido de arrepentimiento, volvió las treinta monedas de plata a los príncipes de los sacerdotes, y a los ancianos. Diciendo: "He pecado, entregando la sangre inocente". Mas ellos dijeron: "¿Qué nos importa a nosotros? Viéraslo tú". Y arrojando las monedas de plata en el templo; se retiró, y fue, y se ahorcó con un lazo. Y los príncipes de los sacerdotes tomando las monedas de plata, dijeron: "No es lícito meterlas en el tesoro, porque es precio de sangre(c)". Y habiendo deliberado sobre ello, compraron con ellas el campo de un alfarero(d), para sepultura(e) de los extranjeros. Por lo cual fue llamado aquel campo, "Haceldama"(f), esto es, "campo de sangre", hasta el día de hoy. Entonces se cumplió lo que fue dicho por Jeremías el profeta, que dijo(g): Y tomaron las treinta monedas de plata, precio del apreciado, al cual apreciaron de los hijos de Israel(h); Y las dieron por el campo del alfarero, así como me lo ordenó el Señor. Y Jesús fue presentado ante el presidente, y le preguntó el presidente, y dijo: "¿Eres tú el rey de los Judíos?" Jesús le dice: "Tú lo dices". Y como le acusasen los príncipes de los sacerdotes, y los ancianos, nada respondió. Entonces le dice Pilato: "¿No oyes cuántos testimonios dicen contra ti?" Y no le respondió a palabra alguna, de modo que se maravilló el presidente en gran manera. Por el día solemne(i) acostumbraba el presidente entregar libre al pueblo un preso, el que querían. Y a la sazón tenía un preso muy famoso, que se llamaba Barrabás. Y habiéndose ellos juntado, les dijo Pilato: "¿A quién queréis que os entregue libre? ¿a Barrabás, o a Jesús, que es llamado el Cristo(j)?" Pues sabía que por envidia lo habían entregado. Y estando él sentado en su tribunal, le envió a decir su mujer: "Nada tengas tú con aquel justo; porque muchas cosas he padecido hoy en visión por causa de él(k)". Mas los príncipes de los sacerdotes, y los ancianos persuadieron al pueblo que pidiese a Barrabás, y que hiciese morir a Jesús. Y el presidente les respondió, y dijo: "¿A cuál de los dos queréis que os entregue libre?" Y dijeron ellos: "A Barrabás". Pilato les dice: "Pues ¿qué haré de Jesús, que es llamado el Cristo?" Dicen todos: "Sea crucificado". El presidente les dice: "Pues ¿qué mal ha hecho?" Y ellos levantaban más el grito, diciendo: "Sea crucificado". Y viendo Pilato que nada adelantaba(l), sino que crecía más el alboroto, tomando agua, se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: "Inocente soy yo de la sangre de este justo. Allá os lo veáis vosotros(m)". Y respondiendo todo el pueblo, dijo: "Sobre nosotros, y sobre nuestros hijos(n) sea su sangre". Entonces les soltó a Barrabás; y después de haber hecho azotar a Jesús(o), se lo entregó para que lo crucificasen. Entonces los soldados del presidente tomando a Jesús para llevarle al pretorio(p), hicieron formar alrededor de él toda la cohorte(q); Y desnudándole, le vistieron un manto de grana(r); Y tejiendo una corona(s) de espinas, se la pusieron sobre la cabeza, y una caña en su mano derecha; y doblando ante él la rodilla, le escarnecían, diciendo: "Dios te salve, rey de los Judíos(t)". Y escupiéndole, tomaron una caña, y le herían en la cabeza. Y después que lo escarnecieron, le desnudaron del manto, y le vistieron sus ropas, y lo llevaron a crucificar. Y al salir fuera, hallaron un hombre de Cirene, por nombre Simón: a éste obligaron a que cargase con la cruz de Jesús(u). Y vinieron a un lugar, llamado Gólgota(v), esto es, "lugar de la Calavera". Y le dieron a beber vino(w) mezclado con hiel. Y habiéndolo probado, no lo quiso beber. Y después que lo hubieron crucificado, repartieron sus vestiduras, echando suerte, para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta, que dice: Se repartieron mis vestiduras, y sobre mi túnica echaron suertes(x). Y sentados le hacían la guardia. Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: "Éste es Jesús, el Rey de los Judíos". Entonces crucificaron dos ladrones con él: uno a la derecha, y otro a la izquierda(y). Y los que pasaban le blasfemaban, moviendo sus cabezas, Y diciendo: "¡Ha! tú, el que destruyes el templo de Dios, y lo reedificas en tres días, sálvate a ti mismo: si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz". Asimismo insultándole también los príncipes de los sacerdotes con los escribas y ancianos(z), decían: "A otros salvó, y a sí mismo no puede salvarse: si es el rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y le creemos(a). Confió(b) en Dios; líbrelo ahora, si le ama; pues dijo(c): 'Hijo soy de Dios'". Y los ladrones que estaban crucificados con él, le improperaban(d) del mismo modo. Mas desde la hora de sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra(e) hasta la hora de nona. Y cerca de la hora de nona clamó Jesús con grande voz, diciendo: "Eli, Eli, ¿Lamma Sabacthani?", esto es: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado(f)?" Algunos pues de los que allí estaban, cuando esto oyeron, decían: "A Elías llama éste(g)". Y luego corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó en vinagre, y la puso sobre una caña, y le daba a beber. Y los otros decían: "Dejad, veamos si viene Elías a librarlo". Mas Jesús clamando segunda vez con grande voz, entregó(h) el espíritu. Y he aquí se rasgó el velo(i) del templo en dos partes de alto abajo, y tembló la tierra(j), y se hendieron las piedras. Y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos, que habían muerto, resucitaron. Y saliendo de los sepulcros después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos(k). Mas el centurión, y los que con él estaban guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que pasaban, tuvieron grande miedo, y decían: "Verdaderamente Hijo de Dios era éste". Y estaban allí(l) muchas mujeres a lo lejos, que habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole(m). Entre las cuales estaba María Magdalena, y María madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos del Zebedeo. Y cuando fue tarde(n), vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, el cual era también discípulo de Jesús. Éste llegó a Pilato, y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato entonces mandó que se le diese el cuerpo. Y tomando José el cuerpo, le envolvió en una sábana limpia(o). Y lo puso en un sepulcro suyo nuevo, que había hecho abrir en una peña(p); y revolvió una grande losa a la entrada del sepulcro, y se fue. Y María Magdalena, y la otra María, estaban allí sentadas enfrente del sepulcro. Y otro día, que es el que se sigue al de la Parasceve(q), los príncipes de los sacerdotes y los fariseos acudieron juntos a Pilato, Diciendo: "Señor, nos acordamos, que dijo aquel impostor, cuando todavía estaba en vida: 'Después de tres días resucitaré(r)'. Manda pues que se guarde el sepulcro hasta el tercero día, no sea que vengan sus discípulos(s), y lo hurten, y digan a la plebe: 'Resucitó de entre los muertos'; y será el postrer error peor que el primero(t)". Pilato les dijo: "Guardas tenéis. Id, y guardadlo como sabéis(u)". Ellos pues fueron, y para asegurar el sepulcro, sellaron la piedra, y pusieron guardas. Mas en la tarde del sábado, al amanecer el primer día de la semana(a), vino María Magdalena, y la otra María a ver el sepulcro. Y había habido un gran terremoto(b). Porque un ángel del Señor descendió del cielo, y llegando revolvió la piedra(c), y se sentó sobre ella. Y su aspecto era como un relámpago, y su vestidura(d) como la nieve. Y de temor de él se asombraron los guardas, y quedaron como muertos. Mas el ángel(e) tomando la palabra, dijo a las mujeres: "No tengáis miedo vosotras; porque sé, que buscáis a Jesús, el que fue crucificado(f); No está aquí; porque ha resucitado, como dijo. Venid, y ved el lugar, donde había sido puesto(g) el Señor. E id luego, decid a sus discípulos que ha resucitado(h); y he aquí va delante de vosotros a Galilea(i); allí le veréis. He aquí os lo he avisado de antemano". Y salieron(j) al punto del sepulcro con miedo y con gozo grande, y fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos(k). Y he aquí Jesús les salió al encuentro, diciendo: "Dios os guarde". Y ellas se llegaron a él, y abrazáronle sus pies, y le adoraron. Entonces les dijo Jesús: "No temáis. Id, dad las nuevas a mis hermanos(l) para que vayan a la Galilea, allí me verán". Y mientras ellas iban, he aquí algunos de los guardas fueron a la ciudad, y dieron aviso a los príncipes de los sacerdotes de todo lo que había pasado. Y habiéndose juntado con los ancianos, y tomado consejo, dieron una grande suma de dinero(m) a los soldados, Diciendo: "Decid, que vinieron de noche sus discípulos, y lo hurtaron, mientras que vosotros estábais durmiendo(n). Y si llegare esto a oídos del presidente, nosotros se lo haremos creer, y miraremos por vuestra seguridad". Y ellos tomando el dinero, lo hicieron conforme habían sido instruidos. Y esta voz, que se divulgó entre los Judíos, dura hasta hoy día. Y los once discípulos se fueron a la Galilea al monte, a donde Jesús les había mandado. Y cuando lo vieron, le adoraron; mas algunos dudaron(o). Y llegando Jesús les habló, diciendo: "Se me ha dado toda potestad en el cielo, y en la tierra(p). Id pues y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo(q); Enseñándolas a observar todas las cosas que os he mandado(r). Y mirad que yo estoy con vosotros todos los días hasta la consumación del siglo(s)". Principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios(a). Así como está escrito en Isaías el profeta(b): He aquí yo envío a mi ángel delante de tu faz, que preparará(c) tu camino delante de ti. Voz del que clama en el desierto: Aparejad el camino del Señor, haced derechas sus sendas. Estaba Juan en el desierto bautizando, y predicando el bautismo de penitencia para remisión de pecados. Y salía a él toda la tierra de Judea, y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él(d) en el río Jordán, confesando sus pecados. Y Juan andaba vestido de pelos de camello, y traía un ceñidor de piel alrededor de sus lomos; y comía langostas y miel silvestre(e). Y predicaba diciendo: "En pos de mí viene el que es más fuerte que yo; ante el cual no soy digno de postrarme(f) para desatar la correa de sus zapatos. Yo os he bautizado en agua, mas él os bautizará en Espíritu Santo". Y aconteció, que en aquellos días Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y subiendo luego del agua, vio(g) los cielos abiertos, y al Espíritu(h), en figura de paloma, que descendía y posaba en él mismo(i). Y se oyó esta voz de los cielos: "Tú eres mi Hijo el amado, en ti me he complacido". Y luego el Espíritu le impelió al desierto(j). Y estuvo en el desierto(k) cuarenta días, y cuarenta noches. Y le tentó Satanás. Y moraba con las fieras(l), y los ángeles le servían. Mas después que Juan fue preso, vino Jesús a la Galilea, predicando el Evangelio del reino de Dios, Y diciendo: "Pues que el tiempo se ha cumplido(m), y se ha acercado el reino de Dios; haced penitencia, y creed al Evangelio(n)". Y pasando(o) por la ribera del mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban sus redes en la mar(p) (pues eran pescadores). Y Jesús les dijo: "Venid en pos de mí, y haré que vosotros seáis pescadores de hombres". Y luego, dejadas las redes(q), le siguieron. Y pasando un poco más adelante, vio a Santiago(r) hijo del Zebedeo, y a Juan su hermano; que estaban también en un barco componiendo las redes; Y luego los llamó. Y ellos, dejando en el barco a Zebedeo su padre con los jornaleros(s), le siguieron(t). Y entraron en Cafarnaúm. Y luego en los sábados como entrase en la sinagoga, los enseñaba(u). Y se pasmaban de su doctrina; porque los instruía, como quien tenía potestad, y no como los escribas(v). Y había en la sinagoga de ellos un hombre poseído de un espíritu inmundo(w), que comenzó a gritar, Diciendo(x): "¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿has venido a destruirnos(y)? sé quién eres(z): el Santo de Dios". Y le amenazó Jesús, diciendo: "Enmudece, y sal del hombre". Y maltratándolo reciamente el espíritu inmundo, y dando grandes alaridos, salió de él(a). Y se maravillaron todos de tal manera que se preguntaban los unos a los otros, diciendo: "¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta(b)? Que manda con imperio aun a los mismos espíritus inmundos, y le obedecen". Y corrió luego su fama por toda la tierra de la Galilea. Y saliendo luego(c) de la sinagoga, fueron a casa de Simón y de Andrés, con Santiago y con Juan. Y la suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablaron luego de ella. Y acercándose, la tomó por la mano, y la levantó. Y al momento la dejó la fiebre, y les servía. Y por la tarde puesto ya el sol, le traían todos los que estaban enfermos(d), y los endemoniados; Y toda la ciudad se había juntado a la puerta. Y sanó a muchos, que eran afligidos de diversas(e) enfermedades, y lanzaba muchos demonios. Y no les permitía hablar, porque sabían quién era. Y levantándose muy de mañana salió, y fue a un lugar desierto, y hacía allí oración. Y fue en pos de él Simón, y los que con él estaban; Y cuando le hallaron, le dijeron: "Todos te andan buscando". Y les dice: "Vamos a las aldeas, y ciudades más cercanas(f), para predicar también allí; porque para esto he venido". Y predicaba en las sinagogas de ellos, y por toda la Galilea, y lanzaba los demonios. Y vino a él un leproso(g), rogándole, e hincándose de rodillas, le dijo: "Si quieres, puedes limpiarme". Y Jesús compadecido de él, extendió su mano, y tocándole, le dijo: "Quiero; sé limpio". Y dicho esto, en el momento desapareció de él la lepra, y fue limpio. Y Jesús le amenazó, y luego le despidió; Y le dice: "Cuidado, que no lo digas a nadie; mas ve, preséntate al príncipe de los sacerdotes(h), y ofrece por tu limpieza lo que mandó Moisés, en testimonio a ellos(i)". Mas él luego que salió, comenzó a publicar, y divulgar lo acaecido(j), de manera que Jesús ya no podía(k) entrar manifiestamente en la ciudad(l), sino que estaba fuera en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes. Y entró otra vez en Cafarnaúm después de algunos días, Y se sonó que estaba en una casa(a), y acudió un tan crecido número de gente, que no cabía ni aun a la puerta(b), y les hablaba la palabra(c). Y vinieron a él trayendo un paralítico, que lo conducían cuatro a cuestas. Y como no pudiesen ponérselo delante(d) a causa del tropel de la gente, destecharon(e) la casa en donde estaba; y habiendo hecho una abertura, descolgaron la camilla en que yacía el paralítico. Y cuando Jesús vio la fe de ellos, dijo al paralítico(f): "Hijo, perdonados te son tus pecados". Y había allí sentados algunos de los escribas, que decían en su interior: "¿Cómo este hombre habla así? blasfema(g). ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?" Jesús, conociendo luego su interior, y que pensaban de este modo dentro de sí, les dice: "¿Por qué pensáis esto dentro de vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico(h): ‘Perdonados te son tus pecados’; o decirle: ‘Levántate, toma tu camilla y anda’? Pues para que sepáis, que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados (dice al paralítico): ‘A ti digo: Levántate, toma tu camilla, y vete a tu casa’". Y al punto se levantó él, y tomando su camilla, se fue a vista(i) de todos, de manera que se maravillaron todos, y alababan a Dios, diciendo: "Nunca tal cosa vimos". Y salió otra vez hacia la mar, y venían a él todas las gentes, y los enseñaba. Y pasando, vio a Leví hijo de Alfeo, que estaba sentado a la mesa(j), y le dijo: "Sígueme". Y levantándose, le siguió. Y acaeció, que estando Jesús sentado a la mesa en casa de él(k), estaban también a la mesa con Jesús, y con sus discípulos muchos publicanos y pecadores; porque había muchos, que también le seguían(l). Y cuando los escribas y los fariseos vieron que comía con los publicanos y pecadores, decían a sus discípulos: "¿Por qué vuestro Maestro come y bebe con los publicanos y con los pecadores?" Cuando esto oyó Jesús, les dijo: "Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos; pues no he venido a llamar justos, sino pecadores(m)". Y los discípulos de Juan y los fariseos que ayunaban(n), vienen a él, y le dicen(o): "¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan?" Y Jesús les dice: "¿Por ventura los hijos de las bodas(p) pueden ayunar, mientras que está con ellos el esposo? Todo el tiempo que tienen consigo al esposo, no pueden ayunar. Mas vendrán días, cuando les será quitado el esposo; y entonces ayunarán en aquellos días. Ninguno echa en un vestido viejo un remiendo de paño recio(q); de otra suerte el remiendo nuevo quita de lo viejo(r), y se hace mayor rotura. Y ninguno echa vino nuevo en odres(s) viejos; de otra manera romperá el vino los odres, y el vino se verterá, y perecerán los odres: mas debe echarse el vino nuevo en odres nuevos". Y acaeció otra vez, que andando el Señor por unos sembrados en el día de sábado, sus discípulos se adelantaron, y comenzaron a arrancar espigas(t). Y los fariseos le decían: "Mira, ¿cómo hacen en sábado lo que no es lícito?" Y él les dijo: "¿No habéis leído jamás lo que hizo David, cuando(u) se halló en necesidad, y él, y los que con él estaban, tuvieron hambre? ¿Cómo entró en la casa de Dios en tiempo de Abiatar(v), príncipe de los sacerdotes, y comió los panes de la proposición, de los cuales no era lícito comer, sino a los sacerdotes, y aun dio a los que con él estaban?" Y les decía: "El sábado fue hecho por el hombre, y no el hombre por el sábado(w). Así que el Hijo del hombre es Señor también del sábado". Y entró Jesús de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano seca. Y le estaban acechando(a), si sanaría en día de sábado, para acusarle. Y dijo al hombre que tenía la mano seca: "Levántate en medio". Y les dice: "¿Es lícito en día de sábado hacer bien, o mal? ¿salvar la vida, o quitarla?" Mas ellos callaban. Y mirándolos alrededor con indignación, condolido de la ceguedad(b) de su corazón, dice al hombre: "Extiende tu mano". Y la extendió, y le fue restablecida la mano(c). Mas los fariseos saliendo de allí, entraron luego en consejo contra él con los Herodianos, buscando medios de hacerle perecer(d). Mas Jesús se retiró con sus discípulos hacia la mar, y le fue siguiendo una grande multitud de la Galilea y de la Judea. Y de Jerusalén, y de la Idumea, y de la otra ribera del Jordán; y los de la comarca de Tiro y de Sidón en grande número vinieron a él, cuando oyeron las cosas que hacía. Y mandó a sus discípulos, que le tuviesen listo un barco en que pudiese entrar, para que el tropel de la gente no le oprimiese. Porque sanaba a muchos, de tal manera que todos los que padecían algún mal(e), se arrojaban sobre él(f) por tocarle. Y cuando los espíritus inmundos lo veían, se postraban ante él(g), y gritando decían: "Tú eres el Hijo de Dios". Mas él les amenazaba reciamente, para que no lo descubriesen. Y subiendo a un monte, llamó a sí a los que él quiso(h); y vinieron a él. Y escogió doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar. Y les dio potestad de sanar enfermedades, y de lanzar demonios. Y a Simón le puso el nombre de Pedro; Y a Santiago(i) de Zebedeo, y a Juan hermano de Santiago, a los cuales dio el nombre de Boanerges(j), que quiere decir, Hijos de trueno(k); Y a Andrés, y a Felipe, y a Bartolomé, y a Mateo, y a Tomás, y a Santiago de Alfeo, y a Tadeo, y a Simón el Cananeo, Y a Judas Iscariotes, que le entregó. Y vinieron a la casa, y concurrió de nuevo tanta gente, que ni aun podían tomar alimento. Y cuando lo oyeron los suyos(l), salieron para echarle mano; porque decían: "Se ha puesto enajenado"(m). Y los escribas, que habían bajado de Jerusalén, decían: "Tiene a Beelzebub", y "en virtud del príncipe de los demonios lanza los demonios"(n). Y habiéndolos convocado, les decía en parábolas: "¿Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás? Y si un reino está dividido contra sí mismo, no puede(o) durar aquel reino. Y si una casa estuviere dividida contra sí misma, no puede permanecer aquella casa. Y si Satanás se levantare contra sí mismo, dividido está, y no podrá durar, antes está para acabar. No puede ninguno entrar en la casa del valiente(p), y robar sus alhajas, si primero no ata al valiente, para poder después saquear su casa. En verdad os digo, que a los hijos de los hombres perdonados les serán todos los pecados, y las blasfemias, que profirieren. Mas el que blasfemare contra el Espíritu Santo, nunca jamás tendrá perdón, sino que será reo de eterno delito(q)". Por cuanto decían: "Tiene espíritu inmundo". Y llegaron su madre y sus hermanos; y quedándose de la parte de afuera, le enviaron a llamar. Y estaba sentado alrededor de él un crecido número de gente, y le dijeron: "Mira(r), tu madre y tus hermanos(s) te buscan ahí fuera". Y les respondió(t), diciendo: "¿Quién es mi madre, y mis hermanos?" Y mirando(u) a los que estaban sentados alrededor de sí: "He aquí, les dijo, mi madre, y mis hermanos(v), Porque el que hiciere la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre". Y de nuevo se puso a enseñar a la orilla de la mar. Y se allegaron alrededor de él tantas gentes, que entrándose en un barco, se sentó dentro en la mar; y toda la gente estaba en tierra a la orilla. Y les enseñaba muchas cosas por parábolas, y les decía en su doctrina(a): "Oíd. He aquí salió el sembrador a sembrar. Y al tiempo de sembrar, una parte cayó cerca del camino; y vinieron las aves del cielo, y la comieron. Y otra cayó sobre pedregales, donde no tenía mucha tierra, y nació luego, porque no había profundidad de tierra; Mas luego que salió el sol, se asolanó, y como no tenía raíz, se secó. Y otra cayó entre espinas; y crecieron las espinas, y la ahogaron, y no dio fruto. Y otra cayó en buena tierra, y dio fruto, que subió, y creció; y uno dio a treinta, otro a sesenta, y otro a ciento". Y decía: "Quien tiene orejas para oír, oiga". Y cuando estuvo solo, le preguntaron los doce, que estaban con él(b), de la parábola(c). Y les dijo: "A vosotros es dado saber el misterio del reino de Dios; mas a los que están fuera(d), todo se les trata por parábolas; Para que viendo vean, y no vean(e), y oyendo oigan, y no entiendan, no sea que alguna vez se conviertan, y les sean perdonados los pecados". Y les dijo: "¿No entendéis esta parábola? pues ¿cómo entenderéis todas las parábolas(f)? El que siembra, siembra la palabra. Y éstos son los de junto al camino, en los que la palabra es sembrada, mas cuando la han oído, viene al punto Satanás, y quita(g) la palabra, que fue sembrada en sus corazones. Y asimismo, éstos son los que reciben simiente en pedregales, los que cuando han oído la palabra, luego la reciben con gozo; Mas no tienen raíz en sí, antes son temporales(h); y después en levantándose la tribulación y la persecución por la palabra, luego se escandalizan. Y éstos son los que reciben la simiente entre espinas; los que oyen la palabra, Mas los afanes del siglo, y la ilusión de las riquezas, y las otras pasiones a que dan entrada, ahogan la palabra, y no da fruto alguno. Y éstos son los que reciben la simiente en buena tierra, los que oyen la palabra, y la reciben, y dan fruto, uno a treinta, otro a sesenta, y otro a ciento(i)". Y les decía: "¿Por ventura se trae una antorcha para meterla debajo de un celemín(j) o debajo de la cama? ¿no la traen para ponerla sobre el candelero(k)? Porque no hay cosa escondida, que no haya de ser manifestada; ni cosa hecha en oculto, que no haya de venir en público(l). Si alguno tiene orejas para oír, oiga". Y les decía: "Atended a lo que vais a oír. Con la medida con que midiereis, os medirán a vosotros, y se os añadirá(m). Porque al que tiene se dará; y al que no tiene, aun lo que tiene(n) se le quitará". Decía también: "Tal es el reino de Dios(o), como si un hombre echa la semilla sobre la tierra; Y que duerme, y se levanta de noche y de día, y la semilla brota, y crece sin que él lo advierta(p). Porque la tierra de suyo da fruto, primeramente yerba, después espiga, y por último grano lleno en la espiga. Y cuando ha producido los frutos, luego echa la hoz, porque la siega es llegada". Y decía: "¿A qué asemejaremos el reino de Dios? o ¿con qué parábola lo compararemos(q)? Como un grano de mostaza(r), que cuando se siembra en la tierra, es el menor de todas las simientes, que hay en la tierra; Mas cuando fuere sembrado, sube, y crece más que todas las legumbres, y cría grandes ramas, de modo que las aves del cielo pueden morar bajo de su sombra". Y así les proponía la palabra con muchas parábolas como éstas, conforme a lo que podían oír(s); Y sin parábola no les hablaba; mas cuando estaba aparte con sus discípulos, se lo declaraba todo(t). Y aquel día, cuando fue ya tarde, les dijo: "Pasemos enfrente". Y después de haber despedido la gente, lo tomaron así como estaba(u) en el barco; y había también con él otros barcos. Y se levantó una grande tempestad de viento, que metía las olas en el barco, de manera que éste se llenaba de agua. Y él mismo estaba en la popa durmiendo sobre un cabezal. Y le despiertan, y le dicen: "Maestro, ¿no se te da nada que perezcamos?" Y levantándose amenazó al viento, y dijo a la mar: "Calla, enmudece". Y cesó el viento(v), y sobrevino una grande bonanza. Y les dijo: "¿Por qué estáis medrosos(w)? ¿aun no tenéis fe?" Y tuvieron grande miedo, y decían el uno al otro: "¿Quién piensas es éste, que aun el viento y la mar le obedecen(x)?" - - - Y pasaron a la otra orilla de la mar al territorio de los Gerasenos(a). Y al salir Jesús de la barca, vino luego a él de los sepulcros un hombre con un espíritu inmundo(b), El cual tenía en los sepulcros su domicilio, y ni aun con cadenas le podía alguno atar(c), Porque habiéndole atado muchas veces con grillos y con cadenas, había roto las cadenas, y despedazado los grillos, y nadie le podía domar. Y de día y de noche estaba continuamente en los sepulcros y en los montes, dando gritos, e hiriéndose con piedras. Y cuando vio a Jesús de lejos, fue corriendo, y le adoró; Y clamando a voz en grito, dijo: "¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? te conjuro por Dios, que no me atormentes". Porque le decía:(d) "Sal del hombre, espíritu inmundo". Y le preguntaba: "¿Cuál es tu nombre?" Y le dice(e): "Legión es mi nombre, porque muchos somos". Y le rogaba mucho, que no le echase fuera de aquella tierra(f). Había en aquel lugar paciendo alrededor del monte una grande piara de puercos; Y le rogaban los espíritus, diciendo: "Envíanos a los puercos, para que entremos en ellos". Y Jesús al punto se lo otorgó. Y saliendo los espíritus inmundos, entraron en los puercos; y la piara se precipitó con grande ímpetu en la mar como hasta dos mil(g), y se ahogaron en la mar. Y los que los apacentaban huyeron, y lo contaron en la ciudad, y en los campos; y salieron a ver lo que había sucedido. Y vienen a Jesús, y ven al que había sido atormentado del demonio, sentado, vestido, y en su juicio cabal; y tuvieron miedo. Y los que lo habían visto, les contaron todo el hecho como había acontecido(h) al endemoniado, y lo de los puercos. Y comenzaron a rogarle, que se retirase de los términos de ellos(i). Y cuando entró Jesús en el barco, comenzó a rogarle el que había sido maltratado del demonio, que le dejase estar con él(j). Mas no se lo concedió, sino que le dijo: "Vete a tu casa a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas te ha hecho el Señor, y la misericordia que contigo ha usado". Y se fue, y comenzó a publicar en Decápolis(k) cuán grandes cosas le había hecho Jesús; y se maravillaban todos. Y habiendo pasado otra vez Jesús en un barco a la otra orilla, se allegó alrededor de él(l) una grande multitud de pueblo; y estaba cerca del mar. Y vino uno de los príncipes de la sinagoga(m) nombrado Jairo; y luego que le vio, se postró a sus pies, Y le rogaba mucho, diciendo: "Mi hija está en los últimos(n); ven a poner sobre ella la mano, para que sea salva, y viva". Y se fue con él. Y le seguía mucha gente, y le apretaban. Y una mujer, que padecía un flujo de sangre(o) doce años había, Y que había pasado muchos trabajos en manos de muchos médicos, y gastado(p) todo lo que tenía, sin haber adelantado nada, antes empeoraba más; Cuando oyó hablar de Jesús, llegó por detrás entre la confusión de la gente, y tocó(q) su vestidura. Porque decía: "Tan solamente con tocar su vestidura, seré sana". Y en el mismo instante cesó su flujo de sangre; y sintió en su cuerpo, que estaba sana de aquel azote(r). Mas Jesús conociendo luego en sí mismo la virtud, que de él había salido, volviéndose hacia la gente, dijo: "¿Quién ha tocado mi vestidura?" Y sus discípulos le decían: "Ves la gente que te está apretando, y dices: ‘¿Quién me ha tocado(s)?’" Y miraba alrededor por ver a la que esto había hecho. Entonces la mujer medrosa y temblando, sabiendo lo que le había acaecido(t), llegó y se postró ante él, y le dijo toda la verdad. Y él le dijo: "Hija, tu fe te ha sanado; vete en paz, y queda libre de tu azote"(u). Cuando aún estaba él hablando, llegaron de casa del príncipe de la sinagoga, y le dijeron: "Tu hija es muerta; ¿para qué fatigas más al Maestro?" Mas Jesús, cuando oyó lo que decían, dijo al príncipe de la sinagoga: "No temas; cree solamente". Y no dejó ir consigo a ninguno, sino a Pedro, y a Santiago, y a Juan hermano de Santiago. Y llegan a la casa del príncipe de la sinagoga, y ve el ruido, y a los que lloraban, y daban grandes alaridos. Y habiendo entrado, les dijo: "¿Por qué hacéis este ruido(v), y estáis llorando? la muchacha no es muerta; sino que duerme". Y se mofaban. Pero él, echándolos a todos fuera, toma consigo al padre y a la madre de la muchacha, y a los que con él estaban, y entra donde la muchacha yacía. Y tomando la mano de la muchacha, le dijo: "Talitha, cumi"(w), que quiere decir: "Muchacha (a ti te digo), levántate". Y se levantó luego la muchacha, y echó a andar; y tenía doce años. Y quedaron atónitos de un grande espanto. Y él mandó con mucha eficacia(x), que nadie lo supiese; y dijo le dieran de comer a ella(y). Y habiendo salido de allí, se fue a su patria(a); y le seguían sus discípulos. Y llegado el sábado(b) comenzó a enseñar en la sinagoga. Y muchos que le oían, se maravillaban de su doctrina, diciendo: "¿De dónde a éste(c) todas estas cosas? ¿y qué sabiduría es esta que le es dada; y tales maravillas, que por sus manos son obradas? ¿No es éste el artesano(d), el hijo de María, hermano(e) de Santiago(f), y de José(g), y de Judas(h), y de Simón(i)? ¿y sus hermanas no están aquí también con nosotros(j)?" Y se escandalizaban en él. Y Jesús les decía: "No hay profeta sin honor sino en su patria, y en su casa, y entre sus parientes". Y no podía(k) allí hacer milagro alguno, solamente sanó algunos pocos enfermos poniendo sobre ellos las manos. Y estaba maravillado(l) de la incredulidad de ellos. Y andaba predicando por todas las aldeas del contorno. Y llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos, y les daba potestad sobre los espíritus inmundos. Y les mandó que no llevasen nada para el camino, ni alforja, ni pan, ni dinero en la bolsa, sino solamente un bordón, Mas que calzasen sandalias, y que no vistiesen dos túnicas. Y les decía: "En cualquiera parte donde entrareis en una casa, permaneced en ella, hasta que salgáis de allí. Y todos los que no os recibieren, ni os escucharen, al salir de allí(m), sacudid(n) el polvo de vuestros pies, en testimonio a ellos"(o). Y saliendo predicaban que hiciesen(p) penitencia; Y lanzaban muchos demonios, y ungían con óleo(q) a muchos enfermos, y sanaban. Y llegó esto a noticia del rey Herodes, (porque se había hecho notorio su nombre), y decía: "Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos, y por eso virtudes obran en él". Otros decían: "Elías es"; y decían otros: "Profeta es, como uno de los profetas"(r). Cuando lo oyó Herodes, dijo: "Éste es aquel Juan que yo degollé, que ha resucitado de entre los muertos". Porque el mismo Herodes había enviado a prender a Juan, y le había hecho aherrojar en la cárcel a causa de Herodías mujer de Filipo su hermano; porque la había tomado por mujer. Porque decía Juan a Herodes: "No te es lícito tener la mujer de tu hermano". Y Herodías le armaba lazos, y le quería hacer morir, pero no podía. Porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo; y le tenía a custodia(s): y por su consejo hacía muchas cosas, y le oía de buena gana. Hasta que últimamente llegó un día favorable, en que Herodes celebraba el día de su nacimiento, dando una cena a los grandes de su corte, a los tribunos, y a los principales de Galilea. Y habiendo entrado la hija de Herodías, y danzado, y dado gusto a Herodes, y a los que con él estaban a la mesa. Dijo el rey a la mozuela: "Pídeme lo que quieras y te lo daré". Y le juró: "Todo lo que me pidieres te daré, aunque sea(t) la mitad de mi reino". Y habiendo ella salido, dijo a su madre: "¿Qué pediré?" Y ella dijo: "La cabeza de Juan el Bautista". Y volviendo luego a entrar apresurada a donde estaba el rey, pidió diciendo: "Quiero que luego al punto me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista". Y el rey se entristeció(u); mas por el juramento, y por los que con él estaban a la mesa, no quiso disgustarla. Mas enviando uno de su guardia(v), le mandó traer la cabeza de Juan en un plato. Y le degolló en la cárcel. Y trajo su cabeza en un plato, y la dio a la mozuela, y la mozuela la dio a su madre. Y cuando sus discípulos lo oyeron, vinieron, y tomaron su cuerpo, y lo pusieron en un sepulcro. Y llegándose los Apóstoles a Jesús, le contaron todo lo que habían hecho, y enseñado(w). Y les dijo: "Venid aparte a un lugar solitario, y reposad un poco". Porque eran muchos los que iban, y venían, y ni aun tiempo para comer tenían. Y entrando en un barco, se retiraron a un lugar desierto, y apartado(x). Y los vieron muchos como se iban, y lo conocieron; y concurrieron allá a pie de todas las ciudades, y llegaron antes que ellos(y). Y al desembarcar vio Jesús una grande multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tienen pastor, y comenzó a enseñarles muchas cosas. Y como ya fuese muy tarde, se llegaron a él sus discípulos, y le dijeron: "Desierto es este lugar, y la hora es ya pasada. Despídelos, que vayan a las granjas y aldeas de la comarca a comprar que comer"(z). Y él les respondió, y dijo: "Dadles vosotros de comer". Y le dijeron: "¿Iremos a comprar pan por doscientos denarios, y les daremos de comer(a)?" Y les dice: "¿Cuántos panes tenéis? Id, y vedlo". Y habiéndolo visto, dicen: "Cinco, y dos peces". Y les mandó, que los hiciesen recostar a todos por ranchos(b) sobre la yerba verde. Y se recostaron en ranchos, de ciento en ciento y de cincuenta en cincuenta. Y tomando los cinco panes, y los dos peces, alzando los ojos al cielo, bendijo, y partió los panes, y los dio a sus discípulos, para que se los pusiesen delante. Y repartió entre todos los dos peces. Y comieron todos, y se hartaron. Y alzaron lo que sobró de los pedazos, doce cestos llenos, y de los peces(c). Y los que comieron, eran cinco mil hombres(d). Y dio luego priesa a sus discípulos, a que entrasen en el barco, y que fuesen antes que él a Betsaida a la otra parte del lago, mientras que él despedía al pueblo. Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar. Y como fuese tarde(e), estaba el barco en medio del mar, y él solo en tierra. Y viéndolos remar con gran fatiga (porque el viento les era contrario), y cerca de la cuarta vigilia de la noche vino a ellos paseando sobre el mar; y quería dejarlos atrás(f). Mas ellos, cuando le vieron andar sobre el mar, pensaron(g) que era fantasma, y comenzaron a gritar. Porque todos le vieron, y se turbaron. Mas luego habló con ellos, y les dijo: "Tened buen ánimo, yo soy, no temáis". Y subió a ellos al barco, y cesó el viento. Y más se pasmaban en su interior; Porque todavía no habían entendido lo de los panes; por cuanto su corazón estaba ofuscado(h). Y cuando estuvieron de la otra parte, fueron a tierra de Genesaret, y arrimaron. Y en saliendo del barco, luego lo conocieron(i); Y recorriendo toda aquella comarca, le traían de toda ella los enfermos en sus camillas, luego que oyeron que estaba allí(j). Y donde quiera que entraba en aldeas, o en granjas, o en ciudades, ponían los enfermos en las calles, y le rogaban, que permitiese tocar siquiera la orla de su vestido; y cuantos le tocaban quedaban sanos. Y vinieron a él los fariseos, y algunos de los escribas, que habían llegado de Jerusalén. Y cuando vieron comer a algunos de sus discípulos con manos comunes, esto es, sin haberlas lavado, lo vituperaron. Porque los fariseos, y todos los Judíos, sino se lavan las manos muchas veces(a), no comen, siguiendo la tradición de los ancianos(b); Y cuando vuelven de la plaza, no comen, si antes no se bañan(c); y guardan muchas cosas que tienen por tradición(d), lavatorios de vasos, y de jarros, y de vasijas de metal, y de lechos. Y le preguntaban los fariseos, y los escribas: "¿Por qué tus discípulos no andan conformes a la tradición de los ancianos, sino que comen pan sin lavarse las manos?" Y él respondió, y les dijo: "Hipócritas, bien profetizó Isaías de vosotros, como está escrito: Este pueblo con los labios me honra, mas su corazón está lejos de mí(e). En vano pues me honran, enseñando doctrinas y mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os asís de la tradición de los hombres, el lavar de los jarros, y de los vasos, y hacéis otras muchas cosas semejantes a estas". Y les decía: "Bellamente(f) hacéis vano el mandamiento de Dios por guardar vuestra tradición. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre, y a tu madre; y: El que maldijere al padre, o a la madre, muera de muerte. Mas vosotros decís: Basta que el hombre diga a su padre, o a su madre: ‘Cualquier Corban(g), esto es, el don que yo ofreciere, a ti aprovechará’(h), Y no le permitís hacer ninguna otra cosa mas por el padre, o por la madre, Invalidando la palabra de Dios por vuestra tradición, que enseñasteis; y hacéis otras muchas cosas semejantes a ésta". Y convocando de nuevo al pueblo, les decía: "Escuchadme todos, y entended. No hay cosa fuera del hombre(i), que entrando en él, le pueda ensuciar(j); mas las que salen de él, ésas son las que ensucian al hombre. Si hay quien tenga orejas para oír, oiga". Y luego que dejó la gente(k), y entró en casa, le preguntaban sus discípulos de la parábola. Y les dijo: "Qué ¿vosotros también tenéis tan poca inteligencia(l)? ¿No comprendéis, que toda cosa que de fuera entra en el hombre, no lo puede hacer inmundo, Porque no entra en su corazón, sino que pasa al vientre, y después se echa en lugares excusados(m), purgando todas las viandas?" Y les decía: "Las cosas, que salen del hombre, son las que ensucian al hombre. Porque de lo interior del corazón de los hombres salen los pensamientos malos, los adulterios, las fornicaciones(n), los homicidios, Los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, las deshonestidades, el ojo maligno(o), la blasfemia, la soberbia, la locura(p). Todos estos males de dentro salen, y hacen inmundo al hombre". Y levantándose de allí, se fue a los confines de Tiro y de Sidón; y entrando en una casa, quiso que nadie lo supiese, mas no se pudo encubrir(q). Porque una mujer, que tenía una hija poseída de un espíritu inmundo, cuando oyó hablar de él, entró, y se echó a sus pies. Y la mujer era gentil(r), Sirofenicia de nación. Y le rogaba, que echase de su hija al demonio. Jesús le dijo: "Deja primero hartarse los hijos; porque no es bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perros". Mas ella respondió, y dijo: "Así es, Señor, porque los cachorrillos(s) comen debajo de la mesa de las migajas de los hijos". Entonces le dijo: "Por esto que has dicho(t), ve, que el demonio ha salido de tu hija". Y cuando llegó a su casa, halló a su hija echada sobre la cama, y que había salido de ella el demonio(u). Y saliendo otra vez de los confines de Tiro, fue por Sidón al mar de Galilea, atravesando el territorio de Decápolis. Y le trajeron un sordo y mudo(v), y le rogaron que pusiese la mano sobre él. Y sacándole aparte de entre la gente(w), le metió los dedos en sus orejas, y escupiendo, le tocó su lengua; Y mirando al cielo, gimió y le dijo: "Ephphetha", que quiere decir: "Se abierto". Y luego fueron abiertas sus orejas, y fue desatada la ligadura(x) de su lengua, y hablaba bien(y). Y les mandó que a nadie lo dijesen. Pero cuanto más se lo mandaba, tanto más lo divulgaban; Y tanto más se maravillaban, diciendo: "Bien lo ha hecho todo; y a los sordos ha hecho oír, y a los mudos hablar". En aquellos días como el pueblo hubiese concurrido otra vez en grande número, y no tuviesen que comer, llamando Jesús a sus discípulos, les dijo: "Compasión tengo de estas gentes, porque tres días ha que están conmigo, y no tienen que comer. Y si los enviare en ayunas a su casa, desfallecerán en el camino; pues algunos de ellos han venido de lejos"(a). Y sus discípulos le respondieron: "¿De dónde podrá alguno hartarlos de pan aquí en esta soledad?" Y les preguntó: "¿Cuántos panes tenéis?" Ellos dijeron: "Siete". Y mandó a la gente que se recostase sobre la tierra. Y tomando los siete panes, dando gracias, los partió, y dio a sus discípulos para que los distribuyesen, y los distribuyeron entre la gente. Tenían también unos pocos pececillos. Y los bendijo, y mandó que también se los distribuyesen. Y comieron, y se hartaron, y alzaron de los pedazos que habían sobrado(b), siete espuertas. Y eran los que habían comido como cuatro mil; y los despidió. Y entrando luego en el barco con sus discípulos, pasó al territorio de Dalmanuta(c). Y salieron los fariseos, y se pusieron a disputar con él, pidiéndole una señal del cielo por tentarle. Mas Jesús gimiendo en su interior(d), les dijo: "¿Por qué esta generación pide señal? En verdad os digo, que no(e) se dará señal a esta generación"(f). Y dejándolos, volvió a entrar en el barco(g), y pasó a la otra orilla del lago. Y se habían olvidado de tomar pan(h), y no tenían consigo sino un pan en el barco. Y les mandó, diciendo: "Mirad, y guardaos(i) de la levadura de los fariseos, y de la levadura de Herodes". Y discurrían entre sí, diciendo: "Porque no traemos pan"(j). Lo que habiendo conocido Jesús, les dijo: "¿Qué estáis pensando, sobre que no tenéis pan? ¿aún no conocéis, ni entendéis? ¿todavía tenéis ciego vuestro corazón(k)? ¿Teniendo ojos no veis? ¿y teniendo orejas, no oís? Y no os acordáis(l), Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántos cestos alzasteis llenos de pedazos?" "Doce", le respondieron. "Y cuando los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas espuertas alzasteis de pedazos?" "Siete", le dijeron. Y les decía: "Pues ¿cómo no entendéis aún? Y vinieron a Betsaida. Y le trajeron un ciego, y le rogaban que lo tocase(m). Y tomando al ciego por la mano, lo sacó fuera de la villa; y escupiéndole en los ojos, y poniendo las manos encima, le preguntó, si veía algo. Y él alzando los ojos, dijo: "Veo los hombres como árboles que andan"(n). Y le puso otra vez las manos sobre los ojos, y comenzó a ver(o), y fue sano, de modo que veía claramente todas las cosas. Y lo envió a su casa, diciendo: "Vete a tu casa, y si entrares en la villa, a nadie lo digas"(p). Y salió Jesús con sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filippo; y preguntaba por el camino a sus discípulos, diciéndoles: "¿Quién dicen los hombres que soy yo?" Ellos le respondieron, diciendo: "Juan el Bautista, otros Elías, y otros(q) como uno de los profetas"(r). Entonces les dijo: "Y vosotros ¿quién decís, que soy yo?" Respondió Pedro, y le dijo: "Tú eres el Cristo". Y les prohibió con amenazas, que a ninguno dijesen esto de él. Y comenzó a declararles, que convenía que el Hijo del hombre padeciese muchas cosas, y que fuese desechado(s) por los ancianos, y por los príncipes de los sacerdotes, y por los escribas, y que fuese entregado a la muerte, y que resucitase después de tres días. Y claramente decía esta palabra(t). Entonces Pedro tomándole aparte, comenzó a reñirle. Mas él, volviéndose, y mirando a sus discípulos, amenazó a Pedro, diciendo: "Quítateme de delante(u), Satanás, porque no sabes las cosas que son de Dios, sino las que son de los hombres". Y convocando al pueblo con sus discípulos, les dijo: "Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque el que quisiere salvar su vida, la perderá; mas el que perdiere su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Porque ¿qué aprovechará al hombre(v), si granjeare todo el mundo, y pierde su alma? O ¿qué recompensa dará el hombre por su alma? Y quien se afrentare de mí(w), y de mis palabras en medio de esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del hombre también se afrentará de él, cuando viniere en la gloria de su Padre acompañado de los santos ángeles". Y seis días después tomó Jesús consigo a Pedro, y a Santiago, y a Juan, y los llevó solos a un monte alto en lugar apartado. Y se transfiguró en presencia de ellos. Y sus vestidos se tornaron resplandecientes, y en extremo blancos como la nieve, tanto, que ningún batanero(a) sobre la tierra los puede hacer tan blancos. Y les apareció Elías con Moisés, y estaban conversando con Jesús. Y tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: "Maestro, bien será que nos estemos aquí. Y hagamos tres tiendas, para ti una, para Moisés otra, y para Elías otra". Porque no sabía lo que se decía; pues estaban atónitos de miedo. Y vino una nube, que les hizo sombra, y salió una voz de la nube, que decía: "Este es mi Hijo el muy amado; oídle". Y mirando luego alrededor, no vieron más a nadie consigo, sino solamente a Jesús. Y cuando bajaban del monte, les mandó que a nadie dijesen lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre hubiese resucitado de entre los muertos. Y tuvieron el caso en secreto, preguntándose entre sí, que sería aquello: "Cuando hubiere resucitado de entre los muertos"(b). Y le preguntaron, diciendo: "Pues ¿cómo dicen los fariseos y los escribas que Elías debe venir primero?" Él les respondió, y dijo: "Elías, cuando vendrá primero, reformará todas las cosas(c); y como está escrito acerca del Hijo del hombre, debe padecer mucho, y será despreciado(d). Mas dígoos, que Elías ya vino (e hicieron con él cuanto quisieron), como está escrito de él"(e). Y viniendo a sus discípulos, vio cerca de ellos una grande multitud de gente, y que los escriban estaban disputando con ellos(f). Y todo el pueblo viendo a Jesús, quedó suspenso, y llenos de temor acudieron corriendo a saludarle. Y les preguntó(g): "¿Qué es de lo que estáis disputando entre vosotros?" Y respondiendo uno de entre la gente, dijo: "Maestro, te he traído a mi hijo, que está poseído de un espíritu mudo(h); Y donde quiera que le toma, le tira contra la tierra, y le hace echar espumarajos(i), y crujir los dientes, y se va secando. Y dije a tus discípulos que le lanzasen, y no pudieron". Jesús les respondió, y dijo: "¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿hasta cuándo os sufriré? traédmele a mí". Y se le trajeron. Y luego que le vio, comenzó el espíritu a atormentarle; y estrellado contra la tierra, se revolcaba echando espumarajos. Y preguntó al padre de él: "¿Cuánto tiempo ha que le sucede esto?" Y él dijo: "Desde la infancia. Y muchas veces le ha arrojado en el fuego, y en las aguas, para acabar con él; mas si algo puedes(j), ayúdanos, apiadado de nosotros". Y Jesús le dijo: "Si puedes creer(k), todas las cosas son posibles para el que cree". Y exclamando luego el padre del muchacho, decía con lágrimas: "Creo, Señor; ayuda mi incredulidad"(l). Y cuando vio Jesús que la gente iba concurriendo en tropel, amenazó al espíritu inmundo, diciéndole: "Espíritu sordo y mudo(m), yo te mando, sal de él, y no entres más en él". Entonces dando grandes alaridos, y maltratándolo mucho, salió de él, y quedó como muerto, de manera que muchos decían: "Muerto está". Mas tomándole Jesús por la mano, le ayudó a alzarse(n), y se levantó. Y después que entró en la casa, sus discípulos le preguntaban aparte(o):"¿Por qué no le pudimos nosotros lanzar?" Y les dijo: "Esta casta(p) con nada puede salir, sino con oración, y ayuno". Y habiendo partido de allí, caminaron mas allá de Galilea; y no quería que nadie lo supiese(q). Y enseñaba a sus discípulos. Y les decía: "El Hijo del hombre será entregado en manos de hombres, y le harán morir, y después de muerto resucitará al tercero día". Pero ellos no entendían esta palabra(r), y temían el preguntarle. Y llegaron a Cafarnaúm(s). Y cuando estaban en la casa, les preguntaba: "¿Qué ibais tratando por el camino?" Mas ellos callaban; porque en el camino habían altercado entre sí, sobre cuál de ellos sería el mayor. Y sentándose, llamó a los doce, y les dijo: "Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el siervo de todos". Y tomando un niño, le puso en medio de ellos; y después de haberlo abrazado, les dijo: "Cualquiera que recibiere a uno de estos niños en mi nombre, a mí recibe; y todo el que a mí recibiere, no recibe a mí, sino a aquel que me envió". Y le respondió Juan, diciendo: "Maestro, hemos visto a uno que lanzaba demonios en tu nombre, que no nos sigue, y se lo vedamos"(t). Y dijo Jesús: "No se lo vedéis. Porque no hay ninguno, que haga milagro en mi nombre, y que pueda luego decir mal de mí(u). Porque el que no es contra vosotros, por vosotros es(v). Y cualquiera que os diere a beber un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo(w), en verdad os digo, que no perderá su galardón. Y todo aquel que escandalizare a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mas le valdría que se le atase al cuello una piedra de las que mueve un asno(x), y que se le echara en el mar. Y si tu mano te escandalizare, córtala. Más te vale entrar manco en la vida, que tener dos manos, e ir al infierno, al fuego que nunca se puede apagar, En donde el gusano de aquellos no muere(y), y el fuego nunca se apaga. Y si tu pie te escandaliza, córtale. Más te vale entrar cojo(z) en la vida eterna, que tener dos pies, y ser echado en el infierno de fuego inextinguible, En donde el gusano de aquellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Y si tu ojo te escandaliza, échale fuera. Más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que tener dos ojos y ser arrojado en el fuego del infierno, En donde no muere el gusano de aquellos, y el fuego nunca se apaga(a); Porque todos serán salados con fuego(b), y toda víctima será salada con sal(c). Buena es la sal; mas si la sal perdiere su sabor, ¿con qué la sazonaréis(d)? Tened sal en vosotros(e) y tened paz entre vosotros". - - - Y partiéndose de allí se fue a los términos de la Judea de la otra parte del Jordán; y volvieron las gentes a juntarse a él; y de nuevo los enseñaba, como solía. Y llegándose los fariseos, le preguntaban por tentarle: Si es lícito al marido repudiar a su mujer(a). Mas él respondiendo, les dijo: "¿Qué os mandó Moisés?" Ellos dijeron: "Moisés permitió escribir carta de divorcio(b), y repudiar". Y Jesús les respondió, y dijo: "Por la dureza de vuestro corazón os dejó escrito este mandamiento(c). Pero al principio de la creación, macho, y hembra(d) los hizo Dios(e). Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se juntará a su mujer, Y serán dos en una carne. Así que no son ya dos, sino una carne. Pues lo que Dios juntó, el hombre no lo separe". Y volvieron a preguntarle sus discípulos en casa sobre lo mismo. Y les dijo: "Cualquiera que repudiare a su mujer, y se casare con otra, adulterio comete contra aquélla(f); Y si la mujer repudiare a su marido, y se casare con otro, comete adulterio". Y le presentaban unos niños para que los tocase(g). Mas los discípulos reñían a los que los presentaban. Y cuando los vio Jesús, lo llevó muy a mal, y les dijo: "Dejad a los niños venir a mí, y no se lo estorbéis; porque de los tales es el reino de Dios. En verdad os digo: El que no recibiere el reino de Dios(h) como niño, no entrará en él". Y abrazándoles, y poniendo sobre ellos las manos, los bendecía. Y cuando salió para ponerse en camino, corrió uno a él, e hincándosele de rodillas, le preguntaba: "Maestro bueno, ¿qué haré para conseguir la vida eterna?" Y Jesús le dijo: "¿Por qué me dices bueno? Ninguno bueno, sino sólo Dios(i). Bien sabes los mandamientos: No hagas adulterio, no mates, no hurtes, no digas falso testimonio, no hagas engaño, honra a tu padre y a tu madre". Mas él le respondió, diciendo: "Maestro, todo esto he guardado desde mi juventud". Y Jesús poniendo en él los ojos, le mostró agrado(j), y le dijo: "Una sola cosa te falta(k): anda, vende cuanto tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme"(l). Mas él, afligido al oír esta palabra, se retiró triste(m); porque tenía muchas posesiones. Y Jesús mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Con cuánta dificultad entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!" Y los discípulos se asombraban de sus palabras. Mas Jesús les respondió otra vez diciendo: "Hijitos, ¡cuán difícil cosa es entrar en el reino de Dios los que confían en las riquezas! Mas fácil cosa es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar el rico en el reino de Dios". Ellos se maravillaban más, y se decían unos a otros: "¿Y quién podrá salvarse?" Entonces mirándolos Jesús, dijo: "Para los hombres(n) cosa es esta, que no puede ser, mas no para Dios; porque para Dios todas las cosas son posibles". Y comenzó Pedro a decirle: "He aquí, que nosotros hemos dejado todas las cosas, y te hemos seguido". Respondiendo Jesús, dijo: "En verdad os digo, que no hay ninguno, que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos, o tierras por mí, y por el Evangelio, Que no reciba cien tantos: ahora en este tiempo, casas, y hermanos, y hermanas, y madres, e hijos, y tierras, con persecuciones(o); y en el siglo venidero la vida eterna. Mas muchos primeros serán postreros, y postreros primeros". Y estaban en el camino para subir a Jerusalén; y Jesús iba delante de ellos, y se maravillaban(p), y le seguían con miedo. Y volviendo a tomar aparte a los doce, comenzó a decirles las cosas, que habían de venir sobre él(q): "He aquí nosotros subimos(r) a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes, y a los escribas, y a los ancianos, y le sentenciarán a muerte, y le entregarán a los gentiles; Y le escarnecerán, y le escupirán, y le azotarán, y le quitarán la vida; y al tercero día resucitará". Entonces(s) se llegaron a él Santiago, y Juan, hijos del Zebedeo, y le dijeron(t): "Maestro, queremos que nos concedas todo lo que te pidiéremos". Y él les dijo: "¿Qué queréis que os haga?" Y dijeron: "Concédenos, que nos sentemos en tu gloria, el uno a tu diestra, y el otro a tu siniestra". Mas Jesús les dijo: "No sabéis lo que os pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo bebo(u); o ser bautizados con el bautismo, con que yo soy bautizado?" Y ellos le dijeron: "Podemos". Y Jesús les dijo: "Vosotros en verdad beberéis el cáliz, que yo bebo; y seréis bautizados con el bautismo, con que yo soy bautizado; Mas sentarse a mi diestra, o a mi siniestra, no es mío darlo a vosotros(v), sino a aquellos para quienes está aparejado"(w). Y cuando los diez lo oyeron, comenzaron a indignarse contra Santiago y Juan. Mas Jesús los llamó, y les dijo: "Sabéis que aquellos, que se ven mandar(x) a las gentes, se enseñorean de ellas, y los príncipes de ellas tienen potestad sobre ellas. Mas no es así entre vosotros; antes el que quisiere ser el mayor(y), será vuestro criado; Y el que quisiere ser el primero entre vosotros, será siervo de todos. Porque el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y dar su vida en rescate por muchos". Y fueron a Jericó, y al salir de Jericó él, y sus discípulos, y muchas gentes con ellos, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo(z), estaba sentado junto al camino pidiendo limosna. Y cuando oyó que era Jesús Nazareno, comenzó a dar voces, y decir: "Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí". Y le reñían muchos para que callase. Mas él gritaba mucho más: "Hijo de David, ten misericordia de mí". Y se paró Jesús, y le mandó llamar. Llaman pues al ciego, y le dicen: "Ten buen ánimo; levántate, que te llama". El arrojó su capa, y saltando(a) se fue a él. Y tomando Jesús la palabra le dijo: "¿Qué quieres que te haga?" Y el ciego le dijo: "Maestro(b), que vea". Y Jesús le dijo: "Anda, tu fe(c) te ha sanado". Y luego vio, y le seguía por el camino(d). Y cuando se acercaron a Jerusalem(a) y a Betania, cerca del monte de los Olivos, enviados de sus discípulos, Y les dice: "Id al lugar que está enfrente de vosotros(b), y luego que entrareis en él(c), hallaréis un pollino atado, sobre el que no ha subido aún ningún hombre. Desatadlo y traedlo. Y si alguno os dijere: ‘¿Qué hacéis?’ decid que el Señor lo ha menester; y luego os le dejará traer acá". Y fueron y hallaron el pollino atado a la puerta fuera en la encrucijada(d); y le desatan. Y algunos de los que estaban allí, les decían: "¿Qué hacéis desatando el pollino?" Ellos les respondieron como Jesús les había mandado, y se lo dejaron(e). Y trajeron el pollino a Jesús; y echaron sobre él sus ropas, y se sentó sobre él. Y muchos tendieron sus vestidos por el camino; y otros cortaban hojas de los árboles, y las tendían por el camino. Y los que iban delante, y los que seguían detrás, daban voces, diciendo: "Hosanna; Bendito el que viene en el nombre del Señor; bendito el reino de nuestro padre David, el cual viene(f). Hosanna en las alturas". Y entró en Jerusalén en el templo; y después de haberlo reconocido todo, como fuese ya tarde, se salió a Betania con los doce. Y otro día, como salieron de Betania, tuvo hambre. Y viendo a lo lejos una higuera que tenía hojas, fue allá por si hallaría alguna cosa en ella; y cuando llegó a ella, nada halló sino hojas; porque no era tiempo de higos(g). Y respondiendo, le dijo: "Nunca mas coma nadie fruto de ti para siempre(h)". Y lo oyeron sus discípulos. Vienen pues a Jerusalén. Y habiendo entrado en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y trastornó las mesas de los banqueros, y las sillas de los que vendían palomas. Y no consentía que alguno transportase mueble alguno por el templo(i); Y les enseñaba, diciendo: "¿No está escrito: Mi casa(j), casa de oración será llamada de todas las gentes? Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones". Cuando lo supieron los príncipes de los sacerdotes y los escribas, buscaban cómo quitarle la vida(k); porque le temían, por cuanto todo el pueblo estaba maravillado de su doctrina. Y cuando vino la tarde, se salió de la ciudad. Y al pasar por la mañana, vieron que la higuera se había secado de raíz. Y se acordó Pedro, y le dijo: "Maestro, cata ahí la higuera que maldijiste, cómo se ha secado". Y respondiendo Jesús, les dijo: "Tened fe de Dios. En verdad os digo, que cualquiera que dijere a este monte: ‘Levántate, y échate en el mar’; y no dudare en su corazón, mas creyere que se hará cuanto dijere, todo le será hecho. Por tanto os digo, que todas las cosas que pidiereis orando, creed que las recibiréis(l), y os vendrán. Y cuando estuviereis para orar, si tenéis alguna cosa contra alguno, perdonadle, para que vuestro Padre, que está en los cielos, os perdone también vuestros pecados. Porque si vosotros no perdonareis, tampoco vuestro Padre, que está en los cielos, os perdonará vuestros pecados". Y volvieron otra vez a Jerusalén. Y andando él por el templo, se llegaron a él los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y los ancianos, Y le dijeron: "¿Con qué autoridad haces estas cosas? y ¿quién te ha dado esta potestad para hacer estas cosas?" Y Jesús les respondió, y dijo: "Yo también os haré una pregunta, y respondedme; y os diré con qué autoridad hago estas cosas. ¿El bautismo de Juan era del cielo, o de los hombres? Respondedme". Y ellos estaban entre sí pensando, y decían: "Si dijéremos, que del cielo, nos dirá: ‘¿Por qué no lo creísteis?’ Si dijéremos: ‘De los hombres’, tememos al pueblo"(m); porque todos estaban persuadidos, que Juan era verdaderamente profeta. Y respondieron a Jesús, diciendo: "No lo sabemos". Y Jesús les respondió, y dijo: "Pues ni yo tampoco os diré con qué autoridad hago estas cosas". Y comenzó a hablarles por parábolas(a): "Un hombre plantó una viña, y la cercó con vallado, y cavó(b) un lagar, y edificó una torre; y la arrendó a unos labradores, y se fue lejos de su tierra. Y a su tiempo envió uno de sus siervos a los labradores, para que recibiese de los labradores el fruto de la viña(c). Ellos asiendo de él, lo hirieron, y lo enviaron vacío. Y volvió a enviarles otro siervo; y le hirieron en la cabeza(d), y le hicieron muchos escarnios(e). Y de nuevo envió otro, y le mataron, y otros muchos(f), de los cuales a unos hirieron, y a otros mataron. Mas como tuviese aún un hijo, a quien amaba tiernamente, se lo envió también el postrero, diciendo: ‘Tendrán respeto a mi hijo’. Pero los labradores dijeron entre sí: ‘Éste es el heredero. Venid, matémosle; y será nuestra la heredad’(g). Y trabando de él, le mataron, y le echaron fuera de la viña. ¿Qué hará pues el dueño de la viña? Vendrá, y acabará con los labradores, y dará la viña a otros. ¿No habéis leído esta escritura: La piedra, que desecharon los que edificaban, ésta es puesta por la principal de la esquina(h); Por el Señor ha sido hecho esto, y es cosa maravillosa en nuestros ojos?" Y buscaban medios de prenderle, mas temieron al pueblo, porque entendieron, que contra ellos había dicho esta parábola. Y dejándole, se fueron. Y le enviaron algunos de los fariseos, y de los herodianos(i), para que le tomasen en alguna palabra. Ellos viniendo le dicen: "Maestro, sabemos que eres hombre veraz, y que no atiendes a respetos humanos; porque no miras a los hombres por la apariencia, sino que enseñas el camino de Dios según verdad: ¿Es lícito dar tributo al César, o no se lo daremos(j)?" Él, entendiendo la superchería de ellos(k), les dijo: "¿Por qué me tentáis? Traedme acá un denario(l), para verlo". Y ellos se lo trajeron. Y les dijo: "¿Cuya es esta figura, y letrero?" "Del César", le respondieron. Y Jesús respondió, y les dijo: "Pues dad al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios". Y se maravillaban de ello(m). Y vinieron a él los saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaban, diciendo: "Maestro, Moisés nos dejó escrito, que si muriere el hermano de alguno, y dejare mujer, y no tuviere hijos, que tome su hermano la mujer de él, y que levante linaje a su hermano(n). Pues eran siete hermanos: y el mayor tomó mujer, y murió sin dejar sucesión; El segundo la tomó, y murió también sin dejar hijos; y el tercero de la misma manera. Y asimismo la tomaron los siete; y no dejaron hijos. Y la postrera(o) de todos murió también la mujer. Al tiempo pues de la resurrección(p), cuando volvieron a vivir, ¿de cuál de estos será mujer? porque todos siete la tuvieron por mujer". Y respondiendo Jesús, les dijo: "¿No veis que erráis, porque no comprendéis las Escrituras, ni la virtud de Dios(q)? Porque cuando resucitarán de entre los muertos, ni se casarán, ni serán dados en casamiento(r), sino que serán como los ángeles(s) en los cielos. Y de los muertos que hayan de resucitar, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, cómo Dios le habló sobre la zarza(t), diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? No es Dios de muertos, sino de vivos(u). Y así vosotros erráis mucho". Y se llegó uno de los escribas, que los había oído disputar, y viendo que les había respondido bien, le preguntó cuál era el primero de todos los mandamientos. Y Jesús le respondió: "El primer mandamiento de todos es: Escucha, Israel: el Señor tu Dios(v) un solo Dios es(w); Y amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todo tu entendimiento, y de todas tus fuerzas. Este es el primer mandamiento. Y el segundo semejante es a él(x): Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos"(y). Y le dijo el escriba: "Maestro, en verdad has dicho bien, que uno es Dios, y no hay otro fuera de Él. Y que amarle de todo corazón, y de todo entendimiento, y de toda el alma, y de todo poder, y amar al prójimo como a sí mismo, es más que todos los holocaustos, y sacrificios". Jesús, cuando vio que había respondido sabiamente, le dijo(z): "No estás lejos del reino de Dios"(a). Y ya ninguno se atrevía a preguntarle. Y respondiendo Jesús decía, enseñando en el templo: "¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? Porque el mismo David por el Espíritu Santo(b) dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga tus enemigos por tarima de tus pies. Pues el mismo David le llama Señor, ¿de dónde pues es su hijo?" Y una grande multitud de pueblo le oía con gusto(c). Y les decía en su doctrina: "Guardaos de los escribas, que gustan de andar con ropas largas, y que los saluden en las plazas, Y estar en las sinagogas en las primeras sillas, y en las cenas en los primeros asientos; Que devoran las casas de las viudas con pretexto de largas oraciones(d). Éstos serán juzgados con mayor rigor". Y estando Jesús sentado de frente al arca de las ofrendas(e), estaba mirando cómo echaban las gentes el dinero en el arca: y muchos ricos echaban mucho. Y vino una pobre viuda, y echó dos pequeñas piezas(f) del valor de un cuadrante(g). Y llamando a sus discípulos, les dijo: "En verdad os digo, que más echó esta pobre viuda, que todos los otros que echaron en el arca. Porque todos han echado(h) de aquello que les sobraba; mas ésta de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento(i)". Y al salir del templo, le dijo uno de sus discípulos: "Maestro, mira qué piedras, y qué fábrica". Y respondiendo Jesús, le dijo: "¿Ves todos estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada". Y estando sentado en el monte del Olivar de cara al templo, le preguntaban aparte Pedro, y Santiago, y Juan, y Andrés: "Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿y qué señal habrá, cuando todas estas cosas comenzarán a cumplirse?" Y respondiéndoles Jesús, comenzó a decirles: "Guardaos, que nadie os engañe; Porque muchos vendrán en mi nombre, que dirán: ‘yo soy’(a); y engañarán a muchos. Mas cuando oyereis de guerras, y de rumores(b) de guerras, no temáis; porque conviene que esto sea, mas aún no será el fin. Porque se levantará gente contra gente, y reino contra reino, y habrá terremotos por los lugares, y hambres(c): esto será principio de dolores. Mas guardaos a vosotros mismos. Porque os entregarán en los concilios, y seréis azotados en las sinagogas, y compareceréis ante los gobernadores y reyes por mí, en testimonio a ellos(d). Y ante todas cosas conviene que sea predicado el Evangelio a todas las gentes. Y cuando os llevaren para entregaros, no premeditéis(e) lo que habéis de hablar; mas decid lo que os fuere dado en aquella hora; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo. Y el hermano entregará el hermano a la muerte, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los padres, y los matarán. Y seréis aborrecidos de todos por mi nombre; mas el que perseverare hasta el fin, este será salvo. Y cuando viereis la abominación de la desolación(f) estar en donde no debe, quien lee, entienda: entonces los que estén en la Judea, huyan a los montes; Y el que esté sobre el tejado, no descienda a la casa, ni entre dentro para tomar alguna cosa de su casa; Y el que estuviere en el campo, no vuelva atrás(g) para tomar su vestido. Mas ¡ay de las preñadas y de las que criaren en aquellos días! Rogad, pues, que no sean estas cosas en invierno(h). Porque aquellos días serán tribulaciones tales(i), cuales no fueron desde el principio de las criaturas, que hizo Dios hasta ahora ni serán. Y si el Señor no hubiera abreviado aquellos días, no se salvaría ninguna carne; mas por amor de los escogidos, que escogió, abrevió aquellos días(j). Entonces si alguno os dijere: ‘He aquí está el Cristo’, o ‘hételo allí’, no lo creáis. Porque se levantarán falsos cristos, y falsos profetas, y darán señales y portentos para engañar, si puede ser, aun a los escogidos. Estad pues vosotros sobre aviso; he aquí que todo os lo dije de antemano. Mas en aquellos días(k), después de aquella tribulación, se oscurecerá el sol, y la luna no dará su resplandor; Y caerán las estrellas del cielo, y se moverán las virtudes, que están en los cielos. Y verán entonces al Hijo del hombre, que vendrá en las nubes con gran poder y gloria. Y entonces enviará sus ángeles, y juntará sus escogidos de los cuatro vientos(l), desde el un cabo de la tierra hasta el cabo del cielo(m). Y de la higuera aprended una semejanza: cuando sus ramos están ya tiernos, y las hojas nacidas, conocéis que está cerca el estío. Pues, así también cuando viereis que acontecen estas cosas, sabed que está cerca a las puertas. En verdad os digo que no pasará(n) esta generación, que todo esto no sea cumplido. El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán. Mas de aquel día, y de aquella hora nadie sabe, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo(o), sino el Padre. Estad sobre aviso, velad, y orad; porque no sabéis cuándo será el tiempo. Así como un hombre, que partiéndose lejos, dejó su casa, y encargó a cada uno de sus siervos todo lo que debía hacer, y mandó al portero, que velase; Velad, pues, (porque no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa: si de tarde, o a media noche, o al canto del gallo(p), o a la mañana). No sea que cuando viniere de repente, os halle durmiendo. Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad(q)". Y dos días después era la Pascua y los Ázimos(a). Y los príncipes de los sacerdotes y los escribas andaban buscando cómo le prenderían(b) por engaño, y le harían morir. Mas decían: "No en el día de la fiesta(c), porque no se moviese alboroto en el pueblo". Y estando Jesús en Betania en casa de Simón el leproso, sentado a la mesa, llegó una mujer, que traía un vaso de alabastro de ungüento muy precioso de nardo espique(d); y quebrando el vaso, derramó el bálsamo sobre su cabeza. Y algunos de los que había allí, lo llevaban muy a mal entre sí mismos, y decían: "¿A qué fin es este desperdicio(e) de ungüento? Pues podía venderse este ungüento por más de trescientos denarios(f), y darse a los pobres". Y bramaban(g) contra ella. Mas Jesús dijo: "Dejadla. ¿Por qué la molestáis? Buena obra ha hecho conmigo. Porque siempre tenéis pobres con vosotros; y cuando quisiereis, les podéis hacer bien; mas a mí no siempre me tenéis. Hizo esta lo que pudo. Se adelantó a ungir mi cuerpo para la sepultura. En verdad os digo, que donde quiera que fuere predicado este Evangelio por todo el mundo, también lo que ésta ha hecho será contado en memoria de ella(h)". Y Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los príncipes de los sacerdotes, para entregárselo. Ellos, cuando lo oyeron, se holgaron; y prometieron darle dinero. Y buscaba ocasión oportuna para entregarle. Y el primer día de los Ázimos, cuando sacrificaban la pascua(i), le dicen sus discípulos: "¿Dónde quieres que vamos a disponerte, para que comas la pascua?" Y envía dos de sus discípulos, y les dice: "Id a la ciudad(j); y encontraréis un hombre, que lleva un cántaro de agua; seguidle Y en donde quiera que entrare, decid al dueño de la casa: ‘El Maestro dice: ¿Dónde está el aposento(k), en donde he de comer la pascua con mis discípulos?’ Y él os mostrará un cenáculo(l) grande, aderezado; y disponed allí para nosotros". Y partieron los discípulos, y fueron a la ciudad; y lo hallaron, como les había dicho, y aderezaron la pascua(m). Y llegada la tarde, fue con los doce. Y cuando estaban sentados, y comiendo a la mesa, les dijo Jesús: "En verdad os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me entregará". Entonces ellos comenzaron a entristecerse(n), y a decirle cada uno por sí(o): "¿Acaso soy yo?" Y él les respondió: "Uno de los doce, el que mete conmigo la mano en el plato(p). Y el Hijo del hombre va en verdad, como está escrito de él; mas ¡ay de aquel hombre, por quien será entregado el Hijo del hombre! Bueno le fuera a aquel hombre, si nunca hubiera nacido". Y estando ellos comiendo, tomó Jesús el pan; y bendiciéndolo, lo partió, y se lo dio, y dijo: "Tomad(q), éste es mi cuerpo". Y tomando el cáliz, dando gracias, se lo alargó; y bebieron de él todos. Y les dijo: "Ésta es mi sangre del nuevo Testamento, que por muchos será derramada(r). En verdad os digo, que no beberé ya de este fruto de vid hasta aquel día, que lo beberé nuevo en el reino de Dios". Y dicho el himno(s), salieron al monte del Olivar. Y Jesús les dijo: "Todos seréis escandalizados en mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor(t), y se descarriarán las ovejas. Mas después que resucitare, iré antes que vosotros a Galilea". Y Pedro le dijo: "Aunque todos en ti se escandalicen, mas no yo". Y Jesús le dijo: "En verdad te digo que tú(u), hoy en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces(v), me negarás tres veces". Pero él con mayor porfía decía: "Aunque sea menester que yo muera juntamente contigo, no te negaré". Y lo mismo también decían todos. Y fueron a una heredad, llamada Getsemaní. Y dijo a sus discípulos: "Sentaos aquí mientras que hago oración". Y llevó consigo a Pedro, y a Santiago, y a Juan; y comenzó a atemorizarse, y a angustiarse. Y les dijo: "Mi alma está triste hasta la muerte(w); esperad aquí, y velad(x)". Y habiendo ido adelante un poco, se postró en tierra; y pedía, que si ser pudiese, pasase de él aquella hora(y), Y dijo: "Abba, Padre(z); todas las cosas te son posibles; traspasa de mí este cáliz; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú". Y vino, y los halló durmiendo; y dijo a Pedro: "¿Simón, duermes? ¿no has podido velar una hora? Velad, y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu en verdad está pronto, mas la carne enferma". Y fue otra vez a orar, diciendo las mismas palabras. Y vuelto, los halló de nuevo dormidos (porque sus ojos estaban cargados(a) ); y no sabían qué responderle. Y vino la tercera vez, y les dijo: "Dormid ya, y reposad. Basta(b). La hora es llegada. Ved que el Hijo del hombre va a ser entregado(c) en manos de pecadores. Levantaos, vamos. He aquí(d) el que me ha de entregar, está cerca". Y estando aún él hablando, llega Judas Iscariote, uno de los doce, y con él un grande tropel de gente, con espadas y palos, de parte de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, y de los ancianos. Y el traidor les había dado una señal, diciendo: "Aquel que yo besare, aquel es, prendedle, y llevadle con cuidado(e)". Y cuando llegó, se acercó luego a él, y dijo: "Maestro, Dios te guarde"; y le besó. Entonces ellos le echaron las manos, y le prendieron. Y uno de los que estaban con Jesucristo, sacando la espada, hirió a un siervo del sumo sacerdote; y le cortó la oreja. Y tomando Jesús la palabra, les dijo: "¿Como a ladrón habéis salido a prenderme con espadas y con palos? Cada día estaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis. Mas para que se cumplan las Escrituras". Entonces desamparándole sus discípulos, huyeron todos. Y un mancebo iba en pos de él, cubierto de una sábana sobre el cuerpo desnudo; y le asieron(f). Mas él, soltando la sábana, se les escapó desnudo. Y llevaron a Jesús a casa del sumo sacerdote; y se juntaron todos los sacerdotes(g), y los escribas, y los ancianos. Mas Pedro le fue siguiendo a lo lejos hasta dentro del palacio del sumo sacerdote; y se estaba sentado al fuego con los ministros(h), calentándose(i). Y los príncipes de los sacerdotes, y todo el concilio buscaban algún testimonio contra Jesús para hacerle morir; y no lo hallaban. Porque muchos decían testimonio falso contra él; mas no concordaban sus testimonios(j). Y levantándose unos, atestiguaban falsamente contra él, diciendo: "Nosotros le hemos oído decir: Yo destruiré este templo hecho de mano y en tres días edificaré otro no hecho de mano(k)". Y no se concertaba el testimonio de ellos(l). Y levantándose en medio el sumo sacerdote, preguntó a Jesús, diciendo: "¿No respondes alguna cosa a lo que estos atestiguan contra ti?" Mas él callaba, y nada respondió. Le volvió a preguntar el sumo sacerdote, y le dijo: "¿Eres tú el Cristo, el Hijo de Dios bendito(m)?" Y Jesús le dijo: "Yo soy; y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y venir con las nubes del cielo". Entonces el sumo sacerdote, rasgando sus vestiduras, dijo: "¿Qué necesitamos ya de testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece?" Y le condenaron todos ellos a que era reo de muerte. Y algunos comenzaron a escupirle, y cubriéndole la cara le daban golpes, y le decían: "Adivina"; y los ministros le daban de bofetadas(n). Y estando Pedro abajo(o) en el atrio, llegó una de las criadas del sumo sacerdote; Y cuando vio a Pedro, que se calentaba, clavando en él los ojos, le dijo: "Y tú con Jesús Nazareno estabas". Mas él lo negó y dijo: "Ni le conozco, ni sé lo que dices". Y se salió fuera delante del atrio, y cantó el gallo(p). Y viéndole de nuevo la criada(q), comenzó a decir a los que estaban presentes: "Éste de ellos es". Mas él lo negó otra vez. Y poco después los que allí estaban, decían a Pedro: "Verdaderamente tú de ellos eres; porque eres también Galileo(r)". Y él comenzó a maldecirse, y a jurar: "No conozco a ese hombre, que decís". Y en el mismo punto cantó el gallo la segunda vez. Y se acordó Pedro de la palabra, que Jesús le había dicho: "Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces". Y comenzó a llorar(s). Y luego por la mañana teniendo consejo los príncipes de los sacerdotes con los ancianos, y los escribas, y todo el concilio, haciendo atar a Jesús, le llevaron, y entregaron a Pilato(a). Y Pilato le preguntó: "¿Eres tú el rey de los Judíos?" Y él respondiendo le dijo: "Tú lo dices". Y los príncipes de los sacerdotes le acusaban de muchas cosas(b). Y Pilato le preguntó otra vez, diciendo: "¿No respondes nada? Mira, de cuántas cosas te acusan". Mas Jesús ni aun con eso respondió(c), de modo que se maravillaba Pilato. Pero acostumbraba en el día de la fiesta dar libertad a uno de los presos, cualquiera que ellos pidiesen. Y había uno llamado Barrabás, que estaba preso con otros sediciosos, por haber hecho una muerte en una revuelta(d). Y como concurriese el pueblo, comenzó a pedirle(e) la gracia que siempre les hacía. Y Pilato les respondió, y dijo: "¿Queréis que os suelte al rey de los Judíos?" Porque sabía que por envidia lo habían entregado los príncipes de los sacerdotes. Mas los pontífices incitaron a la gente para que les soltase antes a Barrabás. Y Pilato les respondió, y dijo otra vez: "Pues ¿qué queréis que haga del rey de los Judíos(f)?" Y ellos volvieron a gritar: "Crucifícale". Mas les decía Pilato: "Pues ¿qué mal ha hecho?" Y ellos gritaban más: "Crucifícale". Y Pilato queriendo contentar al pueblo(g), les puso en libertad a Barrabás, y después de haber hecho azotar a Jesús, le entregó para que le crucificasen(h). Y los soldados le llevaron al atrio del pretorio(i), y convocan toda la cohorte. Y le visten de púrpura, y tejiendo una corona de espinas, se la pusieron. Y comenzaron a saludarle(j): "Dios te salve, rey de los Judíos". Y le herían en la cabeza con una caña(k), y le escupían, e hincando las rodillas(l), le adoraban. Y después de haberle escarnecido, le desnudaron de la púrpura, y le vistieron sus ropas; y le sacan fuera para crucificarle. Y compelieron a uno que pasaba, Simón de Cirene, que venía de una granja, padre de Alejandro y de Rufo, a que cargase con la cruz de Jesús(m). Y lo llevan a un lugar llamado Gólgota, que se interpreta lugar de la Calavera. Y le daban a beber vino mezclado con mirra(n), y no lo tomó. Y después de haberle crucificado, repartieron sus ropas, echando suertes sobre ellas, para ver lo que llevaría cada uno. Era pues la hora de tercia(o), cuando lo crucificaron. Y el título de su causa tenía esta inscripción(p): "Í". Y crucificaron con él dos ladrones, el uno a su derecha, y el otro a su izquierda(q). Y se cumplió la Escritura, que dice: Y fue contado con los malos(r). Y los que pasaban, blasfemaban de él, moviendo sus cabezas, y diciendo: "¡Ah! el que derribas el templo de Dios, y en tres días lo reedificas, Sálvate a ti mismo, y desciende de la cruz". Y de esta manera, escarneciéndole también los príncipes de los sacerdotes con los escribas, decían unos a otros: "A otros salvó, a sí mismo no puede salvar(s). El Cristo, el rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que lo veamos, y creamos". También los que estaban crucificados con él, le denostaban(t). Y cuando fue hora de sexta, se cubrió de tinieblas toda la tierra hasta la hora de nona. Y a la hora de nona(u) exclamó Jesús con grande voz, diciendo: ",, ¿?" que quiere decir: "Dios mío, Dios mío ¿por qué me has desamparado?" Y algunos de los que estaban presentes, cuando lo oyeron, decían: "Mirad(v), a Elías llama". Y corriendo uno, y empapando una esponja(w) en vinagre, y atándola en una caña, le daba a beber, diciendo: "Dejad, veamos si viene Elías a quitarlo". Mas Jesús, dando una grande voz, expiró(x). Y se rasgó el velo del templo en dos partes, de alto abajo. Y cuando el Centurión(y), que estaba enfrente, vio que así clamando había expirado, dijo: "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios". Y había también allí unas mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaba María Magdalena, y María madre de Santiago el menor y de José(z), y Salomé(a); Las cuales, cuando estaba en Galilea, le seguían, y le servían; y otras muchas, que juntamente con él habían subido a Jerusalén. Y cuando se hizo ya tarde (pues era la Parásceve(b), que es la víspera del sábado), Vino José de Arimatea, ilustre senador(c), que también él esperaba el reino de Dios, y entró osadamente a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. Y Pilato se maravillaba de que tan pronto hubiese muerto(d). Y llamando al Centurión, le preguntó, si era ya(e) muerto. Y después que lo supo el Centurión, dio el cuerpo a José. Y José compró una sábana, y quitándole(f), lo envolvió en la sábana, y lo puso en un sepulcro, que estaba abierto en piedra(g); y arrimó una losa a la boca del sepulcro(h). Y María Magdalena, y María madre de José miraban dónde le ponían(i). Y como pasó el sábado, María Magdalena, y María madre de Santiago, y Salomé compraron aromas(a) para ir a embalsamar a Jesús. Y muy de mañana(b) el primero de los sábados, vienen al sepulcro, salido ya el sol. Y decían entre sí: "¿Quién nos quitará la losa de la puerta del sepulcro?" Mas reparando, vieron revuelta la losa. Porque era muy grande. Y entrando en el sepulcro(c), vieron un mancebo sentado al lado derecho, cubierto de una ropa blanca, y se pasmaron. Él les dice: "No os asustéis. Buscáis a Jesús Nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí. Ved aquí el lugar en donde le pusieron. Mas id, y decid a sus discípulos, y a Pedro(d), que va delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis, como os dijo". Y ellas, saliendo, huyeron del sepulcro, porque las había tomado temor y espanto; y a nadie dijeron nada(e), porque estaban poseídas de miedo. Mas habiendo resucitado(f) por la mañana, el primer día de la semana(g), apareció primeramente a María Magdalena, de la cual había lanzado siete demonios(h). Ella lo fue a decir a los que habían estado con él, que estaban afligidos, y llorando(i). Y ellos, cuando oyeron que estaba vivo, y que ella le había visto, no lo creyeron. Mas después de esto se mostró en otra forma(j) a dos de ellos, que iban a una aldea(k). Y éstos fueron a decirlo a los otros; y tampoco los creyeron. Finalmente(l) estando sentados a la mesa los once, se les apareció; y les afeó su incredulidad(m) y dureza de corazón; por no haber creído a los que le habían visto resucitado. Y les dijo: "Id por todo el mundo, y predicad el Evangelio a toda criatura(n). El que creyere, y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado(o). Y estas señales seguirán a los que creyeren: Lanzarán demonios en mi nombre; hablarán nuevas lenguas; Quitarán serpientes(p), y si bebieren alguna cosa mortífera, no les dañará; pondrán las manos sobre los enfermos, y sanarán". Y el Señor Jesús, después que les habló(q), fue recibido arriba en el cielo(r), y está sentado a la diestra de Dios. Y ellos salieron(s), y predicaron en todas partes, obrando el Señor con ellos(t), y confirmando su doctrina con los milagros, que la acompañaban(u). Ya que muchos han intentado(a) poner en orden la narración de las cosas, que entre nosotros han sido cumplidas; Como nos las contaron(b) los que desde el principio las vieron por sus ojos, y fueron ministros de la palabra(c); Me ha parecido también a mí, después de haberme muy bien informado, cómo pasaron desde el principio, escribírtelas por orden, o buen Teófilo(d), Para que conozcas la verdad(e) de aquellas cosas, en que has sido instruido. Hubo en los días de Herodes(f), rey de Judea, un sacerdote nombrado Zacarías, de la suerte(g) de Abías; y su mujer de las hijas de Aaron(h), y el nombre de ella Elisabeth(i). Y eran ambos justos(j) delante de Dios, caminando irreprensiblemente en todos los mandamientos y estatutos del Señor. Y no tenían hijo, porque Elisabeth era estéril, y ambos eran avanzados en sus días. Y aconteció que, ejerciendo Zacarías su ministerio de sacerdote delante de Dios en el orden de su vez, Según la costumbre del sacerdocio, salió por su suerte a poner el incienso(k), entrando en el Templo del Señor. Y toda la muchedumbre del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso. Y se le apareció(l) el ángel del Señor, puesto en pie a la derecha del altar(m) del incienso. Y Zacarías al verle se turbó, y cayó temor sobre él. Mas el ángel le dijo: "No temas, Zacarías, porque tu oración ha sido oída(n); y tu mujer Elisabeth te parirá un hijo(o), y llamarás su nombre Juan(p); Y tendrás gozo y alegría, y se gozarán muchos en su nacimiento(q); Porque será grande delante del Señor; y no beberá vino, ni sidra(r); y será lleno del Espíritu Santo(s) aun desde el vientre de su madre; Y a muchos de los hijos de Israel convertirá al Señor el Dios de ellos. Porque él irá delante de él con el espíritu y virtud de Elías(t), para convertir los corazones de los padres a los hijos, y los incrédulos a la prudencia de los justos, para aparejar al Señor un pueblo perfecto(u)". Y dijo Zacarías al ángel: "¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer está avanzada en días". Y respondiendo el ángel, le dijo: "Yo soy Gabriel, que asisto delante de Dios(v); y soy enviado a hablarte, y a traerte esta feliz nueva. Y tú quedarás mudo, y no podrás hablar hasta el día en que esto sea hecho, porque no creíste a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo". Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se maravillaban de que se tardase él en el Templo. Y cuando salió, no les podía hablar, y entendieron que había visto visión en el Templo. Y él se lo significaba por señas, y quedó mudo(w). Y cuando fueron cumplidos los días de su ministerio(x), se fue a su casa. Y después de estos días concibió Elisabeth su mujer, y se estuvo escondida cinco meses(y), diciendo: "Porque el Señor me hizo esto en los días, en que atendió a quitar mi oprobio(z) de entre los hombres". Y al sexto mes(a), el ángel Gabriel fue enviado de Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, A una virgen desposada con un varón, que se llamaba José, de la casa de David(b); y el nombre de la virgen era María. Y habiendo entrado el ángel a donde estaba(c), dijo: "Dios te salve(d), llena de gracia; el Señor es contigo; bendita tú(e) entre las mujeres". Y cuando ella esto oyó(f), se turbó con las palabras de él, y pensaba, qué salutación fuese ésta. Y el ángel le dijo: "No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; He aquí, concebirás en tu seno(g), y parirás un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo, y le dará el Señor Dios el trono de David su padre; y reinará en la casa de Jacob por siempre(h), Y no tendrá fin su reino(i)". Y dijo María al ángel: "¿Cómo será esto, porque no conozco varón(j)?" Y respondiendo el ángel, le dijo: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti(k), y te hará sombra la virtud del Altísimo. Y por eso lo santo(l), que nacerá de ti, será llamado Hijo de Dios. Y he aquí Elisabeth tu parienta, también ella ha concebido un hijo en su vejez; y este es el sexto mes a ella, que es llamada la estéril; Porque no hay cosa alguna imposible para Dios". Y dijo María: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra(m)". Y se retiró el ángel de ella. Y en aquellos días levantándose María fue con prisa a la montaña, a una ciudad de Judá(n); Y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabeth. Y cuando Elisabeth oyó la salutación de María, la criatura dio saltos en su vientre(o); y fue llena Elisabeth del Espíritu Santo(p); Y exclamó en alta voz, y dijo: "Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre; Y ¿de dónde esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque he aquí luego que llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura dio saltos de gozo en mi vientre. ¡Y bienaventurada la que creíste, porque cumplido será lo que te fue dicho de parte del Señor!". Y dijo María: "Mi alma engrandece al Señor; Y mi espíritu se regocijó en Dios mi Salvador(q), Porque miró la bajeza de su esclava(r), pues ya desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones(s); Porque me ha hecho grandes cosas el que es poderoso, y santo el nombre de él(t). Y su misericordia de generación en generación sobre los que le temen. Hizo valentía con su brazo(u): esparció a los soberbios del pensamiento de su corazón. Destronó a los poderosos(v), y ensalzó a los humildes. Hinchó de bienes a los hambrientos, y a los ricos(w) dejó vacíos. Recibió a Israel su siervo(x), acordándose de su misericordia. —Así como habló(y) a nuestros padres—, a Abraham y a su descendencia por los siglos(z)". Y María se detuvo(a) con ella como tres meses; y se volvió a su casa. Mas a Elisabeth se le cumplió el tiempo de parir, y parió un hijo. Y oyeron sus vecinos y parientes que el Señor había señalado con ella su misericordia, y se congratulaban con ella. Y aconteció que al octavo día vinieron a circuncidar al niño, y le llamaban del nombre de su padre Zacarías. Y respondiendo su madre, dijo: "De ningún modo, sino Juan será llamado(b)". Y le dijeron: "Nadie hay en tu linaje, que se llame con este nombre". Y preguntaban por seña al padre del niño, cómo quería que se le llamase. Y pidiendo una tableta(c), escribió, diciendo: "Juan es su nombre". Y se maravillaron todos(d). Y luego fue abierta su boca y su lengua(e), y hablaba bendiciendo a Dios. Y vino temor sobre todos los vecinos de ellos, y se extendieron todas estas cosas por todas las montañas de la Judea; Y todos los que las oían, las conservaban en su corazón(f), diciendo: "¿Quién pensáis que será este niño?" Porque la mano del Señor era con él(g). Y Zacarías, su padre, fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo: "Bendito el Señor Dios de Israel, porque visitó, e hizo la redención de su pueblo(h), Y nos alzó el cuerno de salud(i) en la casa de David, su siervo. Como habló por boca de sus santos profetas, que ha habido de todo tiempo: Salud(j) de nuestros enemigos, y de mano de todos los que nos aborrecen, Para hacer misericordia con nuestros padres, y acordarse de su santo testamento(k). El juramento, que juró a nuestro padre Abraham, que él daría a nosotros, Para que librados de las manos de nuestros enemigos, le sirvamos sin temor(l), En santidad y en justicia delante de él mismo, todos los días de nuestra vida. Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; porque irás ante la faz del Señor, para aparejar sus caminos(m); Para dar conocimiento de salud a su pueblo, para la remisión de sus pecados(n). Por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, con que nos visitó de lo alto el oriente(o); Para alumbrar(p) a los que están de asiento en tinieblas y en sombra de muerte, para enderezar nuestros pies a camino de paz". Y el niño crecía, y era fortificado en espíritu(q); y estuvo en los desiertos hasta el día que se manifestó a Israel(r). Y aconteció en aquellos días, que salió un edicto de César Augusto, para que fuese empadronado todo el mundo(a). Este primer empadronamiento(b) fue hecho por Cirino(c), gobernador de la Siria. E iban todos a empadronarse cada uno a su ciudad(d). Y subió también José de Galilea de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén; porque era de la casa y familia de David(e), Para empadronarse con su esposa María, que estaba preñada. Y estando allí, aconteció que se cumplieron los días en que había de parir. Y parió a su Hijo primogénito, y lo envolvió en pañales(f), y lo recostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón(g). Y había unos pastores en aquella comarca, que estaban velando(h), y guardando las velas de la noche(i) sobre su ganado. Y he aquí se puso junto a ellos un ángel del Señor, y la claridad de Dios los cercó de resplandor, y tuvieron grande temor. Y les dijo el ángel: "No temáis; porque he aquí os anuncio un grande gozo, que será a todo el pueblo: Que hoy os es nacido el Salvador, que es el Cristo Señor, en la ciudad de David; Y esta os será la señal: Hallaréis un niño envuelto en pañales, y echado en un pesebre". Y súbitamente apareció con el ángel(j) una tropa numerosa de la milicia celestial, que alababan a Dios, y decían: "Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad(k)". Y aconteció, que luego que los ángeles se retiraron de ellos al cielo, los pastores se decían los unos a los otros: "Pasemos hasta Belén, y veamos esto(l), que ha acontecido, lo cual el Señor nos ha mostrado". Y fueron apresurados, y hallaron a María, y a José, y al niño echado en el pesebre. Y cuando esto vieron, entendieron(m) lo que se les había dicho acerca de aquel niño. Y todos los que lo oyeron, se maravillaron, y también de lo que les habían referido los pastores. Mas María guardaba todas estas cosas, confiriéndolas en su corazón(n). Y se volvieron los pastores glorificando, y loando a Dios por todas las cosas, que habían oído y visto, así como les había sido dicho. Y después que fueron pasados los ocho días(o) para circuncidar al niño, llamaron su nombre Jesús, como le había llamado el ángel, antes que fuese concebido en el vientre. Y después que fueron cumplidos los días de la purificación de María, según la ley de Moisés(p), lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, Como está escrito en la ley del Señor: Que todo macho que abriere matriz, será(q) consagrado al Señor. Y para dar la ofrenda(r), conforme está mandado en la ley del Señor, un par de tórtolas, o dos palominos. Y había a la sazón en Jerusalén un hombre llamado Simeón; y este hombre justo y temeroso de Dios, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo(s) era en él. Y había recibido respuesta del Espíritu Santo, que él no vería la muerte, sin ver antes al Cristo del Señor(t). Y vino por espíritu(u) al templo; y trayendo los padres al niño Jesús, para hacer según la costumbre de la ley por él, Entonces él lo tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, y dijo: "Ahora, Señor, despides a tu siervo según tu palabra, en paz(v); Porque han visto mis ojos tu salud(w), La cual has aparejado ante la faz de todos los pueblos(x). Lumbre(y) para ser revelada a los gentiles, y para gloria de tu pueblo Israel". Y su padre(z) y madre estaban maravillados de aquellas cosas que de él se decían(a). Y los bendijo Simeón, y dijo a María, su madre: "He aquí que éste es puesto para caída, y para levantamiento de muchos en Israel(b), y para señal a la que se hará contradicción(c); —¡Y una espada traspasará el alma de ti misma(d)!—, para que sean descubiertos los pensamientos de muchos corazones(e)". Y había una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel de la tribu de Aser: ésta era ya de muchos días; y había vivido siete años con su marido desde su virginidad(f). Y esta era viuda, como de ochenta y cuatro años; que no se apartaba del templo, sirviendo día y noche en ayunos y oraciones. Y como llegase ella en la misma hora, alababa al Señor(g), y hablaba de él a todos los que esperaban la redención de Israel. Y cuando lo hubieron todo cumplido(h) conforme a la ley del Señor, se volvieron a Galilea a su ciudad de Nazaret. Y el niño crecía, y se fortificaba(i), estando lleno de sabiduría; y la gracia de Dios era en él. Y sus padres iban todos los años a Jerusalén en el día solemne de la Pascua. Y cuando tuvo doce años, subieron ellos a Jerusalén, según la costumbre del día de la fiesta, Y acabados los días, cuando se volvían, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que sus padres(j) lo advirtiesen. Y creyendo que él estaba con los de la comitiva, anduvieron camino de un día, y le buscaban entre los parientes y entre los conocidos. Y como no le hallasen, se volvieron a Jerusalén, buscándole. Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo(k), sentado en medio de los doctores, oyéndolos, y preguntándoles; Y se pasmaban todos los que le oían, de su inteligencia y de sus respuestas(l). Y cuando le vieron, se maravillaron(m). Y le dijo su madre: "Hijo, ¿por qué lo has hecho así con nosotros? Mira cómo tu padre y yo angustiados te buscábamos(n)". Y les respondió: "¿Para qué me buscábais? ¿No sabíais que en las cosas, que son de mi Padre(o), me conviene estar?" Mas ellos no entendieron la palabra, que les habló(p). Y descendió con ellos, y vino a Nazaret; y estaba sujeto a ellos(q). Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón(r). Y Jesús crecía en sabiduría, y en edad, y en gracia delante de Dios y de los hombres(s). Y en el año décimoquinto del imperio de Tiberio César(a), siendo Poncio Pilato gobernador de la Judea, y Herodes(b) tetrarca(c) de Galilea; y su hermano Filipo tetrarca de Iturea, y de la provincia de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilina; Siendo príncipes de los sacerdotes Anás y Caifás(d), vino palabra del Señor sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y vino por toda la región del Jordán predicando bautismo de penitencia para remisión de pecados(e), Como está escrito en el libro de las palabras de Isaías profeta: Voz del que clama en el desierto: Aparejad el camino del Señor; haced derechas sus sendas: Todo valle se henchirá, y todo monte y collado será abajado, y lo torcido será enderezado(f), y los caminos fragosos allanados. Y verá toda carne la salud de Dios(g). Y decía a las turbas, que venían a que las bautizase: "Raza de víboras, ¿quién os mostró a huir de la ira, que ha de venir? Haced pues frutos dignos de penitencia, y no comencéis a decir: ‘Tenemos por padre a Abraham’; porque os digo, que puede Dios de estas piedras levantar hijos a Abraham(h). Porque ya está puesta la segur a la raíz de los árboles; pues todo árbol, que no hace buen fruto, cortado será, y echado en el fuego(i)". Y le preguntaban las gentes, y decían: "Pues ¿qué haremos?" Y respondiendo les decía: "El que tiene dos vestidos, de al que no tiene; y el que tiene que comer, haga lo mismo(j)". Y vinieron también a él publicanos, para que los bautizase, y le dijeron: "Maestro, ¿qué haremos?" Y les dijo: "No exijais más(k) de lo que os está ordenado". Le preguntaban también los soldados, diciendo: "Y nosotros ¿qué haremos?" Y les dijo: "No maltratéis a nadie, ni le calumniéis, y contentaos con vuestro sueldo(l)". Y como el pueblo creyese(m), y todos pensasen en sus corazones, si por ventura Juan era el Cristo; Respondió Juan, y dijo a todos: "Yo en verdad os bautizo en agua; mas vendrá otro(n) más fuerte que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de sus zapatos: él os bautizará en Espíritu Santo y fuego(o). Cuyo bieldo está en su mano, y limpiará su era, y allegará el trigo en su granero; y la paja quemará con fuego, que no se apaga". Y así anunciaba otras muchas cosas al pueblo en sus exhortaciones. Mas Herodes el tetrarca, siendo reprendido por él a causa de Herodías, mujer de su hermano, y de todos los males, que Herodes había hecho, Añadió a todos también este de hacer encerrar a Juan en la cárcel(p). Y aconteció, que como recibiese el bautismo todo el pueblo, también fue bautizado Jesús, y estando él orando, se abrió el cielo, Y bajó sobre él el Espíritu Santo en figura corporal, como paloma; y se oyó esta voz del cielo: "Tú eres mi Hijo el amado; en ti me he complacido". Y el mismo Jesús comenzaba a ser como de treinta años, hijo, según se creía, de José, que lo fue de Helí(q), que lo fue de Matat, Que lo fue de Leví, que lo fue de Melqui, que lo fue de Janne, que lo fue de José, Que lo fue de Matatías, que lo fue de Amós, que lo fue de Naúm, que lo fue de Heslí, que lo fue de Nagge, Que lo fue de Mahat, que lo fue de Matatías, que lo fue de Semei, que lo fue de José, que lo fue de Judá, Que lo fue de Joanna, que lo fue de Resa, que lo fue de Zorobabel(r), que lo fue de Salatiel, que lo fue de Nerí, Que lo fue de Melqui, que lo fue de Abdí, que lo fue de Cosan, que lo fue de Elmadan, que lo fue de Her, Que lo fue de Jesús, que lo fue de Eliezer, que lo fue de Jorim, que lo fue de Matat, que lo fue de Leví, Que lo fue de Simeón, que lo fue de Judas, que lo fue de José, que lo fue de Jonás, que lo fue de Eliaquim, Que lo fue de Melea, que lo fue de Menna, que lo fue de Matatá, que lo fue de Natán, que lo fue de David, Que lo fue de Jessé, que lo fue de Obed, que lo fue de Booz, que lo fue de Salmón, que lo fue de Naassón, Que lo fue de Aminadab, que lo fue de Aram, que lo fue de Esron, que lo fue de Farés, que lo fue de Judas, Que lo fue de Jacob, que lo fue de Isaac, que lo fue de Abraham, que lo fue de Tare, que lo fue de Najor, Que lo fue de Sarug, que lo fue de Ragau, que lo fue de Faleg, que lo fue de Heber, que lo fue de Salé, Que lo fue de Cainan(s), que lo fue de Arfaxad, que lo fue de Sem, que lo fue de Noé, que lo fue de Lamek, Que lo fue de Matusalén, que lo fue de Henoc, que lo fue de Jared, que lo fue de Maleleel, que lo fue de Cainan, Que lo fue de Henós, que lo fue de Set, que lo fue de Adán, que lo fue de Dios(t). Mas Jesús lleno del Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto. Estuvo allí cuarenta días, y le tentaba el diablo. Y no comió nada en aquellos días; y pasados estos, tuvo hambre. Y le dijo el diablo: "Si Hijo de Dios eres, di a esta piedra que se vuelva pan". Y Jesús le respondió: "Escrito está: Que no vive el hombre de solo pan, mas de toda palabra de Dios(a)". Y le llevó el diablo a un monte elevado, y le mostró todos los reinos de la redondez de la tierra en un momento de tiempo, Y le dijo: "Te daré todo este poder, y la gloria de ellos(b), porque a mí se me han dado, y a quien quiero(c), los doy. Por tanto, si postrado me adorares(d), serán todos tuyos". Y respondiendo Jesús, le dijo(e): "Escrito está: A tu Señor Dios adorarás, y a el sólo servirás". Y le llevó a Jerusalén, y lo puso sobre la almena del Templo, y le dijo: "Si eres el Hijo de Dios, échate de aquí abajo; Porque escrito está, que a sus ángeles mandó de ti(f), que te guarden; Y que te sostengan en sus manos, para que no hieras tu pie en alguna piedra". Y respondiendo Jesús, le dijo: "Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios". Y acabada toda tentación, se retiró de él el diablo hasta el tiempo(g). Y volvió Jesús en virtud del Espíritu a Galilea; y la fama de él se divulgó por toda la tierra. Y él enseñaba en las sinagogas de ellos, y era aclamado de todos. Y fue a Nazaret, en donde se había criado, y entró según su costumbre el día de sábado en la sinagoga, y se levantó a leer. Y le fue dado el libro de Isaías el profeta. Y cuando desarrolló(h) el libro, halló el lugar en donde estaba escrito: El Espíritu del Señor sobre mí(i); por lo que me ha ungido, para dar buenas nuevas a los pobres me ha enviado(j), para sanar a los quebrantados de corazón(k); Para anunciar a los cautivos redención(l), y a los ciegos vista; para poner en libertad a los quebrantados; para publicar el año favorable del Señor(m), y el día del galardón(n). Y habiendo arrollado el libro, se lo dio al ministro, y se sentó. Y cuantos había en la sinagoga, tenían los ojos clavados en él. Y les empezó a decir: "Hoy se ha cumplido esta Escritura(o) en vuestras orejas". Y todos le daban testimonio(p); y se maravillaban de las palabras de gracia, que salían de su boca, y decían: "¿No es este el hijo de José?" Y les dijo: Sin duda me diréis esta semejanza: "Médico, cúrate a ti mismo(q). Todas aquellas grandes cosas, que oímos decir que hiciste en Cafarnaúm, hazlas también aquí en tu patria". Y dijo: "En verdad os digo, que ningún profeta es acepto en su patria. En verdad os digo, que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando fue cerrado el cielo por tres años, y seis meses, cuando hubo una grande hambre por toda la tierra; Mas a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidonia. Y muchos leprosos había en Israel en tiempo de Eliseo profeta; mas ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán(r) de Siria". Y fueron en la sinagoga todos llenos de saña, oyendo esto. Y se levantaron, y lo echaron fuera de la ciudad; y lo llevaron hasta la cumbre del monte, sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarlo(s). Mas él pasando por medio de ellos, se fue(t). Y bajó a Cafarnaúm ciudad de la Galilea, y allí los enseñaba en los sábados. Y se maravillaban de su doctrina, porque era con autoridad su palabra(u). Y había en la sinagoga un hombre poseído de un demonio inmundo, y exclamó en voz alta, Diciendo: "Déjanos, ¿qué tienes tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Conozco bien quién tú eres, el Santo de Dios". Y Jesús le increpó, y dijo(v): "Enmudece, y sal de él". Y el demonio derribándolo en medio, salió de él, y no le hizo daño alguno. Y quedaron todos llenos de espanto, y se hablaban los unos a los otros, diciendo: "¿Qué cosa es ésta(w), porque con poder y con virtud manda a los espíritus inmundos, y salen?" Y sonaba la fama de él por todos los lugares de la comarca. Y saliendo Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. Y la suegra de Simón padecía recias fiebres; y le rogaron por ella. E inclinándose hacia ella, mandó a la fiebre; y la fiebre la dejó; y ella se levantó luego, y les servía. Y cuando el sol se puso, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades, se los traían; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba. Y salían de muchos los demonios, gritando, y diciendo: "Que tú eres(x) el Hijo de Dios". Y los reñía, y no les permitía decir, que sabían que él era el Cristo(y). Y cuando fue de día, salió para irse a un lugar desierto, y las gentes le buscaban, y fueron hasta donde él estaba; y le detenían para que no se apartase de ellos. Él les dijo: "A las otras ciudades es menester también que yo anuncie el Reino de Dios; pues para esto he sido enviado". Y predicaba en las sinagogas de la Galilea. Y aconteció, que atropellándose la gente, que acudía a él para oír la palabra de Dios, él estaba a la orilla del lago de Genesaret(a). Y vio dos barcos, que estaban a la orilla del lago. Y los pescadores habían saltado en tierra, y lavaban sus redes. Y entrando en uno de estos barcos(b), que era de Simón, le rogó que le apartase un poco de tierra. Y estando sentado enseñaba al pueblo desde el barco. Y luego que acabó de hablar, dijo a Simón: "Entra más adentro, y soltad vuestras redes para pescar". Y respondiendo Simón, le dijo: "Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, sin haber cogido nada; mas en tu palabra soltaré la red". Y cuando esto hubieron hecho, cogieron un tan crecido número de peces, que se rompía su red. E hicieron señas a los otros compañeros, que estaban en el otro barco, para que viniesen a ayudarlos. Ellos vinieron, y de tal manera llenaron los dos barcos, que casi se sumergían(c). Y cuando esto vio Simón Pedro, se arrojó a los pies de Jesús, diciendo: "Señor, apártate de mí(d), que soy un hombre pecador". Porque él, y todos los que con él estaban, quedaron atónitos(e) de la presa de los peces, que habían cogido. Y asimismo Santiago y Juan, hijos del Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y dijo Jesús a Simón: "No temas; desde aquí en adelante serás pescador de hombres(f)". Y tirados los barcos a tierra(g), lo dejaron todo, y le siguieron. Y aconteció, que estando en una de aquellas ciudades(h), vino un hombre cubierto de lepra(i), y cuando vio a Jesús, se echó rostro por tierra, y le rogó, diciendo: "Señor, si quieres, puedes limpiarme". Y él extendiendo la mano, le tocó diciendo: "Quiero, sé limpio". Y luego desapareció de él la lepra. Y le mandó, que no lo dijese a ninguno. "Mas, Ve, le dijo, y muéstrale al sacerdote, y ofrece por tu limpieza(j), como mandó Moisés, en testimonio a ellos(k)". Y tanto más se extendía su fama; y acudían en tropas los pueblos por oírle, y para ser curados de sus enfermedades. Mas él se retiraba al desierto a orar(l). Y aconteció que un día él estaba sentado enseñando. Y había también sentados allí unos fariseos, y doctores de la ley, que habían venido de todos los pueblos de la Galilea, y de Judea, y de Jerusalén. Y la virtud del Señor obraba para sanarlos(m). Y vinieron unos hombres, que traían sobre un lecho un hombre, que estaba paralítico; y le querían meter dentro, y ponerle delante de él. Mas no hallando por donde poderlo meter por el tropel de la gente, subieron sobre el techo, y por el tejado le descolgaron con el lecho, poniéndolo en medio delante de Jesús. Y cuando vio la fe de ellos(n), dijo: "Hombre, perdonados te son tus pecados". Y los escribas y fariseos comenzaron a pensar y decir: "¿Quién es este, que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo Dios?" Y Jesús, como entendió los pensamientos de ellos les respondió y dijo: "¿Qué pensáis en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Perdonados te son tus pecados’; o decir: ‘Levántate, y anda’? Pues, para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad sobre la tierra de perdonar pecados, —dijo al paralítico—: ‘A ti digo, levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa’". Y se levantó luego a vista de ellos, y tomó el lecho, en que yacía, y se fue a su casa, dando gloria a Dios. Y quedaron todos pasmados, y glorificaban a Dios. Y penetrados de temor, decían: "Maravillas(o) hemos visto hoy". Y después de esto salió, y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado al banco, y le dijo: "Sígueme". Y levantándose dejó todas sus cosas(p), y le siguió. Y le hizo Leví un grande banquete en su casa(q), y asistió a él un grande número de publicanos, y de otros que estaban sentados con ellos a la mesa. Mas los fariseos, y los escribas de ellos(r) estaban murmurando, y decían a los discípulos de Jesús: "¿Por qué comeis y bebeis con los publicanos y pecadores?" Y Jesús les respondió, y dijo: "Los sanos no necesitan de médico, sino los que están enfermos. No he venido a llamar a los justos a penitencia, sino a los pecadores". Y ellos le dijeron: "¿Por qué los discípulos de Juan ayunan tanto, y oran, y también los de los fariseos; y los tuyos comen y beben(s)?" A los cuales él dijo: "¿Por ventura podéis hacer que los hijos del esposo(t) ayunen, mientras con ellos está el esposo? Mas vendrán días, en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán en aquellos días". Y les decía una semejanza: "No pone nadie remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque de otra manera el nuevo rompe el viejo, y además no cae bien remiendo nuevo con el viejo. Y ninguno echa vino nuevo en odres viejos; porque de otra manera el vino nuevo romperá los odres, y el vino se derramará, y se perderán los odres; Mas el vino nuevo se debe echar en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conserva. Y ninguno que bebe de lo añejo, quiere luego lo nuevo, porque dice: ‘Mejor es(u) lo añejo’". Y aconteció un sábado segundo primero(a), que como pasase por los sembrados, sus discípulos cortaban espigas(b), y estregándolas entre las manos(c), las comían. Y algunos de los fariseos les decían: "¿Por qué hacéis lo que no es lícito en los sábados?" Y Jesús, tomando la palabra, les respondió: "¿Ni aun esto habéis leído, que hizo David, cuando tuvo hambre él y los que con él estaban? ¿Cómo entró en la casa de Dios, y tomó los panes de la proposición, y comió, y dio a los que con él estaban, aunque no podían comer de ellos(d) sino solos los sacerdotes?" Y les decía: "El Hijo del hombre es Señor también del sábado(e)". Y aconteció, que otro sábado(f) entró también en la sinagoga, y enseñaba. Y había allí un hombre, que tenía seca la mano derecha. Y los escribas y los fariseos le estaban acechando(g), por ver si curaría en sábado, para hallar de qué acusarlo. Mas él sabía los pensamientos de ellos, y dijo al hombre, que tenía la mano seca: "Levántate, y ponte en medio". Y él levantándose, se puso en pie. Y Jesús le dijo: "Os pregunto, ¿es lícito en sábados hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla?" Y mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: "Tiende tu mano". El la tendió(h), y fue sana la mano(i). Y ellos se llenaron de furor, y hablaban los unos con los otros, qué harían de Jesús. Y aconteció en aquellos días, que salió al monte a hacer oración, y pasó toda la noche orando a Dios(j). Y cuando fue de día, llamó a sus discípulos; y escogió doce de ellos (que nombró Apóstoles). A Simón, a quien dio el sobrenombre de Pedro, y a Andrés su hermano, a Santiago, y a Juan, a Felipe, y a Bartolomé, A Mateo, y a Tomás, a Santiago de Alfeo, y a Simón, llamado el Zelador; A Judas hermano de Santiago(k), y a Judas Iscariote, que fue el traidor. Y descendiendo con ellos, se paró en un llano(l); y la compañía de sus discípulos, y de un grande gentío de toda la Judea, y de Jerusalén, y de la marina, y de Tiro, y de Sidón, Que habían venido a oirle, y a que los sanase de sus enfermedades. Y los que eran atormentados de espíritus inmundos, eran sanos. Y toda la gente procuraba tocarle, porque salía de él virtud(m), y los sanaba a todos. Y él, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: "Bienaventurados los pobres; porque vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre; porque hartos seréis. Bienaventurados los que ahora lloráis; porque reiréis. Bienaventurados seréis, cuando os aborrecieren los hombres, y os apartaren de sí(n), y os ultrajaren, y desecharen vuestro nombre, como malo, por el Hijo del hombre. Gozaos en aquel día, y regocijaos, porque vuestro galardón grande es en el cielo; porque de esta manera trataban a los profetas los padres de ellos. Mas ¡ay de vosotros los ricos; porque tenéis vuestro consuelo(o)! ¡Ay de vosotros, los que estáis hartos(p); porque tendréis hambre! ¡Ay de vosotros, los que ahora reís; porque gemiréis y lloraréis! ¡Ay de vosotros, cuando os bendijeren los hombres(q); porque así hacían(r) a los falsos profetas los padres de ellos! Mas dígoos a vosotros, que lo oís: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os quieren mal. Bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian. Y al que te hiriere en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quitare la capa, no le impidas llevar también la túnica(s). Da a todos los que te pidieren; y al que tomare lo que es tuyo, no se lo vuelvas a pedir(t), Y lo que queréis que hagan a vosotros los hombres, eso mismo haced vosotros a ellos(u). Y si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tendréis(v)? Porque los pecadores también aman a los que los aman a ellos. Y si hiciéreis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tendréis? ¡Porque los pecadores también hacen esto!. Y si prestáreis a aquellos, de quienes esperáis recibir(w), ¿qué mérito tendréis? Porque también los pecadores prestan unos a otros, para recibir otro tanto. Amad pues a vuestros enemigos; haced bien, y dad prestado, sin esperar por eso nada(x); y vuestro galardón será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno aun para los ingratos y malos. Sed pues misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados. Perdonad, y seréis perdonados. Dad, y se os dará: buena medida, y apretada, y remecida, y colmada darán en vuestro seno(y). Porque con la misma medida con que midiereis, se os volverá a medir". Y les decía también una semejanza: "¿Acaso podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo? No es el discípulo sobre el maestro. Mas será perfecto todo aquel que fuere como su maestro(z). Y ¿por qué miras la mota en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga, que tienes en tu ojo(a)? O ¿cómo puedes decir a tu hermano: ‘Déjame, hermano, sacarte la mota de tu ojo’, no viendo tú la viga, que hay en tu ojo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y después verás, para sacar la mota del ojo de tu hermano. Porque no es buen árbol, el que cría frutos malos; ni mal árbol, el que lleva buenos frutos. Pues cada árbol es conocido por su fruto. Porque ni cogen higos de espinos, ni vendimian uvas de zarzas. El hombre bueno del buen tesoro de su corazón saca bien(b), y el hombre malo del mal tesoro saca mal. Porque de la abundancia del corazón habla la boca. ¿Por qué pues me llamáis: ‘Señor, Señor’, y no hacéis lo que digo(c)? Todo el que viene a mí, y oye mis palabras, y las cumple, os mostraré a quién es semejante: Semejante es a un hombre, que edifica una casa, el cual cavó, y ahondó, y cimentó sobre la piedra; y cuando vino una avenida de aguas(d), dio impetuosamente la inundación sobre aquella casa, y no pudo moverla; porque estaba fundada sobre piedra. Mas el que oye, y no hace, semejante es a un hombre, que fabrica su casa sobre tierra sin cimiento, y contra la cual dio impetuosamente la corriente, y luego cayó; y fue grande la ruina de aquella casa". Y cuando acabó de decir todas sus palabras al pueblo, que las oía, se entró en Cafarnaúm. Y había allí muy enfermo y casi a la muerte un criado de un Centurión, que era muy estimado de él. Y cuando oyó hablar de Jesús, envió a él unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese a sanar a su criado. Y ellos, luego que llegaron a Jesús, le hacían grandes instancias, diciéndole: "Merece que le otorgues esto. Porque ama a nuestra nación, y él nos ha hecho una sinagoga". Y Jesús iba con ellos. Y cuando estaba cerca de la casa, envió a él el Centurión sus amigos, diciéndole: "Señor, no te tomes este trabajo(a); que no soy digno de que entres dentro de mi casa. Por lo cual ni aun me he creído yo digno de salir a buscarte; pero mándalo con una palabra, y será sano mi criado. Porque también yo soy un oficial subalterno, que tengo soldados a mis órdenes, y digo a este: ‘Ve’, y va; y al otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’, y lo hace". Cuando lo oyó Jesús, quedó maravillado, y vuelto hacia el pueblo, que le iba siguiendo, dijo: "En verdad os digo, que ni en Israel he hallado una fe tan grande". Y cuando volvieron a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al criado, que había estado enfermo. Y aconteció después(b), que iba a una ciudad, llamada Naím(c), y sus discípulos iban con él, y una grande muchedumbre de pueblo. Y cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que sacaban fuera a un difunto(d), hijo único de su madre, la cual era viuda; y venía con ella mucha gente de la ciudad. Luego que la vio el Señor, movido de misericordia por ella, le dijo: "No llores". Y se acercó, y tocó el féretro(e). (Y los que lo llevaban, se pararon). Y dijo: "Mancebo, a ti digo, levántate(f)". Y se sentó el que había estado muerto, y comenzó a hablar. Y le dio a su madre. Y tuvieron todos grande miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: "Un gran profeta se ha levantado entre nosotros"; y "Dios ha visitado a su pueblo(g)". Y la fama de este milagro corrió por toda la Judea, y por toda la comarca. Y contaron a Juan sus discípulos todas estas cosas. Y Juan llamó dos de sus discípulos, y los envió a Jesús, diciendo: "¿Eres tú el que ha de venir(h), o esperamos a otro?" Y como viniesen estos hombres a él, le dijeron: "Juan el Bautista nos ha enviado a ti, y dice: ¿Eres tú el que ha de venir, o esperamos a otro?" Y Jesús en aquella misma hora sanó a muchos de enfermedades, y de llagas(i), y de espíritus malignos, y dio vista a muchos ciegos. Y después les respondió, diciendo: "Id y decid a Juan lo que habéis oído, y visto: Que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos resucitan, a los pobres es anunciado el Evangelio; ¡Y bienaventurado es el que no fuere escandalizado en mí(j)!". Y cuando se hubieron ido los mensajeros de Juan, comenzó a decir a las gentes de Juan: "¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña movida del viento(k)? Mas ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido de ropas delicadas? Ciertamente los que visten ropas preciosas, y viven en delicias(l), en las casas de los reyes están. Mas ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? En verdad os digo, y más que profeta. Éste es, del que está escrito: He aquí envío mi ángel delante de tu faz, que aparejará tu camino delante de ti. Porque yo os digo, que entre los nacidos de mujeres no hay mayor profeta que Juan el Bautista. Mas el que es menor en el Reino de Dios, es mayor que él(m)". Y todo el pueblo, y los publicanos, que le oyeron, dieron gloria a Dios(n), los que habían sido bautizados con el bautismo de Juan. Mas los fariseos y los doctores de la ley despreciaron el consejo de Dios en daño de sí mismos, los que no habían sido bautizados por él. Y dijo el Señor: "Pues ¿a quién diré que se semejan los hombres de esta generación, y a quién se parecen? Semejantes son a los muchachos, que están sentados en la plaza hablando entre sí, y diciendo: ‘Os hemos cantado con flautas(o), y no bailásteis; os hemos endechado, y no llorásteis’. Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan, ni bebía vino, y decís: ‘Demonio tiene’. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: ‘He aquí un hombre glotón(p), y bebedor de vino, amigo de publicanos, y de pecadores’. Mas la sabiduría ha sido justificada por todos sus hijos(q)". Y le rogaba un fariseo que fuese a comer con él. Y habiendo entrado en la casa del fariseo, se sentó a la mesa. Y una mujer pecadora, que había en la ciudad, cuando supo que estaba a la mesa en casa del fariseo, llevó un vaso de alabastro, lleno de ungüento(r); Y poniéndose a sus pies en pos de él(s), comenzó a regarle con lágrimas los pies, y los enjugaba(t) con los cabellos de su cabeza, y le besaba los pies, y los ungía con el ungüento(u). Y cuando esto vio el fariseo, que le había convidado, dijo entre sí mismo: "Si este hombre fuera profeta, bien sabría quién, y cuál es la mujer que le toca, porque pecadora es". Y Jesús le respondió(v), diciendo: "Simón, te quiero decir una cosa". Y él respondió: "Maestro, di". "Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta(w). Mas como no tuviesen con qué pagarle, se los perdonó a entrambos. Pues ¿cuál(x) de los dos le ama más?" Respondió Simón, y dijo: "Pienso(y) que aquel, a quien más perdonó". Y Jesús le dijo: "Rectamente has juzgado". Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: "¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, no me diste agua para los pies; mas esta con sus lágrimas ha regado mis pies, y los ha enjugado con sus cabellos(z). No me diste beso. Mas ésta, desde que entró, no ha cesado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con óleo; mas esta con ungüento ha ungido mis pies(a). Por lo cual te digo: Perdonados le son sus muchos pecados, porque amó mucho(b). Mas al que menos se perdona, menos ama(c)". Y dijo a ella: "Perdonados te son tus pecados". Y los que comían allí, comenzaron a decir entre sí: "¿Quién es este, que aun los pecados perdona(d)?" Y dijo a la mujer: "Tu fe te ha hecho salva: vete en paz(e)". Y aconteció después, que Jesús caminaba por ciudades y aldeas, predicando y anunciando el reino de Dios; y los doce(a) con él, Y también algunas mujeres, que había él sanado de espíritus malignos, y de enfermedades: María, que se llama Magdalena, de la cual había echado siete demonios, Y Juana, mujer de Cusa, procurador de Herodes, y Susana, y otras muchas, que le asistían de sus(b) haciendas. Y como hubiese concurrido un crecido número de pueblo, y acudiesen solícitos a él de las ciudades(c), les dijo por semejanza: "Un hombre salió a sembrar su simiente; y al sembrarla, una parte cayó junto al camino, y fue hollada, y la comieron las aves del cielo; Y otra(d) cayó sobre piedra, y cuando fue nacida se secó, porque no tenía humedad; Y otra cayó entre espinas, y las espinas, que nacieron con ella, la ahogaron. Y otra cayó en buena tierra, y nació, y dio fruto a ciento por uno(e)". Dicho esto, comenzó a decir en alta voz: "Quien tiene orejas de oír(f), oiga". Sus discípulos le preguntaban, qué parábola era ésta. Él les dijo: "A vosotros es dado saber el misterio del reino de Dios(g), mas a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan. Es pues esta parábola: La simiente es la palabra de Dios. Y los que junto al camino, son aquellos que la oyen(h); mas luego viene el diablo, y quita la palabra del corazón de ellos, porque no se salven creyendo. Mas los que sobre la piedra, son los que reciben con gozo la palabra, cuando la oyeron; y estos no tienen raíces; porque a tiempo creen, y en el tiempo de la tentación vuelven atrás. Y la que cayó entre espinas, estos son los que la oyeron, pero después en lo sucesivo quedan ahogados de los afanes, y de las riquezas, y deleites de esta vida, y no llevan fruto. Mas la que cayó en buena tierra, estos son los que oyendo la palabra con corazón bueno(i) y muy sano la retienen, y llevan fruto en paciencia(j). Nadie enciende una antorcha, y la cubre con alguna vasija, o la pone debajo de la cama; mas la pone sobre el candelero, para que vean la luz los que entran. Porque no hay cosa encubierta, que no haya de ser manifestada; ni escondida, que no haya de ser manifestada, y hacerse pública. Ved, pues, como oís; porque a aquel que tiene, le será dado; y al que no tiene, aun aquello mismo, que piensa tener, le será quitado". Y vinieron a él su madre y sus hermanos, y no podían llegar a él por la mucha gente. Y le dijeron: "Tu madre y tus hermanos están fuera, que te quieren ver". Mas él respondió, y les dijo: "Mi madre y mis hermanos son aquellos, que oyen la palabra de Dios, y la guardan". Y aconteció, que un día entró él, y sus discípulos en un barco, y les dijo: "Pasemos a la otra ribera del lago". Y se partieron. Y mientras ellos navegaban, él se durmió. Y sobrevino una tempestad de viento en el lago, y se henchían de agua, y peligraban. Y llegándose a él, le despertaron, diciendo: "¡Maestro, que perecemos(k)!". Y él levantándose, increpó al viento, y a la tempestad del agua, y cesó, y fue hecha bonanza(l). Y les dijo: "¿Dónde está vuestra fe?" Y ellos llenos de temor(m) se maravillaron, y decían los unos a los otros: "¿Quién piensas es éste, que así manda a los vientos y al mar, y le obedecen?" Y navegaron a la tierra de los Gerasenos(n), que está enfrente de Galilea. Y luego que saltó a tierra, fue a él un hombre(o), que tenía demonio hacía largo tiempo, y no vestía ropa alguna, ni habitaba en casa, sino en los sepulcros. Éste, luego que vio a Jesús, se postró delante de él, y exclamando en alta voz, dijo: "¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús Hijo del Dios altísimo(p)? Ruégote que no me atormentes". Porque mandaba al espíritu inmundo que saliese del hombre; porque mucho tiempo había que lo arrebataba; y aunque le tenían encerrado y atado(q) con cadenas y con grillos, rompía las prisiones, y acosado del demonio huía a los desiertos. Y Jesús le preguntó, y dijo: "¿Qué nombre tienes tú?" Y él respondió: "Legión"; porque habían entrado en él muchos demonios. Y le rogaban que no les mandase ir al abismo. Andaba allí una grande piara de cerdos paciendo en el monte; y le rogaban que les permitiese entrar en ellos; y se lo permitió(r). Salieron pues los demonios del hombre, y entraron en los cerdos; y luego los cerdos se arrojaron por un despeñadero impetuosamente en el lago(s), y se ahogaron. Cuando esto vieron los pastores(t), huyeron, y lo dijeron en la ciudad, y por los pueblos(u). Y salieron a ver lo que había sido, y vinieron a Jesús; y hallaron sentado al hombre, de quien habían salido los demonios, que estaba ya vestido, y en su juicio, a los pies de él; y tuvieron grande miedo. Y les contaron los que lo habían visto, como había sido librado de la legión. Y le rogó toda la gente del territorio de los Gerasenos que se retirase de ellos, porque tenían grande miedo. Y él subió en el barco, y se volvió. Y el hombre, de quien habían salido los demonios, le rogaba por estar con él; mas Jesús lo despidió, y dijo: "Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grande merced ha hecho Dios contigo". Y fue diciendo por toda la ciudad, cuánto bien le había hecho Jesús. Y aconteció, que habiendo vuelto Jesús, le recibieron las gentes; pues todos le estaban esperando. Y vino un hombre llamado Jairo, que era príncipe de la sinagoga(v); y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa, Porque tenía una hija única como de doce años, y ésta se estaba muriendo. Y mientras que él iba, le apretaban las gentes. Y una mujer padecía flujo(w) de sangre doce años había, y había gastado cuanto tenía(x) en médicos, y de ninguno pudo ser curada; Se acercó a él por las espaldas(y), y tocó la orla de su vestido; y en el mismo punto cesó el flujo de su sangre. Y dijo Jesús: "¿Quién me ha tocado?" Y negándolo todos, dijo Pedro, y los que con él estaban: "Maestro, las gentes te aprietan y oprimen(z), y dices: ¿Quién me ha tocado(a)?" Y dijo Jesús: "Alguno me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido virtud de mí". Cuando la mujer se vio así descubierta, vino temblando, y se postró a sus pies, y declaró(b) delante de todo el pueblo la causa, por qué le había tocado, y cómo había sido luego sanada. Y él le dijo: "Hija, tu fe te ha sanado; vete en paz". Aún no había acabado de hablar, cuando vino uno al príncipe de la sinagoga, y le dijo: "Muerta es tu hija, no le molestes". Mas Jesús, cuando esto oyó, dijo al padre de la muchacha: "No temas, cree tan solamente, y será sana". Y cuando llegó a la casa, no dejó entrar consigo a ninguno, sino a Pedro, y a Santiago, y a Juan, y al padre y a la madre de la muchacha. Y todos lloraban, y la plañían(c). Y él dijo: "No lloréis, no es muerta la muchacha; sino que duerme". Y se le burlaban, sabiendo que era muerta. Mas él(d) la tomó por la mano, y dijo en alta voz: "Muchacha, levántate". Y volvió el espíritu a ella, y se levantó luego; y mandó que le diesen de comer. Y sus padres quedaron espantados, y él les mandó que a nadie dijesen lo que había sido hecho. Y llamando a los doce Apóstoles, les dio virtud y potestad sobre todos los demonios, y que sanasen enfermedades. Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar los enfermos. Y les dijo: "No llevéis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni tengáis dos túnicas. Y en cualquiera casa en que entráreis, allí permaneced, y no salgáis de allí(a). Y todos los que no os recibieren, al salir de aquella ciudad, sacudid aun el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos". Y habiendo salido, iban de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio y sanando por todas partes. Y llegó a noticia de Herodes el tetrarca todo lo que hacía Jesús, y quedó como suspenso, porque decían algunos: Que Juan ha resucitado de entre los muertos; y otros: Que Elías había aparecido; y otros: Que un profeta de los antiguos había resucitado. Y dijo Herodes: "Yo degollé a Juan. ¿Quién pues es éste, de quien oigo tales cosas?" Y procuraba verlo. Y vueltos los Apóstoles, le contaron cuanto habían hecho; y tomándolos consigo aparte, se fue a un lugar desierto(b), que es del territorio de Betsaida. Y cuando las gentes lo supieron, le siguieron; y Jesús los recibió(c), y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que lo habían menester. Y el día había comenzado ya a declinar; cuando llegándose a él los doce, le dijeron: "Despide a esas gentes, para que vayan a las aldeas y pueblos de la comarca(d), se alberguen, y hallen qué comer; porque aquí estamos en un lugar desierto". Y les dijo: "Dadles vosotros de comer". Y dijeron ellos: "No tenemos más de cinco panes y dos peces; a no ser que vamos nosotros a comprar viandas para toda esta gente". Porque eran como unos cinco mil hombres. Y él dijo a sus discípulos: "Hacedlos sentar en ranchos de cincuenta en cincuenta(e)". Y así lo ejecutaron. Y los hicieron sentar a todos. Y tomando los cinco panes, y los dos peces, alzó los ojos al cielo, y los bendijo, y partió, y dio a sus discípulos, para que los pusiesen delante de las gentes. Y comieron todos, y se saciaron. Y alzaron lo que les sobró: doce cestos de pedazos. Y aconteció, que estando solo(f) orando, se hallaban con él sus discípulos; y les preguntó, y dijo: "¿Quién dicen las gentes que soy yo?" Y ellos respondieron, y dijeron: "Juan el Bautista; y otros Elías; y otros, que resucitó alguno de los antiguos profetas". Y les dijo: "Y vosotros ¿quién decís que soy yo?" Respondiendo Simón Pedro, dijo: "El Cristo de Dios". Él entonces les amenazó, y mandó que no lo dijesen a nadie(g), Diciéndoles: "Es necesario que el Hijo del hombre padezca muchas cosas, y que sea desechado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, y que sea entregado a la muerte, y que resucite al tercero día". Y decía a todos: "Quien en pos de mí quiere venir, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame. Porque el que quisiere salvar su alma(h), la perderá; y quien perdiere su alma por amor de mí, la salvará. Porque ¿qué aprovecha un hombre(i), si granjeare todo el mundo, y se pierde él a sí mismo, y se daña a sí mismo? Porque el que se afrentare de mí, y de mis palabras, se afrentará de él el Hijo del hombre, cuando viniere con su majestad, y con la del Padre, y de los santos ángeles. Mas dígoos en verdad: Que algunos hay aquí, que no gustarán la muerte, hasta que vean el reino de Dios(j)". Y aconteció como ocho días(k) después de estas palabras, que tomó consigo a Pedro, y a Santiago y a Juan, y subió a un monte a orar. Y entre tanto que hacía oración, la figura de su rostro se hizo otra, y sus vestidos se tornaron blancos y resplandecientes. Y he aquí que hablaban con él dos varones. Y estos eran Moisés y Elías; Que aparecieron en majestad; y hablaban de su salida(l), que había de cumplir en Jerusalén. Mas Pedro, y los que con él estaban, se hallaban cargados de sueño(m). Y despertando vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que con él estaban. Y cuando se apartaron de él, dijo Pedro a Jesús: "Maestro, bueno es que nos estemos aquí; y hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías", no sabiendo lo que se decía. Y cuando él estaba diciendo esto, vino una nube, y los cubrió(n); y tuvieron miedo, entrando ellos en la nube. Y vino una voz de la nube, diciendo: "Éste es mi Hijo el amado; a él oíd". Y al salir esta voz, hallaron sólo a Jesús(o). Y ellos callaron, y a nadie dijeron en aquellos días(p) cosa alguna, de las que habían visto. Y otro día bajando ellos del monte, les vino al encuentro una grande tropa de gente. Y he aquí un hombre de la turba clamó, diciendo: "Maestro, te ruego que atiendas a mi hijo, porque yo no tengo otro; Y he aquí que un espíritu le toma, y súbitamente da voces; y le tira por tierra, y le quebranta(q) haciéndole echar espuma, y apenas se aparta de él, despedazándole. Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron". Y respondiendo Jesús, dijo: "¡Oh generación infiel y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros, y os sufriré? ¡Trae acá tu hijo(r)!". Y cuando se acercaba, le tiró el demonio en tierra, y le maltrató. Mas Jesús increpó al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se le volvió a su padre. Y se pasmaban todos del gran poder de Dios. Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos: "Poned en vuestros corazones(s) estas palabras: El Hijo del hombre ha de ser entregado en manos de hombres(t)". Mas ellos no entendían esta palabra, y les era tan oscura, que no la comprendían(u); y temían de preguntarle acerca de ella. Y les vino también el pensamiento, quién de ellos sería el mayor. Mas Jesús, viendo lo que pensaban en su corazón(v), tomó un niño, y lo puso junto a sí(w). Y les dijo: "El que recibiere a este niño en mi nombre, a mí recibe; y cualquiera que a mí recibiere, recibe a aquel que me envió; porque el que es menor entre todos vosotros, éste es el mayor(x)". Entonces Juan, tomando la palabra, dijo: "Maestro, hemos visto a uno, que lanzaba los demonios en tu nombre, y se lo vedamos, porque no te sigue con nosotros". Y Jesús le dijo: "No se lo vedéis; porque el que no es contra vosotros(y), por vosotros es". Y como se acercase el tiempo de su Asunción(z), hizo firme semblante(a) de ir a Jerusalén. Y envió delante de sí mensajeros; y ellos fueron, y entraron en una ciudad(b) de los Samaritanos, para prevenirle posada; Y no le recibieron, por cuanto hacía semblante de ir a Jerusalén(c). Y cuando lo vieron Santiago y Juan, sus discípulos, dijeron: "Señor, ¿quieres que digamos que descienda fuego del cielo, y los acabe(d)?" Mas él, volviéndose hacia ellos, los riñó, diciendo: "No sabéis de qué espíritu sois. El Hijo del hombre no ha venido a perder las almas, sino a salvarlas". Y se fueron a otra aldea. Y aconteció, que yendo ellos por el camino, dijo uno a Jesús: "Yo te seguiré(e) a donde quiera que fueres". Jesús le dijo: "Las raposas tienen cuevas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del hombre(f) no tiene donde recline la cabeza". Y a otro dijo: "Sígueme". Y él respondió: "Señor, déjame ir antes a enterrar a mi padre(g)". Y Jesús le dijo: "Deja que los muertos entierren a sus muertos(h); mas tú ve, y anuncia el reino de Dios". Y otro le dijo: "Te seguiré, Señor; mas primeramente déjame ir a dar disposición de lo que tengo en mi casa(i)". Jesús le dijo: "Ninguno, que pone su mano en el arado, y mira atrás, es apto para el reino de Dios(j)". Y después de esto señaló el Señor también otros setenta y dos(a), y los envió de dos en dos delante de sí a cada ciudad y lugar, a donde él había de venir(b). Y les decía: "La mies ciertamente es mucha, mas los trabajadores pocos. Rogad pues al Señor de la mies que envíe trabajadores a su mies. Id; he aquí que yo os envío, como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado. Ni saludéis a ninguno por el camino(c). En cualquiera casa que entrareis, primeramente decid: ‘Paz sea a esta casa(d)’. Y si hubiere allí hijo de paz(e), reposará sobre él vuestra paz; y si no, se volverá a vosotros. Y permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que ellos tengan; porque el trabajador digno es de su salario. No paséis de casa en casa. Y en cualquiera ciudad en que entrareis, y os recibieren, comed lo que os pusieren delante(f). Y curad a los enfermos, que en ella hubiere, y decidles: ‘Se ha acercado a vosotros el reino de Dios’. Mas si en la ciudad en que entrareis, no os recibieren, saliendo por sus plazas, decid: ‘Aun el polvo, que se nos ha pegado de vuestra ciudad, sacudimos contra vosotros; sabed no obstante, que se ha acercado el reino de Dios(g)’. Os digo, que en aquel día habrá menos rigor para Sodoma(h), que para aquella ciudad. ¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Que si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros, que se han hecho en vosotras, tiempo ha(i) que sentados en cilicio y en ceniza hubieran hecho penitencia. En verdad para Tiro y Sidón habrá en el juicio menos rigor, que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ensalzada hasta el cielo, ¡Hasta el infierno serás sumergida!. Quien a vosotros oye, a mí me oye; y quien a vosotros desprecia, a mí me desprecia. Y el que a mí me desprecia, desprecia a aquel que me envió". Y volvieron los setenta y dos con gozo, diciendo: "Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre(j)". Y les dijo: "Veía a Satanás como un relámpago(k), que caía del cielo. Veis, que os he dado potestad de pisar sobre serpientes, y escorpiones, y sobre todo el poder del enemigo; y nada os dañará(l). Mas en esto no os gocéis, porque los espíritus os están sujetos; antes gozaos, de que vuestros nombres están escritos en los cielos(m)". En aquella misma hora se regocijó en el Espíritu Santo(n), y dijo: "Doy a ti loor, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeñitos. Así es, Padre, porque así ha sido de tu agrado(o). Todas las cosas me son entregadas de mi Padre(p). Y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre(q); ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien lo quisiere revelar el Hijo(r)". Y volviéndose hacia sus discípulos, dijo: "¡Bienaventurados los ojos, que ven lo que vosotros veis! Porque os digo, que muchos profetas, y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron". Y se levantó un doctor de la ley, y le dijo por tentarle: "Maestro, ¿qué haré para poseer la vida eterna?" Y él le dijo: "En la ley ¿Qué hay escrito? ¿Cómo lees?" Él respondiendo dijo: "Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas, y de todo tu entendimiento; y a tu prójimo como a ti mismo". Y le dijo: "Bien has respondido; haz eso, y vivirás(s)". Mas él queriéndose justificar a sí mismo(t), dijo a Jesús: "Y ¿quién es mi prójimo(u)?" Y Jesús, tomando(v) la palabra, dijo: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, y dio en manos de unos ladrones, los cuales le despojaron, y después de haberle herido, le dejaron medio muerto, y se fueron. Aconteció pues(w), que pasaba por el mismo camino un sacerdote, y cuando le vio, pasó de largo. Y Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar(x), y viéndole, pasó también de largo. Mas un samaritano(y) que iba su camino, se llegó cerca de él; y cuando le vio, se movió a compasión; Y acercándose le vendó las heridas, echando en ellas aceite y vino; y poniéndolo sobre su bestia, lo llevó a una venta(z), y tuvo cuidado de él(a). Y otro día sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: ‘Cuídamele(b); y cuanto gastares de más, yo te lo daré, cuando vuelva’. ¿Cuál de estos tres te parece que fue el prójimo de aquél, que(c) dio en manos de los ladrones?" "Aquel —respondió el doctor— que usó con él de misericordia". "Pues ve —le dijo entonces Jesús— y haz tú lo mismo(d)". Y aconteció, que como fuesen de camino, entró Jesús en una aldea(e); y una mujer, que se llamaba Marta, lo recibió en su casa. Y esta tenía una hermana, llamada María, la cual también sentada a los pies del Señor oía su palabra. Pero Marta estaba afanada(f) de continuo en las haciendas de la casa. La cual se presentó, y dijo: "Señor, ¿no ves, como mi hermana me ha dejado sola para servir? Dile, pues, que me ayude". Y el Señor le respondió, y dijo: "Marta, Marta, muy cuidadosa estás(g), y en muchas cosas te fatigas. En verdad una sola es necesaria(h). María ha escogido la mejor parte(i), que no le será quitada".Estas dos Santas han sido después miradas como representando en sus personas dos suertes de vidas diferentes. Marta es imagen de la una, que se llama activa. La otra, llamada contemplativa, es figurada en el reposo de María. Estas dos vidas se unen frecuentemente en una misma persona. Y así, si el que se ocupa en ejercicios exteriores de caridad, no procura recogerse de tiempo en tiempo, como a los pies de Jesucristo, para oír interiormente la voz de su verdad, que le instruya, ilumine y alimente, corre riesgo de perder por último todo el mérito de los ejercicios de la vida activa. Del mismo modo, si bajo el pretexto de ser más perfecto el ejercicio de la contemplación se despreciare el cuidado de los pobres y el asistir al prójimo en sus necesidades, cuando se puede, y hay obligación de hacerlo, sería una ilusión manifiesta, y un estado de vida muy peligroso. Porque en el día del juicio serán destinados a las llamas del infierno los que no hubieren ejercitado las obras de misericordia con su prójimo (Mt 25,42-43). Y aconteció, que estando orando en cierto lugar, cuando acabó, le dijo uno de sus discípulos: "Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos(a)". Y les dijo: "Cuando oráreis, decid(b): Padre, santificado sea(c) el tu Nombre. Venga el tu reino. Danos hoy el pan nuestro de cada día. Y perdónanos nuestros pecados, así como nosotros perdonamos a todo el que nos debe. Y no nos dejes caer en la tentación". Les dijo también: "¿Quién de vosotros tendrá un amigo, e irá a él a media noche, y le dirá: ‘Amigo, préstame tres panes(d), Porque acaba de llegar de viaje un amigo mío, y no tengo que ponerle delante’, Y el otro respondiese de dentro, diciendo: ‘No me seas molesto; ya está cerrada la puerta, y mis criados están también como yo en la cama(e); no me puedo levantar(f) a dártelos’? Y si el otro perseverare llamando a la puerta, os digo, que ya que no se levantase a dárselos por ser su amigo, cierto por su importunidad(g) se levantaría, y le daría cuantos panes hubiese menester. Y yo digo a vosotros: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama se le abrirá. Y si alguno de vosotros(h) pidiere pan a su padre, ¿le dará él una piedra? O si un pez, ¿por ventura le dará una serpiente en lugar del pez? O si le pidiere un huevo, ¿por ventura le alargará un escorpión? Pues, si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará espíritu bueno(i) a los que se lo pidieren?" Y estaba Jesús lanzando un demonio, y este era mudo. Y cuando hubo lanzado al demonio, habló el mudo, y se maravillaron las gentes. Mas algunos de ellos dijeron: "En virtud de Beelzebub(j), príncipe de los demonios, lanza los demonios". Y otros por probarle, le pedían señal del cielo. Él, cuando vio los pensamientos de ellos, les dijo: "Todo reino dividido contra sí mismo, será asolado(k), y caerá casa sobre casa. Pues, si Satanás está también dividido contra sí mismo, ¿cómo estará en pie su reino? Porque decís que yo lanzo los demonios por virtud de Beelzebub. Pues, si yo por virtud de Beelzebub lanzo los demonios, ¿vuestros hijos por quién los lanzan? Por esto serán ellos jueces de vosotros. Mas si en el dedo de Dios(l) lanzo los demonios, ciertamente(m) el reino de Dios ha llegado a vosotros. Cuando el fuerte armado guarda su atrio, en paz están(n) todas las cosas, que posee; Mas si sobreviniendo otro más fuerte que él, le venciere, le quitará todas sus armas, en que fiaba, y repartirá sus despojos(o). El que no es conmigo, contra mí es; y el que no coge conmigo, esparce. Cuando el espíritu inmundo ha salido de un hombre, anda por lugares secos, buscando reposo(p); y cuando no lo halla, dice: ‘Me volveré a mi casa, de donde salí’. Y cuando vuelve, la halla barrida, y alhajada. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus, peores que él, y entran dentro, y moran allí. Y lo postrero de aquel hombre es peor que lo primero". Y aconteció, que diciendo él esto, una mujer de en medio del pueblo levantó la voz, y le dijo: "¡Bienaventurado el vientre que te trajo, y los pechos, que mamaste!". Y él dijo: "Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan(q)". Y como las gentes acudiesen de todas partes, comenzó a decir: "Esta generación, generación malvada es; señal pide, y señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Porque así como Jonás fue señal a los de Nínive; así también el Hijo del hombre lo será a esta generación. La reina de Mediodía(r) se levantará en juicio contra los hombres de esta generación, y los condenará; porque vino de los fines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón; y he aquí más que Salomón en este lugar. Los hombres de Nínive se levantarán en juicio contra esta generación, y la condenarán; porque hicieron penitencia a la predicación de Jonás; y he aquí más que Jonás en este lugar. Ninguno enciende una antorcha, y la pone en un lugar escondido, ni debajo de un celemín; sino sobre un candelero, para que los que entran vean la luz. La antorcha de tu cuerpo es tu ojo. Si tu ojo fuere sencillo, todo tu cuerpo será resplandeciente(s); mas si fuere malo, también tu cuerpo será tenebroso. Mira pues, que la lumbre que hay en ti, no sean tinieblas(t). Y así si todo tu cuerpo fuere resplandeciente, sin tener parte alguna de tinieblas, todo él será luminoso, y te alumbrará como una antorcha de resplandor(u)". Y cuando estaba hablando, le rogó un fariseo que fuese a comer con él. Y habiendo entrado, se sentó a la mesa. Y el fariseo comenzó a pensar, y decir dentro de sí, por qué no se habría lavado antes de comer. Y el Señor le dijo: "Ahora vosotros los fariseos limpiais lo de fuera del vaso y del plato; mas vuestro interior está lleno de rapiña(v) y de maldad. ¡Necios!, ¿el que hizo lo que está de fuera, no hizo también lo que está de dentro(w)? Esto no obstante, lo que resta(x), dad limosna; y todas las cosas os son limpias(y). Mas ¡Ay de vosotros, fariseos, que diezmáis la yerba buena(z), y la ruda, y toda hortaliza, y traspasáis la justicia y el amor de Dios! Pues era necesario hacer estas cosas, y no dejar aquellas. ¡Ay de vosotros, fariseos, que amáis los primeros asientos en las sinagogas, y ser saludados en las plazas! ¡Ay de vosotros, que sois como los sepulcros(a), que no parecen(b), y no lo saben los hombres, que andan por encima!" Y respondiendo uno de los doctores de la ley, le dijo: "Maestro, diciendo estas cosas, nos afrentas también a nosotros". Y él dijo: "¡Y ay de vosotros, doctores de la ley; que cargáis los hombres de cargas, que no pueden llevar, y vosotros ni aun con uno de vuestros dedos tocáis las cargas! ¡Ay de vosotros, que edificáis los sepulcros de los profetas; y vuestros padres los mataron(c)! Verdaderamente dais a entender que consentís en las obras de vuestros padres; porque ellos en verdad los mataron, mas vosotros edificáis sus sepulcros. Por eso dijo también la Sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y Apóstoles, y de ellos matarán, y perseguirán; Para que sea pedida a esta generación la sangre de todos los profetas, que fue derramada desde el principio del mundo. Desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que pereció entre el altar y el Templo. Así os digo, que pedida será a esta generación. ¡Ay de vosotros, doctores de la ley, que os alzásteis con la llave de la ciencia(d)! Vosotros no entrasteis, y habéis prohibido a los que entraban(e)". Y diciéndoles estas cosas, los fariseos y los doctores de la ley comenzaron a instar porfiAdánente(f), y a importunarle con muchas preguntas(g), Armándole lazos, y procurando cazar de su boca alguna cosa, para poderle acusar. Y como se hubiesen juntado alrededor de Jesús muchas gentes(a), de modo que unos a otros se atropellaban(b), comenzó a decir a sus discípulos: "Guardaos(c) de la levadura de los fariseos, que es hipocresía. No hay cosa encubierta, que no se haya de descubrir; ni cosa escondida, que no se haya de saber. Porque las cosas que dijisteis en las tinieblas, a la luz serán dichas; y lo que hablásteis a la oreja en los aposentos, será pregonado sobre los tejados(d). A vosotros pues amigos míos os digo: No os espantéis de aquellos, que matan el cuerpo, y después de esto no tienen más que hacer. Mas yo os mostraré a quién habéis de temer: temed a Aquel, que después de haber quitado la vida, tiene poder de arrojar al infierno; así os digo, a éste temed. ¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos, y ni uno de ellos está en olvido(e) delante de Dios? Y aun los cabellos de vuestra cabeza todos están contados. Pues no temáis; porque de más estima sois vosotros que muchos pajarillos. Y también os digo: Todo aquel que me confesare delante de los hombres, el Hijo del hombre lo confesará también a él delante de los ángeles de Dios. Mas el que me negare delante de los hombres, negado será delante de los ángeles de Dios. Y todo el que profiere una palabra contra el Hijo del hombre, perdonado le será; mas a aquel, que blasfemare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado. Y cuando os llevaren a las sinagogas, y a los magistrados y a las potestades, no andéis cuidadosos, cómo, o qué habeis de responder, o decir(f). Porque el Espíritu Santo os mostrará en aquella hora lo que convendrá decir". Y uno del pueblo le dijo: "Maestro, di a mi hermano, que parta conmigo la herencia(g)". Mas él le respondió: "¡Hombre!, ¿quién me ha puesto por juez, o repartidor entre vosotros(h)?" Y les dijo: "Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida de cada uno no está en la abundancia de las cosas, que posee(i)". Y les contó una parábola, diciendo: "El campo de un hombre rico había llevado abundantes frutos; Y él pensaba entre sí mismo, y decía: ‘¿Qué haré(j), porque no tengo en donde encerrar mis frutos?’ Y dijo: ‘Esto haré: derribaré mis graneros, y los haré mayores; y allí recogeré todos mis frutos, y mis bienes. Y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes allegados para muchísimos años. Descansa, come, bebe, ten banquetes(k)’. Mas Dios le dijo: ‘¡Necio!, esta noche te vuelven a pedir el alma(l); ¿lo que has allegado(m), para quién será?’ Así es el que atesora para sí, y no es rico en Dios(n)". Y dijo a sus discípulos: "Por tanto os digo: No andéis solícitos para vuestra alma, qué comeréis(o), ni para el cuerpo, que vestiréis: Más es el alma que la comida, y el cuerpo más que el vestido. Mirad los cuervos, que no siembran, ni siegan; ni tienen despensa, ni granero(p), y Dios los alimenta. Pues ¿cuánto más valéis vosotros que ellos(q)? Y ¿Quién de vosotros, por mucho que lo piense, puede añadir a su estatura un codo? Pues, si lo que es menos no podéis, ¿por qué andáis afanados por las otras cosas? Mirad los lirios como crecen: ni trabajan, ni hilan. Pues os digo, que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de estos. Pues si a la yerba, que hoy está en el campo, y mañana se echa en el horno, Dios viste así, ¿cuánto más a vosotros de poquísima fe? No andéis pues afanados por lo que habéis de comer, o beber, y no andéis elevados(r). Porque todas estas son cosas, por las que andan afanadas las gentes del mundo. Y vuestro Padre sabe que de estas tenéis necesidad. Por tanto, buscad primeramente el Reino de Dios, y su justicia; y todas esas cosas os serán añadidas. No temáis, pequeña grey(s), porque a vuestro Padre plugo(t) daros el reino. Vended lo que poseéis, y dad limosna(u). Haceos bolsas que no se envejecen, tesoro en los cielos, que jamás falta, a donde el ladrón no llega(v), ni roe la polilla; Porque donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón. Tened ceñidos vuestros lomos, y antorchas encendidas en vuestras manos(w), Y sed vosotros semejantes a los hombres, que esperan a su señor, cuando vuelva de las bodas, para que cuando viniere, y llamare a la puerta, luego le abran. Bienaventurados aquellos siervos, que hallare velando el señor, cuando viniere: en verdad os digo, que se ceñirá, y los hará sentar a la mesa, y pasando(x) los servirá. Y si viniere en la segunda vela, y si viniere en la tercera vela, y así los hallare ¡Bienaventurados son los tales siervos(y)! Mas esto sabed, que si el padre de familias supiese la hora, en que vendría el ladrón, velaría sin duda, y no dejaría minar su casa(z). Vosotros, pues, estad apercibidos; porque a la hora que no pensáis, vendrá el Hijo del hombre". Y Pedro le dijo: "Señor, ¿dices esta parábola a nosotros(a), o también a todos?" Y dijo el Señor: "¿Quién crees que es el mayordomo fiel y prudente, que puso el señor sobre su familia, para que les de la medida de trigo en tiempo(b)? Bienaventurado aquel siervo, que, cuando el señor viniere, le hallare así haciendo. Verdaderamente os digo, que lo pondrá sobre todo cuanto posee. Mas si dijere el tal siervo en su corazón: ‘Se tarda mi señor de venir’; y comenzare a maltratar a los siervos y a las criadas, y a comer, y a beber, y a embriagarse(c); Vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera(d), y a la hora que no sabe, y lo apartará, y pondrá su parte(e) con los desleales. Porque aquel siervo que supo la voluntad de su señor, y no se apercibió, y no hizo conforme a su voluntad, será muy bien azotado(f); Mas el que no lo supo, e hizo cosas dignas de castigo, poco será azotado(g); porque a todo aquel, a quien mucho fue dado, mucho le será demandado; y al que mucho encomendaron más le pedirán(h). Fuego vine a poner en la tierra: ¿Y qué quiero, sino que arda(i)? Con bautismo es menester que yo sea bautizado ¿y cómo me angustio, hasta que se cumpla(j)? ¿Pensáis que yo he venido a poner paz en la tierra? Os digo que no, sino división(k). Porque de aquí adelante estarán cinco en una casa divididos; los tres estarán contra los dos, y los dos contra los tres. Estarán divididos: el padre contra el hijo, y el hijo contra su padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra". Y decía también al pueblo: "Cuando veis asomar la nube de parte de poniente, luego decís: ‘Tempestad viene’; y así sucede. Y cuando sopla el austro, decís: ‘Calor hará’; y es así. ¡Hipócritas! Sabéis distinguir los aspectos del cielo y de la tierra; pues ¿cómo no sabéis reconocer el tiempo presente(l)? Y ¿por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo(m)? Cuando vas con tu contrario al príncipe, haz tu posible para librarte de él en el camino, porque no te lleve al juez, y el juez te entregue al alguacil(n), y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí, hasta que paguéis el último maravedí(o)". Y en este mismo tiempo estaban allí unos que le decían nuevas de los Galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios(a) de ellos. Y Jesús les respondió diciendo: "¿Pensáis que aquellos Galileos fueron más pecadores que todos los otros(b), por haber padecido tales cosas? Os digo, que no; mas si no hiciéreis penitencia, todos pereceréis de la misma manera. Así como también aquellos diez y ocho hombres, sobre los cuales cayó la torre en Siloé(c), y los mató; ¿pensáis que ellos fueron más deudores(d) que todos los hombres, que moraban en Jerusalén? Os digo, que no; mas si no hiciéreis penitencia, todos pereceréis de la misma manera". Y decía también esta semejanza(e): "Un hombre tenía una higuera plantada(f) en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no le halló. Y dijo al que labraba la viña: ‘Mira, tres años(g) ha que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; pues: ¿para qué ha de ocupar aun la tierra(h)?’ Mas él respondió, y le dijo: ‘Señor, déjala aun este año, y la cavaré alrededor, y le echaré estiércol; Y si con esto diere fruto(i); y si no, la cortarás después’". Y estaba enseñando en la sinagoga de ellos los sábados. Y he aquí una mujer, que tenía espíritu de enfermedad(j) diez y ocho años había, y estaba tan encorvada(k), que no podía mirar hacia arriba(l). Cuando la vio Jesús, la llamó a sí, y le dijo: "Mujer, libre estás de tu enfermedad". Y puso sobre ella las manos. Y en el punto se enderezó, y daba gloria a Dios. Y tomando la palabra el príncipe de la sinagoga(m), indignado porque Jesús había curado en el sábado, dijo al pueblo: "Seis días hay en que se puede trabajar(n); en estos pues venid, y que os cure, y no en sábado(o)". Y respondiéndole el Señor, dijo: "¡Hipócritas! ¿Cada uno de vosotros no desata en sábado su buey, o su asno del pesebre, y lo lleva a abrevar? ¿Y esta hija de Abraham, a quien tuvo ligada Satanás(p) diez y ocho años, no convino desatarla de este lazo en día de sábado?" Y diciendo estas cosas, se avergonzaban todos(q) sus adversarios(r); mas se gozaba todo el pueblo de todas las cosas, que él hacía gloriosamente(s). Decía pues: "¿A qué es semejante el reino de Dios, y a qué lo compararé? Semejante es al grano de mostaza, que lo tomó un hombre, y lo sembró en su huerto; y creció, y se hizo grande árbol; y las aves del cielo reposaron en sus ramas(t)". Y dijo otra vez: "¿A qué diré que el reino de Dios es semejante? Semejante es a la levadura, que tomó una mujer, y la escondió en tres medidas de harina, hasta que todo quedase fermentado(u)". E iba por las ciudades y aldeas enseñando, y caminando hacia Jerusalén. Y le dijo un hombre: "Señor, ¿son pocos los que se salvan?" Y él les dijo(v): "Porfiad a entrar por la puerta angosta(w); porque os digo que muchos procurarán entrar(x), y no podrán. Y cuando el padre de familias hubiere entrado(y), y cerrado la puerta, vosotros estaréis fuera, y comenzaréis a llamar a la puerta, diciendo: ‘¡Señor(z), ábrenos!’ Y él os responderá, diciendo: ‘No sé de dónde sois vosotros’. Entonces comenzaréis a decir: ‘Delante de ti comimos, y bebimos, y en nuestras plazas enseñaste(a)’; Y os dirá: ‘No sé de dónde sois vosotros. ¡Apartaos de mí, todos los obradores de la iniquidad!’. Allí será el llorar y el crujir de dientes, cuando viéreis a Abraham, y a Isaac, y a Jacob, y a todos los profetas en el reino de Dios, y que vosotros sois arrojados fuera. Y vendrán de Oriente, y de Occidente, y de Aquilón, y de Austro(b), y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Y he aquí que son postreros los que serán primeros, y que son primeros los que serán postreros". El mismo día se llegaron a él ciertos fariseos, y le dijeron: "Sal de aquí, y vete, porque Herodes te quiere matar(c)". Y les dijo: "Id, y decid a aquella raposa(d), que yo lanzo demonios, y doy perfectas sanidades hoy y mañana, y al tercero día soy consumado(e). Pero es necesario que yo ande hoy, y mañana, y otro día(f); porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalem(g). ¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas a los profetas, y apedreas a los que son enviados a ti. ¿Cuántas veces quise juntar tus hijos como el ave su nido debajo de sus alas, y no quisiste? He aquí que os será dejada desierta vuestra casa. Y os digo, que no me veréis, hasta que venga tiempo, cuando digáis: ¡Bendito(h) el que viene en el nombre del Señor!. Y aconteció, que entrando Jesús un sábado en casa de uno de los principales fariseos a comer pan(a), ellos le estaban acechando(b). Y he aquí un hombre hidrópico estaba delante de él. Y Jesús dirigiendo su palabra a los doctores de la ley, y a los fariseos, les dijo: "¿Si es lícito curar en sábado(c)?" Mas ellos callaron. Él entonces le tomó, le sanó, y le despidió. Y les respondió, y dijo: "¿Quién hay de vosotros, que viendo su asno, o su buey caído en un pozo, no le saque luego en día de sábado?" Y no le podían replicar a estas cosas(d). Y observando también, como los convidados escogían los primeros asientos en la mesa, les propuso una parábola, y dijo: "Cuando fueres convidado a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que haya allí otro convidado más honrado que tú; Y que venga aquel, que te convidó a ti y a él, y te diga: ‘Da el lugar a éste’; y que entonces tengas que tomar el último lugar con vergüenza. Mas cuando fueres llamado ve, y siéntate en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: ‘Amigo, sube más arriba’. Entonces serás honrado delante de los que estuvieren contigo a la mesa. Porque todo aquel, que se ensalza, humillado será; y el que se humilla, será ensalzado(e)". Y decía también al que le había convidado: "Cuando das una comida, o una cena, no(f) llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que te vuelvan ellos a convidar, y te lo paguen(g). Mas cuando haces convite, llama a los pobres, lisiados(h), cojos, y ciegos; Y serás bienaventurado, porque no tienen con qué corresponderte; mas se te galardonará en la resurrección de los justos(i)". Cuando uno de los que comían a la mesa oyó esto, le dijo: "Bienaventurado el que comerá pan(j) en el reino de Dios". Y él le dijo: "Un hombre hizo una grande cena, y convidó a muchos; Y cuando fue la hora de la cena, envió uno de sus siervos a decir a los convidados que viniesen, porque todo estaba aparejado. Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero le dijo: ‘He comprado una granja, y necesito ir a verla; te ruego que me tengas por excusado’. Y dijo otro: ‘He comprado cinco yuntas(k) de bueyes, y quiero ir a probarlas; te ruego que me tengas por excusado’. Y dijo otro: ‘He tomado mujer, y por eso no puedo ir allá’. Y volviendo el siervo, dio cuenta a su señor de todo esto. Entonces airado el padre de familias, dijo a su siervo: ‘Sal luego(l) a las plazas y a las calles de la ciudad, y tráeme acá cuantos pobres, y lisiados, y ciegos, y cojos hallares’. Y dijo el siervo: ‘Señor, hecho está como lo mandaste, y aún hay lugar’. Y dijo el señor al siervo: ‘Sal a los caminos y a los cercados, y fuérzalos(m) a entrar, para que se llene mi casa. Mas os digo, que ninguno de aquellos hombres, que fueron llamados, gustará mi cena(n)’". Y muchas gentes iban con él; y volviéndose, les dijo: "Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su vida, no puede ser mi discípulo(o). Y el que no lleva su cruz a cuestas, y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Porque ¿quién de vosotros queriendo edificar una torre, no cuenta primero de asiento los gastos(p), que son necesarios, viendo si tiene para acabarla, No sea que después que hubiere puesto el cimiento, y no la pudiere acabar, todos los que lo vean, comiencen a hacer burla de él, Diciendo: ‘Este hombre comenzó a edificar(q), y no ha podido acabar’? O ¿qué rey queriendo salir a pelear contra otro rey, no considera antes de asiento, si podrá salir con diez mil hombres a hacer frente al que viene contra él con veinte mil? De otra manera, aún cuando el otro está lejos, envía su embajada, pidiéndole tratados de paz. Pues así cualquiera de vosotros, que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo(r). Buena es la sal. Mas si la sal perdiere su sabor, ¿con qué será sazonada(s)? No es buena, ni para la tierra, ni para el muladar, mas la echarán fuera(t). Quien tiene orejas de oír, oiga(u)". Y se acercaban a él los publicanos(a), y pecadores, para oírle. Y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Éste recibe pecadores, y come con ellos". Y les propuso esta parábola, diciendo(b): "¿Quién de vosotros es el hombre, que tiene cien ovejas, y si perdiere una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se había perdido, hasta que la halle? Y cuando la hallare, la pone sobre sus hombros gozoso; Y viniendo a casa, llama a sus amigos, y vecinos, diciéndoles: ‘Dadme el parabien, porque he hallado mi oveja, que se había perdido’. Os digo, que así habrá más gozo en el cielo sobre un pecador(c) que hiciere penitencia, que sobre noventa y nueve justos(d), que no han menester penitencia. O ¿qué mujer que tiene diez dracmas(e), si perdiere un dracma, no enciende el candil, y barre la casa, y la busca con cuidado(f) hasta hallarla? Y después que la ha hallado, junta las amigas y vecinas, y dice: ‘Dadme el parabien, porque he hallado la dracma, que había perdido’. Así os digo, que habrá gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que hace penitencia". Mas dijo: "Un hombre tuvo dos hijos(g); Y dijo el menor de ellos a su padre: ‘Padre, dame la parte de la hacienda, que me toca(h)’. Y él les repartió la hacienda. Y no muchos días después, juntando todo lo suyo el hijo menor, se fue lejos a un país muy distante(i), y allí malrotó todo su haber, viviendo disolutamente. Y cuando todo lo hubo gastado, vino una grande hambre en aquella tierra, y él comenzó a padecer necesidad. Y fue, y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra. El cual lo envió a su cortijo a guardar puercos. Y deseaba henchir su vientre de las mondaduras(j), que los puercos comían; y ninguno se las daba(k). Mas volviendo sobre sí, dijo: ‘¡Cuántos jornaleros(l) en la casa de mi padre tienen el pan de sobra, y yo me estoy aquí muriendo de hambre! Me levantaré, e iré a mi padre, y le diré: Padre, pequé contra el cielo, y delante de ti. Ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo(m), hazme como a uno de tus jornaleros’. Y levantándose(n) se fue para su padre. Y como aun estuviese lejos, le vio su padre, y se movió a misericordia; y corriendo a él, le echó los brazos al cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo, y delante de ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo’. Mas el padre dijo a sus criados: ‘Traed aquí prontamente la ropa más preciosa(o), y vestidle, y ponedle anillo en su mano, y calzado en sus pies(p). Y traed un ternero cebado, y matadlo; y comamos, y celebremos un banquete; Porque este mi hijo era muerto, y ha revivido; se había perdido, y ha sido hallado’. Y comenzaron a celebrar el banquete. Y su hijo el mayor estaba en el campo; y cuando vino, y se acercó a la casa, oyó la sinfonía y el coro; Y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Y este le dijo: ‘Tu hermano ha venido, y tu padre ha hecho matar un ternero cebado, porque le ha recobrado salvo’. Él entonces se indignó, y no quería entrar(q). Mas saliendo el padre, comenzó a rogarle(r). Y él respondió a su padre, y dijo: ‘He aquí tantos años ha que te sirvo, y nunca he traspasado tus mandamientos, y nunca me has dado un cabrito para comerle alegremente con mis amigos; Mas ¡cuando vino este tu hijo, que ha gastado su hacienda con rameras, le has hecho matar un ternero cebado!’. Entonces el padre le dijo: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo, y todos mis bienes son tuyos(s). Pero razón era celebrar un banquete, y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y revivió; se había perdido, y ha sido hallado’". Y decía también a sus discípulos: "Había un hombre rico, que tenía un mayordomo; y este fue acusado delante de él, como disipador de sus bienes(a); Y le llamó, y le dijo: ‘¿Qué es esto, qué oigo decir de ti? Da cuenta de tu mayordomía porque ya no podrás ser mi mayordomo’. Entonces el mayordomo dijo entre sí: ‘¿Qué haré, porque mi señor me quita la mayordomía? Cavar no puedo(b); de mendigar tengo vergüenza. Yo sé lo que he de hacer, para que, cuando fuere removido de la mayordomía, me reciban en sus casas’. Llamó pues a cada uno de los deudores de su señor, y dijo al primero: ‘¿Cuánto debes a mi señor?’ Y este le respondió: ‘Cien barriles(c) de aceite’. Y le dijo: ‘Toma tu escritura(d), y siéntate; luego escribe cincuenta’. Después dijo a otro: ‘Y tú ¿cuánto debes?’ Y él respondió: ‘Cien coros de trigo’. Él le dijo: ‘Toma tu vale, y escribe ochenta’. Y loó el señor al mayordomo infiel, porque lo hizo cuerdamente(e); porque los hijos de este siglo(f) mas sabios son(g) en su generación(h) que los hijos de la luz. Y yo os digo(i): Que os ganéis amigos de las riquezas de iniquidad(j); para que, cuando(k) falleciéreis, os reciban en las eternas moradas. El que es fiel en lo menor, también lo es en lo mayor; y el que es injusto(l) en lo poco, también es injusto en lo mucho. Pues, si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os fiará lo que es verdadero? Y si no fuisteis fieles en lo ajeno(m), ¿lo que es vuestro(n), quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno, y amará al otro; o al uno se llegará, y al otro despreciará. No podéis servir a Dios y a las riquezas". Mas los fariseos, que eran avaros, oían todas estas cosas; y le escarnecían(o). Y les dijo: "Vosotros sois los que os vendéis por justos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, abominación es delante de Dios. La ley y los profetas hasta Juan(p); desde entonces es anunciado el reino de Dios, y todos hacen fuerza contra él(q). Y más fácil cosa es pasar el cielo y la tierra, que caer un solo tilde de la ley(r). Cualquiera que deja su mujer, y toma otra, hace adulterio; y también el que se casa con la que repudió el marido, comete adulterio. Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino finísimo(s); y cada día tenía convites espléndidos. Y había allí un mendigo llamado Lázaro(t), que yacía a la puerta del rico, lleno de llagas, Deseando hartarse de las migajas, que caían de la mesa del rico, y ninguno se las daba; mas venían los perros, y le lamían las llagas. Y aconteció, que cuando murió aquel pobre, lo llevaron los ángeles al seno de Abraham(u). Y murió también el rico, y fue sepultado(v) en el infierno. Y alzando los ojos, cuando estaba en los tormentos, vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y él levantando el grito, dijo: ‘Padre Abraham, compadécete de mí, y envía a Lázaro, que moje la extremidad de su dedo en agua, para refrescar mi lengua, porque soy atormentado en esta llama’. Y Abraham le dijo: ‘Hijo(w), acuérdate que recibiste tú bienes en tu vida, y Lázaro también males; pues ahora es él aquí consolado, y tú atormentado. Fuera de que hay una sima impenetrable(x) entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de ahí pasar acá’. Y dijo: ‘Pues te ruego, padre, que lo envíes a casa de mi padre; Porque tengo cinco hermanos, para que les de testimonio, no sea que vengan ellos también a este lugar de tormentos(y)’. Y Abraham le dijo: ‘Tienen a Moisés y los profetas; óiganlos’. Mas él dijo: ‘No(z), padre Abraham; mas si alguno de los muertos fuere a ellos, harán penitencia’. Y Abraham le dijo: ‘Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco creerán, aun cuando alguno de los muertos resucitare(a)’". Y dijo a sus discípulos: "Imposible es que no vengan escándalos; ¡Mas ay de aquel, por quien vienen! Más le valdría, que le pusiesen al cuello una piedra de molino(a), y le lanzasen en el mar que escandalizar a uno de estos pequeñitos. Mirad por vosotros. Si pecare tu hermano contra ti, corrígele; y si se arrepintiere, perdónale. Y si pecare contra ti siete veces(b) al día, y siete veces al día se volviere a ti, diciendo: ‘Me pesa’; perdónale". Y dijeron los Apóstoles al Señor: "Auméntanos la fe(c)". Y dijo el Señor: "Si tuviéreis fe como un grano de mostaza, diréis a este moral: ‘Arráncate de raíz, y trasplántate en el mar’; y os obedecerá. ¿Y quién de vosotros teniendo un siervo que ara, o guarda el ganado, que cuando vuelve del campo, le dice: ‘Pasa luego, siéntate a la mesa’; Y no le dice antes: ‘Disponme de cenar, y ponte a servirme, mientras que como y bebo, que después comerás tú y beberás’? ¿Por ventura debe agradecimiento a aquel siervo, porque este hizo lo que le mandó? Pienso que no. Así también vosotros, cuando hiciéreis todas las cosas, que os son mandadas, decid: Siervos inútiles somos; lo que debíamos hacer(d), hicimos". Y aconteció, que yendo él a Jerusalén, pasaba por medio de Samaria y de Galilea. Y entrando en una aldea, salieron a él diez hombres leprosos, que se pararon de lejos(e); Y alzaron la voz, diciendo: "¡Jesús maestro(f), ten misericordia de nosotros!". Él cuando los vio, dijo: "Id, mostraos a los sacerdotes(g)". Y aconteció, que mientras iban, quedaron limpios. Y uno de ellos, cuando vio que había quedado limpio, volvió glorificando a Dios a grandes voces, Y se postró en tierra a los pies de Jesús, dándole gracias; y este era Samaritano(h). Y respondió Jesús, y dijo: "¿Por ventura no son diez los que fueron limpios? ¿Y los nueve dónde están? No hubo quien volviese, y diese gloria a Dios, sino este extranjero". Y le dijo: "Levántate, vete, que tu fe te ha hecho salvo(i)". Y preguntándole los fariseos: "¿Cuándo vendrá el reino de Dios?" Les respondió, y dijo: "El reino de Dios no vendrá con muestra exterior(j). Ni dirán: ‘Helo aquí, o helo allí(k)’: Porque el reino de Dios está dentro de vosotros(l)". Y dijo a sus discípulos: "Vendrán días, cuando desearéis ver un día del Hijo del hombre(m), y no lo veréis. Y os dirán: ‘Vedle aquí, o vedle allí’. No queráis ir, ni le sigáis. Porque como el relámpago, que relumbrando en la región inferior del cielo, resplandece desde la una hasta la otra parte(n), así también será el Hijo del hombre en su día. Mas primero es menester, que él padezca mucho, y que sea reprobado(o) de esta generación. Y como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del hombre. Comían, y bebían; los hombres tomaban mujeres, y las mujeres maridos, hasta el día en que entró Noé en el arca; y vino el diluvio, y acabó con todos. Asimismo como fue en los días de Lot: comían, y bebían; compraban, y vendían, plantaban, y hacían casas; Y el día que salió Lot de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo, y los mató a todos. De esta manera será el día, en que se manifestará el Hijo del hombre. En aquella hora el que estuviere(p) en el tejado(q), y tuviere sus alhajas dentro de la casa, no descienda a tomarlas; y el que en el campo, asimismo no torne atrás(r). Acordaos de la mujer de Lot(s). Todo aquel que procurare salvar su vida, la perderá; y quien la perdiere, la vivificará(t). Os digo: En aquella noche(u) dos estarán en el lecho: el uno será tomado, y el otro dejado. Dos mujeres estarán moliendo juntas: la una será tomada, y la otra dejada; dos en el campo: el uno será tomado, y el otro dejado". Respondieron, y le dijeron: "¿En dónde, Señor(v)?" Y él les dijo: "Doquiera que estuviere el cuerpo, allí también se congregarán las águilas". Y les decía también esta parábola, que es menester orar siempre y no(a) desfallecer, Diciendo: "Había un juez en cierta ciudad, que no temía a Dios, ni respetaba a hombre alguno. Y había en la misma ciudad una viuda, que venía a él, y le decía: ‘Hazme justicia de mi contrario’. Y él por mucho tiempo no quiso. Pero después de esto dijo entre sí: ‘Aunque ni temo a Dios, ni a hombre tengo respeto; Todavía, porque me es importuna(b) esta viuda, le haré justicia, porque no venga tantas veces, que al fin me muela(c)’". Y dijo el Señor: "Oid lo que dice el injusto juez; ¿Pues Dios no hará venganza de sus escogidos, que claman a él día y noche, y tendrá paciencia en ellos(d)? Os digo, que presto(e) los vengará. Mas cuando viniere el Hijo del hombre, ¿pensáis que hallará fe en la tierra(f)?" Y dijo también esta parábola a unos, que fiaban en sí mismos, como si fuesen justos(g), y despreciaban a los otros: "Dos hombres subieron al templo a orar; el uno fariseo, y el otro publicano. El fariseo estando en pie, oraba en su interior de esta manera: ‘¡Dios! Gracias te doy porque no soy como los otros hombres, robadores, injustos, adúlteros, ni así como este publicano(h). Ayuno dos veces(i) en la semana: doy diezmos de todo lo que poseo’. Mas el publicano(j), estando lejos(k), no osaba ni aun alzar los ojos al cielo; sino que hería su pecho, diciendo: ‘¡Dios! ¡Muéstrate propicio a mí pecador!’. Os digo, que éste, y no aquél, descendió justificado a su casa. Porque todo hombre, que se ensalza, será humillado; y el que se humilla, será ensalzado". Y le traían también niños, para que los tocase. Y cuando lo vieron los discípulos, los reñían. Mas Jesús los llamó, y dijo: "Dejad que vengan a mí los niños, y no los impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. Y en verdad os digo: El que no recibiere el reino de Dios, como niño no entrará en él". Y le preguntó un hombre principal, diciendo: "Maestro bueno, ¿qué haré para poseer la vida eterna?" Y Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno(l)? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios. Sabes los mandamientos: No matarás, no fornicarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre". Él dijo: "Todo esto he guardado desde mi juventud". Cuando esto oyó Jesús, le dijo: "Aún te falta una cosa. Vende todo cuanto tienes, y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; y ven, y sígueme". Cuando él oyó esto, se entristeció(m); porque era muy rico. Y Jesús le dijo, cuando le vio triste: "¡Cuán dificultosamente entrarán en el reino de Dios los que tienen los dineros! Porque más fácil cosa es pasar un camello por el ojo(n) de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios". Y dijeron los que lo oían: "Pues ¿quién puede salvarse?" Les dijo: "Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios". Y dijo Pedro: "Bien ves que nosotros hemos dejado todas las cosas, y te hemos seguido". Él les dijo: "En verdad os digo, ninguno hay, que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos por el reino de Dios, Que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna". Y tomó Jesús aparte a los doce, y les dijo: "Mirad, vamos a Jerusalén, y serán cumplidas todas las cosas, que escribieron los profetas del Hijo del hombre; Porque será entregado a los gentiles, y será escarnecido, y azotado, y escupido; Y después que le azotaren, le quitarán la vida, y resucitará al tercero día". Mas ellos no entendieron nada de esto; y esta palabra les era escondida(o), y no entendían lo que les decía(p). Y aconteció, que acercándose a Jericó, estaba un ciego sentado cerca del camino, pidiendo limosna; Y cuando oyó el tropel de la gente que pasaba, preguntó qué era aquello. Y le dijeron, que pasaba Jesús Nazareno. Y dijo a voces: "¡Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí!". Y los que iban delante le reñían, para que callase. Mas él gritaba mucho más: "¡Hijo de David, ten misericordia de mí!". Y Jesús parándose, mandó que se le trajesen. Y cuando estuvo cerca, le preguntó. Diciendo: "¿Qué quieres que te haga?" Y él respondió: "¡Señor, que vea!". Y Jesús le dijo: "Ve. Tu fe te ha hecho salvo". Y luego vio, y le seguía glorificando a Dios. Y cuando vio esto todo el pueblo, dio loor a Dios.MS. Porque en la postremería nom seelle. 8 e. En tiempo oportuno y conveniente (Hb 10,37; 2Pe 3,8-9). Si un juez cruel e injusto por último se dejó doblar de la importunidad de una viuda; ¿un Dios justo y clemente no oirá las voces de los que ama, y que claman a él continuamente oprimidos de la injusticia? Muchas veces parece que Dios abandona a los suyos; pero es para probar su fe, ejercitar su paciencia, purificar sus imperfecciones, para mayor mérito y corona suya, y para hacer por último brillar más su justicia sobre los que obstinAdánente los persiguieron. 9 g. Que se creían justos, no siéndolo, poniendo su confianza, no en Dios como debían, sino en su falsa justicia. 12 i. Esto es; el lunes y el jueves. Estos ayunos se guardan aun hoy día por los judíos más observantes. Los rabinos tenían ordenado este ayuno por tres razones: por la ruina del templo; por haber sido quemada la ley; y por las injurias que se hacían al nombre santo de Dios. k. MS. Estaba aluenne. En algún rincón del primer atrio del templo, a donde toda suerte de personas, aunque fuesen profanas, podían entrar (1Re 8,41), y esto por verdadera humildad y sentimiento de su indignidad. 23 m. Texto Griego: perílupos egéneto, se entristeció sobremanera. 34 o. Estaban imbuidos de lo contrario. Y habiendo entrado Jesús, pasaba por Jerichó(a). Y he aquí un hombre llamado Zacheo; y este era uno de los principales entre los publicanos(b), y rico. Y procuraba ver a Jesús, quién fuese: y no podía por la mucha gente, porque era pequeño de estatura. Y corriendo delante, se subió a un árbol cabrahigo(c) para verle, porque por allí había de pasar. Y cuando llegó Jesús a aquel lugar, alzando los ojos(d), le vio, y le dijo: "Zacheo, desciende presto, porque es menester hoy hospedarme en tu casa". Y él descendió apresurado, y le recibió gozoso. Y viendo esto todos, murmuraban, diciendo que había ido a posar a casa de un pecador. Mas Zacheo, presentándose al Señor, le dijo: "Señor, la mitad de cuanto tengo doy a los pobres(e); y si en algo he defraudado a alguno(f), le vuelvo cuatro tantos más". Y Jesús le dijo: "Hoy ha venido la salud a esta casa, porque él también es hijo de Abraham(g). Pues el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que había perecido". Oyendo ellos esto, prosiguió, diciéndoles una parábola, con ocasión de estar cerca(h) de Jerusalén; y porque pensaban(i) que luego se manifestaría el reino de Dios(j). Dijo pues: "Un hombre noble fue a una tierra distante para recibir allí un reino, y después volverse. Y habiendo llamado a diez de sus siervos, les dio diez minas,(k) , y les dijo: ‘Traficad entre tanto que vengo(l)’. Mas los de su ciudad le aborrecían; y enviando en pos de él una embajada, le dijeron: ‘No queremos que reine este sobre nosotros(m)’. Y cuando volvió, después de haber recibido el reino, mandó llamar a aquellos siervos, a quienes había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno. Llegó pues el primero, y dijo: ‘Señor, tu mina ha ganado diez minas’. Y le dijo: ‘¡Está bien, buen siervo!; pues que en lo poco has sido fiel, tendrás potestad sobre diez ciudades(n)’. Y vino otro, y dijo: ‘Señor, tu mina ha ganado cinco minas’. Y dijo a éste: ‘Tú tenla sobre cinco ciudades’. Y vino el tercero, y dijo: ‘Señor, aquí tienes tu mina, la cual he tenido guardada en un lienzo; Porque tuve miedo de ti, que eres hombre recio de condición; llevas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste’. Entonces él le dijo: ‘Mal siervo, por tu propia boca te condeno; sabías que yo era hombre recio de condición, que llevo lo que no puse, y siego lo que no sembré; Pues ¿por qué no diste mi dinero al banco(o), para que, cuando volviese, lo tomara con las ganancias?’ Y dijo a los que estaban allí: ‘Quitadle(p) la mina, y dádsela al que tiene las diez minas’. Y ellos le dijeron: ‘Señor, que tiene diez minas’. —’Pues yo os digo(q), que a todo aquel que tuviere, se le dará, y tendrá más(r); mas al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Y en cuanto a aquellos mis enemigos, que no quisieron que yo reinase sobre ellos, traédmelos acá, y matadlos(s) delante de mí’". Y dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén. Y aconteció, que cuando llegó cerca de Bethpage y de Bethania, al monte que se llama del Olivar(t), envió dos de sus discípulos, Diciendo: "Id a esa aldea, que está enfrente(u); y luego que entrareis en ella, hallaréis un pollino de asna atado, sobre el cual nunca se sentó hombre alguno; desatadlo, y traedlo. Y si alguno os preguntare: ‘¿Por qué lo desatáis?’ Le responderéis así: ‘Porque el Señor lo ha menester’". Fueron pues los que había sido enviados, y hallaron el pollino, que estaba como les había dicho. Y cuando desataban al pollino, le dijeron sus dueños: "¿Por qué desatáis al pollino?" Y ellos respondieron: "Porque el Señor lo ha menester". Y lo trajeron a Jesús; y echando sobre el pollino sus ropas, pusieron encima a Jesús. Y yendo él así, tendían sus vestidos por el camino. Y cuando se acercó a la bajada del monte del Olivar(v), todos los discípulos(w) en tropas, llenos de gozo comenzaron a alabar a Dios en alta voz por todas las maravillas que habían visto, Diciendo: "¡Bendito el rey, que viene en el nombre del Señor! Paz en el cielo, y gloria en las alturas(x)". Y algunos de los fariseos, que estaban entre la gente, le dijeron: "Maestro, reprende a tus discípulos". Él les respondió: "Os digo, que si estos callaren, las piedras darán voces(y)". Y cuando llegó cerca, al ver la ciudad, lloró sobre ella, diciendo: "¡Ah si tú reconocieses siquiera en este tu día, lo que puede atraerte la paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos(z). Porque vendrán días contra ti, en que tus enemigos te cercarán de trincheras, y te pondrán cerco, y te estrecharán por todas partes, Y te derribarán en tierra, y a tus hijos que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación(a)". Y habiendo entrado en el templo, comenzó a echar fuera a todos los que vendían, y compraban en él, Diciéndoles: "Escrito está: Mi casa, casa de oración es. ¡Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones!". Y cada día enseñaba en el templo. Mas los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y los principales del pueblo le querían matar; Y no sabían qué hacerse con él. Porque todo el pueblo estaba embelesado, cuando le oía.Suidas: tálanton mnón esti 60, el talento vale 60 minas.he dé mná drajmón 100, la mina de 100 dracmas.he dé drajmé obólón 6, la drama 6 óbolos.ho dé obolós jalkón 6, el óbolo 6 monedas de cobre.ho dé jalkéus lepnón 7, la moneda de cobre 7 menudos o maravedises.La mina hebrea valía 60 siclos (Ez 45,12) y como unos 525 reales vellon. 14 m. Estos fueron los judíos, que mostraron mayor obstinación en no reconocer a Jesucristo por su rey, y que fueron los primeros en oponerse al establecimiento de su Evangelio. A lo suyo vino, y los suyos no lo recibieron (Jn 1,11). 23 o. El Griego: tóis trapezítais, a los banqueros. 26 q. Respuesta del Señor. 27 s. El Griego: kái katasfáxate, y degollad. Así fue ejecutado por las armas de los romanos, que castigaron a los judíos rebeldes delante del altar y templo. Puede esto entenderse también de la sentencia contra los réprobos, que no han querido someterse al imperio de Jesucristo. 30 u. Las Biblias comunes añaden quod contra vos est; pero la Sixtina, y otras igualmente correctas, omniten el vos, como también el texto Griego. w. Todos aquellos que le iban siguiendo, movidos de las maravillas que había obrado en Galilea. 40 y. No sólo los gentiles, que se comparan a las piedras, sino las mismas piedras, por un efecto maravilloso de la divina omnipotencia. San Jerón. Así se vio que en la muerte del Señor se desgarró de alto abajo el velo del templo, se estremeció la tierra, se hendieron las piedras, y se abrieron los sepulcros, atestiguando con esta especie de grito público la divinidad y la gloria de aquel a quien se hacía morir como a un malhechor; aunque verdaderamente era el rey de los judíos, el príncipe de todas las naciones, y el Dios de la naturaleza. 44 a. En que has sido visitada: en que Dios se te ha manifestado en mi persona, convidándote con su gracia y perfecta reconciliación. Y aconteció un día, que estando él en el templo instruyendo al pueblo, y evangelizando, se juntaron(a) los príncipes de los sacerdotes, y los escribas con los ancianos(b), Y le hablaron de esta manera: "Dinos: ¿Con qué autoridad haces estas cosas?, o: ¿Quién es el que te dio esta potestad?" Y Jesús respondió, y les dijo: "Yo también os haré una pregunta. Respondedme: ¿El bautismo de Juan era del cielo, o de los hombres(c)?" Ellos pensaban dentro de sí, diciendo: "Si dijéremos que del cielo, dirá: ‘Pues ¿por qué no lo creísteis?’ Y si dijéremos: ‘De los hombres’, nos apedreará todo el pueblo; pues tiene por cierto(d) que Juan era profeta". Y respondieron que no sabían de dónde era. Y les dijo Jesús: "Pues ni yo os digo con qué potestad hago estas cosas". Y comenzó a decir al pueblo esta parábola: "Un hombre plantó una viña, y la arrendó a unos labradores; y él estuvo ausente por muchos tiempos. Y en una ocasión envió uno de sus siervos a los labradores, para que le diesen del fruto de la viña. Mas ellos le hirieron, y le despidieron vacío. Y volvió a enviar a otro siervo. Mas ellos hirieron también a éste, y ultrajándole, le despidieron vacío. Y volvió a enviar a otro tercero; a quien ellos del mismo modo hirieron, y le echaron fuera. Y dijo el señor de la viña: ‘¿Qué haré? Enviaré a mi amado hijo: puede ser, que cuando le vean, le tengan respeto’. Cuando le vieron los labradores, pensaron entre sí, y dijeron: ‘Este es el heredero, matémosle, para que sea nuestra la heredad’. Y sacándole fuera de la viña, le mataron. ¿Qué hará pues con ellos el dueño de la viña? Vendrá, y destruirá estos labradores, y dará su viña a otros". Y como ellos lo oyeron, le dijeron: "Nunca tal sea(e)". Y él mirándolos, dijo: "Pues ¿qué es esto, que está escrito: La piedra, que desecharon los que edificaban, esta vino a ser la principal de la esquina(f)? Todo aquel que cayere sobre aquella piedra, quebrantado será(g); y sobre quien ella cayere, le desmenuzará". Y los príncipes de los sacerdotes, y los escribas le querían echar mano en aquella hora, mas temieron al pueblo; porque entendieron que contra ellos había dicho esta parábola. Y acechándole enviaron malsines, que se fingiesen justos(h), para sorprenderle en alguna palabra, y entregarle a la jurisdicción y potestad del presidente. Estos pues le preguntaron, diciendo: "Maestro, sabemos que hablas y enseñas rectamente, y que no tienes respecto a persona(i), sino que enseñas en verdad el camino de Dios: ¿Nos es lícito pagar el tributo a César, o no?" Y él, entendiendo la astucia de ellos, les dijo: "¿Por qué me tentáis? Mostradme un denario. ¿Cuya es la figura y el letrero, que tiene?" "De César", le respondieron ellos. Y les dijo: "Pues dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios". Y no pudieron reprender sus palabras delante del pueblo; antes maravillados de su respuesta(j), callaron. Además se llegaron algunos de los saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron, Diciendo: "Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si muriere el hermano de alguno teniendo mujer, y sin dejar hijos, que se case con ella el hermano, y levante linaje a su hermano. Pues, eran siete hermanos; y tomó mujer el mayor, y murió sin hijos; Y la tomó el segundo, y murió también sin hijo. Y la tomó el tercero; y así sucesivamente todos siete, los cuales murieron sin dejar sucesión. Y a la postre de todos murió también la mujer. Pues, ¿en la resurrección de cuál de ellos será mujer? Pues todos siete la tuvieron por mujer". Y Jesús les dijo: "Los hijos de este siglo(k) se casan, y son dados en casamiento; Mas los que serán juzgados dignos de aquel siglo, y de la resurrección de los muertos, ni se casarán, ni serán dados en casamiento(l); Porque no podrán ya mas morir; por cuanto son iguales a los ángeles, e hijos son de Dios, cuando son hijos de la resurrección(m). Y que los muertos hayan de resucitar, lo mostró también Moisés, cuando junto a la zarza llamó al Señor, el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob. Y no es Dios de muertos, sino de vivos; porque todos viven para él". Y respondiendo algunos de los escribas, le dijeron: "Maestro, bien has dicho(n)". Y no se atrevieron a preguntarle ya más. Y él les dijo: "¿Cómo dicen que el Cristo es hijo de David? Y el mismo David dice en el libro de los Salmos: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, Hasta que ponga a tus enemigos por peana de tus pies. Luego David le llama Señor; pues ¿cómo es su hijo(o)?" Y oyéndolo todo el pueblo, dijo a sus discípulos: "Guardaos de los escribas, que quieren andar con ropas talares, y gustan de ser saludados(p) en las plazas, y de las primeras sillas en las sinagogas, y de los primeros asientos en los convites; Que devoran las casas de las viudas, pretextando larga oración. Estos recibirán mayor condenación". Y estando mirando, vio los ricos, que echaban sus ofrendas en el gazofilacio; Y vio también una viuda pobrecita, que echaba dos pequeñas monedas. Y dijo: "En verdad os digo, que esta pobre viuda ha echado más que todos los otros. Porque todos estos han echado para las ofrendas de Dios, de lo que les sobra(a); mas esta de su pobreza(b) ha echado todo el sustento, que tenía(c)". Y dijo a algunos, que decían del templo, que estaba adornado de hermosas piedras y de dones(d): "Estas cosas que veis, vendrán días, cuando no quedará piedra sobre piedra, que no sea demolida". Y le preguntaron, y dijeron: "Maestro, ¿cuándo será esto, y qué señal habrá, cuando esto comenzare a ser?" Él dijo(e): "Mirad, que no seais engañados porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: ‘Yo soy(f)’, y ‘el tiempo está cercano’. Guardaos pues de ir en pos de ellos. Y cuando oyéreis guerras y sediciones, no os espantéis; porque es necesario que esto acontezca primero, mas no será luego el fin(g)". Entonces les decía: "Se levantará gente contra gente, y reino contra reino. Y habrá grandes terremotos por los lugares, y pestilencias, y hambres, y habrá cosas espantosas, y grandes señales(h) del cielo. Mas antes de todo esto os prenderán, y perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y os llevarán a los reyes y a los gobernadores, por mi nombre; Y esto os acontecerá en testimonio(i). Tened pues fijo en vuestros corazones de no pensar antes cómo(j) habéis de responder. Porque yo os daré boca(k) y saber, al que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Y seréis entregados de vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos, y harán morir a algunos de vosotros; Y os aborrecerán todos por mi nombre. Mas no perecerá un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra paciencia poseeréis vuestras almas(l). Pues cuando viéreis a Jerusalén cercada de un ejército(m), entonces sabed que su desolación está cerca. Entonces los que están en la Judea, huyan a los montes; y los que en medio de ella(n), sálganse; y los que en los campos(o), no entren en ella; Porque estos son días de venganza, para que se cumplan todas las cosas, que están escritas. Mas ¡ay de las preñadas y de las que darán de mamar(p) en aquellos días! Porque habrá grande apretura sobre la tierra, e ira para este pueblo; Y caerán a filo de espada, y serán llevados en cautiverio a todas las naciones, y Jerusalén será hollada de los gentiles(q), hasta que se cumplan los tiempos de las naciones(r). Y habrá señales en el sol, y en la luna, y en las estrellas; y en la tierra consternación de las gentes por la confusión que causará el ruido del mar y de sus ondas(s), Quedando los hombres yertos por el temor y recelo de las cosas, que sobrevendrán, a todo el universo; porque las virtudes de los cielos serán conmovidas. Y entonces verán al Hijo del hombre venir sobre una nube con grande poder y majestad. Cuando comenzaren pues a cumplirse estas cosas, mirad, y levantad vuestras cabezas(t), porque cerca está vuestra redención". Y les dijo una semejanza: "Mirad la higuera, y todos los árboles: Cuando ya producen de sí el fruto, entendéis que cerca está el estío. Así también vosotros, cuando viéreis hacerse estas cosas, sabed que cerca está el reino de Dios. En verdad os digo, que no pasará esta generación(u), hasta que todas estas cosas sean hechas. El cielo y la tierra pasarán; mas mis palabras no pasarán. Mirad pues por vosotros, no sea que vuestros corazones se carguen de glotonería, y de embriaguez, y de los afanes de esta vida, y que venga de repente(v) sobre vosotros aquel día; Porque así como un lazo(w) vendrá sobre todos los que están sobre la haz de toda la tierra. Velad pues(x) orando en todo tiempo, para que seais dignos de evitar todas estas cosas, que han de ser, y de estar en pie delante del Hijo del hombre(y)". Y estaba enseñando de día en el templo; y de noche se salía, y lo pasaba en el monte, llamado del Olivar. Y todo el pueblo madrugaba, por venir a oirle en el templo. Y estaba ya cerca la fiesta de los Ázimos, que es llamada Pascua(a). Y los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, buscaban cómo harían morir a Jesús; mas temían al pueblo. Y Satanás entró en Judas, que tenía por sobrenombre Iscariote, uno de los doce; Y fue, y trató con los príncipes de los sacerdotes, y con los magistrados(b), de cómo se lo entregaría. Y se holgaron(c), y concertaron(d) de darle dinero. Y quedó con ellos de acuerdo(e). Y buscaba sazón para entregarlo sin concurso de gentes. Vino pues el día de los Ázimos, en que era menester matar la pascua(f). Y envió a Pedro y a Juan, diciendo: "Id a aparejarnos la pascua, para que la comamos". Y ellos dijeron: "¿En dónde quieres que la aparejemos?" Y les dijo: "Luego que entréis en la ciudad(g), encontraréis un hombre, que lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa, en donde entrare, Y decid al padre de familias de la casa: ‘El Maestro te dice: ¿En dónde está el aposento, donde tengo que comer la pascua con mis discípulos?’ Y él os mostrará una grande sala aderezada, disponedla allí". Y ellos fueron, y lo hallaron así como les había dicho, y prepararon la pascua. Y cuando fue hora(h), se sentó a la mesa, y los doce Apóstoles con él; Y les dijo: "Con deseo he deseado(i) comer con vosotros esta pascua, antes que padezca; Porque os digo, que no comeré más de ella, hasta que sea cumplida en el reino de Dios(j)". Y tomando el cáliz, dio gracias, y dijo: "Tomad, y distribuidlo entre vosotros(k); Porque os digo, que no beberé más de fruto de vid, hasta que venga el Reino de Dios". Y habiendo tomado el pan, dio gracias, y lo partió, y se lo dio diciendo: "Éste es mi cuerpo, que es dado por vosotros; esto haced en memoria de mí(l)". Y asimismo el cáliz, después de haber cenado, diciendo: "Este cáliz es el nuevo Testamento en mi sangre, que será derramada(m) por vosotros. Pero ved ahí que la mano del que me entrega, conmigo está a la mesa. Y en verdad el Hijo del hombre va, según lo que está decretado. Mas ¡ay de aquel hombre, por quién será entregado(n)!" Y ellos comenzaron a preguntarse unos a otros, cuál de ellos sería, el que esto había de hacer. Y se movió también entre ellos contienda, cuál de ellos parecía ser el mayor. Mas él les dijo: "Los reyes de las gentes se enseñorean de ellas; y los que tienen poder sobre ellos, son llamados bienhechores(o); Mas vosotros no así; antes el que es mayor entre vosotros, hágase como el menor(p); y el que precede, como el que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que está sentado a la mesa, o el que sirve? ¿No es mayor el que está sentado a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros, así como el que sirve. Mas vosotros sois los que habeis permanecido conmigo en mis tentaciones(q); Y por esto dispongo yo del reino para vosotros, como(r) mi Padre dispuso de él para mí. Para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis sobre tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel". Y dijo más el Señor: "¡Simón, Simón! Mira, que Satanás os ha pedido para zarandearos como trigo(s); Mas yo he rogado por ti, que no falte tu fe(t); y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos". El le dijo: "Señor, aparejado estoy para ir contigo aun a cárcel y a muerte". Mas Jesús le dijo: "Te digo. Pedro, que no cantará(u) hoy el gallo, sin que tres veces hayas negado que me conoces". Y les dijo: "Cuando os envié sin bolsa, y sin alforja, y sin calzado, ¿por ventura os faltó alguna cosa?" Y ellos respondieron: "Nada". Luego les dijo: "Pues ahora quién tiene bolsa(v), tómela, y también alforja; y el que no la tiene, venda su túnica, y compre espada(w). Porque os digo, que es necesario que se vea cumplido en mí aun esto que está escrito: ‘Y fue contado con los inicuos’. Porque las cosas, que miran a mí, tienen su cumplimiento". Mas ellos respondieron: "Señor, he aquí dos espadas". Y él les dijo: "Basta(x)". Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos. Y le fueron también siguiendo sus discípulos. Y cuando llegó al lugar, les dijo: "Haced oración, para que no entréis en tentación". Y se apartó él de ellos, como un tiro de piedra; y puesto de rodillas(y), oraba(z), Diciendo: "Padre, si quieres, traspasa de mí este cáliz; mas no se haga mi voluntad, sino la tuya". Y le apareció un ángel del cielo, que le confortaba(a). Y puesto en agonía, oraba con mayor vehemencia. Y fue su sudor(b), como gotas de sangre, que corría hasta la tierra. Y como se levantó de orar, vino a sus discípulos, y los halló durmiendo de tristeza; Y les dijo: "¿Por qué dormís? Levantaos, y orad, para que no entréis en tentación". Y cuando estaba él aún hablando, se dejó ver una cuadrilla de gente; y el que era llamado Judas, uno de los doce, iba delante de ellos; y se acercó a Jesús para besarle(c). Mas Jesús le dijo: "Judas, ¿con beso entregas al Hijo del hombre?" Y cuando vieron los que estaban con él lo que iba a suceder, le dijeron: "Señor, ¿herimos con espada?" Y uno de ellos(d) hirió a un siervo del príncipe de los sacerdotes, y le cortó la oreja derecha. Mas Jesús, tomando la palabra, dijo: "¡Dejad hasta aquí!". Y le tocó la oreja, y le sanó. Y dijo Jesús a los príncipes de los sacerdotes, y a los magistrados del templo(e), y a los ancianos, que habían venido allí: "¿Cómo a ladrón habéis salido con espadas y con palos? Habiendo estado cada día con vosotros en el templo, no exendisteis las manos contra mí; mas esta es vuestra hora, y el poder de las tinieblas(f)". Y echando mano de él, le llevaron a la casa del príncipe de los sacerdotes; y Pedro le seguía a lo lejos. Y habiendo encendido fuego en medio del atrio, y sentándose ellos alrededor; estaba tambien Pedro en medio de ellos. Una criada, cuando le vio sentado a la lumbre, lo miró con atención, y dijo: "Y este con él estaba". Mas él lo negó, diciendo: "¡Mujer, no le conozco!". Y un poco después, viendole otro, dijo: "Y tú de ellos eres". Y dijo Pedro: "¡Hombre, no soy!". Y pasada como una hora, afirmaba otro y decía: "En verdad este con él estaba; porque es también Galileo". Y dijo Pedro: "¡Hombre, no sé lo que dices!". Y en el mismo instante, cuando él estaba aun hablando, cantó el gallo. Y volviéndose el Señor(g), miró a Pedro. Y Pedro se acordó de la palabra del Señor, como le había dicho: "Antes que el gallo cante, me negarás tres veces". Y saliendo Pedro fuera, lloró amargamente(h). Y aquellos, que tenían a Jesús, le escarnecían, hiriéndole; Y le vendaron los ojos, y le herían en la cara; y le preguntaban, y decían: "Adivina ¿Quién es el que te hirió?" Y decían otras muchas cosas blasfemando contra él. Y cuando fue de día, se juntaron los ancianos del pueblo y(i) los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y lo llevaron a su Concilio, y le dijeron: "Si tú eres el Cristo, dínoslo". Y les dijo: "Si os lo dijere, no me creeréis(j); Y también si os preguntare, no me responderéis, ni me dejaréis(k). Mas desde ahora el Hijo del hombre(l) estará sentado a la diestra de la virtud de Dios". Dijeron todos: "¿Luego tú eres el Hijo de Dios?" Él dijo: "Vosotros decís, que yo lo soy". Y ellos dijeron: "¿Qué necesitamos mas testimonio? Pues nosotros mismos lo habemos oído de su boca(m)". Y se levantó toda aquella multitud, y lo llevaron a Pilato. Y comenzaron a acusarle, diciendo: "A este hemos hallado pervirtiendo a nuestra nación(a), y vedando dar tributo a César(b), y diciendo que él es el Cristo Rey". Y Pilato le preguntó, y dijo: "¿Eres tú el rey de los Judíos?" Y él le respondió, diciendo: "Tú lo dices(c)". Dijo Pilato a los príncipes de los sacerdotes, y a la gente: "Ningún delito hallo(d) en este hombre". Mas ellos insistían(e) diciendo: "Tiene alborotado el pueblo con la doctrina, que esparce por toda la Judea, comenzando desde la Galilea(f) hasta aquí". Pilato, que oyó decir Galilea, preguntó si era de Galilea. Y cuando entendió que era de la jurisdicción de Herodes, lo remitió a Herodes(g), el cual a la sazón se hallaba también en Jerusalén. Y Herodes, cuando vio a Jesús, se holgó mucho; porque de largo tiempo le había deseado ver, por haber oído decir de él muchas cosas, y esperaba verle hacer algún milagro. Le hizo pues muchas preguntas. Pero él nada le respondía(h). Y estaban los príncipes de los sacerdotes y los escribas acusándole con grande instancia(i). Y Herodes con sus soldados le despreció; y escarneciéndole, le hizo vestir de una ropa blanca(j), y le volvió a enviar a Pilato. Y aquel día quedaron amigos Herodes y Pilato; porque antes eran enemigos entre sí. Pilato, pues, llamó a los príncipes de los sacerdotes, y a los magistrados, y al pueblo, Y les dijo: "Me habéis presentado este hombre, como pervertidor del pueblo, y ved que preguntándole yo delante de vosotros, no hallé en este hombre culpa alguna de aquellas, de que le acusáis(k). Ni Herodes tampoco; porque os remití a él. Y he aquí que nada se ha probado, que merezca muerte(l). Y así le soltaré después de haberlo castigado(m)". Y debía soltarles uno en el día de la fiesta(n). Y todo el pueblo dio voces a una, diciendo: "¡Haz morir a este, y suéltanos a Barrabás!". Éste había sido puesto en la cárcel por cierta sedición(o) acaecida en la ciudad, y por un homicidio. Y Pilato les habló de nuevo, queriendo soltar a Jesús. Mas ellos volvían a dar voces, diciendo: "¡Crucifícale, crucifícale!". Y él tercera vez les dijo: "Pues, ¿qué mal ha hecho este? Yo no hallo en él ninguna causa de muerte; le castigaré pues, y le soltaré(p)". Mas ellos insistían pidiendo a grandes voces que fuese crucificado; y crecían más sus voces(q). Y Pilato juzgó que se hiciera lo que ellos pedían. Y les soltó al que por sedición, y homicidio había sido puesto en la cárcel, al cual habían pedido; y entregó Jesús a la voluntad de ellos. Y cuando lo llevaban(r), tomaron un hombre de Cirene, llamado Simón, que venía de una granja(s); y le cargaron la cruz, para que la llevase en pos de Jesús. Y le seguía una grande multitud de pueblo y de mujeres, las cuales lo plañían(t) y lloraban. Mas Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: "Hijas de Jerusalem(u), no lloréis sobre mí; antes llorad sobre vosotras mismas, y sobre vuestros hijos(v); Porque vendrán días(w), en que dirán: ¡Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no dieron de mamar!. Entonces comenzarán a decir a los montes: ¡Caed sobre nosotros!; y a los collados: ¡Cubridnos!. Porque si en el árbol verde hacen esto, ¿en el seco, qué se hará(x)?" Y llevaban también con él otros dos, que eran malhechores, para hacerlos morir. Y cuando llegaron al lugar, que se llama de la Calavera(y), le crucificaron allí; y a los ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda. Mas Jesús decía: "Padre, perdónalos; porque no saben lo que hacen(z)". Y dividiendo sus vestidos, echaron suertes. Y el pueblo estaba mirando; y los príncipes(a) juntamente con él, le denostaban, y decían: "A otros hizo salvos, sálvese a sí mismo, si este es el Cristo, el escogido de Dios". Le escarnecían también los soldados, acercándose a él, y presentándole vinagre(b), Y diciendo: "Si tú eres el rey de los Judíos, ¡sálvate a ti mismo!". Y había también sobre él un título escrito en letras griegas, latinas(c), y hebraicas(d): "Este es el rey de los judíos". Y uno de aquellos ladrones(e), que estaban colgados, le injuriaba, diciendo: "Si tú eres el Cristo, ¡sálvate a ti mismo, y a nosotros!". Mas el otro respondiendo, le reprendió, diciendo: "Ni aun tú temes a Dios, estando en el mismo suplicio(f). Y nosotros en verdad por nuestra culpa, porque recibimos lo que merecen nuestras obras; mas éste ningún mal ha hecho". Y decía a Jesús: "Señor, acuérdate de mí, cuando vinieres a tu reino". Y Jesús le dijo: "En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso(g)". Y era ya casi la hora de sexta(h), y toda la tierra se cubrió de tinieblas hasta la hora de nona. Y se oscureció el sol; y el velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, dando una grande voz, dijo: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Y diciendo esto, expiró. Y cuando vio el Centurión lo que había acontecido, glorificó a Dios, diciendo: "Verdaderamente este hombre era justo". Y todo el gentío, que asistía a este espectáculo, y veía lo que pasaba(i), se volvía, dándose golpes en los pechos. Y todos los conocidos de Jesús, y las mujeres, que le habían seguido de Galilea, estaban de lejos mirando estas cosas. Y he aquí un varón llamado José, el cual era senador(j), varón bueno y justo, Que no había consentido en el consejo, ni en los hechos de ellos, de Arimatea, ciudad de la Judea, el cual esperaba también el reino de Dios. Este llegó a Pilato, y le pidió el cuerpo de Jesús; Y habiéndole quitado(k), lo envolvió en una sábana, y lo puso en un sepulcro labrado en una peña, en el cual ninguno hasta entonces había sido puesto(l). Y era el día de parasceve(m), y ya rayaba el sábado(n). Y viniendo también(o) las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea, vieron el sepulcro, y cómo fue depositado su cuerpo. Y volviéndose, prepararon aromas y ungüentos; y reposaron(p) el sábado conforme al mandamiento. Y el primer día de la semana(a) fueron muy de mañana al sepulcro, llevando los aromas, que habían preparado(b); Y hallaron la losa revuelta del sepulcro(c). Y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Y aconteció, que estando consternadas por esto, he aquí dos varones(d) que se pararon junto a ellas con vestiduras resplandecientes. Y como estuviesen medrosas, y bajasen el rostro a tierra, les dijeron: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, mas ha resucitado; acordaos de lo que os habló, estando aún en Galilea. Diciendo: ‘Es menester que el Hijo del hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercero día’". Entonces se acordaron de las palabras de él. Y salieron del sepulcro, y fueron a contar todo esto a los once, y a todos los demás(e). Y las que refirieron a los Apóstoles estas cosas eran María Magdalena, y Juana, y María madre de Santiago, y las demás, que estaban con ellas. Y ellos tuvieron por un desvarío(f) estas sus palabras; y no las creyeron(g). Mas levantándose Pedro, corrió al sepulcro. Y bajándose, vio sólo los lienzos, que estaban allí echados, y se fue admirando entre sí lo que había sucedido(h). Y dos de ellos aquel mismo día(i) iban a una aldea, llamada Emmaús(j), que distaba de Jerusalén sesenta estadios(k). Y ellos iban conversando entre sí de todas estas cosas, que habían acaecido. Y como fuesen hablando y conferenciando el uno con el otro, se llegó a ellos el mismo Jesús, y caminaba en su compañía; Mas los ojos de ellos estaban detenidos(l), para que no le conociesen. Y les dijo: "¿Qué pláticas son esas, que tratáis entre vosotros caminando, y por qué estáis tristes?" Y respondiendo uno de ellos, llamado Cleofas(m), le dijo: "¿Tú sólo eres forastero en Jerusalén, y no sabes lo que allí ha pasado estos días?" Él les dijo: "¿Qué cosa?" Y respondieron: "De Jesús Nazareno, que fue un varón profeta, poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo(n); Y como le entregaron los sumos sacerdotes y nuestros príncipes a condenación de muerte, y le crucificaron. Mas nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora sobre todo esto hoy es el tercer día(o), que han acontecido estas cosas. Aunque también unas mujeres de las nuestras nos han espantado, las cuales antes de amanecer fueron al sepulcro, Y no habiendo hallado su cuerpo, volvieron, diciendo que habían visto allí visión de ángeles, los cuales dicen que él vive. Y algunos de los nuestros fueron al sepulcro; y lo hallaron, así como las mujeres lo habían referido, mas a él no lo hallaron(p)". Y Jesús les dijo: "¡Oh necios y tardos de corazón(q) para creer todo lo que los profetas han dicho! Pues qué, ¿no fue menester que el Cristo padeciese estas cosas, y que así entrase en su gloria?" Y comenzando desde Moisés, y de todos los profetas, les explicaba todo lo que de él se había dicho en todas las Escrituras. Y se acercaron al castillo a donde iban; y él dio muestras de ir(r) más lejos. Mas lo detuvieron por fuerza, diciendo(s): "Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y está ya inclinado el día". Y entró(t) con ellos. Y estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan, y lo bendijo, y habiéndolo partido, se lo daba(u). Y fueron abiertos los ojos de ellos, y lo conocieron; y él entonces se desapareció de su vista. Y dijeron uno a otro: "¿Por ventura no ardía nuestro corazón dentro de nosotros, cuando en el camino nos hablaba, y nos explicaba las Escrituras(v)?" Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén; y hallaron congregados a los once, y a los que estaban con ellos, Que decían: "¡Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón!". Y ellos contaban lo que les había acontecido en el camino; y como le habían conocido al partir el pan(w). Y estando hablando estas cosas, se puso Jesús en medio de ellos(x), y les dijo: "Paz a vosotros;(y) yo soy, no temáis". Mas ellos turbados y espantados, pensaban que veían algún espíritu(z). Y les dijo: "¿Por qué estáis turbados, y suben pensamientos a vuestros corazones? Ved mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad y ved, que el espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo". Y dicho esto, les mostró las manos y los pies(a). Mas como aun no lo acabasen de creer, y estuviesen maravillados de gozo, les dijo: "¿Tenéis aquí algo de comer(b)?" Y ellos le presentaron parte de un pez asado, y un panal de miel(c). Y habiendo comido delante de ellos(d), tomó las sobras, y se las dio. Y les dijo: "Estas son las palabras, que os hablé, estando aun con vosotros, que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, y en los profetas, y en los Salmos(e)". Entonces les abrió el sentido(f), para que entendiesen las Escrituras. Y les dijo: "Así está escrito(g), y así era menester que el Cristo padeciese, y resucitase al tercero día de entre los muertos; Y que se predicase en su nombre penitencia y remisión de pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalem(h). Y vosotros testigos sois de estas cosas(i). Y yo envío(j) al prometido de mi Padre sobre vosotros(k). Mas vosotros permaneced aquí en la ciudad(l), hasta que seais vestidos de la virtud de lo alto". Y los sacó fuera hasta Bethania(m); y alzando sus manos los bendijo(n). Y aconteció, que mientras los bendecía, se separó de ellos, y era llevado(o) al cielo. Y ellos, después de haberle adorado(p), se volvieron a Jerusalén con grande gozo; Y estaban siempre en el templo(q) loando y bendiciendo a Dios. Amén. En el principio era el Verbo(a), y el Verbo era con Dios(b). Y el Verbo era Dios. Éste era en el principio con Dios(c). Todas las cosas fueron hechas por él; y nada de lo que fue hecho, se hizo(d) sin él. En él estaba la vida(e), y la vida era la luz de los hombres(f). Y la luz en las tinieblas resplandece, mas las tinieblas no la comprendieron(g). Fue un hombre enviado de Dios(h), que tenía por nombre Juan. Éste vino en testimonio, para dar testimonio de la luz(i), para que creyesen todos por él(j). No era él la luz(k), sino para que diese testimonio de la luz. Era(l) la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, que viene a este mundo(m). En el mundo estaba(n), y el mundo por él fue hecho, y no le conoció el mundo(o). A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron(p). Mas a cuantos le recibieron(q), les dio poder de ser hechos hijos de Dios, a aquellos que creen en su nombre; Los cuales son nacidos no de sangres, ni de voluntad de carne(r), ni de voluntad de varón(s), mas de Dios. Y el Verbo fue hecho carne(t), y habitó entre nosotros(u); y vimos la gloria de él(v), gloria como(w) del Unigénito del Padre(x), lleno de gracia y de verdad(y). Juan da testimonio de él, y clama, diciendo: "Éste era el que yo dije: El que ha de venir en pos de mí, ha sido engendrado(z) antes de mí, porque primero era que yo(a)”. Y de su plenitud(b) recibimos nosotros todos, y gracia por gracia(c). Porque la ley fue dada por Moisés; mas la gracia y la verdad fue hecha por Jesucristo(d). A Dios nadie le vio jamás: el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, él mismo lo(e) ha declarado. Y este es el testimonio de Juan, cuando los Judíos enviaron a él de Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: "¿Tú quién eres(f)?” Y confesó, y no negó; y confesó: "Que yo no soy el Cristo(g)”. Y le preguntaron: "Pues, ¿qué cosa? ¿Eres tú Elías(h)?” Y dijo: "No soy”. "¿Eres tú profeta(i)?” Y respondió: "No”. Y le dijeron: "pues, ¿quién eres, para que podamos dar respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?” El dijo: "Yo soy la voz del que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo Isaías profeta”. Y los que habían sido enviados, eran de los fariseos(j). Y le preguntaron, y le dijeron: "Pues, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni profeta?” Juan les respondió, y dijo: "Yo bautizo en agua; mas en medio de vosotros estuvo uno, a quien vosotros no conocéis(k). Éste es el que ha de venir en pos de mí, que ha sido engendrado antes de mí(l), del cual yo no soy digno de desatar la correa del zapato”. Esto aconteció en Betania de la otra parte del Jordán(m), en donde estaba Juan bautizando. El día siguiente vio Juan a Jesús venir a él, y dijo: "He aquí el Cordero de Dios, he aquí el que quita el pecado del mundo(n). Éste es aquel, de quien yo dije: En pos de mí viene un varón, que fue engendrado antes de mí, porque primero era que yo. Y yo no le conocía(o), mas para que sea manifestado en Israel, por eso vine yo a bautizar en agua”. Y Juan dio testimonio, diciendo: "Que vi el Espíritu que descendía del cielo como paloma, y reposó sobre él. Y yo no le conocía; mas aquel que me envió a bautizar en agua, me dijo: ‘Sobre aquel que tú vieres bajar el Espíritu, y reposar sobre él, éste es el que bautiza en Espíritu santo’. Y yo le vi; y di testimonio, que éste es el Hijo de Dios(p)”. El día siguiente otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que pasaba, dijo: "He aquí el Cordero de Dios”. Y lo oyeron hablar dos de sus discípulos, y siguieron a Jesús. Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: "¿Qué buscáis?” Ellos le dijeron: "Rabbí (que quiere decir Maestro), ¿en dónde moras?” Les dijo: "Venid, y vedlo”. Ellos fueron, y vieron en donde moraba, y se quedaron con él aquel día; era entonces como la hora de las diez(q). Y Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos, que habían oído decir esto a Juan, y que habían seguido a Jesús. Éste halló primero a(r) su hermano Simón, y le dijo: "Hemos hallado al Mesías” (que quiere decir el Cristo). Y le llevó a Jesús. Y Jesús le miró, y dijo(s): "Tú eres Simón, hijo de Juan; tú serás llamado Cefas”, que se interpreta ‘Pedro’. El día siguiente quiso ir a Galilea, y halló a Felipe. Y Jesús le dijo: "Sígueme”. Era Felipe de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe halló a Natanael, y le dijo: "Hallado hemos a aquel, de quien escribió Moisés en la ley, y los profetas, a Jesús, el hijo de José, el de Nazaret(t)”. Y Natanael le dijo: "¿De Nazaret puede haber cosa buena(u)?” Felipe le dijo: "Ven, y véelo(v)”. Vio Jesús a Natanael, que venía a buscarle, y dijo de él: "He aquí un verdadero Israelita, en quien no hay engaño(w)”. Natanael le dijo: "¿De dónde me conoces?” Respondió Jesús, y le dijo: "Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera(x), te vi”. Natanael le respondió, y dijo: "Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel”. Jesús respondió, y le dijo: "Porque te dije: ‘Te vi debajo de la higuera’, crees. Mayores cosas que éstas verás”. Y le dijo: "En verdad, en verdad os digo, que veréis el cielo abierto, y los ángeles de Dios subir, y descender sobre el Hijo del hombre(y)”. Y de allí a tres días(a) se celebraron unas bodas en Caná de Galilea(b); y estaba allí la madre de Jesús. Y fue también convidado Jesús, y sus discípulos a las bodas. Y llegando a faltar vino(c), la madre de Jesús le dice: "No tienen vino”. Y Jesús le dijo: "Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti(d)? Aún no es llegada mi hora(e)”. Dijo la madre de él a los que servían: "Haced cuanto él os dijere(f)”. Y había allí seis hidrias de piedra(g) conforme a la purificación de los Judíos, y cabían en cada una dos o tres(h) cántaros. Y Jesús le dijo: "Llenad las hidrias de agua”. Y las llenaron hasta arriba. Y Jesús les dijo: "Sacad ahora, y llevad al maestresala(i)”. Y lo llevaron. Y luego que gustó el maestresala el agua hecha vino, y no sabía de dónde era, (aunque los que servían lo sabían), porque habían sacado el agua, llamó al esposo el maestresala, Y le dijo: "Todo hombre sirve primero el buen vino; y después que han bebido bien(j), entonces da el que no es tan bueno. Mas tú guardaste el buen vino hasta ahora(k)”. Éste fue el primer milagro(l), que hizo Jesús en Caná de Galilea. Y manifestó su gloria(m), y creyeron en él sus discípulos(n). Después de esto se fue a Cafarnaúm él, y su madre, y sus hermanos(o), y sus discípulos; y estuvieron allí no muchos días. Y estaba cerca la Pascua de los Judíos, y subió Jesús a Jerusalén. Y halló en el templo(p) vendiendo bueyes, y ovejas, y palomas, y a los cambistas sentados. Y haciendo de cuerdas como un azote, los echó a todos del templo, y las ovejas, y los bueyes; y arrojó por tierra el dinero de los cambistas, y derribó las mesas. Y dijo a los que vendían las palomas: "Quitad esto de aquí, y la casa de mi Padre no la hagáis casa de tráfico(q)”. Y se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me comió. Y los Judíos le respondieron, y dijeron: "¿Qué señal nos muestras de que haces estas cosas(r)?” Jesús les respondió, y dijo: "Destruir este templo, y en tres días lo levantaré(s)”. Los Judíos le dijeron: "¿En cuarenta y seis años fue hecho este templo(t), y tú lo levantarás en tres días?” Mas él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, se acordaron sus discípulos, que por esto lo decía, y creyeron a la Escritura, y a la palabra, que dijo Jesús. Y estando en Jerusalén en el día solemne de la Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los milagros que hacía. Mas el mismo Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos(u), Y porque él no había menester que alguno le diese testimonio del hombre; porque sabía por sí mismo lo que había en el hombre(v). Y había un hombre de los fariseos(a), llamado Nicodemo, príncipe de los Judíos. Éste vino a Jesús de noche(b), y le dijo: "Rabbí, sabemos(c) que eres maestro venido de Dios(d); porque ninguno puede hacer estos milagros, que tú haces, si Dios no estuviere con él(e)”. Jesús respondió, y le dijo: "En verdad, en verdad te digo, que no puede ver el reino de Dios, sino aquel que renaciere(f) de nuevo”. Nicodemo le dijo: "¿Cómo puede un hombre nacer, siendo viejo? ¿Por ventura puede volver al vientre de su madre, y nacer otra vez(g)?” Jesús respondió: "En verdad, en verdad te digo, que no puede entrar en el reino de Dios, sino aquel que fuere renacido de agua y de Espíritu santo(h). Lo que es nacido de carne, carne es; y lo que es nacido de espíritu, espíritu es(i). No te maravilles, porque te dijo: Os es necesario nacer otra vez. El espíritu donde quiere sopla; y oyes su voz, mas no sabes de dónde viene, ni a dónde va. Así es todo aquel que es nacido de espíritu(j)”. Respondió Nicodemo, y le dijo: "¿Cómo puede hacerse esto(k)?” Respondió Jesús, y le dijo: "¿Tú eres maestro en Israel, y esto(l) ignoras? En verdad, en verdad te digo, que lo que sabemos, eso hablamos; y lo que hemos visto, atestiguamos, y no recibís nuestro testimonio(m). Si os he dicho cosas terrenas, y no las creéis, ¿cómo creeréis, si os dijere las celestiales? Y ninguno subió al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo(n). Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así también es necesario que sea levantado el Hijo del hombre(o), Para que todo aquel, que cree en él, no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo(p), que dio a su Hijo unigénito(q); para que todo aquel que cree en él, no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque no envió Dios su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él(r). Quien en él cree, no es juzgado; mas el que no cree, ya ha sido juzgado(s); porque no cree en el nombre del unigénito(t) Hijo de Dios. Mas éste es el juicio(u): que la luz vino al mundo(v), y los hombres amaron más las tinieblas, que la luz; porque sus obras eran malas. Porque todo hombre, que obra mal, aborrece la luz, y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que obra verdad, viene a la luz, para que parezcan sus obras, porque son hechas en Dios(w)”. Después de esto vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea(x); y allí se estaba con ellos, y bautizaba(y). Y Juan bautizaba también en Ainón junto a Salim(z), porque había allí muchas aguas; y venían, y eran bautizados allí. Porque Juan aún no había sido puesto en la cárcel. Y se movió una cuestión entre los discípulos de Juan y los Judíos acerca de la purificación(a). Y fueron a Juan, y le dijeron: "Maestro, el que estaba contigo de la otra parte del Jordán, de quien tú diste testimonio, mira que él bautiza, y todos vienen a él”. Respondió Juan, y dijo: "No puede el hombre recibir algo, si no le fuere dado del cielo(b). Vosotros mismos me sois testigos de que dije: ‘Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él’. El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está con él, y le oye, se llena de gozo con la voz del esposo. Así pues este mi gozo es cumplido. Es necesario que él crezca, y que yo mengüe(c). El que de arriba viene, sobre todos es. El que es de la tierra, terreno es, y de la tierra habla. El que viene del cielo, sobre todos es(d). Y lo que vio, y oyó, eso testifica, y nadie recibe su testimonio(e). El que ha recibido su testimonio, confirmó que Dios es verdadero(f). Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; porque Dios no le da el espíritu por medida(g). El Padre ama al Hijo; y todas las cosas puso en sus manos(h). El que cree en el Hijo, tiene vida eterna; mas el que no da crédito al Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios(i) está sobre él”. Y cuando entendió Jesús que los fariseos habían oído que él hacía más discípulos, y bautizaba(a) más que Juan, (Aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos), Dejó la Judea, y se fue otra vez a Galilea(b). Debía por tanto pasar por Samaria(c). Vino pues a una ciudad de Samaria, que se llamaba Sicar(d), cerca del campo, que dio Jacob a su hijo José. Y estaba allí la fuente de Jacob. Jesús pues cansado del camino(e), estaba así sentado(f) sobre la fuente. Era como la hora de sexta(g). Vino una mujer de Samaria(h) a sacar agua. Jesús le dijo: "Dame de beber”. (Porque sus discípulos habían ido a la ciudad(i) a comprar de comer). Y aquella mujer Samaritana le dijo: "¿Cómo tú, siendo Judío, me pides de beber a mí, que soy mujer Samaritana?” Porque los Judíos no tienen trato con los Samaritanos(j). Respondió Jesús, y le dijo: "Si supieses el don de Dios, y quién es el que te dice: ‘Dame de beber(k)’, tú de cierto le pidieras a él(l), y te daría agua viva(m)”. La mujer le dijo: "Señor, no tienes con qué sacarla(n), y el pozo es hondo; ¿de dónde pues tienes el agua viva? ¿Por ventura eres tú mayor que nuestro padre Jacob, el cual nos dio este pozo, y él bebió de él, y sus hijos, y sus ganados(o)?” Jesús respondió, y le dijo: "Todo aquel que bebe de esta agua(p), volverá a tener sed; mas el que bebiere el agua que yo le daré, nunca jamás tendrá sed(q); Pero el agua que yo le daré, se hará en él una fuente de agua, que saltará hasta la vida eterna”. La mujer le dijo: "Señor, dame esa agua, para que no tenga sed, ni venga aquí(r) a sacarla”. Jesús le dijo: "Ve, llama a tu marido, y ven acá”. La mujer respondió, y dijo: "No tengo marido”. Jesús le dijo: "Bien has dicho, no tengo marido. Porque cinco maridos has tenido(s), y el que ahora tienes, no es tu marido: esto has dicho con verdad”. La mujer le dijo: "Señor, veo que tú eres profeta(t). Nuestros padres en este monte adoraron, y vosotros decís, que en Jerusalén está el lugar en donde es menester adorar”. Jesús le dijo: "Mujer, créeme, que viene la hora, en que ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre(u). Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos, porque la salud viene de los Judíos. Mas viene la hora(v), y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque el Padre también busca tales, que le adoren. Dios es espíritu(w); y es menester que aquellos que le adoran, le adoren en espíritu y en verdad”. La mujer le dijo: "Yo sé que viene el Mesías, (que se llama Cristo). Y cuando viniere él, nos declarará todas las cosas(x)”. Jesús le dijo: "Yo soy, que hablo contigo”. Y al mismo tiempo llegaron sus discípulos; y se maravillaban de que hablaba con una mujer(y). Pero ninguno le dijo: "¿Qué preguntas, o qué hablas con ella?” La mujer pues dejó su cántaro, y se fue a la ciudad, y dijo a aquellos hombres(z): "Venid, y ved a un hombre que me ha dicho todas cuantas cosas he hecho. ¿Si quizá es éste el Cristo(a)?” Salieron entonces de la ciudad, y vinieron a él. Entretanto le rogaban sus discípulos, diciendo: "Maestro, come”. Jesús les dijo: "Yo tengo para comer un manjar, que vosotros no sabéis(b)”. Decían pues los discípulos unos a otros: "¿Si le habrá traído alguno de comer?” Jesús les dijo: "Mi comida es, que haga la voluntad del que me envió, y que cumpla su obra. ¿No decís vosotros que aún hay cuatro meses hasta la siega(c)? Pues yo os digo: Alzad vuestros ojos, y mirad los campos, que están ya blancos para segarse. Y el que siega, recibe jornal, y allega fruto para la vida eterna(d), para que se gocen a una el que siembra, y el que siega(e). Porque en esto el refrán es verdadero: que uno es el que siembra, y otro es el que siega: Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros lo labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores”. Y creyeron en él muchos Samaritanos de aquella ciudad por la palabra de la mujer, que atestiguaba, diciendo: "Que me ha dicho todo cuanto he hecho(f)”. Mas como viniesen a él los Samaritanos, le rogaron que se quedase allí. Y se detuvo allí dos días. Y creyeron en él muchos más por la predicación de él. Y decían a la mujer: "Ya no creemos por tu dicho; porque nosotros mismos le hemos oído, y sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del mundo(g)”. Y dos días después salió de allí, y se fue a Galilea. Porque el mismo Jesús dio testimonio que un profeta no es honrado en su patria(h). Y cuando vino a Galilea, le recibieron los Galileos, porque habían visto todas las cosas que había hecho el día de la fiesta en Jerusalén; pues ellos también habían asistido a la fiesta. Vino pues otra vez a Caná de Galilea, en donde había hecho el agua vino. Y había en Cafarnaúm un señor de la corte(i), cuyo hijo estaba enfermo. Éste habiendo oído que Jesús venía de Judea a Galilea, fue a él, y le rogaba que descendiese, y sanase a su hijo; porque se estaba muriendo. Y Jesús le dijo: "Si no viereis milagros y prodigios, no creéis(j)”. El de la corte le dijo: "Señor, ven antes que muera mi hijo”. Jesús le dijo: "Ve, que tu hijo vive(k)”. Creyó el hombre a la palabra, que le dijo Jesús, y se fue. Y cuando se volvía(l), salieron a él sus criados, y le dieron nuevas, diciendo, que su hijo vivía(m). Y les preguntó la hora, en que había comenzado a mejorar(n). Y le dijeron: "Ayer a las siete(o) le dejó la fiebre”. Y entendió entonces el padre que era la misma hora, en que Jesús le dijo: "Tu hijo vive; y creyó él, y toda su casa”. Este segundo milagro hizo Jesús(p) otra vez, cuando vino de Judea a Galilea. Después de estas cosas, era el día de fiesta de los Judíos(a), y subió Jesús a Jerusalén. Y en Jerusalén está la piscina(b) Probática(c), que en hebreo se llama Betsaida, la cual tiene cinco pórticos. En estos yacía grande muchedumbre de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando el movimiento del agua. Porque un ángel del Señor descendía en cierto tiempo a la piscina, y se movía el agua(d). Y el que primero entraba en la piscina después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. Y estaba allí un hombre, que había treinta y ocho años, que estaba enfermo. Y cuando Jesús vio que yacía aquel hombre, y conoció que estaba ya de mucho tiempo(e), le dijo: "¿Quieres ser sano?” El enfermo le respondió: "Señor, no tengo hombre(f), que me meta en la piscina, cuando el agua fuere revuelta; porque entre tanto que yo voy, otro entra antes que yo”. Jesús le dijo: "Levántate, toma tu lecho, y anda”. Y luego fue sano aquel hombre, y tomó su camilla, y caminaba. Y era sábado aquel día. Dijeron entonces los Judíos al hombre, que había sido sanado: "Sábado es, y no te es lícito llevar tu camilla”. Les respondió: "Aquél, que me sanó, me dijo: toma tu camilla, y anda(g)”. Entonces le preguntaron: "¿Quién es aquel hombre, que te dijo: Toma tu camilla, y anda?” Y el que había sido sanado, no sabía quién era; porque Jesús se había retirado del tropel de gente, que había en aquel lugar. Después le halló Jesús en el templo, y le dijo: "Mira, que ya estás sano; no quieras pecar más, para que no te acontezca alguna cosa peor(h)”. Fue aquel hombre, y dijo a los Judíos que Jesús era el que le había sanado(i). Por esta causa los Judíos perseguían a Jesús(j), porque hacía estas cosas en sábado. Y Jesús les respondió: "Mi Padre obra hasta ahora, y yo obro(k)”. Y por esto los Judíos tanto más procuraban matarlo; porque no solamente quebrantaba el sábado, sino porque también decía que era Dios su Padre, haciéndose igual a Dios. Y así Jesús respondió, y les dijo: "En verdad, en verdad os digo: El Hijo no puede hacer por sí cosa alguna, sino lo que viere hacer al Padre(l): porque todo lo que el Padre hiciere, lo hace también igualmente el Hijo(m). Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas, que él hace(n). Y mayores obras que estas le mostrará, de manera que os maravilléis vosotros(o). Porque así como el Padre resucita los muertos, y les da vida, así el Hijo(p) da vida a los que quiere. Y el Padre no juzga a ninguno(q); mas todo el juicio ha dado al Hijo(r), Para que todos honren al Hijo, como honran al Padre. Quien no honra al Hijo, no honra al Padre, que le envió. En verdad, en verdad os digo: Que el que oye mi palabra, y cree a aquel, que me envió, tiene vida eterna, y no viene a juicio, mas pasó de muerte a vida(s). En verdad, en verdad os digo, que viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren, vivirán(t). Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también dio al Hijo el tener vida en sí mismo(u); Y le dio poder de hacer juicio, porque es Hijo del hombre(v). No os maravilléis de esto: porque viene la hora, cuando todos los que están en los sepulcros, oirán la voz del Hijo de Dios(w). Y los que hicieron bien, irán(x) a resurrección de vida; mas los que hicieron mal, a resurrección de juicio. No puedo yo de mí mismo hacer cosa alguna(y). Así como oigo, juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad de aquel, que me envió(z). Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero(a). Otro es el que da testimonio de mí; y se que es verdadero el testimonio, que da de mí. Vosotros enviasteis a Juan, y dio testimonio a la verdad. Mas yo no tomo testimonio de hombre pero digo esto para que vosotros seáis salvos(b). El era una antorcha que ardía y alumbraba(c). Y vosotros quisisteis por breve tiempo alegraron con su luz(d). Pero yo tengo mayor testimonio que Juan. Porque las obras, que el Padre me dio que cumpliese, las mismas obras, que yo hago(e), dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió, él dio testimonio de mí(f); y vosotros nunca habéis oído su voz(g), ni habéis visto su semejanza. Ni tenéis en vosotros estable su palabra, porque al que él envió, a este vosotros no creéis. Escudriñad las Escrituras, en las que vosotros creéis tener la vida eterna(h); y ellas son las que dan testimonio de mí; Y no queréis venir a mí, para que tengáis vida. No recibo gloria de hombres(i). Mas yo os he conocido que no tenéis el amor de Dios en vosotros(j). Yo vine en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su nombre, a aquel recibiréis(k). ¿Cómo podéis creer vosotros, que recibís la gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria, que de sólo Dios viene(l)? No penséis que yo os he de acusar delante del Padre. Otro hay que os acusa, Moisés, en quien vosotros esperáis(m). Porque si creyeseis a Moisés, también me creeríais(n) a mí; pues él escribió de mí. Mas si a sus escritos no creéis, ¿cómo creeréis a mis palabras(o)?” Después de esto pasó Jesús a la otra parte de la mar de Galilea, que es de Tiberíades(a). Y le seguía una grande multitud de gente, porque veían los milagros que hacía sobre los enfermos. Subió pues Jesús a un monte, y se sentó allí con sus discípulos. Y estaba cerca la Pascua, día de la fiesta de los Judíos. Y habiendo alzado Jesús los ojos, y viendo que venía a él una tan gran multitud, dijo a Felipe: "¿De dónde compraremos pan, para que coman estos?” Esto decía por probarle(b); porque él sabía lo que había de hacer. Felipe le respondió: "Doscientos denarios de pan no les bastan(c), para que cada uno tome un poco”. Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: "Aquí hay un muchacho(d), que tiene cinco panes de cebada(e), y dos peces(f), mas ¿qué es esto para tanta gente?” Y dijo Jesús: "Haced sentar la gente”. En aquel lugar había mucho heno. Y se sentaron a comer, como en número de cinco mil hombres. Tomó pues Jesús los panes; y habiendo dado gracias, los repartió(g) entre los que estaban sentados; y asimismo de los peces, cuanto querían. Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: "Recoged los pedazos, que han sobrado, que no se pierdan(h)”. Y así recogieron, y llenaron doce canastos de pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. Aquellos hombres, cuando vieron el milagro que había hecho Jesús, decían: "Éste es verdaderamente el profeta, que ha de venir al mundo(i)”. Y Jesús cuando entendió que habían de venir para arrebatarle, y hacerle rey(j), huyó otra vez al monte él solo(k). Y como se hiciese tarde, descendieron sus discípulos al mar. Y habiendo entrado en un barco, pasaron de la otra parte del mar hacia Cafarnaúm. Y era ya oscuro; y no había venido Jesús a ellos. Y se levantaba el mar con el viento recio, que soplaba. Y cuando hubieron remado como unos veinte y cinco o treinta estadios(l), vieron a Jesús andando sobre el mar, y que se acercaba al barco, y tuvieron miedo. Mas él les dice: "Yo soy. No temáis”. Y ellos quisieron recibirle en el barco, y el barco llegó luego a la tierra, a donde iban(m). El día siguiente la gente que estaba de la otra parte del mar, vio que no había allí sino un solo barco, y que Jesús no había entrado en el barco con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían ido solos. Y llegaron otros barcos de Tiberíades, cerca del lugar en donde habían comido el pan, después de haber dado gracias al Señor. Pues, cuando vio la gente que no estaba allí Jesús, ni sus discípulos, entraron en los barcos, y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Y cuando le hallaron de la otra parte del mar, le dijeron: "Maestro, ¿cuándo llegaste acá?” Jesús les respondió, y dijo: "En verdad, en verdad os digo: Me buscáis, no por los milagros que visteis, mas porque comisteis del pan, y os saciasteis(n). Trabajad no por la comida que perece, mas por la que permanece para vida eterna, la que os dará el Hijo del hombre(o). Porque a éste señaló(p) Dios el Padre”. Y le dijeron: "¿Qué haremos para hacer las obras de Dios(q)?” Respondió Jesús, y les dijo: "Ésta es la obra de Dios, que creáis en aquel que él envió(r)”. Entonces le dijeron: "Pues ¿qué milagro haces, para que lo veamos, y te creamos? ¿qué obras tú? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer(s)”. Y Jesús les dijo: "En verdad, en verdad os digo: No os dio Moisés pan del cielo; mas mi Padre os da el pan verdadero del cielo(t); Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo, y da vida al mundo(u)”. Ellos pues le dijeron: "Señor, danos siempre este pan(v)”. Y Jesús les dijo: "Yo soy el pan de la vida. El que a mí viene, nunca jamás tendrá hambre; y el que en mí cree, nunca jamás tendrá sed(w). Mas ya os he dicho, que me habéis visto, y no creéis(x). Todo lo que me da el Padre, a mí vendrá; y aquel que a mí viene, no le echaré fuera; Porque descendí del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad de aquel que me envió. Y esta es la voluntad de aquel Padre, que me envió, que nada pierda de todo aquello que él me dio, sino que lo resucite en el último día. Y la voluntad de mi Padre, que me envió, es ésta, que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día”. Los Judíos, pues, murmuraban de él, porque había dicho: "Yo soy el pan vivo, que descendí del cielo”. Y decían: "¿No es este Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? Pues ¿cómo dice éste: Que del cielo descendí?” Mas Jesús respondió y les dijo: "No murmuréis entre vosotros. Nadie puede venir a mí, si no le trajere el Padre que me envió; y yo le resucitaré en el postrimero día(y). Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados de Dios(z). Todo aquel que oyó del Padre, y aprendió, viene a mí. No porque alguno ha visto al Padre, sino aquel que vino de Dios, éste ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: Aquel que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron(a); Este es el pan, que desciende del cielo, para que el que comiere de él, no muera. Yo soy el pan vivo, que descendí del cielo. Si alguno comiere de este pan, vivirá eternamente; y el pan que yo daré, es mi carne(b) por la vida del mundo(c)”. Comenzaron entonces los Judíos a altercar unos con otros, y decían: "¿Cómo nos puede dar éste su carne a comer(d)?” Y Jesús les dijo: "En verdad, en verdad os digo: Si no comiereis la carne del Hijo del hombre, y bebiereis su sangre, no tendréis vida(e) en vosotros. El que come mi carne, y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el último día. Porque mi carne verdaderamente es comida, y mi sangre verdaderamente es bebida. El que come mi carne, y bebe mi sangre, en mí mora, y yo en él(f). Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre; así también el que me come, él mismo vivirá por mí(g). Este es el pan, que descendió del cielo; no como el maná, que comieron vuestros padres, y murieron. Quien come este pan vivirá eternamente”. Esto dijo en la sinagoga enseñando, en Cafarnaúm. Mas muchos de sus discípulos, que esto oyeron, dijeron: "Duro es este razonamiento, ¿y quién lo puede oír(h)?” Y Jesús sabiendo en sí mismo(i) que murmuraban sus discípulos de esto, les dijo: "¿Esto os escandaliza? Pues ¿qué, si viereis al Hijo del hombre subir a donde estaba antes(j)?? El espíritu es el que da vida; la carne nada aprovecha. Las palabras que yo os he dicho, espíritu y vida son(k). Mas hay algunos de vosotros, que no creen”. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían(l), y quién le había de entregar. Y decía: "Por esto os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado de mi Padre(m)”. Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y no andaban ya con él(n). Y dijo Jesús a los doce: "¿Y vosotros queréis también iros?” Y Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos(o)? tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocido, que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios(p)”. Jesús les respondió: "¿No os escogí yo a los doce? y el uno de vosotros es diablo(q)”. Y después de esto andaba Jesús por la Galilea; porque no quería pasar a la Judea, por cuanto los Judíos(a) le buscaban para matarle. Y estaba próxima la fiesta de los Judíos, llamada de los Tabernáculos(b). Y sus hermanos le dijeron(c): "Quítate de aquí, y ve a la Judea, para que tus discípulos vean también las obras que haces(d). Pues ninguno hace cosa en oculto, y procura ser conocido en el público. Si esto haces, manifiéstate al mundo”. Porque ni aun sus hermanos creían en él(e). Y Jesús les dijo: "Mi tiempo aún no ha venido(f); mas vuestro tiempo siempre está preparado. No puede el mundo aborreceros a vosotros; mas a mí me aborrece, porque yo doy testimonio de él, que sus obras son malas. Subid vosotros a esta fiesta; yo no subo todavía a esta fiesta(g), porque mi tiempo no es aún cumplido”. Y habiendo dicho esto, se quedó él en la Galilea. Mas después que sus hermanos hubieron subido, él entonces subió también a la fiesta no públicamente, mas como en oculto(h). Y los Judíos le buscaban el día de la fiesta, y decían: "¿En dónde está aquel(i)?” Y había grande murmullo acerca de él entre la gente. Porque los unos decían: "Bueno es”. Y los otros: "No, antes engaña a las gentes”. Pero ninguno hablaba abiertamente de él, por miedo de los Judíos(j). Y al medio de la fiesta subió Jesús al templo, y enseñaba(k). Y se maravillaban los Judíos, y decían: "¿Cómo sabe este letras, no habiéndolas aprendido(l)?” Jesús les respondió, y dijo: "Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me ha enviado(m). El que quisiere hacer su voluntad(n), conocerá de la doctrina, si es de Dios, o si yo hablo de mí mismo. El que de sí mismo habla(o), busca su propia gloria; mas el que busca la gloria de aquel que le envió, este veraz es(p); y no hay en él injusticia. ¿Por ventura no os dio Moisés la ley? y ninguno de vosotros hace la ley(q). ¿Por qué me queréis matar(r)?” Respondió la gente, y dijo: "Demonio tienes. ¿Quién te quiere matar(s)?” Jesús les respondió, y dijo: "Hice una obra(t), y todos os maravilláis. Por esto os dio Moisés la circuncisión (no porque ella es de Moisés, sino de los padres(u) ); y circuncidáis al hombre en sábado. Si recibe el hombre la circuncisión en sábado, para que no se quebrante la ley de Moisés(v), ¿os ensañáis contra mí, porque sané en sábado a todo un hombre(w)? No juzguéis según lo que aparece. Mas juzgad justo juicio(x)”. Y decían algunos de Jerusalén: "¿No es este el que buscan para matarle? Pues ved aquí que habla en público, y no le dicen nada. ¿Por ventura han reconocido los príncipes, que este es el Cristo(y)? Mas este sabemos de dónde es; y cuando viniere el Cristo, ninguno sabe de dónde sea(z)”. Y Jesús alzaba la voz en el templo, enseñando, y diciendo: "Vosotros me conocéis, y sabéis de dónde soy(a). Empero yo no vine de mí mismo, mas es veraz el que me envió; a quien vosotros no conocéis. Yo le conozco, porque de él soy(b), y él me envió”. Y le querían prender, mas ninguno le echó la mano, porque todavía no era llegada su hora(c). Y muchos del pueblo creyeron en él, y decían: "Cuando viniere el Cristo, ¿hará acaso más milagros que los que este hace?” Oyeron los fariseos estos murmullos que había en el pueblo acerca de él, y los príncipes de los sacerdotes y los fariseos enviaron ministros para que le prendiesen(d). Y Jesús les dijo: "Aún estaré con vosotros un poco de tiempo; y voy a aquel que me envió. Me buscaréis, y no me hallaréis; y donde yo estoy, vosotros no podéis venir(e)”. Dijeron los Judíos entre sí mismos: "¿A dónde se ha de ir este, que no le hallaremos? ¿querrá ir a las gentes(f) que están dispersas, y enseñar a los gentiles? ¿Qué palabra es esta, que dijo: ‘Me buscaréis, y no me hallaréis’; y ‘donde yo estoy, vosotros no podéis venir’?” Y en el último grande día de la fiesta estaba allí Jesús, y decía en alta voz: "Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba(g). El que cree en mí, como dice la Escritura, de su vientre correrán ríos de agua viva(h)”. Esto dijo del Espíritu, que habían de recibir los que creyesen en él. Porque aún no había sido dado el Espíritu(i), por cuanto Jesús no había sido aun glorificado. Muchas pues de aquellas gentes habiendo oído estas palabras, decían: "Este verdaderamente es un profeta”. Otros decían: "Este es el Cristo”. Mas algunos decían: "Pues qué ¿de la Galilea ha de venir el Cristo? ¿No dice la Escritura: Que del linaje de David, y del castillo de Bethlehem, en donde estaba David(j), ha de venir Cristo?” Así que había disensión(k) en el pueblo acerca de él. Y algunos de ellos le querían prender; mas ninguno puso las manos sobre él. Volvieron los ministros a los príncipes de los sacerdotes y a los fariseos. Y estos les dijeron: "¿Por qué no le habéis traído?” Respondieron los ministros: "Nunca así habló hombre, como este hombre(l)”. Los fariseos les replicaron: "Pues qué ¿vosotros habéis sido también seducidos(m)? ¿Por ventura ha creído en él alguno de los príncipes, o de los fariseos(n)? Sino esas gentes del vulgo, que no saben la ley, malditas(o) son”. Nicodemo, aquel que vino a Jesús de noche, que era uno de ellos, les dijo: "¿Por ventura nuestra ley juzga a un hombre, sin haberle oído primero, y sin informarse de lo que ha hecho?” Le respondieron, y dijeron: "¿Eres tú también Galileo(p)? Escudriña las Escrituras, y entiende que de la Galilea no se levantó jamás profeta(q)”. Y se volvieron cada uno a su casa. Y se fue Jesús al monte del Olivar. Y otro día de mañana volvió al templo, y vino a él todo el pueblo. Y sentado los enseñaba. Y los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio, y la pusieron en medio, Y le dijeron: "Maestro, esta mujer ha sido ahora sorprendida en adulterio(a). Y Moisés nos mandó en la ley apedrear a estas tales. Pues tú ¿qué dices?” Y esto lo decían tentándole, para poderle acusar(b). Mas Jesús inclinándose hacia abajo, escribía con el dedo en tierra(c). Y como porfiasen en preguntarle, se enderezó, y les dijo: "El que entre vosotros esté sin pecado, tire contra ella la piedra(d) el primero”. E inclinándose de nuevo, continuaba escribiendo en tierra. Ellos cuando esto oyeron(e), se salieron los unos en pos de los otros, y los más ancianos los primeros(f); y quedó Jesús solo, y la mujer que estaba en pie en medio. Y enderezándose Jesús(g), le dijo: "Mujer, ¿en dónde están los que te acusaban? ¿ninguno te ha condenado?” Dijo ella: "Ninguno, Señor”. Y dijo Jesús: "Ni yo tampoco te condenaré(h). Vete, y no peques ya más”. Y otra vez les habló Jesús, diciendo: "Yo soy la luz del mundo(i); el que me sigue, no anda en tinieblas(j), mas tendrá la lumbre de la vida”. Y los fariseos le dijeron: "Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no es verdadero”. Jesús les respondió, y dijo(k): "Aunque yo de mí mismo doy testimonio, verdadero es mi testimonio, porque se de dónde vine, y a dónde voy; mas vosotros no sabéis de dónde vengo, ni a dónde voy(l). Vosotros juzgáis según la carne(m); mas yo no juzgo a ninguno(n); Y si juzgo yo, mi juicio es verdadero, porque no soy solo; mas yo y el Padre, que me envió. Y en vuestra ley está escrito, que el testimonio de dos hombres es verdadero(o). Yo soy, el que doy testimonio de mí mismo; y testimonio da de mí el Padre, que me envió”. Y le decían: "¿En dónde está tu Padre(p)?” Respondió Jesús: "Ni me conocéis a mí, ni a mi Padre; si me conocieseis a mí, en verdad conocierais también a mi Padre(q)”. Estas palabras dijo Jesús en el gazofilacio(r), enseñando en el templo. Y ninguno le echó mano, porque no había venido a;ún su hora. Y en otra ocasión les dijo Jesús: "Yo me voy, y me buscaréis, y moriréis en vuestros pecado(s). A donde yo voy, vosotros no podéis venir”. Y decían los Judíos: "¿Por ventura se matará a sí mismo(t), pues ha dicho: ‘A donde yo voy, vosotros no podéis venir’?” Y les decía: "Vosotros sois de abajo; yo soy de arriba(u). Vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo(v). Por eso os dije, que moriréis en vuestros pecados; porque si no creyereis que yo soy(w), moriréis en vuestro pecado”. Y le decían: "¿Tú, quién eres?” Jesús les dijo: "El principio(x), el mismo que os hablo. Muchas cosas tengo que decir de vosotros, y que juzgar. Mas el que me envió, es verdadero; y yo, lo que oí de él(y), eso hablo en el mundo”. Y no entendieron que a su Padre llamaba Dios. Jesús pues les dijo: "Cuando alzareis al Hijo del hombre(z), entonces entenderéis que yo soy, y que nada hago de mí mismo, mas como mi Padre me mostró, esto hablo. Y el que me envió, conmigo está: y no me ha dejado solo(a), porque yo hago siempre lo que a él agrada”. Diciendo él estas cosas, creyeron muchos en él. Y decía Jesús a los Judíos, que en él habían creído(b): "Si vosotros perseveráis en mi palabra, verdaderamente seréis mis discípulos, Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres(c)”. Le respondieron: "Linaje somos de Abraham, y nunca servimos a ninguno. Pues ¿cómo dices tú: Seréis libres(d)?” Jesús les respondió: "En verdad, en verdad os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. Y el esclavo no queda en casa para siempre; mas el hijo queda para siempre(e). Pues si el hijo(f) os hiciere libres, verdaderamente seréis libres. Yo sé que sois hijos de Abraham(g); mas me queréis matar, porque mi palabra no cabe en vosotros(h). Yo digo lo que vi en mi Padre; y vosotros hacéis lo que visteis en vuestro padre(i)”. Respondieron, y le dijeron: "Nuestro padre es Abraham”. Jesús les dijo: "Si sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham(j). Mas ahora me queréis matar, siendo hombre, que os he dicho la verdad, que oí de Dios. Abraham no hizo esto. Vosotros hacéis las obras de vuestro padre”. Y ellos le dijeron: "Nosotros no somos nacidos de fornicación; un padre tenemos, que es Dios(k)”. Y Jesús les dijo: "Si Dios fuese vuestro padre, ciertamente me amaríais. Porque yo de Dios salí, y vine; y no de mí mismo, mas él me envió. ¿Por qué no entendéis este mi lenguaje? Porque no podéis oír mi palabra(l). Vosotros sois hijos del diablo, y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. El fue homicida desde el principio(m), y no permaneció en la verdad(n), porque no hay verdad en él(o); cuando habla mentira, de suyo habla, porque es mentiroso y padre de la mentira. Mas aunque yo os digo la verdad, no me creéis. ¿Quién de vosotros me argüirá de pecado(p)? Si os digo verdad, ¿por qué no me creéis? El que es de Dios, oye las palabras de Dios; por eso vosotros no las oís, porque no sois de Dios”. Los Judíos respondieron, y le dijeron: "¿No decimos bien nosotros, que tú eres Samaritano(q), y que tienes demonio?” Jesús respondió: "Yo no tengo demonio; mas honro a mi Padre, y vosotros me habéis deshonrado. Y yo no busco mi gloria; hay quien la busque, y juzgue(r). En verdad, en verdad os digo: si alguno guardare mi palabra, no verá la muerte para siempre(s)”. Los Judíos le dijeron: "Ahora conocemos, que tienes demonio. Abraham murió, y los profetas; y tú dices: ‘Si alguno guardare mi palabra, no gustará la muerte para siempre’. ¿Por ventura eres tú mayor que nuestro padre Abraham, el cual murió? y los profetas murieron también. ¿Quién te haces a ti mismo?” Jesús les respondió: "Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada es; mi Padre es el que me glorifica, el que vosotros decís que es vuestro Dios(t), Y no le conocéis, mas yo le conozco; y si dijere que no lo conozco, seré mentiroso como vosotros. Mas le conozco, y guardo su palabra. Abraham, vuestro padre, deseó(u) con ansia ver mi día; le vio, y se gozó(v)”. Y los Judíos le dijeron: "¿Aún no tienes cincuenta años, y has visto a Abraham(w)?” Jesús les dijo: "En verdad, en verdad os digo, que antes que Abraham fuese, yo soy(x)”. Tomaron entonces piedras para tirárselas; mas Jesús se escondió, y salió del templo(y). Y al pasar Jesús, vio un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos: "Maestro, ¿quién pecó, este, o sus padres, por haber nacido ciego(a)?” Respondió Jesús: "Ni este pecó, ni sus padres; mas para que las obras de Dios(b) se manifiesten en él. Es necesario que yo obre las obras de aquel que me envió, mientras que es de día(c); vendrá la noche(d), cuando nadie podrá obrar(e). Mientras que estoy en el mundo, luz soy del mundo”. Cuando esto hubo dicho, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y ungió con el lodo sobre los ojos del ciego. Y le dijo: "Ve, lávate en la piscina(f) de Siloé” (que quiere decirEnviado(g)). Se fue pues, y se lavó, y volvió con vista. Los vecinos, y los que le habían visto antes pedir limosna(h), decían: "¿No es este el que estaba sentado, y pedía limosna?” Los unos decían: "Este es”. Y los otros: "No es ese, sino que se le parece”. Mas él decía: "Yo soy”. Y le decían: "¿Cómo te fueron abiertos los ojos?” Respondió él: "Aquel hombre, que se llama Jesús, hizo lodo, y ungió mis ojos, y me dijo: ‘Ve a la piscina de Siloé, y lávate’. Y fui, me lavé, y veo”. Y le dijeron: "¿En dónde está aquel?” Respondió él: "No sé”. Llevaron a los fariseos al que había sido ciego. Y era sábado, cuando hizo Jesús el lodo, y le abrió los ojos. Y de nuevo le preguntaban los fariseos, cómo había recibido la vista. Y él les dijo: "Lodo puso sobre mis ojos, y me lavé, y veo”. Y decían algunos de los fariseos: "Este hombre no es de Dios, pues que no guarda el sábado”. Y otros decían: "¿Cómo puede un hombre pecador hacer estos milagros?” Y había disensión entre ellos. Y vuelven a decir al ciego: "Y tú ¿qué dices de aquel que abrió tus ojos?” Y él dijo: "Que es profeta(i)”. Mas los Judíos no creyeron de él, que hubiese sido ciego, y que hubiese recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista. Y les preguntaron, y dijeron: "¿Es este vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? Pues ¿cómo ve ahora(j)?” Sus padres les respondieron, y dijeron: "Sabemos que este es nuestro hijo, y que nació ciego. Mas no sabemos cómo ahora tenga vista; o quién le haya abierto los ojos, nosotros no lo sabemos. Preguntadlo a él; edad tiene; que hable él por sí mismo”. Esto dijeron los padres del ciego, porque temían a los Judíos; porque ya habían acordado los Judíos, que si alguno confesase a Jesús por Cristo, fuese echado de la sinagoga(k). Por eso dijeron sus padres: "Edad tiene; preguntadle a él”. Volvieron pues a llamar al hombre, que había sido ciego, y le dijeron: "Da gloria a Dios(l). Nosotros sabemos que ese hombre es pecador”. El les dijo: "Si es pecador, no lo sé. Una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo(m)”. Y ellos le dijeron: "¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?” Les respondió: "Ya os lo he dicho, y lo habéis oído(n). ¿Por qué lo queréis oír otra vez? ¿Por ventura queréis vosotros también haceros sus discípulos?” Y le maldijeron, y dijeron: "Tú seas su discípulo; que nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que habló Dios a Moisés; mas este no sabemos de dónde sea”. Aquel hombre les respondió, y dijo(o): "Cierto que es cosa maravillosa, que vosotros no sabéis de dónde es, y abrió mis ojos. Y sabemos que Dios no oye a los pecadores(p); mas si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a este oye. Nunca fue oído, que abriese alguno los ojos de uno que nació ciego. Si este no fuese de Dios, no pudiera hacer cosa alguna”. Respondieron, y le dijeron: "¿En pecado eres nacido todo, y tú nos enseñas(q)?” Y le echaron fuera(r). Oyó Jesús que le habían echado fuera; y cuando le halló, le dijo: "¿Crees tú en el Hijo de Dios?” Respondió él, y dijo: "¿Quién es, Señor, para que crea en él(s)?” Y Jesús le dijo: "Y lo has visto(t), y el que habla contigo, ese mismo es”. Y él dijo: "Creo, Señor”. Y postrándose, le adoró. Y dijo Jesús: "Yo vine a este mundo para juicio: para que vean los que no ven; y los que ven sean hechos ciegos(u)”. Y lo oyeron algunos de los fariseos, que estaban con él, y le dijeron: "Pues qué, ¿nosotros somos también ciegos?” Jesús les dijo: "Si fueseis ciegos, no tendríais pecado(v); mas ahora porque decís: ‘Vemos’, por eso permanece vuestro pecado”. "En verdad, en verdad os digo: El que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, mas sube por otra parte, aquel es ladrón(a) y salteador; Mas el que entra por la puerta, pastor es de las ovejas. A este abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a las ovejas propias llama por su nombre, y las saca. Y cuando ha sacado fuera sus ovejas, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Mas al extraño no le siguen(b), antes huyen de él, porque no conocen la voz de los extraños(c)”. Este proverbio les dijo Jesús. Mas ellos no entendieron lo que les decía. Y Jesús les dijo otra vez: "En verdad, en verdad os digo, que yo soy la puerta de las ovejas. Todos cuantos vinieron(d), ladrones son y salteadores; y no los oyeron las ovejas. Yo soy la puerta; quien por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos(e). El ladrón no viene, sino para hurtar, y para matar, y para destruir. Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en más abundancia. Yo soy el buen pastor(f). El buen pastor da su vida por sus ovejas(g). Mas el asalariado(h), y que no es el pastor, del que no son propias las ovejas, ve venir al lobo, y deja las ovejas y huye; y el lobo arrebata, y esparce las ovejas. Y el asalariado huye, porque es asalariado, y porque no tiene parte en las ovejas(i). Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen(j). Como el Padre me conoce, así conozco yo al Padre; y pongo mi alma por mis ovejas(k). Tengo también otras ovejas, que no son de este aprisco, y es necesario que yo las traiga; y oirán mi voz, y será hecho un solo aprisco, y un pastor(l). Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi alma para volverla a tomar(m). No me la quita ninguno; mas yo la pongo por mí mismo. Y poder tengo para ponerla, y poder tengo para volverla a tomar(n); este mandamiento recibí de mi Padre(o)”. Y hubo nuevamente disensión entre los Judíos por estas palabras. Y decían muchos de ellos: "Demonio tiene, y está fuera de sí(p); ¿por qué le escucháis?” Otros decían: "Estas palabras no son de endemoniado. ¿Por ventura puede el demonio abrir los ojos de los ciegos?” Y se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación(q). Y era invierno. Y Jesús se paseaba en el templo, por el pórtico de Salomón(r). Y los Judíos le cercaron, y le dijeron: "¿Hasta cuándo nos acabas el alma(s)? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente”. Jesús les respondió: "Os lo digo, y no me creéis. Las obras que yo hago en nombre de mi Padre, estas dan testimonio de mí; Mas vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas oyen mi voz; y yo las conozco, y me siguen. Y yo les doy la vida eterna, y no perecerán jamás(t), y ninguno las arrebatará de mi mano. Lo que me dio mi Padre, es sobre todas las cosas(u); y nadie lo puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos una cosa(v)”. Entonces los Judíos tomaron piedras para apedrearle. Jesús les respondió: "Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre. ¿Por cuál obra de ellas me apedreáis?” Los Judíos le respondieron: "No te apedreamos por la buena obra, sino por la blasfemia, y porque tú, siendo hombre, te haces Dios a ti mismo”. Jesús les respondió: "¿No está escrito en vuestra ley(w): Yo dije: Dioses sois? Pues, si llamó dioses a aquellos a quienes(x) vino la palabra de Dios, y la Escritura no puede faltar, A mí, que el Padre santificó, y envió al mundo, vosotros decís: ¿Qué blasfemas, porque he dicho(y): ‘Soy hijo de Dios’? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; Mas si las hago, y si a mí no me queréis creer, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre(z)”. Y ellos querían prenderle; mas se salió de entre sus manos(a). Y se fue otra vez a la otra ribera del Jordán a aquel lugar, en donde primero estaba bautizando Juan; y se estuvo allí. Y vinieron a él muchos, y decían: "Juan en verdad no hizo ningún milagro. Mas todas las cosas que Juan dijo de éste, eran verdaderas(b)”. Y muchos creyeron en él. Y había un enfermo llamado Lázaro de Betania, aldea de María y de Marta, su hermana(a). (Y María era la que había ungido al Señor con ungüento, y limpiado sus pies con sus cabellos(b); cuyo hermano Lázaro estaba enfermo). Enviaron, pues, sus hermanas a decir a Jesús: "Señor, he aquí el que amas está enfermo(c)”. Y cuando lo oyó Jesús, les dijo: "Esta enfermedad no es para muerte(d), sino para gloria de Dios, para que sea glorificado el Hijo de Dios por ella”. Y amaba Jesús a Marta, y a María su hermana, y a Lázaro. Y cuando oyó que estaba enfermo, se detuvo aun dos días en aquel lugar(e). Y pasados estos dijo a sus discípulos: "Vamos otra vez a Judea”. Los discípulos le dijeron: "Maestro, ¿ahora querían apedrearte los Judíos, y vas allá otra vez(f)?” Jesús respondió: "¿Por ventura no son doce las horas del día(g)? El que anduviere de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo(h); Mas si anduviere de noche, tropieza, porque no hay luz en él”. Esto dijo, y después les dijo: "Lázaro nuestro amigo duerme(i); mas voy a despertarle del sueño”. Y dijeron sus discípulos: "Señor, si duerme, será sano(j)”. Mas Jesús había hablado de su muerte; y ellos entendieron que decía del dormir de sueño. Entonces Jesús les dijo abiertamente: "Lázaro es muerto; Y me huelgo por vosotros de no haber estado allí, para que creáis(k). Mas vamos a él”. Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo(l), a los otros condiscípulos: "Vamos también nosotros, y muramos con él(m)”. Vino pues Jesús, y halló que había ya cuatro días que estaba en el sepulcro. Y Betania distaba de Jerusalén como unos quince estadios(n). (Y muchos Judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas de su hermano(o) ). Marta, pues, cuando oyó que venía Jesús, le salió a recibir; mas María se quedó en casa. Y Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no hubiera muerto. Mas también sé ahora, que todo lo que pidieres a Dios(p), te lo otorgará Dios”. Jesús le dijo: "Resucitará tu hermano(q)”. Marta le dice: "Bien sé que resucitará en la resurrección en el último día”. Jesús le dijo: "Yo soy la resurrección y la vida(r). El que cree en mí, aunque hubiere muerto, vivirá(s); Y todo aquel, que vive, y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?” Ella le dijo: "Sí Señor, yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo(t), que has venido(u) a este mundo”. Y dicho esto, fue, y llamó en secreto(v) a María, su hermana, y dijo: "El Maestro está aquí, y te llama”. Ella cuando lo oyó, se levantó luego, y fue a él. Porque Jesús aún no había llegado a la aldea; sino que se estaba en aquel lugar, en donde Marta había salido a recibirle(w). Los Judíos pues, que estaban en la casa con ella, y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado apresurada, y había salido, la siguieron, diciendo: "Al sepulcro va a llorar allí”. Y María, cuando llegó a donde Jesús estaba, luego que le vio, se postró a sus pies, y le dice: "Señor, si hubieras estado aquí(x), mi hermano no hubiera muerto”. Jesús, cuando la vio llorando, y que también lloraban los Judíos que habían venido con ella, gimió en su ánimo, y se turbó a sí mismo(y), Y dijo: "¿En dónde le pusisteis(z)?” Le dicen: "Ven, Señor, y lo verás”. Y lloró Jesús. Y dijeron entonces los Judíos: "Ved cómo le amaba”. Y algunos de ellos dijeron: "¿Pues este, que abrió los ojos del que nació ciego, no podía hacer que este no muriere(a)?” Mas Jesús, gimiendo otra vez en sí mismo, fue al sepulcro. Era una gruta, y habían puesto una losa(b) sobre ella. Dijo Jesús: "Quitad la losa”. Marta, que era hermana del difunto, le dice: "Señor, ya hiede, porque es muerto de cuatro días(c)”. Jesús le dijo: "¿No te he dicho, que si creyeres, verás la gloria de Dios(d)?” Quitaron pues la losa(e). Y Jesús alzando los ojos a lo alto, dijo: "Padre, gracias te doy porque me has oído(f). Yo bien sabía que siempre me oyes(g); mas por el pueblo, que está alrededor, lo dije, para que crean que tú me has enviado(h)”. Y habiendo dicho esto, gritó en alta voz, diciendo: "Lázaro, ven fuera(i)”. Y en el mismo punto salió el que había estado muerto, atados los pies, y las manos con vendas, y cubierto el rostro con un sudario(j). Jesús les dijo: "Desatadle, y dejadle ir”. Muchos, pues, de los Judíos, que habían venido a ver a María y a Marta, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él. Mas algunos de ellos se fueron a los fariseos, y les dijeron lo que había hecho Jesús. Y los príncipes de los sacerdotes y los fariseos juntaron concilio, y decían: "¿Qué hacemos, porque este hombre hace muchos milagros(k)? Si lo dejamos así(l), creerán todos en él; y vendrán los Romanos, y arruinarán nuestra ciudad y nación”. Mas uno de ellos, llamado Caifás, que era el sumo pontífice de aquel año, les dijo: "Vosotros no sabéis nada, Ni pensáis que os conviene que muera un hombre por el pueblo, y no que toda la nación perezca(m)”. Mas esto no lo dijo de sí mismo; sino que siendo sumo pontífice aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación(n); Y no solamente por la nación, mas también para juntar en uno los hijos de Dios, que estaban dispersos(o). Y así desde aquel día pensaron cómo le darían la muerte(p). Por lo cual no se mostraba ya Jesús en público entre los Judíos(q), sino que se retiró(r) a un territorio cerca del desierto, a una ciudad, llamada Efrem(s), y allí moraba con sus discípulos. Y estaba ya cerca la Pascua de los Judíos, y muchos de aquella tierra subieron a Jerusalén antes de la Pascua, para purificarse(t). Y buscaban a Jesús, y se decían unos a otros, estando en el templo(u): "¿Qué os parece, de que no haya venido a la fiesta?” Y los príncipes de los sacerdotes y los fariseos habían dado mandamiento, que si alguno sabía en dónde estaba, lo manifestase, para prenderle. - - - Jesús, pues, seis días antes de la Pascua vino a Betania, en donde había muerto Lázaro, al que Jesús resucitó. Y le dieron allí una cena(a). Y Marta servía; y Lázaro era uno de los que estaban sentados con él a la mesa. Entonces María tomó una libra de ungüento de nardo puro, de gran precio(b), y ungió los pies de Jesús, y le enjugó los pies con sus cabellos(c); y se llenó la casa del olor del ungüento. Y dijo uno de sus discípulos, Judas(d) Iscariote, el que le había de entregar: "¿Por qué no se ha vendido este ungüento por trescientos denarios, y se ha dado a pobres?” Y dijo esto, no porque él cuidase de los pobres; sino porque era ladrón, y teniendo sus bolsillos, traía lo que se echaba en ellos(e). Y dijo Jesús: "Dejadla que lo guarde para el día de mi entierro(f). Porque a los pobres siempre los tenéis con vosotros; mas a mí no siempre me tenéis”. Entendió pues un crecido número de Judíos, que Jesús estaba allí; y vinieron no solamente por causa de él, sino también por ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Y los príncipes de los sacerdotes pensaron(g) matar también a Lázaro; Porque muchos por él se separaban de los Judíos, y creían en Jesús. Y el día siguiente(h) una grande muchedumbre de gente, que habían venido a la fiesta, cuando oyeron que venía Jesús a Jerusalén, Tomaron ramos de palmas, y salieron a recibirle, y clamaban: "Hosanna(i), bendito el que viene en el nombre del Señor, el rey de Israel”. Y halló Jesús un jumentillo(j), y se sentó sobre él, como está escrito: No temas, hija de Sión; he aquí tu rey que viene sentado sobre un pollino de una asna. Esto no entendieron sus discípulos al principio(k); mas cuando fue glorificado Jesús, entonces se acordaron, que estaban estas cosas escritas de él, y que le hicieron estas cosas(l). Y daba testimonio la mucha gente, que estaba con Jesús, de cuando llamó a Lázaro del sepulcro, y le resucitó de entre los muertos. Y por esto vinieron a recibirle las gentes, porque habían oído que él había hecho este milagro. Mas los fariseos dijeron unos a otros: "¿No veis que nada adelantamos? mirad que todo el mundo se va en pos de él”. Y había allí algunos gentiles(m) de aquellos, que habían subido a adorar en el día de la fiesta. Estos, pues, se llegaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaban, diciendo: "Señor, queremos ver a Jesús”. Vino Felipe, y lo dijo a Andrés(n); y Andrés y Felipe lo dijeron a Jesús. Y Jesús les respondió, diciendo: "Viene la hora, en que sea glorificado(o) el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo, que si el grano de trigo(p), que cae en la tierra, no muriere, él solo queda(q); mas si muriere, mucho fruto lleva. Quien ama su alma, la perderá; y quien aborrece su alma en este mundo, para vida eterna la guarda. Si alguno me sirve, sígame; y en donde yo estoy, allí también estará mi ministro(r). Y si alguno me sirviere, le honrará mi Padre. Ahora mi(s) alma está turbada. ¿Y qué diré? Padre, sálvame de esta hora. Mas por eso he venido a esta hora. Padre, glorifica tu nombre”. Entonces vino una voz del cielo, que dijo: "Ya le he glorificado, y otra vez lo glorificaré(t)”. Las gentes que estaban allí, cuando oyeron la voz, decían que había sido un trueno. Otros decían: "Un ángel le ha hablado”. Respondió Jesús, y dijo: "No ha venido esta voz por mi causa, sino por causa de vosotros(u). Ahora es el juicio del mundo; ahora será lanzado fuera(v) el príncipe de este mundo. Y si yo fuere alzado de la tierra, todo lo atraeré a mí mismo(w)”. (Y decía esto, para mostrar de qué muerte había de morir). La gente le respondió: "Nosotros habemos oído de la ley(x), que el Cristo permanece para siempre. Pues, ¿cómo dices tú: Conviene que sea alzado el Hijo del hombre? ¿Quién es este Hijo del hombre?” Jesús les dijo: "Aún hay en vosotros un poco de luz(y). Andad, mientras que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas; y el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va. Mientras que tenéis luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz(z)”. Esto dijo Jesús; y se fue, y se escondió de ellos(a). Mas aunque había hecho a presencia de ellos tantos milagros, no creían en él; Para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dijo: Señor, ¿quién ha creído a nuestro oído? ¿y a quién ha sido revelado el brazo del Señor(b)? Por esto no podían creer(c), porque dijo Isaías en otro lugar: Les cegó los ojos, y les endureció el corazón; para que no vean de los ojos, ni entiendan de corazón, y se conviertan, y los sane. Esto dijo Isaías, cuando vio su gloria(d), y habló de él. Con todo eso aun de los príncipes muchos creyeron en él; mas por causa de los fariseos no lo manifestaban, por no ser echados de la sinagoga. Porque amaron más la gloria de los hombres(e) que la gloria de Dios. Y Jesús alzó la voz, y dijo: "Quien cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me envió(f); Y el que me ve a mí, ve a aquel que me envió. Yo he venido luz al mundo, para que todo aquel que en mí cree, no permanezca en tinieblas(g). Y si alguno oyere mis palabras, y no las guardare(h), no le juzgo yo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo(i). El que me desprecia, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue: La palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrimero; Porque yo no he hablado de mí mismo; mas el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que tengo de decir, y de lo que tengo de hablar. Y sé que su mandamiento es la vida eterna(j). Pues, lo que yo hablo, como el Padre me lo ha dicho, así lo hablo”. Antes del día de la fiesta de la Pascua(a), sabiendo Jesús que era venida su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el fin(b). Y acabada la cena(c), como el diablo hubiese ya puesto en el corazón a Judas, hijo de Simón Iscariote, que lo entregase, Sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que de Dios había salido, y a Dios iba(d), Se levanta de la cena, y se quita sus vestiduras(e), y tomando una toalla, se la ciñó. Echó después agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a limpiarlos con la toalla, con que estaba ceñido. Vino pues a Simón Pedro; y Pedro le dice: "Señor, ¿tú me lavas a mí los pies(f)?” Respondió Jesús, y le dijo: "Lo que yo hago, tú no lo sabes ahora, mas lo sabrás después(g)”. Pedro le dice: "No me lavarás los pies jamás”. Jesús le respondió: "Si no te lavare, no tendrás parte conmigo(h)”. Simón Pedro le dice: "Señor, no solamente mis pies, mas las manos también, y la cabeza(i)”. Jesús le dice: "El que está lavado, no necesita sino lavar los pies; pues está todo limpio. Y vosotros limpios estáis, mas no todos(j)”. Porque sabía quién era el que le había de entregar; por esto dijo: "No todos estáis limpios”. Y después que les hubo lavado los pies, y hubo tomado su ropa, volviéndose a sentar a la mesa, les dijo: "¿Sabéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis: ‘Maestro’ y ‘Señor’; y bien decís; porque lo soy(k). Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies; vosotros también debéis lavar los pies(l) los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo he hecho a vosotros, vosotros también hagáis. En verdad, en verdad os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que aquel que le envió(m). Si esto sabéis(n), bienaventurados seréis si lo hiciereis. No hablo de todos vosotros(o); yo sé los que escogí; mas para que se cumpla la Escritura: El que come el pan conmigo, levantará contra mí(p) su calcañar. Desde ahora os lo digo, antes que sea; para que cuando fuere hecho, creáis que yo soy(q). En verdad, en verdad os digo: El que recibe al que yo enviare, a mí me recibe; y quien me recibe a mí, recibe a aquel que me envió”. Cuando esto hubo dicho Jesús, se turbó en el espíritu(r); y protestó(s), y dijo: "En verdad, en verdad os digo, que uno de vosotros me entregará”. Y los discípulos se miraban los unos a los otros, dudando de quién decía. Y uno de sus discípulos, al cual amaba(t) Jesús, estaba recostado a la mesa, en el seno de Jesús(u). A éste, pues, hizo una seña Simón Pedro, y le dijo: "¿Quién es de quien habla(v)?” Él entonces recostándose sobre el pecho de Jesús, le dijo: "Señor, ¿quién es?” Jesús le respondió: "Aquél es, a quien yo diere el pan mojado”. Y mojando el pan(w), se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y tras el bocado entró en él Satanás. Y Jesús le dijo: "Lo que haces, hazlo presto(x)”. Mas ninguno de los que estaban a la mesa supo por qué se lo decía(y). Porque algunos pensaron, que porque Judas traía la bolsa, le había dicho Jesús: "Compra lo que habemos menester para el día de la fiesta”; o que diese algo a los pobres. Y cuando él hubo tomado el bocado, se salió luego fuera. Y era de noche. Y como hubo salido, dijo Jesús: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre; y Dios es glorificado en él(z). Si Dios es glorificado en él, Dios también lo glorificará a él en sí mismo; y luego le glorificará(a). Hijitos(b), aun estoy un poco con vosotros. Me buscaréis; y así como dije a los Judíos: A donde yo voy, vosotros no podéis venir, y lo mismo digo ahora a vosotros(c). Un mandamiento nuevo os doy(d): Que os améis los unos a los otros, así como yo os he amado, para que vosotros os améis también entre vosotros mismos. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis caridad entre vosotros”. Simón Pedro le dijo: "Señor, ¿a dónde vas?” Respondió Jesús: "A donde yo voy, no me puedes ahora seguir(e); mas me seguirás después(f)”. Pedro le dice: "¿Por qué no te puedo seguir ahora? Mi alma pondré por ti(g)”. Jesús le respondió: "¿Tu alma pondrás por mí? En verdad, en verdad te digo: No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces(h)”. "No se turbe vuestro corazón(a). Creéis en Dios; creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si así no fuera(b), yo os lo hubiera dicho; pues voy a aparejaros el lugar. Y si me fuere, y os aparejare lugar: vendré(c) otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que en donde yo estoy, estéis también vosotros. También sabéis a dónde yo voy, y sabéis el camino(d)”. Tomás le dice: "Señor, no sabemos(e) a dónde vas; pues, ¿cómo podemos saber el camino?” Jesús le dice: "Yo soy el camino, y la verdad y la vida(f). Nadie viene al Padre, sino por mí(g). Si me conocieseis a mí, ciertamente conocierais también a mi Padre(h); y desde ahora le conoceréis(i), y lo habéis visto”. Felipe le dice: "Señor, muéstranos al Padre, y nos basta”. Jesús le dice: "¿Tanto tiempo ha que estoy con vosotros, y no me habéis conocido? Felipe, el que me ve a mí(j), ve también al Padre. ¿Cómo, pues, tú dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No creéis(k) que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo de mí mismo. Mas el Padre, que está en mí, él hace las obras(l). ¿No creéis(m) que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Y sino creedlo por las mismas obras. En verdad, en verdad os digo: El que en mí cree, él también hará las obras que yo hago, y mayores que éstas hará, porque yo voy al Padre(n). Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre(o), yo lo haré, para que sea el Padre glorificado en el Hijo. Si algo me pidiereis en mi nombre, lo haré. Si me amáis, guardad mis mandamientos; Y yo rogaré al Padre(p), y os dará otro Consolador, para que more siempre con vosotros. El espíritu de la verdad, a quien no puede recibir el mundo(q), porque ni lo ve, ni lo conoce(r). Mas vosotros lo conoceréis, porque morará con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos: vendré(s) a vosotros. Todavía un poquito, y el mundo ya no me ve. Mas vosotros me veis, porque yo vivo, y vosotros viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros(t). Quien tiene mis mandamientos, y los guarda, aquél es el que me ama. Y el que me ama, será amado de mi Padre; y yo le amaré, y me le manifestaré(u) a mí mismo”. Le dice entonces Judas, no aquel Iscariote: "Señor, ¿qué es la causa, que te has de manifestar a nosotros, y no al mundo?” Jesús respondió, y le dijo: "Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él(v). El que no me ama, no guarda mis palabras. Y la palabra que habéis oído, no es mía, sino del Padre, que me envió. Estas cosas os he hablado, estando con vosotros. Y el Consolador(w), el Espíritu santo, que enviará el Padre en mi nombre(x), él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo aquello que yo os hubiere dicho(y). La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo, como la da el mundo(z). No se turbe vuestro corazón, ni se acobarde. Ya habéis oído que os he dicho: ‘Voy, y vengo a vosotros’. Si me amaseis, os gozaríais ciertamente, porque voy al Padre, porque el Padre es mayor que yo(a). Y ahora os lo he dicho antes que sea, para que lo creáis, cuando fuere hecho. Ya no hablaré con vosotros muchas cosas. Porque viene el príncipe de este mundo(b). Y no tiene nada en mí(c); Mas para que el mundo conozca que amo al Padre, y como me dio el mandamiento el Padre, así hago. Levantaos, y vamos de aquí(d)”. "Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador(a). Todo sarmiento que no diere fruto en mí, lo quitará; y todo aquel que diere fruto, lo limpiará(b), para que de más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra, que os he hablado(c). Estad en mí, y yo en vosotros(d). Como el sarmiento no puede de sí mismo llevar fruto, si no estuviere en la vid; así ni vosotros, si no estuviereis en mí(e). Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que está en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto(f); porque sin mí no podéis hacer nada. El que no estuviere en mí será echado fuera(g), así como el sarmiento, y se secará; y lo cogerán(h), y lo meterán en el fuego, y arderá. Si estuviereis en mí, y mis palabras estuvieren en vosotros, pediréis cuanto quisiereis, y os será hecho(i). En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y en que seáis mis discípulos(j). Como(k) el Padre me amó, así también yo os he amado; perseverad en mi amor. Si guardareis mis mandamientos, perseveraréis en mi amor, así como yo también he guardado los mandamientos de mi Padre, y estoy en su amor(l). Estas cosas os he dicho, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido(m). Éste es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros, como yo os amé(n). Ninguno tiene mayor amor que éste, que es poner su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos(o), si hiciereis las cosas que yo os mando. No os llamaré ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; mas a vosotros os he llamado amigos, porque os he hecho conocer todas las cosas, que he oído de mi Padre(p). No me elegisteis vosotros a mí(q); mas yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis, y llevéis fruto, y que permanezca vuestro fruto; para que os dé el Padre todo lo que le pidiereis en mi nombre(r). Esto os mando, que os améis los unos a los otros. Si el mundo os aborrece, sabed que me aborreció a mí antes que a vosotros(s). Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo que era suyo(t); mas porque no sois del mundo, antes yo os escogí del mundo, por eso os aborrece el mundo. Acordaos de mi palabra, que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si mi palabra han guardado, también guardarán la vuestra(u). Mas todas estas cosas os harán(v) por causa de mi nombre, porque no conocen a aquel que me ha enviado. Si no hubiera yo venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; mas ahora no tienen excusa de su pecado(w). El que me aborrece, también aborrece a mi Padre(x). Si no hubiese hecho entre ellos obras, que ninguno otro ha hecho, no tendrían pecado; mas ahora, y las han visto, y me aborrecen a mí y a mi Padre. Mas para que se cumpla la palabra que está escrita en su ley(y): Que me aborrecieron de grado. Pero cuando viniere el Consolador que yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí(z). Y vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio”. "Esto os he dicho, para que no os escandalicéis(a). Os echarán de las sinagogas. Mas viene la hora en que cualquiera que os mate, pensará que hace servicio a Dios. Y os harán esto, porque no conocieron al Padre, ni a mí. Mas esto os he dicho, para que, cuando viniere la hora, os acordéis de ello, que yo os lo dije(b). No os dije estas cosas al principio, porque estaba con vosotros(c). Mas ahora voy a aquel que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: ‘¿A dónde vas?’ Antes porque os he dicho estas cosas, la tristeza ha ocupado vuestro corazón(d). Mas yo os digo la verdad: os conviene a vosotros que yo me vaya; porque si no me fuere, no vendrá a vosotros el Consolador; mas si me fuere, os lo enviaré(e); Y cuando él viniere, argüirá al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio; De pecado ciertamente, porque no han creído en mí; Y de justicia, porque voy al Padre, y ya no me veréis(f); Y de juicio, porque el príncipe de este mundo ya es juzgado(g). Aún tengo que deciros muchas cosas; mas no las podéis llevar(h) ahora. Mas cuando viniere aquel Espíritu de verdad, os enseñará(i) toda la verdad; porque no hablará de sí mismo(j); mas hablará todo lo que oyere, y os anunciará las cosas que han de venir. Él me glorificará, porque de lo mío tomará(k), y lo anunciará a vosotros. Todas cuantas cosas tiene el Padre, mías son. Por eso os dije: Que de lo mío tomará(l), y lo anunciará a vosotros. Un poco(m), y ya no me veréis; y otro poco, y me veréis, porque voy al Padre”. Entonces algunos de sus discípulos se dijeron unos a otros: "¿Qué es esto que nos dice: ‘Un poco, y no me veréis: y otro poco, y me veréis’; y: ‘Porque voy al Padre’?” Y decían: "¿Qué es esto que nos dice: ‘Un poco’? no sabemos lo que dice”. Y entendió Jesús que le querían preguntar, y les dijo: "Disputáis entre vosotros de esto que dije: ‘Un poco, y no me veréis; y otro poco, y me veréis’. En verdad, en verdad os digo, que vosotros lloraréis, y gemiréis, mas el mundo se gozará(n). Y vosotros estaréis tristes, mas vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer cuando pare, está triste, porque vino su hora; mas cuando ha parido un niño, ya no se acuerda del apuro, por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo. Pues, también vosotros ahora ciertamente tenéis tristeza; mas otra vez os he de ver, y se gozará vuestro corazón; y ninguno os quitará vuestro gozo(o). Y en aquel día no me preguntaréis nada(p). En verdad, en verdad os digo: os dará el Padre todo lo que le pidiereis en mi nombre(q). Hasta aquí no habéis pedido nada en mi nombre. Pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido. Estas cosas os he hablado en parábolas(r). Viene la hora en que ya no os hablaré por parábolas, mas os anunciaré claramente de mi Padre. En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros(s); Porque el mismo Padre os ama(t), porque vosotros me amasteis, y habéis creído que yo salí de Dios. Salí del Padre, y vine al mundo. Otra vez dejo el mundo, y voy al Padre”. Sus discípulos le dicen: "He aquí ahora hablas claramente, y no dices ningún proverbio. Ahora conocemos que sabes todas las cosas, y que no es menester que nadie te pregunte(u). En esto creemos, que has salido de Dios”. Jesús les respondió: "¿Ahora creéis(v)? He aquí viene, y ya es venida la hora, en que seáis esparcidos cada uno por su parte, y que me dejéis solo. Mas no estoy solo(w), porque el Padre está conmigo. Esto os he dicho, para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis apretura. Mas tened confianza, que yo he vencido al mundo(x)”. Estas cosas dijo Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: "Padre, viene la hora; glorifica a tu Hijo(a), para que tu Hijo te glorifique a ti. Como le has dado poder sobre toda carne, para que todo lo que le diste a él, les de a ellos vida eterna(b). Y ésta es la vida eterna(c): que te conozcan a ti solo Dios verdadero, y a Jesucristo a quien enviaste. Yo te he glorificado sobre la tierra(d): he acabado la obra, que me diste a hacer. Ahora, pues, Padre, glorifícame tú en ti mismo con aquella gloria, que tuve en ti, antes que fuese el mundo(e). He manifestado tu nombre a los hombres, que me diste del mundo(f). Tuyos eran(g), y me los diste a mí; y guardaron tu palabra. Ahora han conocido que todas las cosas, que me diste de ti son; Porque les he dado las palabras(h), que me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me enviaste. Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo(i), sino por éstos, que me diste, porque tuyos son; Y todas mis cosas son tuyas, y las tuyas son mías(j); y en ellas he sido clarificado. Y ya no estoy en el mundo(k), mas estos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, guarda por tu nombre(l) a aquellos, que me diste, para que sean una cosa, como también nosotros(m). Mientras que yo estaba con ellos(n), los guardaba en tu nombre(o). Guardé a los que me diste(p), y no pereció ninguno de ellos, sino el hijo de perdición(q), para que se cumpliese la Escritura. Mas ahora voy a ti, y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos(r). Yo les di tu palabra(s), y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal(t). No son del mundo, así como tampoco yo soy del mundo. santifícalos con tu verdad(u): tu palabra es la verdad. Como tú me enviaste al mundo, también yo los he enviado al mundo(v). Y por ellos yo me santifico a mí mismo(w), para que ellos sean también santificados en verdad. Mas no ruego tan solamente por ellos, sino también por los que han de creer(x) en mí por la palabra de ellos, Para que sean todos una cosa(y). Así como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que también sean ellos una cosa en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste(z). Yo les he dado la gloria(a), que tú me diste, para que sean una cosa, como también nosotros somos una cosa: Yo en ellos(b), y tú en mí, para que sean consumados en una cosa, y que conozca el mundo que tú me has enviado, y que los has amado, como también me amaste a mí. Padre, quiero que aquellos, que tú me diste, estén conmigo en donde yo estoy, para que vean mi gloria, que tú me diste, porque me has amado antes del establecimiento del mundo(c). Padre justo, el mundo no te ha conocido; mas yo te he conocido; y estos han conocido que tú me enviaste. Y les hice conocer tu nombre, y se lo haré conocer(d), para que el amor, con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos”. Cuando Jesús hubo dicho estas cosas, salió(a) con sus discípulos a la otra parte del arroyo de Cedrón(b), en donde había un huerto, en el cual entró él, y sus discípulos. Y Judas, que lo entregaba, sabía también aquel lugar, porque muchas veces concurría allí Jesús con sus discípulos. Judas, pues, habiendo tomado una cohorte(c), y los alguaciles de los pontífices y de los fariseos, vino allí con linternas, y con hachas, y con armas. Mas Jesús, sabiendo todas las cosas, que habían de venir sobre él, se adelantó, y les dijo: "¿A quién buscáis?” Le respondieron: "A Jesús Nazareno(d)”. Jesús les dice: "Yo soy”. Y Judas, aquel que lo entregaba, estaba también con ellos. Luego, pues, que les dijo: "Yo soy”, volvieron atrás, y cayeron en tierra(e). Mas les volvió a preguntar: "¿A quién buscáis?” Y ellos dijeron: "A Jesús Nazareno”. Respondió Jesús: "Os he dicho que yo soy; pues, si me buscáis a mí, dejad ir a estos”. Para que se cumpliese la palabra, que dijo: "De los que me diste, a ninguno de ellos perdí(f)”. Mas Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó, e hirió a un siervo del pontífice, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco. Jesús entonces dijo a Pedro: "Mete tu espada en la vaina. ¿El cáliz, que me ha dado el Padre, no lo tengo de beber(g)?” La cohorte, pues, y el tribuno, y los ministros de los Judíos prendieron a Jesús, y lo ataron(h); Y lo llevaron primero a Anás(i), porque era suegro de Caifás, el cual era pontífice de aquel año. Y Caifás era el que había dado el consejo a los Judíos: Que convenía que muriese un hombre por el pueblo. Simón Pedro, y otro discípulo seguían a Jesús(j). Y aquel discípulo era conocido del pontífice, y entró con Jesús en el atrio del pontífice. Mas Pedro estaba fuera a la puerta. Y salió el otro discípulo, que era conocido del pontífice, y lo dijo a la portera, e hizo entrar a Pedro. Y dice a Pedro la criada portera: "¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?” Dice él: "No soy”. Los criados y los ministros estaban en pie a la lumbre(k), porque hacía frío, y se calentaban. Y Pedro se estaba también en pie, calentándose con ellos. El pontífice, pues, preguntó a Jesús sobre sus discípulos, y sobre su doctrina. Jesús le respondió: "Yo manifiestamente he hablado al mundo; yo siempre he enseñado en la sinagoga, y en el templo, a donde concurren(l) todos los Judíos; y nada he hablado en oculto. ¿Qué me preguntas a mí? Pregunta a aquellos, que han oído lo que yo les hablé; he aquí estos saben lo que yo he dicho”. Cuando esto hubo dicho, uno de los ministros que estaban allí, dio una bofetada a Jesús, diciendo: "¿Así respondes al pontífice?” Jesús le respondió: "Si he hablado mal, da testimonio del mal; mas si bien, ¿por qué me hieres?” Y Anás lo envió(m) atado al pontífice Caifás. Estaba, pues, allí en pie Simón Pedro calentándose. Y le dijeron: "¿No eres tú también de sus discípulos?” Negó él, y dijo: "No soy”. Dícele uno de los criados del pontífice, pariente de aquel, a quien Pedro había cortado la oreja: "¿No te vi yo a ti en el huerto con él?” Y otra vez negó Pedro; y luego cantó el gallo(n). Llevan pues a Jesús desde casa de Caifás al pretorio(o). Y era por la mañana. Y ellos no entraron en el pretorio, por no contaminarse(p), y por poder comer la pascua(q). Pilato, pues, salió fuera a ellos, y dijo: "¿Qué acusación traéis contra este hombre?” Respondieron, y le dijeron: "Si este no fuera malhechor, no te lo hubiéramos entregado(r)”. Pilato les dijo entonces: "Tomadle allá vosotros, y juzgadle según vuestra ley(s)”. Y los Judíos le dijeron: "No nos es lícito a nosotros matar a alguno(t)”. Para que se cumpliese la palabra, que Jesús había dicho, señalando de qué muerte había de morir. Volvió pues, a entrar Pilato en el pretorio, y llamó a Jesús, y le dijo: "¿Eres tú el rey de los judíos(u)?” Respondió Jesús: "¿Dices tú esto de ti mismo, o te lo han dicho otros de mí(v)?” Respondió Pilato: "¿Soy acaso yo Judío? Tu nación y los pontífices te han puesto en mis manos. ¿Qué has hecho(w)?” Respondió Jesús: "Mi reino no es de este mundo(x). Si de este mundo fuera mi reino, mis ministros sin duda pelearían, para que yo no fuera entregado a los Judíos; mas ahora mi reino no es de aquí”. Entonces Pilato le dijo: "¿Luego rey eres tú?” Respondió Jesús: "Tú dices que yo soy rey. Yo para esto nací, y para esto vine al mundo: para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, escucha mi voz(y)”. Pilato le dice: "¿Qué cosa es verdad(z)?” Y cuando esto hubo dicho(a), salió otra vez a los Judíos, y les dijo: "Yo no hallo en él ninguna causa. Costumbre tenéis vosotros que os suelte uno en la Pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al rey de los judíos?” Entonces volvieron a gritar todos, diciendo: "No a éste, sino a Barrabás”. Y Barrabás era un ladrón. Pilato, pues, tomó entonces a Jesús, y azotóle(a). Y los soldados tejiendo una corona de espinas, se la pusieron sobre la cabeza; y le vistieron un manto de púrpura; Y venían a él, y decían: "Dios te salve, rey de los Judíos”. Y le daban de bofetadas. Pilato, pues, salió otra vez fuera, y les dijo: "Ved que os le saco fuera, para que sepáis que no hallo en él causa alguna”. (Y salió Jesús, llevando una corona de espinas, y un manto de púrpura). Y Pilato les dijo: "Ved aquí el hombre(b)”. Y cuando le vieron los pontífices y los ministros, daban voces diciendo: "Crucifícale, crucifícale”. Pilato les dice: "Tomadle allá vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo en él causa”. Los Judíos le respondieron: "Nosotros tenemos ley, y según la ley debe morir, porque se hizo Hijo de Dios(c)”. Cuando Pilato oyó estas palabras, temió más(d). Y volvió a entrar en el pretorio, y dijo a Jesús: "¿De dónde eres tú?” Mas Jesús no le dio respuesta(e). Y Pilato le dice: "¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para crucificarte, y que tengo poder para soltarte(f)?” Respondió Jesús: "No tendrías poder alguno sobre mí, si no te hubiera sido dado de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado(g), mayor pecado tiene”. Y desde entonces procuraba Pilato soltarle. Mas los Judíos gritaban, diciendo: "Si a éste sueltas, no eres amigo de César; porque todo aquel que se hace rey, se declara contra el César”. Pilato, pues, cuando oyó estas palabras(h) sacó fuera a Jesús, y se sentó en su tribunal, en el lugar que se llama Lithostrotos(i), y en hebreo Gabbatha(j). Y era el día de la preparación(k) de la Pascua, y como la hora de sexta(l). Y dice a los Judíos: "Ved aquí vuestro rey”. Y ellos gritaban: "Quita, quita, crucifícale”. Les dice Pilato: "¿A vuestro rey he de crucificar?” Respondieron los pontífices: "No tenemos por rey, sino a César(m)”. Y entonces se lo entregó para que fuese crucificado. Y tomaron a Jesús, y le sacaron fuera. Y llevando su cruz a cuestas, salió para aquel lugar, que se llama Calvario, y en hebreo Gólgota(n), Y allí lo crucificaron, y con él a otros dos, uno a un lado y otro a otro, y a Jesús en medio. Y Pilato escribió también un título, y lo puso sobre la cruz. Y el escrito era: "Jesús Nazareno, rey de los Judíos”. Y muchos de los Judíos leyeron este título, porque estaba cerca de la ciudad el lugar en donde crucificaron a Jesús; y estaba escrito en hebreo, en griego, y en latín(o). Y decían a Pilato los pontífices de los Judíos: "No escribas: ‘Rey de los Judíos’; sino que él dijo: ‘Rey soy de los Judíos’”. Respondió Pilato: "Lo que he escrito, he escrito(p)”. Los soldados, después de haber crucificado a Jesús, tomaron sus vestiduras, (y las hicieron cuatro partes, para cada soldado su parte), y la túnica. Mas la túnica no tenía costura, sino que era toda tejida de alto a bajo(q). Y dijeron unos a otros: "No la partamos; mas echemos suertes sobre ella, cuya será”. Para que se cumpliese la Escritura, que dice: Repartieron mis vestidos entre sí; y echaron suerte sobre mi vestidura. Y los soldados ciertamente hicieron esto. Y estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre María(r) de Cleofás, y María Magdalena. Y como vio Jesús a su madre, y al discípulo que amaba, que estaba allí, dijo a su madre: "Mujer, he ahí tu hijo(s)”. Después dijo al discípulo: "He ahí tu madre”. Y desde aquella hora el discípulo la recibió por suya(t). Después de esto sabiendo Jesús que todas las cosas eran ya cumplidas, para que se cumpliese la Escritura, dijo: "Sed tengo(u)”. Había allí un vaso lleno de vinagre(v). Y ellos poniendo alrededor de un hisopo(w) una esponja empapada en vinagre, se la aplicaron a la boca. Y luego que Jesús tomó el vinagre, dijo: "Consumado es(x)”. E inclinando la cabeza, entregó el espíritu(y). Y los Judíos (porque era la parasceve) para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado (porque aquel era el grande día de sábado), rogaron a Pilato que les quebrasen las piernas, y que fuesen quitados(z). Vinieron pues los soldados, y quebraron las piernas al primero, y al otro, que fue crucificado con él. Mas cuando vinieron a Jesús, viéndole ya muerto, no le quebrantaron las piernas, Mas uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y salió luego sangre y agua(a). Y el que lo vio(b), dio testimonio; y verdadero es el testimonio de él. Y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis. Porque estas cosas fueron hechas, para que se cumpliese la Escritura: No desmenuzaréis hueso de él(c). Y también dice otra Escritura: Verán al que traspasaron(d). Después de esto José de Arimatea (que era discípulo de Jesús, aunque oculto(e) por miedo de los Judíos) rogó a Pilato que le permitiese quitar el cuerpo de Jesús. Y Pilato se lo permitió. Vino pues, y quitó el cuerpo de Jesús. Y Nicodemo, el que había ido primeramente de noche a Jesús, vino también, trayendo una confección como de cien libras, de mirra y de aloe(f). Y tomaron el cuerpo de Jesús, y lo ataron en lienzos con aromas, así como los Judíos acostumbraban sepultar. Y en aquel lugar, en donde fue crucificado, había un huerto; y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que aún no había sido puesto nadie. Allí pues por causa de la Parasceve de los Judíos, porque estaba cerca el sepulcro, pusieron a Jesús(g). Y el primer día de la semana vino María Magdalena(a) de mañana al sepulcro, cuando aún era oscuro; y vio quitada la losa del sepulcro. Y fue corriendo a Simón Pedro, y al otro discípulo, a quien amaba Jesús, y les dijo: "Han quitado al Señor del sepulcro, y no sabemos en donde lo han puesto”. Salió pues Pedro, y aquel otro discípulo, y fueron al sepulcro. Y corrían los dos a la par; mas el otro discípulo se adelantó corriendo más aprisa que Pedro(b), y llegó primero al sepulcro. Y habiéndose abajado, vio los lienzos puestos(c); mas no entró dentro. Llegó, pues, Simón Pedro, que le venía siguiendo, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos, Y el sudario, que había tenido sobre la cabeza, no puesto con los lienzos, sino envuelto en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, que había llegado primero al sepulcro; y vio, y creyó(d). Porque aún no entendían la Escritura, que era menester que él resucitara de entre los muertos. Y se volvieron otra vez los discípulos a su casa. Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro. Y estando así llorando, se abajó, y miró hacia el sepulcro; Y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, el uno a la cabecera, y el otro a los pies, en donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Y le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?” Díceles: "Porque se han llevado de aquí a mi Señor, y no sé dónde le han puesto”. Y cuando esto hubo dicho, se volvió a mirar atrás, y vio a Jesús, que estaba en pie; mas no sabía que era Jesús(e). Jesús le dice: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?” Ella creyendo que era el hortelano(f), le dijo: "Señor, si tú lo has llevado de aquí, dime(g) en dónde lo has puesto; y yo lo llevaré”. Jesús le dice: "María”. Vuelta ella(h), le dice: "Rabboni” (que quiere decir: "Maestro”). Jesús le dice: "No me toques(i), porque aún no he subido a mi Padre. Mas ve a mis hermanos(j), y diles: Subo(k) a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios”. Vino María Magdalena dando las nuevas a los discípulos: Que he visto(l) al Señor, y esto me ha dicho. Y siendo la tarde de aquel día, el primero de la semana, y estando cerradas las puertas en donde se hallaban juntos los discípulos por miedo de los Judíos(m), vino Jesús, y se puso en medio, y les dijo: "Paz a vosotros”. Y cuando esto hubo dicho, les mostró las manos y el costado. Y se gozaron los discípulos, viendo al Señor. Y otra vez les dijo: "Paz a vosotros. Como el Padre me envió, así yo también os envío(n)”. Y dichas estas palabras, sopló sobre ellos, y les dijo: "Recibid el Espíritu santo(o). A los que perdonareis los pecados, perdonados le son(p); y a los que se los retuviereis, les son retenidos(q)”. Pero Tomás uno de los doce, que se llamaba Dídimo(r), no estaba con ellos, cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le dijeron: "Hemos visto al Señor”. Mas él les dijo: "Si no viere en sus manos la hendidura(s) de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no lo creeré”. Y al cabo de ocho días(t), estaban otra vez sus discípulos dentro, y Tomás con ellos. Vino Jesús, cerradas las puertas, y se puso en medio, y dijo: "Paz a vosotros”. Y después dijo a Tomás: "Mete aquí tu dedo, y mira mis manos; y da acá tu mano(u), y métela en mi costado; y no seas incrédulo sino fiel(v)”. Respondió Tomás, y le dijo: "Señor mío, y Dios mío”. Jesús le dijo: "Porque me has visto, Tomás, has creído. Bienaventurados los que no vieron, y creyeron(w)”. Otros muchos milagros hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritos en este libro. Mas estos han sido escritos, para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que creyendo, tengáis vida en su nombre. Después se mostró Jesús otra vez a sus discípulos, en el mar de Tiberíades(a). Y se mostró así. Estaban juntos Simón Pedro, y Tomás, llamado Dídimo, y Natanael, que era de Caná de Galilea, y los hijos del Zebedeo, y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dice: "Voy a pescar”. Le dicen: "Vamos también nosotros contigo”. Salieron, pues, y subieron en un barco(b), y aquella noche no cogieron nada(c). Mas cuando vino la mañana, se puso Jesús a la ribera; pero no conocieron los discípulos, que era Jesús. Y Jesús les dijo: "Hijos(d), ¿tenéis algo de comer?” Le respondieron: "No”. Les dice: "Echad la red a la derecha del barco, y hallaréis”. Echaron la red, y ya no la podían sacar, por la muchedumbre de los peces(e). Dijo entonces a Pedro aquel discípulo, a quien amaba Jesús: "El Señor es”. Y Simón Pedro cuando oyó que era el Señor, se ciñó su túnica(f) (porque estaba desnudo), y se echó en el mar. Y los otros discípulos vinieron con el barco (porque no estaban lejos de tierra, sino como doscientos codos(g) ), tirando de la red con los peces. Y luego que saltaron en tierra, vieron brasas puestas, y un pez sobre ellas, y pan(h). Jesús les dice: "Traed acá de los peces, que cogisteis ahora”. Entonces subió Simón Pedro, y trajo la red a tierra llena de grandes peces: ciento y cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: "Venid, comed(i)”. Y ninguno(j) de los que comían con él osaba preguntarle: "¿Tú, quién eres?” sabiendo que era el Señor. Llega, pues, Jesús, y tomando el pan se lo da; y asimismo del pez. Ésta fue ya la tercera vez que se manifestó Jesús a sus discípulos(k), después que resucitó de entre los muertos. Y cuando hubieron comido, dice Jesús a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan(l), ¿me amas más que estos?” Le responde: "Sí, Señor, tú sabes que te amo”. Le dice: "Apacienta mis corderos”. Le dice segunda vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Le responde: "Sí, Señor, tú sabes que te amo”. Le dice: "Apacienta mis corderos(m)”. Le dice tercera vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Pedro se entristeció(n), porque le había dicho por tercera vez: "¿Me amas?” y le dijo: "Señor, tú sabes todas las cosas; tú sabes que te amo”. Le dijo: "Apacienta mis ovejas(o). En verdad, en verdad te digo: Cuando eras mozo, te ceñías, e ibas a donde querías(p); mas cuando ya fueres viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde tú no quieras”. Esto dijo, señalando con qué muerte había de glorificar a Dios. Y habiendo dicho esto, le dice: "Sígueme(q)”. Volviéndose Pedro vio que le seguía aquel discípulo(r), a quien amaba Jesús, y que en la cena estuvo recostado sobre su pecho, y le había dicho: "Señor, ¿quién es el que te entregará?” Y cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: "Señor, ¿y este qué(s)?” Jesús le dijo: "Así(t) quiero que él quede, hasta que yo venga, ¿qué te va a ti? Tú, sígueme(u)”. Salió, pues, esta palabra entre los hermanos, que aquel discípulo no muere(v). Y no le dijo Jesús: "No muere”; sino: "Así quiero que quede, hasta que yo venga, a ti ¿qué te va?" Éste es aquel discípulo, que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio(w) es verdadero. Otras muchas cosas hay también que hizo Jesús; que si se escribiesen una por una, me parece que ni aun en el mundo cabrían los libros, que se habrían de escribir(x). - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 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Sr. D. Felipe Sc\u237?o de San Miguel\b0\i0\par\par\ \i Traducida y anotada\par\ conforme al sentido de los Santos Padres\par\ y expositores cat\u243?licos\i0\par\par\ Texto publicado por primera vez en 1790, Valencia - Espa\u241?a \par\par\ \cf9\i Esta traducci\u243?n es de dominio p\u250?blico y no tiene copyright\i0\par\ \cf9\i Adaptado para e-Sword a partir de:\i0\par\ \b Documento electr\u243?nico de distribuci\u243?n gratuita\par\ preparado por \ul VE Multimedios\ul0 {\cf2\ul (www.vemultimedios.org)}\par como un servicio a la Iglesia.\b0\cf0\par\par